Cuarta Edición. (Por que lo subí a las tantas de la madrugada, en un arranque de locura).
Disclaimer: Daiya no Ace no me pertenece.
Grullas de papel
Por Blue-Salamon
Sus manos se mueven en el papel doblando con precisión hasta formar aquella figurilla y es como si Jun no se diera cuenta, pero la verdad es que lo hace.
Él se da mucho cuenta de la forma en que Tetsu lo mira a él y a su grulla de perfectos dobleces mientras trata de adivinar cómo es que el papel terminó así, buscando la técnica. Pero Tetsu no va a hablar y Jun se desespera porque, ¿qué tan difícil es preguntarle para pedir su ayuda? ¡Con gusto lo ayudaría! Pero Tetsuya no...
Finalmente, Jun se desespera y le acaba rompiendo un ala a su grulla. Entra en catástasis y aplasta el resto de la grulla contra la mesa antes de tomar una nueva hoja de papel, respirar y, con calma, volver a hacer la figura.
Al menos, lo intenta.
Pero Jun no se da cuenta de que su forma de hacer las cosas con calma no es lo suficientemente calmada como para que Tetsu pueda seguirle el ritmo y copiarlo. Así acaba festejando solito. Hasta que de reojo se percata de que Tetsuya se ha quedado a la mitad del proceso.
Siente el fulgor de su enojo hacerle hervir la sangre con rapidez. Y si no estalla ahí mismo, es sólo porque su mirada se ha encontrado con la del capitán y sabe que se ha dado cuenta de que había intentado instruirle en los pasos.
Jun siente que las orejas se le ponen coloradas y no hace falta demasiado para que el resto de su rostro adquiera la misma tonalidad rojiza. Cuando Yūki le agradece con su voz grave y ronca en medio del asunto, entonces sí, ya no son sólo sus orejas las que parecen haber sufrido por algún tipo de insolación.
Ni siquiera está seguro de que alguien además de él lo haya escuchado, pero él exagera y bufa, lanzando su grulla al aire sin querer y esta acaba por caerle a alguien más de sus compañeros en el salón.
Él se queda helado. En particular porque esa grulla no debería de haber emprendido el vuelo desde su mano.
Tetsuya entonces le agarra la mano (así, sin reservas ni mediciones sobre las consecuencias de sus acciones) y le pone en la palma la grulla suya a medio hacer. Le sostiene la mano por más tiempo del necesario y luego sonríe de esa forma que hace a su corazón latir como loco.
—Iré por más hojas.
Jun se da cuenta de que, efectivamente, la última hoja de papel la había usado él. En esa grulla que emprendió el vuelo sin su permiso.
Tarde, se percata de que si iba por más hojas (y después de haber notado que él lo había tratado de ayudar), lo más probable es que Tetsuya ahora sí fuera a pedirle instrucciones para llevar a cabo el fino arte del origami. Y que, como había sido con la cuestión del shōgi cuando le pidió que le enseñara a jugar, iban a ser unas lecciones muy, pero muy largas...
No se equivoca. Tetsuya viene con un paquete entero de hojas sólo para ellos dos. Y a Jun ya no le queda más que resignarse.
