Prólogo
¿Quién no desearía ser famoso siendo tan joven, escribir, grabar y tocar su propia música con varias personas mirándolo y disfrutando de lo que más adora hacer? ¿Quién no desearía tener miles de fans alrededor del mundo, varios discos grabados, varias giras, muchas entrevistas y ser conocido por los famosos? Pero a pesar de todo, ¿A quién no le gustaría compartir este sueño con la persona a quien más ama sin tener que esconderse de las cámaras?
Blaine Anderson era un joven normal de veintitrés años que se dedicaba a estudiar en la Universidad de Nueva York de día y trabajaba en un bar de noche. No se encargaba de ordenar los pedidos de la gente que frecuentaba a últimas horas del día allí, sino que los entretenía con su música. Todas las noches, exceptuando los días lunes que era su descanso, se subía al pequeño escenario con el que contaba el local y deleitaba al público con su voz y las canciones que él escribía.
Con el pasar del tiempo logró conseguir un par de seguidores que lo veían cada noche. Blaine muy amablemente se acercaba a charlar con ellos. Ya que esa gente dedicaba algo de su tiempo para escucharlo cada día, él no encontraba una mejor forma de devolverles el cariño brindado pasando un momento juntos.
Esa había sido su rutina por alrededor de un año y medio hasta que una noche todo cambió.
Era principios de marzo, el invierno se había alargado como nunca. El frío polar parecía no querer abandonar la ciudad y se había decidido adelantar el reloj una hora para así aprovechar la luz natural que el sol brindaba. Blaine había llegado cansado a trabajar ese día. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para por fin obtener su título.
Por cuestiones de dinero no se podía permitir cursas todas las materias correspondientes al semestre en la universidad. Ese hecho había afectado a sus planes de estudio. Los jóvenes normales se recibían a los veintiún años. Él pronto cumpliría veinticinco y no se había graduado aún pero si el mundo estaba a su favor en pocos meses tendría su tan preciado título en la mano. Administración de negocios le había agradado los primeros años de la carrera pero luego descubrió que no era lo que en verdad le apasionaba. A pesar de ser bueno con los números, verlos en cantidad y de todas las formas posibles ya le habían cansado. Pensó seriamente en abandonar la carrera y dedicarse a lo que en verdad amaba: la música pero cuando le planteó sus problemas a sus padres ninguno estuvo convencido con lo que su hijo planeaba hacer. Luego de una charla extensa lograron hacerlo recapacitar para que termine sus estudios, después podría dedicarse tiempo completo a la música.
Arribó al bar dejando todo su abrigo en una silla ubicada dentro del sector de la barra. Saludó a todos muy cortésmente como solía hacer todos los días. Hizo un gesto con la mano para hacerle saber a su pequeño club de fans que ya los había visto. Tomó su guitarra y se dirigió al escenario. Se sentó en su banqueta mientras comprobaba que todo el audio funcionase correctamente.
-Uno, dos, tres, probando. Creo que funciona bien y no nos hará una mala broma como otros días. Hola, ¿cómo se encuentran? Espero que todos bien. Para los que no me conocen, mi nombre es Blaine Anderson. Vengo a presentar mi música todas las noches, bueno, casi todas las noches. Para hoy tengo pensado algo distinto a otros días. Ya sé que esperan que toque una nueva canción pero la realidad es que he estado muy ocupado con la tesis de mi carrera y no he tenido tiempo de escribir, así que prefiero que ustedes me digan qué canción quieren que toque. Además sería hermoso escucharlos cantar.
- "Don't you" - se escuchó gritar a una chica con cabellera rosa.
- Si todos están de acuerdo con Meredith tocaré esa canción. En lo personal, mi favorita.
Tomó aire y a los segundos se empezaron a escuchar los acordes de la canción.
"Say, wasn't that a funny day? Gee, it had a funny way, a way about you, kind of glow of something new. Sure, I'll admit that I'm the same. Another sucker for a game kids like to play and the rules we like to use"
Blaine marcaba los acordes a la vez que sus seguidores entonaban muy tímidamente la letra de la canción.
"Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel for you? The sun, telling me the night is done. Well, I refuse to let it stop our fun. Close your eyes, we'll make it dark again. A kiss, there's a thought so how about this, let's pretend that both are lips are made of candy. After all we need sweets every now and then"
El joven continuaba en su atmósfera musical. Sabía que ese era su momento y nada podría llegar a distraerlo.
"Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel for you? But here we are two strangers in a very different places. Who knows what will happen to us next. Here we are with nothing but this little spark. It's too cold outside to lay this fire to rest"
Su sonrisa se aproximó en su cara. Era la parte favorita de toda la canción.
"Go, how so very out proposed, goodbye just as soon as I said hello. Well, alright I'll see you later. It's true, it's just a fantasy for two but what's the difference if it all could have been true? I guess this is better."
"But, don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel for you? Oh, don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel? Don't you want the way I feel for you? Don't you want the way I feel for you?"
Colocó como siempre toda su pasión en esas últimas estrofas. Terminó con una ovación de todo el público presente. Eso siempre lo alegraba. Sabía que las personas disfrutaban de su música.
- Espero que les haya gustado la presentación, aunque haya sido una canción vieja. En seguida regreso.
Bajó del escenario para acercarse a la barra. Stephan su amigo y compañero de trabajo le entregó una botella de cerveza que agradeció. Amaba cantar pero su garganta se secaba rápidamente. Unos tragos más y volvió a su actuación.
Nuevamente pidió la opinión del público para elegir su próxima canción a interpretar.
Kurt y su hermanastro Finn solían tener una noche de hermanos por lo menos una vez a la semana. Sus padres los habían obligado a conocerse y a pasar más tiempo juntos cuando decidieron casarse. Ambos chicos tenían dieciséis años cuando eso ocurrió.
El tiempo había transcurrido, ahora eran dos profesionales de veintitrés años y se llevaban mejor que nunca.
Mercedes, su amiga, le había comentado a Kurt sobre el bar que tenía música en vivo, el cual se ubicaba cerca de su trabajo. El castaño convenció a su hermano de ir a tomar un trago allí luego de que terminara su turno en la revista y Finn en la escuela donde era ayudante de los profesores.
Abrieron la puerta del local y se ubicaron en una mesita para dos. Una mesera les tomó la orden de sus bebidas mientras que ellos se ponían a hablar de sus respectivos días.
Su conversación se vio interrumpida por una melodía de guitarra que se desplegaba de los amplificadores. Un ritmo tranquilo que relajaba y combinaba perfectamente con el clima que estaba haciendo. Una voz se hizo presente dejando cautivados a los hermanos. Los dos chicos dirigieron sus miradas hacia donde venía esa dulce voz.
Allí se encontraba Blaine cantando y disfrutando al hacerlo.
Kurt se sentía a gusto con la canción. La letra y la melodía lo relajaban. Sintió que algo le faltaba cuando la misma se acabó.
El castaño vio pasar al cantante cerca de él e irse a la barra donde el cantinero le entregó una botella de cerveza.
Finn le llamó la atención cuando notó que no lo estaba escuchando.
-Perdón, ¿Qué decías?
-Que la canción estuvo bastante relajante. ¿No te parece?
-Claro - le sonrió.
Había algo en esa canción que lo había cautivado por completo.
Cuando por fin pudo volver a sumergirse en una conversación con el grandullón, fue sometido nuevamente a esa voz hipnotizadora.
El turno de Blaine había finalizado. El joven músico ya se había despedido de su público y sus compañeros. Estaba abrigado para afrontar el frío polar que le esperaba afuera cuando una voz lo llamó.
-Disculpa – le dijo un hombre un poco más bajo que Blaine. Vestía de traje, llevaba un sombrero y un maletín - ¿Tú eres Blaine Anderson?
-Sí – confirmó
-Te he estado observando por varios días y tienes una habilidad para tocar la guitarra y cantar. ¿Las canciones las creas tú?
-Son cien por ciento mías
-Eres mejor de lo que creía.
-¿Desea algo en especial? No quiero ser grosero pero tuve un día agotador y lo único que quiero es llegar a casa y descansar – respondió tratando de mantener la calma
-Entonces seré breve. Mi nombre es Raphael Collins. Soy cazatalentos. En mis años de carrera he encontrado a grandes artistas. Creo que tienes bastante potencial para ser un famoso cantante. Te dejo mi tarjeta. Piénsalo. Estaré un par de días más en la ciudad y luego me volveré a Los Angeles.
El moreno observó la tarjeta entregada en sus manos. Con los pulgares la acarició. No estaba muy seguro si el hombre sería quien decía que era. Sólo le quedaba investigar y tomar una decisión.
Luego de esa noche, Kurt convenció a Finn de volver en su próxima salida a ese bar. Le había agradado el ambiente, las bebidas y sobre todo, el entretenimiento en vivo.
Lamentablemente pasó una semana y ellos no pisaron el mismo sitio en el que habían estado en su última salida. Esa semana se convirtió en semanas, que luego fueron meses.
Cuando por fin decidieron volver allí, la emoción de Kurt se disipó al encontrarse que el cantante que estaba arriba del escenario no era ese chico con voz encantadora, sino que otro que no le transmitía esa tranquilidad y alegría que Blaine le había generado aquella vez.
Quizás el moreno estaba en su día de descanso pero cuando le preguntaron al cantinero con quien lo habían visto hablar meses atrás, éste le respondió que Blaine había dejado de trabajar allí.
