Hola lectores de Fanfiction, he vuelto aquí con otro fic sobre esta parejita que tanto me encanta en One Piece. Sé que tengo más de cinco fics por actualizar, pero es que se me han ocurrido tantas ideas en estas semanas que ya quiero plasmarlas en el Word! Juro que actualizaré todos mis fics, incluyendo los nuevos y los viejos.
Para dar una introducción quiero situar esta historia. Nuestra historia se sitúa en 1861 en Estados Unidos, para lo que no lo saben entre 1861 y 1865 se llevó a cabo la Guerra Civil Estadounidense en la cual, a simples rasgos, lucharon el Sur (Que estaba a favor del esclavismo) y el Norte (Que estaba en contra).
Bueno, espero que esto sea suficiente para el entendimiento del fic. Aclararé las cosas que tenga que aclarar y responderé todo tipo de preguntas que se les ocurra.
Ahora sí, les dejo el fic.
Cuando los pequeños copos de nieve dejaron de caer en Hingham, los pobladores del pueblo salieron a la zona comercial a abastecerse de alimentos y objetos de poco valor. Mientras que los hombres llevaban elegantes camisas lisas con extensos cuellos y puños, decorados con chalecos y pantalones a cuadros, las mujeres adornaban las calles con vestidos de amplias faldas y gorros que descansaban detrás de sus cabezas, dejado así a la vistas sus hermosos rostros y parte de sus cabellos.
Todo era tan hermoso, la gente, la nieve, la ciudad, la iglesia que había ido a visitar esa mañana. Todo. Para una muchacha de apenas 20 años que jamás había estado en el norte del país, todo le resultaba maravilloso.
Con sus largos cabellos anaranjados, y su fino vestido color crema, Nami, paseaba por los negocios de la principal de Hingham, intentando buscar algún libro que sea de su agrado. Claro que no muchas leían libros que no fuesen novelas, pero ella estaba cansada de leer estúpidas novelas que no significaban nada para ella. Nami quería algo más, ella quería leer libros de cartografía, libros donde pudiera aprender. Se arrimó a un vieja casa y al entrar se encontró con una biblioteca llena de libros de todos tamaños y grosores.
Con los ojos como platos, los examinó y terminó optando por un libro nuevo, forrado en cuero negro. Bastante bonito, francamente. Luego de pagarlo, supo que debía volver a su hogar, más bien, al lugar donde se estaba hospedando, si no, tanto su hermana como su madre se preocuparían al respecto.
Justo en el momento que puso un pie fuera del local, la nieve, la molesta nieve, comenzó a caer de nuevo. Todos comenzaron a correr hacía donde hubiese un techo donde resguardarse, y Nami, quien provenía del sur y no estaba acostumbrada a ese clima, optó por seguir su camino a las afueras de la ciudad.
No es muy lejos – Se consoló ella misma al observar el largo camino que la llevaba a la vieja casa – La nieve no es tan desagradable – Contempló el cielo y se ajustó su abrigo de piel
No. No era TAN desagradable, pero aun así, el camino hacia la vieja casa era largo y atravesaba toda una parte del bosque, que parecía tétrica y tenebrosa. Frenó esperando que por arte de magia, una carroza que se dirigiese a la vieja casa, apareciera para llevarla.
Que ingenua –
Murmuró al darse cuenta de que nadie la rescataría, de que tendría que caminar sola por el sendero y que todo era culpa de ella, por no escuchar a Nojiko. Su hermana le había dicho que al otro día harían con la carreta a comprar, pero ¡No! Ella quería ir ese mismo día, y gracias a sus caprichos ahora se encontraba helada y sola bajo la oscuridad del bosque.
El miedo comenzó a subirle por las piernas. Había escuchado múltiples historias de asesinos, de fantasmas, de brujas, de todas las cosas perturbadoras que uno se pueda imaginar. Pero jamás había prestado atención, hasta ese momento. ¡Maldita sea! ¿Por qué había tenido que salir sola? Se frotó sus manos congeladas ¡Había olvidado los guantes! Suspiró. Estaba cansada, con frío y quería llegar a su casa de una vez por todas. Comenzó a caminar, a paso rápido. Por suertes las botitas que llevaba era de taco bajo, facilitándole la caminata, pero aun así, el vestido junto con los aros de metal que poseía para darle más armado, eran incómodamente molestos. Y para colmo, su pequeño sombrero no ayudaba a cubrirla de la fría nieve.
Frustrada siguió su camino hacia la vieja casa. Supo que ya iba por la mitad del camino cuando divisó el puente que atravesaba el pequeño río de la zona. ¡Al fin! Eso significaba que ya había atravesado una gran parte del camino. Lo comenzó a cruzar cuando escucho un grito de un hombre, al parecer le hablaba a su caballo, seguido de un relinche. ¡Una carrosa! La vio acercarse a ella a toda velocidad, pero para su desgracia iba en dirección contraria a ella.
La contempló agotada, ojala fuera… ¡Un momento! La carreta iba a travesar el mismo puente donde se encontraba ella y… no había lugar para ambos en aquella madera. El pánico se apoderó de ella, pero cuando intento salir corriendo a tierra firme, sus piernas le fallaron. ¡No podía ser! ¡Iba a ser aplastada por ese animal! La respiración se le agudizo y en el momento que el caballo relinchó, sintió un fuerte golpe en el brazo derecho.
La sensación fue de caída libre, vértigo, aire, como quieran llamarle, pero luego, sintió lo peor. Calló al agua helada, sintiendo como miles de cuchillos le atravesaban el cuerpo. Intentó aullar de dolor pero el agua comenzó a ingresarle al organismo. Sus músculos sin emitir movimiento algún. Estaba perdida. Iba a ahogarse y nadie más la volvería a ver.
Antes de cerrar los ojos, recordó ver los claros del tímido sol que intentaba atravesar las grandes ramas de los árboles, y luego, una persona.
Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontró con que estaba acostada boca arriba en una cama hecha de paja. Respiró profundo, como si no lo hubiera hecho en años, y recordó lo agradable que podía ser el oxígeno. Pestañeó confundida y luego de decidirse, se puso de sentó sobre la cama.
Estaba tapada con mantas viejas y sucias, pero igualmente, el calor que le producían, era agradable. Se frotó el hombro dolorido. Sí que se había pegado un fuerte golpe. ¡Ese maldito caballo! Contempló el lugar. Parecía ser un ático, o al menos eso delataba la escalera. Un ático que usaban de habitación, puesto que tres camas hechas de telas y paja se hacían visibles sobre el suelo. ¿Dónde se encontraba? Intentó ponerse de pie, pero sus piernas aún no le respondían ¿Serían por el susto del momento? ¿O por el frío del agua?
Escuchó unas voces, de hombre. Y al parecer, uno de ellos estaba subiendo por las escaleras. Instintivamente tomó la manta y se tapó hasta la cara, para parecer dormida. Y se quedó en silencio escuchando todo.
Aun no despierta – La voz de un joven que al parecer ya se encontraba en el ático
¿No? – A lo lejos, otro hombre
No, pero es una pena – Continuó el joven de arriba – Si no se levanta se resfriará ¿Seguros que no deberíamos sacarle ese vestido? - ¡¿Qué estaba diciendo ese degenerado?!
Oi, Luffy ¿Qué no sabes tratar a una dama? ¿Cómo vas a dejarla sin ropa así de la nada? – Otro joven, un tercero, cuya voz también parecía venir de abajo
Si ustedes dicen – Sonó indiferente
¡Maldita sea! Una paja se le estaba metiendo en la nariz. ¿Por qué en ese momento? Intento aguantar pero llegó el momento donde su nariz no dio más. Estornudo, sacudiéndose en toda la cama. El joven que se encontraba arriba, se la quedó mirando confundido.
¿Pero qué? – Dijo - ¿Estas bien? –
Cuando Nami levanto la mirada, se encontró cara a cara con un joven de cabellos negros como la oscuridad y ojos del mismo tono penetrante. ¿Quién…? Llevaba una llamativa cicatriz debajo del ojo izquierdo, la cual le llamaba la atención.
¿Quién… Quién eres? – Tartamudeó un tanto asustada. Ese chico estaba violando su espacio personal
¿Quién eres tú? – Respondió con una pregunta
Yo… soy… soy Nami – Insegura, se alejó un poco del hombre - ¿Dónde estoy? –
Me llamo Monkey D Luffy y, esta es mi casa – Nuevamente esa indiferencia que tanto le llamaba la atención
¿Luffy? ¿¡Dónde estoy?! – Ya se estaba poniendo completamente nerviosa.
Nami se puso de pie un tanto furiosa por la falta de respuestas y fue entonces cuando se chocó la cabeza contra el techo del ático. Soltó un grito de dolor y luego de contemplar el bajo techo, suspiró completamente frustrada ¡¿Dónde demonios estaba?!
¿Qué sucede aquí? – Un segundo hombre apareció allí arriba, era morocho, más alto que el primer pero lo más llamativo, era sus pequitas que decoraban su rostro
¿Luffy? ¿Estás bien? – Un tercer, rubio. Igual de alto que el segundo, pero éste con una cicatriz de una quemadura de una quemadura
¡Dios! ¡No! ¿Y si esos tipos eran… degenerados y ella…? ¡Estaba sola! Sería violada y asesinada por estos tres hombres y luego… Retrocedió tres pasos pero en el momento que vio a los tres sentarse sobre el suelo, recapacito sobre su primera impresión de ellos.
Lamento no presentarnos – Dijo el rubio mientras se quitaba ese sombrero que tan bien le quedaba, uno negro de copa – Mi nombre es Sabo, y ellos son mis hermanos, Luffy – Apuntó al menor – Y Ace – Señaló al pecoso
Por lo que oí tu nombre es Nami ¿Verdad? – Dijo el morocho mayor, quien la fulminaba con la mirada. Cuando la mujer asintió, agregó – No eres de por aquí, tu acento te delata –
Bueno… - Intentó sonar relajada – Vengo de Misisipi – Susurró mientras se acomodaba sobre una cama. Tembló por el frio que le provocaba el vestido mojado – Y… - Se tocó los cabellos y se dio cuenta de que no poseía su sombrero
¡MISISIPI! ¿Eres del sur? – El pecoso se puso de pie bruscamente pero al estar acostumbrado evito chocarse totalmente con el techo
Oi Ace… - El rubio se paró a la par y lo tomo del brazo – Es una mujer… No tiene nada que ver con los problemas que hay… -
Si… Lo se… Fue el impulso del momento – Dijo mientras se relajaba, y ambos tomaban asiento de nuevo. Y claro que Nami no tenía idea, a pesar de todo, no estaba del todo al tanto de los problemas que estaban pasando al interior del país.
¿Y qué haces aquí? Misisipi tiene nombre de quedar muuuuuy lejos – Añadió Luffy mientras hacía el tamaño de la distancia con las manos
La verdad es que he estoy aquí hace unos meses, el sur es un desorden y mi hermana propuso venir aquí a Massachusetts por un tiempo – Explicó un tanto más calmada por la reacción de dos de tres de los hermanos
¿Y qué es lo que hacías nadando en el río? – Luffy se interpuso entre las miradas de la pelirroja y sus hermanos
¡No estaba nadando! – Estuvo a punto de insultarlo por su falta de lógica pero luego recordó que era una señorita, y ellos eran extraños, y además… Ellos la habían salvado de la muerte – Caí después de que un caballo me empujara –
Ya veo… ¿Y bien? ¿Dónde vives? – Sabo le tendió su sombrero ya que notó que la mujer se acomodaba mucho el cabellos
Gracias, em… Vivo en la vieja casa en el bosque – Comentó esperando que aquellos jóvenes la ayudasen a volver - ¿Creen que podrían…? –
¡Claro! ¡Luffy! ¿Te importaría llevarla? – El rubio golpeó la espalda del menor
Por supuesto –
El menor se puso de pie golpeándose la cabeza contra el techo, sin embargo, siguió actuando como si nada, logrando que el resto suelte risas por el hecho.
Cuando por fin pudo bajar, Nami descubrió una casa de madera vieja y húmeda. La cocina era muy pequeña y apenas tenía vajillas de chapa. Aquellos jóvenes debían ser trabajadores, que se ganaban la vida en las fábricas del norte.
El menor la esperó afuera, donde luego de ayudarla a subirse a un caballo negro, cabalgaron juntos, uno detrás del otro. Nami se agarró de la cintura del hombre. Estaba un poco confundida ¿Qué hacía en el mismo caballo que un hombre? Eso era… vergonzoso.
Por suerte. A caballo el viaje se hizo mucho más corto. Y cuando por fin divisaron las rejas de la viaje casa, Nami se sintió aliviada. Ahora el problema era contarle a su hermana porque estaba mojada y por qué había tardado tanto. Pero se preocuparía de eso luego.
Bien, llegamos – Luffy pegó un salto del caballo, y luego con un caballerismo que sorprendió a la mujer, la ayudo a bajar
Cuando los zapatos de ella tocaron tierra, ambos se quedaron frente a frente, contemplándose. Y fue en ese momento cuando la pelirroja notó la verdadera belleza. Notó como el corazón se le volvía a calentar, y con una simple sonrisa, sintió como éste se derretía. Y todo, de amor.
Bueno… Debo irme – Tartamudeó, esta vez de los nervios que le producían aquellos ojos
De acuerdo – Sonrió – Nos vemos pronto –
El morocho se subió a su caballo y ella, lo vio marcharse. Solo. Nunca le había pasado, pero… Por una vez en la vida, había sentido esas ganas de huir con él, de volver a aquella choza, y de quedarse toda la vida junto a ese desconocido.
Hasta aquí he llegado. ¿Me dicen si les gusta o no? Estaré ansiosa por sus comentarios. Nos leemos en el próximo capítulo. Intentaré actualizar pronto.
