No quería admitir que sentía envidia por todos y cada uno de los presentes habidos y por haber en aquella sala. Sabía que no podía hacer otra cosa más que amargarlos hasta el punto de que renunciasen a todo, por ello dedicaba todas y cada una de sus clases a volver sus sueños, pesadillas. Cualquier alumno que estuviese en una misma habitación con ella se arriesgaba a que Cassandra July desfigurase su idea de Broadway ateniéndose siempre a sus malas experiencias.

Aquel vídeo destrozó su carrera, de eso no cabía la menor duda. Cayó en una profunda depresión, la cual aún persiste, que no consigue aplacar con otra cosa que no sea alcohol y la enfermiza idea de ennegrecer las aspiraciones de sus estudiantes.

Pero aquella chica brillaba sobre las demás y había demasiada luz en sus sueños como para tornarlos oscuros, simplemente no se dejaban hacer a su gusto. Era la primera persona a la que no podía manejar a su antojo a base de malos comentarios en años. Y ello la molestaba, claro. Vivía demasiado en su nube de persona superior, nadie había osado plantarla cara nunca…hasta que Rachel Berry pisó su clase de danza.

Nada más analizarla detenidamente el primer día de clases, supo de sobra que solo era una niñita cohibida por toda la grandeza de Nueva York. A su parecer, iba a ser un insecto que fácilmente podía quitarse de un papirotazo, pero no debió dejarse llevar por las primeras impresiones.

Berry derrochaba talento por los poros y no se dejaba avasallar por nada ni nadie. Ni siquiera Cassandra era capaz de destrozar los muros que la joven bien hizo en erigir en su momento.

La ex integrante de New Directions era como una especie de reto. Aquella chica la instaba a querer dejarla claro que cada alumno de la escuela debía permanecer besándola los zapatos y ella no iba a ser menos. Ello no era algo que fuese a conseguir fácilmente, debía atacar los flancos más débiles de la morena aunque ello supusiese acercarse en demasía a su persona.


-¡Has de moverte con más soltura! –exclamó, golpeando el suelo con aquel bastón que acostumbraba a llevar siempre, el cual hacía su porte más intimidatorio.

Se acercó a la morena y se permitió el lujo de tener ambas manos libres para poder tomarla con rudeza de las caderas. La volteó, de un movimiento seco que la dejo ciertamente sorprendida.

-Es un baile sensual. Intenta hacerme ver que me quieres en tu cama, maldita sea ¿Es tan complicado? –susurró pícaramente al oído de su alumna, que nada más escucharlo se retorció incómoda entre las manos de Cassandra.

No es que la disgustase escucharlo, en absoluto. Tampoco la desagradaba el hecho de que July la estuviese tomando de la cintura y pegándola contra ella. No era una mala sensación aquella que sentía en su bajo vientre en esos instantes.

En verdad hacía demasiado tiempo que nadie tocaba su cuerpo de forma tan lasciva por no decir que nadie jamás lo había hecho de tal forma. Podía pensar en Finn, pero estaba claro que las manazas de su ex novio no eran en absoluto comparables con las de su profesora de baile.

Rachel se echó hacia delante instada por la presión que la profesora incidió en su espalda.

-Yérguete. Si consigues que te desee al hacerlo, dejaré que te marches a casa y por hoy habremos acabado- imperó estrictamente.

Berry tragó saliva y comenzó a mover suavemente la cadera contra la de Cassandra que aprovechó la ocasión para deslizar despacio la mano desde el vientre hasta el esternón de la joven.

Para ambas, la temperatura de aquella habitación aumentó unos cuantos grados.

Subió, arqueándose delirantemente para martirio de July. La cabeza fue la primera en hacerlo, seguida de los hombros y el resto de torso, aunque no lo hizo plenamente. A la mitad del camino, volteó el rostro quedando de perfil a la rubia.

-¿Lo hice bien? –preguntó, casi en un susurro. Rachel Berry se había sentido en demasía sucia con esa actuación, a pesar de haber sido solo eso, una actuación.

Cassandra tomó el mentón de la joven y la terminó de pegar contra su cuerpo. La notó temblar contra él, no supo si de miedo o por excitación mas la fue indiferente. Acercó sus labios al oído de Berry y susurró, lo más sensualmente que la fue posible.

-Pequeña Diva, si por mi fuera ahora mismo estarías jadeando contra la pared de la sala.