Los personajes le pertenecen a J. K. Rowling, la trama es de Molly Raesly, pero esta es mi TRADUCCIÓN.
«Si no entiendes cómo una mujer puede amar a su hermana sinceramente y querer retorcer su cuello al mismo tiempo, entonces probablemente, seas hija única».
[Linda Sunshine]
31 de octubre RIP James y Lily Potter. El último enemigo a vencer será la muerte.
Capítulo uno
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Amor de hermanas
—Lily, ¿tomaste mi secadora?
Miré de soslayo hacia el sonido chirriante y cerré mis ojos fuerte mientras pretendía que sólo era una parte de mi sueño que hasta hace un momento había sido un muy buen sueño.
—¡Lily, sé que fuste tú! ¡Siempre tomas mis cosas!
No ahora. Gruñí mientras rodaba hacia mi otro costado y ponía mi almohada sobre mis oídos para bloquear el ruido. Traté de imaginarme a mí misma en un lugar más pacífico. Sería cálido, tan cálido que el sol se derretiría en mi cuerpo y me cubriría en su glorioso amor. Sonreí mientas me envolvía en la dulce serenidad de olas golpeando. Dejé salir un suspiro mientras pretendía sentir la arena fresca en mis dedos. Mis párpados caídos con pereza.
—¡Lily!
Mi almohada fue brutalmente extraída de mis manos.
—¡Grr-aphh! —grité en señal de protesta.
—¡Levántate! ¡Vernon llega por mí en media hora, y mi cabello aún está húmedo!
—¡Déjame! —gruñí y me rodé de nuevo para evitarla.
Ella zumbó muy alto, y sentí su peso abandonar mi cama.
¡Dulce victoria! Sonreí triunfal y me dejé sucumbir al sueño una vez más.
—¡Levántate! —me ordenó.
Me negué a moverme. Mi cama era tan hermosa, cómoda y segura. Suspiré cuando sentí la textura de mis sábanas e ignore la presencia de mi hermana, algo en lo que ella también era muy hábil haciendo, a menos claro, que quisiera algo.
—¡Lily! —gritó.
Escuché el sonido de mis cortinas amarillas siendo abiertas bruscamente, y enseguida me moví para bloquear la luz con mis manos. Era muy temprano y muy brillante.
—¡Lily! —gritó otra vez.
—Shh —traté de aplacarla. Si cerraba mis ojos fuerte, casi estaba obscuro de nuevo—. Es hora de dormir.
—Lily, levántate ahora —ordenó. Su voz era firme. La hacía sonar tonta.
Me aferré fuerte a mis sábanas y me negué a moverme.
—Bien— resopló—. Si vas a ser tan infantil respecto a esto, simplemente te voy a obligar a levantarte.
Entonces, repentinamente, ella estaba empujándome y golpeándome en todas partes. Sus huesudos dedos me picaban cuando me atacaba.
Traté de apartar sus manos desesperadamente.
—Vete —gruñí—. Vuelve mañana.
Sus dedos nunca cedieron. Me retorcí entre mis sábanas.
—Vete —repetí petulante.
—No hasta que me regreses mi secadora —insistió mientras me daba un fuerte codazo en un costado.
—¡Ow! —me quejé adolorida—. Déjame en paz. ¡Yo no tengo tu maldita secadora!
—Sí, sí la tienes. ¡Ahora levántate!
Comenzó a sacudirme de nuevo, así que no tuve más remedio que tomar represalias. Usé mis puños, codos y piernas para golpear, patear y arañar a todo con lo que tenía contacto.
Petunia grito agudamente.
—Dios, ¡Lily! ¡Detente, me lastimas!
—¡Sal de mi habitación! —demandé. Mi voz todavía sonaba dormida. Jalé mi demasiado grande camiseta, así al menos podía parecer más amenazante sin mi ropa interior mostrando "La poción de la semana".
—No, tú necesitas levantarte —y con eso, tomó mis sábanas, y tiró tan fuerte como sus monstruosamente frágiles y huesudos brazos pudieron, descobijando a mi pobre cuerpo. Miré a mi alrededor desorientada. Estaba en el suelo.
—¡Petunia! —bramé.
—Mamá y papá no están aquí —me informó rápidamente mientras trataba de alejarse sutilmente—. No están aquí, así que no puedes ir corriendo con ellos y jugar a la hermana pequeña como siempre lo haces.
—Bien —respondí a través de mis dientes—. Ahora no va a haber más testigos de tu asesinato.
Petunia simplemente rodó sus ojos en esa forma tan esnob como lo hacía siempre desde que tuvo su primer corpiño [1]
—No seas dramática Lily —me dijo en tono condescendiente—. Como sea —continuó—, necesito que me regreses mi secadora porque voy a morir si Vernon me ve algo menos que perfecta.
Mi mandíbula cayó. Había muchas formas de insultar a mi hermana en este glorioso momento. No podía elegir solo una. Mirándola incrédula, me pegunto cómo se atrevía a salir de la cama todas las mañanas sin hablar de arrastrarme con ella.
—Te va a dar hepatitis si mantienes tu boca tan abierta —dijo petulante.
Ella debería saber.
—Son moscas —la corregí.
Se encogió de hombros
—Tomate, tomate.
La miré con asombro antes de agarrar mi cama para apoyarme mientras me esforzaba por ponerme de pie.
—Bien, estás de pie —comentó con frialdad.
—Sí, y me regreso a la cama. Buenas noches. Vete —le dije.
Agarró mi brazo y lo envolvió con sus dedos como grilletes para evitar que volviera a tirarme en mi hermosa cama.
—No hasta que me devuelvas mi secadora.
Tiré de mi brazo para zafarlo enojada.
—Ya te lo dije: ¡no la tengo! Puedo secar mi cabello mágicamente, ¿recuerdas? Ya no necesito una secadora.
—Oh, es cierto. Eres un fenómeno —dijo a la ligera, como si realmente acabara de recordar que su hermana era una bruja.
—El término correcto es inclinada a la magia —espeté con descaro.
—Reconozco a un fenómeno cuando lo veo —me aseguró.
Estaba a punto de preguntarle si se había mirado al espejo últimamente cuando Petunia recordó que tenía otro propósito en la vida, además de hacer la mía miserable. Ella misma.
—Bueno, si tú no tienes mi secadora, ¿en dónde está? Ya revisé en el cuarto de mamá y todos los baños. Este es el único lugar en el que puede estar.
Suspiré y tallé mis ojos con el dorso de mi mano. Si pudiera regresar a mi cama en los próximos dos minutos, podría arreglármelas para tener un poco más de ese codiciado sueño. Si no, voy a estar despierta el resto del día.
—¿Revisaste tu recamara? —pregunté con voz apagada.
—Oh, mierda —dijo dándose cuenta y salió corriendo de mi habitación.
Rodando mis ojos, regresé lentamente a mi cama. Ni diez segundos después escuché el suave ruido de la secadora al otro lado del pasillo. Me reí quedamente para mí misma, mientras agarraba mi almohada del piso y la ponía debajo de mi cabeza. Mis ojos se cerraron felizmente mientras abrazaba mi almohada contra mi pecho. Lo había logrado antes de que los dos minutos terminaran. Imaginé mi sueño anterior. Las bananas estaban a punto de unirse con los monos para un baile de tap.
—¡LILY!
Sorprendida, salté de mi cama. Miré alrededor. Genial, realmente no había pasado suficiente tiempo con el piso. La alfombra era adorable y muy, muy dura. Me sobé el trasero con cuidado.
—Lily —dijo de nuevo.
Miré hacia arriba. Mi maravillosa hermana se cernía sobre mi expectante. Merlín nos libre si no me pasaba la vida cumpliendo cada capricho de Petunia.
—¿Qué? —le contesté con voz ronca. Hice una nota mental de cambiar el seguro de mi puerta. Petunia no necesita una varita. Ella tenía horquillas—. ¿Qué podrías querer ahora? —gruñí mientras estrujaba mi cabecera roja con los dedos.
—Necesito que me prestes una de tus faldas —me dijo frenéticamente. Me encantó que no fuera una pregunta. Sus ojos se ensancharon por la angustia. Había sido una mañana memorable para ella. Imagino que torturar a tu hermana menor era muy estresante—. Derramé agua en la mía, y ahora está toda mojada —me explicó mientras abría bruscamente mi clóset y sacaba mi ropa frenéticamente.
—Sólo es agua —dije tratando de convencerla—. Ni siquiera hay una mancha en tu falda.
—¡Pero está toda mojada! —insistió Petunia cuando ponía un par de mis pantalones sobre la parte inferior de su cuerpo.
—¿Por qué no sólo la secas con tu sacadora de cabello?
Petunia se encogió de hombros mientras se probaba otro de mis pantalones.
—Ah, bueno —suspiró—. Ya es demasiado tarde —se miró en el espejo antes de sacudir su cabeza y tirar los pantalones al piso.
Mi boca se abrió, miré silenciosamente mientras ella procedía a hacer eso con diez prendas más.
—Dios, Lily, ¿no tienes nada decente que usar?
—Me gusta mi ropa —defendí. Yo valoraba la comodidad, pero la mayoría de mi ropa también tenía estilo. Disfrutaba volver a casa con un armario completo. Vestir un uniforme todos los días era práctico, un verdadero ahorro de tiempo, pero no hacía las cosas muy aburridas. Mis ropas de verano eran mi forma de sacar la espontaneidad de mi sistema—. Además, la mayoría de mis ropas tú me las pasaste —le recordé a Petunia mientras veía cómo se probaba un par de shorts que ella me había dado un año atrás porque dijo que eran demasiado largos.
—Y lucen mucho mejor en mí —comentó cuando sacaba una falda rosa claro de atrás de mi closet.
Arrugué mi nariz. Nunca había usado esa falda. Petunia me la había dado el año pasado por mi cumpleaños, pero era demasiado corta para mi gusto. Ni siquiera podría agacharme sin que la gente viera mi cámara de los secretos.
—Perfecta —dijo Petunia felizmente.
—Imagínate —murmuré entre dientes. Agarré mi bata y caminé hacia la puerta—. Voy a ir a tomar una ducha —anuncié—. Limpia este mientras no estoy —le dije mientras apuntaba al montón de ropa que había en el suelo.
Petunia me dio una mala mirada que infantilmente respondí sacando la lengua.
—Lo que sea, monstruo.
Sonreí irónicamente a su apodo cariñoso antes de dirigirme hacia el baño. Me tomé mi tiempo en la ducha. Amaba lo terapéutico del agua golpeando contra mi espalda y el olor de mi champú de fresas. He usado el mismo desde que era pequeña, porque mi mamá decía que combinaba con mi cabello.
Era la única pelirroja en toda mi familia. Mi papa decía que una vez hubo una tía abuela pelirroja. Supongo que le di a la lotería genética, y no sólo con la cosa del cabello. Me reí mientras tomaba mi varita para afeitar mis piernas mágicamente, y después secar mi cabello en cuestión de segundos. Realmente era un fenómeno.
Bueno, después de 19 años, Petunia estaba obligada a estar bien en algo.
Me examiné en el espejo de cerca. Una fina capa de pecas se estaba formando en mi cara por la exposición al sol en la que había estado este verano. Mi cabello, a diferencia del cabello lacio, recto y rubio de Petunia, tenía un poco de volumen por sí mismo. Mis ojos eran de un verde muy brillante. Petunia decía que parecía que siempre estaba celebrando navidad. Estaba en lo correcto, claro; no armonizo. Me tomó mucho tiempo aceptar el hecho de que simplemente no era normal.
Aún sigo acostumbrándome a eso.
Suspiré y miré hacia otro lado. Podré ser una bruja, pero al menos no tenía dedos monstruosos.
Aseguré mi bata alrededor de mi cuerpo y regresé a mi habitación. Petunia se había ido, gracias a Merlín, y, como era de esperar, mi ropa todavía estaba esparcida en el piso. Suspiré mientras me inclinaba para levantar un par de pantalones.
—Maldita hermana —me quejé cuando finalmente puse el último artículo de ropa de vuelta a su lugar. Rápidamente me deslicé en un par de shorts blancos y una playera negra. No quería liarme con algo muy elaborado hoy. Mi día entero fue arruinado por mi desagradable despertar. Enserio, la forma en la que te despiertas puede afectar tu día entero. Aun así, me puse un poco de delineador y rímel sólo en caso de que el día no resulte ser un fracaso total.
Hice mi cama y coloqué todos mis cojines perfectamente sobre mi colcha verde menta en un patrón específico. Fui a recoger mi ropa de la secadora y llevaba la mitad doblada cuando escuché unos golpes en mi ventana. Emocionada, me apresuré a dejar entrar a Calypso, mi hermosa lechuza gris oscuro.
—Hola, Callie —la saludé cuando mordió mi dedo afectuosamente.
—También te extrañé, linda —me reí cuando felizmente ululó. Me tendió la pata obedientemente, y me apresuré a desatar la carta que me ofrecía antes de que ella volara hacia su plato de comida. Abrí la carta con ansiedad y sonríe felizmente cuando reconocí la letra.
¡Lils!
¡Oh, Merlín, Lily! Si no te amara tanto como lo hago y no fuera tan buena amiga al no dejarte sola con los merodeadores y su desagradable perorata de niñas desmayándose por un año, nunca dejaría España. ¡Los hombres Lily! ¡Los hombres! No hay niños aquí. Son hombres.
Esta este tipo que trabaja en la posada en la que nos quedamos. Él usa esos apretados pantalones negros, y Merlín, pienso que podría estar enamorada de él. Me dijo algo en español anoche después de que nos besuqueamos sin sentido. No tengo idea de qué significa, pero se escuchó tan atractivo. Realmente voy a extrañarlo…
¡Lo siento, Lily! Sé que estoy siendo ridículamente molesta. No te preocupes, ¡no he dejado que ninguna niña de nuestro curso se apoderara de mi cuerpo! Todavía no me gusta la mermelada. Es sólo que ha pasado mucho desde la última vez que me he reunido con alguien que no haya conozco desde que tenía once años de edad. Es maravilloso. Te encantaría. Deberías tener un romance de verano.
Lo que sea, el romance adolescente lo dejo de lado, porque estoy bastante segura de que quiero amordazarme justo ahora, España es increíble. Mi mamá está enamorada de todos los lugares mágicos, y mi papá no puede tener suficiente de los museos muggles, he tratado de explicarles que ya que mi papá es el mago, y mi mamá es la muggle, debería ser al revés, pero no hay lógica que aplique a mis padres. Te encantaría estar aquí, Lily. La comida, el paisaje, los bailes, el clima. ¡Estoy tan bronceada que no me reconocerías!
Hablando de eso, no puedo pensar en nada que me hiciera dejar mi paraíso además de ti. Estoy tan emocionada de que tus padres me dejen quedarme en tu casa antes de que comiencen las clases. ¡Extraño a mi mejor amiga! ¡No fuimos hechas para dejar de hablarnos tanto tiempo!
Ahh, en serio me tengo que ir, pero no puedo esperar a verte. Tengo esta absurda sonrisa tonta en mi cara cada vez que veo a Calypso. Está bien, bueno, ¡adiós mi amiga! (*) ¡No mates a Petunia antes de que llegue! Es el trabajo de una mejor amiga ayudar a desaparecer el cuerpo
Con amor,
Hestia, xoxo.
La señorita Hestia Jones y yo habíamos sido inseparables desde el banquete de bienvenida en nuestro primer día en Hogwarts. Las únicas dos niñas de primer año que no se habían desmayado al ver las sonrisas descaradas de Sirius Black, los ojos como océanos de Remus Lupin, o el maldito cabello «sexy» de James Potter; creamos una conexión de por vida. O sea, ¡en serio! ¡Éramos de primer año! Supongo que las hormonas explotan antes en Hogwarts. Quizá era la magia. Aun así, incluso después de la pubertad, Hestia y yo permanecimos fuerte en nuestra completa repulsión hacia los que se hacían llamar los merodeadores, no importa cuánto objetaran ellos a esto. Podría perdonar a Sirius por sufrir por Hestia. Yo misma había caído ante sus cualidades de encanto irresistibles, sólo que, por supuesto, en un sentido no sexual. Como sea, no podía perdonar al imbécil de su mejor amigo por su insana obsesión conmigo. Un año más y, finalmente, estaría libre de James-maldito-Potter. Ahh, el solo pensamiento me hace querer cantar.
Hestia iba a llegar mañana para quedarse en mi casa por dos espléndidas semanas antes de que el séptimo año comenzara. Estaba tan malditamente emocionada. Había esperado todo el verano para escuchar sus comentarios sarcásticos y graciosas anécdotas. Con nostalgia, puse su carta de vuelta al sobre y la coloqué cuidadosamente en mi mesita de noche. Miré hacia mi reloj en mi muñeca izquierda. ¡Solo 32 horas más hasta que la vea en persona!
Con ese pensamiento optimista, volví a doblar mi ropa. Casi había terminado, cuando Petunia irrumpió en mi habitación otra vez. Vagamente considere convertirla en un sapo. Mis dedos deseaban vehemente mi varita, pero me obligué a mí misma a concentrarme en la ropa. No creo que mis calcetines lo apreciaran mucho. Me volvía un poco violenta cuando mi hermana estaba cerca.
Ella no dijo nada. Sólo se dirigió hacia la derecha de mi habitación como si creyera que era dueña del lugar. Tristemente, tenía el atisbo de que Petunia realmente lo creía. Se posicionó enfrente de la ventana y abrió las cortinas.
Eso era demasiado. No pude controlar mi curiosidad.
—¿Ahora qué quieres?
—Shh — me calló, haciéndome un gesto con la mano para calmarme.
Tuvo el efecto opuesto.
—No, esta es mi habitación. Tengo el derecho de saber qué pasa.
—Estoy mirando a través de tu ventana —dijo Petunia, sin alejar sus ojos de lo que sea que estaba viendo, con voz estirada.
Luché contra el impulso de rodar mis ojos porque no había nadie cerca para apreciar mi sentido del humor. Pregunté otra cosa.
—¿No puedes hacerlo desde tu propia habitación?
—La tuya tiene mejor vista del frente de la casa —respondió.
—¿Por qué necesitas ver el frente de la casa? —pregunté.
—Hay un chico lindo allá afuera —me dijo en medio de una risita aguda.
No pude evitarlo; rodé mis ojos.
—Yo no llamaría a Vernon «lindo» precisamente —le dije—. Capaz-de-tragar-una-ballena tal vez, pero lindo, no.
Petunia estaba tan molesta que hasta me volteó a ver.
—No es Vernon. No sé quién es él. Sólo pensé que era lindo.
—Si tú dices— conteste secamente. Desinteresada, volví a doblar mis calcetines.
—No es que haya algo malo con Vernon —continuó Petunia pensativa—, es un individuo muy especial, y está completa y locamente enamorado de mí.
—¿Quién no lo estaría? —murmuré para mis adentros.
—Es sólo que el chico que está afuera es todo sexy. ¡Mira esos hombros! ¡Y la manera en la que su trasero luce cuando camina, Dios! —se detuvo a abanicarse dramáticamente—. Sólo desearía poder ver su cara. Me pregunto por qué estará aquí. No para de pasear frente a nuestra puerta principal. Quizá debería invitarlo a pasar.
—Estoy segura de que a tu novio le encantaría. Estoy deseando que llegue esa conversación. «Lo siento amigo, pero Petunia se acaba de ir con un chico-oh-Dios con un trasero bonito».
—Puedo estar enamorada de Vernon, pero aún soy una chica con ojos. No es un crimen apreciar al sexo opuesto. Soy perfectamente normal.
—Suertuda —mantuve mi tono indiferente. Si no me engancho, tal vez se aburra y me deje en paz finalmente.
—No es que tú sepas algo de eso —parloteaba Petunia—. Nunca tienes citas. Probablemente ni siquiera sabes cómo luce un chico lindo.
Me mordí la lengua. Seguía tratando de pensar en imágenes suaves para mantener mi temperamento al margen. Me concentré en mis calcetines. Si sólo pudiera mantenerme concentrada en alinear las rayas perfectamente, todo estaría bien.
—No es como si importara. Dudo seriamente que algún chico quisiera salir con un fenómeno como tú.
Estrellé mis calcetines furiosa.
—¿En serio? —la provoqué—. ¿Entonces no piensas que ese chico allá abajo me preferiría a mí en vez de a ti?
Con la ceja levantada, Petunia me contempló altaneramente por unos momentos, antes de burlase de mí.
—Lo dudo.
Ahora, estaba enojada. ¿Qué estaba mal conmigo? Salí de mi cama y me dirigí hacia la ventana para mirar hacia fuera y echar un vistazo al chico. Ella tenía razón. Él lucia bastante gustable. Su camisa negra estaba pegada a sus músculos, y sus shorts de mezclilla abrazaban perfectamente sus caderas. El Chico-de-la-Ventana también tenía una cabeza con cabello que gritaba «travieso» era oscuro, tupido e inmanejable, del tipo en el que tú solo quieres pasar tus dedos a través de él. Sí, el chico era lindo. Sin embargo, no había razón para que Petunia lo estuviera acosando o para que ella sugiriera que yo no podía atraer su atención. Tenía tan buena oportunidad con el Chico-de-la-Ventana como ella.
Había tenido novios. Tal vez no habían sido muchos, pero algunos chicos de la escuela habían mostrado interés. Había coqueteado. Me había vestido y me había puesto brillo en los labios. Podía estar tan odiosamente llena de estrógenos como cualquiera. Demonios, incluso tenía mi propio acosador que no podía tener un «no» por respuesta. Era Lily Evans, y podía tener un novio si lo deseaba.
—No hay razón por la cual no querría salir conmigo —le dije.
—Por favor —rió—. Como si quiera salir con un fenómeno.
—Vamos a averiguarlo —repliqué. Salí de mi habitación y corrí por el pasillo antes de bajar rápidamente por las escaleras.
—¡Lily! —llamó Petunia detrás de mí mientras trataba de alcanzarme—. ¿Qué estás haciendo? ¡Detente!
—No —grité—. Vamos a preguntarle al Chico-de-la-Ventana qué piensa.
—No lo hagas —gritó Petunia.
—¿Qué? —grité con arrogancia—, ¿asustada? —me burlé cuando me detuve en la puerta.
Petunia llegó unos segundos después de mí, y tomó unas cuantas respiraciones profundas para calmar el ritmo de su corazón. Me miró antes de mirar el pomo de la puerta.
—De ti —se burló—, jamás.
Después, abrió la puerta.
A él le tomo un par de segundos darse cuenta de qué estaba pasando. Se dio la vuelta sobre sus talones y su mano fue inmediatamente a su cabello.
—Hola —susurró Petunia en lo que asumí se suponía que era un tono coqueto. Abrió la puerta más ampliamente para taparme la vista. Nunca pude ver su rostro.
—Oh, hola —respondió. Su voz se rompió. Tal vez estaba en shock de ver a Petunia tratando de agacharse tanto que podía ver su intestino grueso.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó sugestivamente.
Rodé mis ojos. Honestamente, ¿cómo terminé con Petunia como mi hermana?
—Oh, sí, ¿esta, um, Lily aquí? —preguntó. Su voz sonaba nerviosa.
Me asusté un poco cuando dijo mi nombre. Eché un vistazo encima de la puerta para verlo. Mi corazón se detuvo. Conocía ese cabello.
¿Qué estaba haciendo James Potter aquí? Estaba parado justo ahí en el marco de mi puerta. James Potter estaba en mi casa. Petunia y yo habíamos tenido una conversación acerca de su trasero. Íbamos a preguntarle con quien iría a una cita. Este era James Potter, y él estaba aquí. Creo que iba a vomitar.
—¡Lily! —exclamó James cuando me vio. En su cara apareció una enorme sonrisa. Lucía más bronceado que la última vez que lo había visto en junio. También estaba más alto. Estaba tratando de averiguar todas las cosas que me habían hecho imposible reconocerlo anteriormente. No funcionó. Mi mente seguía regresando a lo mismo. James Potter estaba en mi casa.
Además, Petunia estaba hirviendo.
—¿Quieres hablar con ella? —preguntó mordazmente.
James miró a mi hermana como si estuviera saliendo de un trance.
—Sí —respondió tímidamente—. Si eso está bien.
—¿Estás seguro? —presionó Petunia—. Quiero decir, ella está realmente ocupada
—Bueno, supongo que puedo regresar en otro momento entonces —dijo tambaleante. Su voz era tan cauta, no era lo que estaba esperando.
—Bueno, siempre puedes hablar conmigo —ella realmente le guiñó un ojo.
Tuve que esforzarme por no vomitar en mis zapatos. Apreté los puños en mi costado.
—No, gracias. La verdad es que solo quiero a Lily.
Petunia se desesperó.
—¡Pero ella es un monstruo!
Y ahí fue cuando lo dije:
—Petunia, déjame presentarte a mi novio, James Potter
Las palabras dejaron mi boca antes de que pudiera detenerlas. Me deleité con la expresión de shock en la cara de mi hermana mayor. Su mandíbula se abrió casi hasta su pecho, y me estaba mirando como un pez dorado fuera del agua. Sonreí con aire de suficiencia ante la incredulidad de su rostro.
Ésta desapareció cuando vi la de Potter. Era una mezcla entre la más grande euforia que jamás había visto combinada con la más grande confusión. Parecía como si acabara de ganar un millón de galeones en una lotería que no recordaba haber entrado. Periféricamente, me di cuenta de que la mirada de Petunia se movía entre nosotros. Mis ojos se abrieron cuando miré al chico parado frente a mí.
Potter abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo. Oh, no. Iba a corregirme. Potter iba a decirle a Petunia que había mentido. Él iba a decir que no era mi novio. No podía dejar que hiciera eso. Por el amor de Merlín, no podía dejarlo hacer eso. Tenía que detenerlo. No podía decirle la verdad. Así que, hice la única cosa concebible en la que pude pensar para detenerlo. Lo besé.
(*) En el español original.
(1) En mi país se les llama así, pero la traducción literal es «Sostén entrenador», es lo que usan las niñas cuando sus bubis comienzan a crecer :) Espero que se entienda.
Este es mi tributo a la muerte de mis personajes favoritos de todos los tiempos. Lily y James Potter.
Si, ya sé que es 1 y todo eso, pero voy a pretender que aún es 31 de octubre porque ayer no tuve internet en todo el día.
Muchas gracias a Sol por ser la beta de este primer capítulo, pero sobre todo por haber beteado este capítulo tan rápido, gracias linda :)
Espero que les guste, y comenten. El siguiente capítulo voy a tratar de traerlo pronto.
Nos leemos pronto
-Carolina
