Descargo de responsabilidad: los personajes no me pertenecen. Sólo escribo por diversión.
Amor en Londres
I. Cambios de aires.
Los Delacour siempre hemos sido una familia de grandes magos, desde que tengo memoria he vivido rodeada de la magia y lo cierto es que crecí orgullosa de mi identidad, como bruja y descendiente de veelas.
Puedo entender entonces la sorpresa de mis padres y hermana cuando anuncié mi decisión de tomar un descanso de todo esto. Ni sus argumentos, ni el hecho de no poder desapegarme de mi propia herencia como ser mágico, pudieron hacerme cambiar de opinión.
Así que aquí estoy, frente a la puerta de mi nuevo hogar muggle, con dinero muggle en los bolsillos, en medio de un barrio residencial aunque bonito de Londres, las maletas en los brazos y la firme determinación de alejarme de todo por un tiempo.
Secretamente, agradezco que mi hermana me ayudara con mi primera tarea no mágica de conseguir una casa bonita y sobretodo, empacar todo lo que había en mi gran y mágico placard, ahora bien distribuído en cinco maletas. Aunque ella estuviera bastante en desacuerdo sobre la idea de irme tan lejos de casa, de mi país natal... pero si quería empezar de cero necesitaba algún lugar nuevo y desconocido, y el dardo que lancé al mapamundi dio en este país húmedo y frío.
En fin, el destino es el destino, las veelas lo sabemos muy bien.
Es realmente una lástima que a lo único que no pudiera huir sería a la inofensiva poción que atenuaría los efectos de mi herencia. gracias a Merlín y todos las grandes brujas y los grandes magos de la historia. Ya es difícil soportar la mirada estúpida de los hombres nacidos con el don de la mágica que no pueden evitar babearme encima (y no es vanidad, sino tristemente cierto), como para tratar de lidiar con idiotizados mugles que no saben qué les está pasando.
En fin, gracias William, tu estupidez me ha dado el impulso que hacía falta para salir a buscar algo diferente en mi vida...
Fleur se despertó entusiasta la mañana siguiente, a pesar de que las cajas llenas de aparatos mugles que no entendía muy bien seguían esparcidos por toda la casa, y los muebles estaban todavía cubiertos por los plásticos que los protegían del polvo, puesto que sólo había tenido tiempo para instalar la radio, releer algunos capítulos de su libro de "Costumbres muggles y cómo vivir con ellas", y hacer sus primeros intentos de cocina no-mágica, que resultaron penosos las primeras tres veces, hasta que algo parecido a un omellet resultó comestible.
Sin embargo, para un país tan lluvioso, la mañana era soleada, con los pájaros cantando alegremente fuera de su ventana y el murmullo de la música de la casa vecina, que no le resultó tan horrible como ciertos estilos muggles.
¡Todo era tan extraño! Fleur se sentía como una niña pequeña, bailando entre cajas de cartón y borlas de tergopol esparcidas por todo el suelo.
Lo cierto es que la casa era realmente bonita y fue agradable sentarse a desayunar contemplando el gran ventanal que daba al patio trasero, la vista de su pequeño jardín y el césped verde que ocupaba la mayor parte del fondo del terreno era un contraste agradable a la agitada vida en las calles, tan llena de asfalto y automóviles ruidosos.
Ese día, Fleur decidió que era una oportunidad excelente para la jardinería, así que con más emoción de la humanamente normal, buscó sus nuevas herramientas y se vistió con un pantalón de jean holgado y viejo, muy pasados de moda, que le caían por las caderas dejando ver alguna pequeña porción de piel y una camiseta azul con el cuello un tanto estirado que había visto mejores días. Pero en fin, ¿Quién iba a verla?
Así que se arrodilló sobre el césped, con pequeña pala en la mano, removiendo con entusiasmo la tierra oscura, tarareando suavemente el ritmo de la canción que venía del patio vecino, el suave ritmo de un jazz. El jardín era muy bonito así como estaba, pero unas cuantas malas hierbas habían comenzado a crecer alrededor de las margaritas y el arbusto enano necesitaba ser podado urgentemente, además, todavía tenía el cajón de tierra donde planeaba comenzar a plantar algunas flores más, según un manual de jardinería, si todo iba bien, tendría los primeros pimpollos para un par de semanas, y aunque habitualmente le molestaría esperar, la expectativa era extrañamente dulce.
Sí, porque Fleur se había tomado la molestia de investigar la música muggle, que siempre fue una de las pocas cosas que siempre le llamó la atención de los no-mágicos.
Estaba demasiado metida en sus labores como para prestar atención a su alrededor y la música no había dejado de sonar, así que no le prestó atención a todo el barullo que provenía de la casa vecina hasta que vio lo que parecía ser una pesada escalera sobresalir desde el otro lado de la medianera, al costado de una gran enredadera salpicada de pequeños jazmines. En cuestión de segundos, apareció una mujer con una melena castaña tupida apenas controlada por un pañuelo rojo y la piel un poco bronceada por el sol, armada con unas tijeras de podado y las manos enguantadas llenas de tierra, que sin prestarle la más mínima atención, comenzó a ocuparse de podar la enredadera en cuestión.
Fleur se quedó mirándola con curiosidad, un poco ansiosa al pensar que podría ser su primera oportunidad para interactuar realmente con una muggle en cuestión y hasta tal vez conseguiría una nueva amiga. Lo pensó por todo un minuto, mientras no dejaba de mirar a la castaña, que con mirada crítica y concentrada continuaba su labor. Finalmente, se incorporó del suelo, limpiándose las manos en el pantalón y se acercó tímidamente hacia la medianera, pensando en cuáles serían las palabras adecuadas para comenzar una conversación casual. No entendía por qué estaba tan nerviosa, toda su vida había sido extrovertida, segura y elegante; aún si no fuera en parte veela, continuaría siendo encantadora.
Tomando aire para armarse de valor, decidió rápidamente cuáles serían las palabras más acertadas y habló:
-Es un buen día para ocuparse del jardín ¿Verdad?- dijo suavemente, intentando modular lo mejor posible las palabras para que su acento no fuera tan obvio.
La mujer se sorprendió, mirándola como si de repente notara su existencia. Sus ojos chocolate la examinaron rápidamente antes de que finalmente ella frunciera el ceño; ciertamente, ella tenía una mirada inteligente que chispeaba.
-Quiero decir... con el clima de Londres...- continuó, intentando sonar lo más casual posible.
La castaña parpadeó entonces, como si despertara de alguna ensoñación, sin embargo, su ceño continuó un poco fruncido. Sin embargo, ella parecía luchar más bien con algún tipo de confusión interna que estar molesta con ella.
-Oh, sí... ¿No eres de aquí, verdad?- contestó al fin, y aunque su propia obviedad la avergonzó un poco, Fleur se alegró de por lo menos haber iniciado una conversación.
-No, soy francesa.- aclaró con un encogimiento de hombros y una sonrisa avergonzada.
La mujer asintió y pareció meditar algunos segundos, aunque no dejó de sostenerle la mirada. Fleur podría terminar ahogándose en sus ojos chocolate si seguían mirándose tan intensamente.
-¿Y que te hizo mudarte a Londres?- inquirió repentinamente ella, y ni bien las palabras salieron de su boca, pareció sorprendida de su propia audacia.-Quiero decir, Francia es realmente hermoso, he ido un par de veces y tienen un clima muy agradable, no como aquí que...- comenzóa divagar rápidamente, provocando una sonrisa divertida en Fleur.
-Está bien, no te preocupes...- la cortó suavemente y la castaña arqueó las cejas, mirándola otra vez atentamente.-Necesitaba un cambio, así que arrojé un dardo a un mapa y... terminé aquí.
La simpleza de su explicación y su decisión azaroza pareció sorprender a su vecina.-¿Sólo así? ¿No hay ninguna otra razón?
Fleur se encogió de hombros y negó con la cabeza, ella era una persona que creía en el destino y los instintos. Si el dardo golpeó Londres, entonces debía ir allí.
-Jamás se me hubiera ocurrido.- admitió la mujer con sus ojos inteligentes, pero no parecía desaprobar del todo la idea.
Ambas se quedaron calladas entonces, sólo las canciones de jazz y el murmullo muy lejano de la calle cortaba el silencio.
-Oh, lo siento, no me he presentado.- se disculpó con una torpeza adorable la castaña, provocándole otra sonrisa.-Mi nombre es Hermione Granger.
Hermione, pensó con satisfacción la francesa, sonriendo aún más.
-Fleur Delacour, encantada de conocerte Hermione.- tomó la palabra con más confianza esta vez, preocupándose en pronunciar bien el nombre.
-Fleur... Bienvenida al barrio.- contestó con un tono amistoso.-Encantada de conocerte, también.- balbuceó finalmente, y la francesa estuvo feliz de oír aquello.
Hola, qué tal por allí? Esta es básicamente la primera historia que escribo y publico sobre esta pareja, así que creo que estoy probando suerte.
No entiendo muy bien cómo fue que sucedió, pero repentinamente quedé encantada con esta pareja y tuve que escribir algo...
¿Qué opinión se merece el primer capítulo? Es corto, lo sé, pero si la idea les parece atractiva, entonces prometo capítulos bastante más largos ;)
Comentarios, críticas y sugerencias, son muy aceptadas... cualquier pregunta, también.
En fin, nos leemos la próxima!
Consulta: debería ser este fic rating M? Ya saben a lo que me refiero... :P
