Solo uno più durata
Julieta no quiere hablar del pasado. De su reencuentro, quiere sus labios, mientras le cuenta lo que hará. No hay lágrimas en sus ojos, solo decisión en su voz. Tampoco llora cuando él está dentro suyo y hace tiempo era el primero, como (amargamente) pasó cuando nació: antes que Romeo e ilegítimamente, en una casa de putas porque si el tirano se enteraba de que una Capuleto esperaba su semilla, dos cabezas rodarían por el suelo y una sería la de Tybald, por muy no nacido que fuera. No parece responder a las caricias o acaso es el frío, la nieve que cae sobre sus cuerpos calientes, la poca ropa corrida para hacer el amor una última vez, rápido y duro, sin que a Julieta parezca importarle. Que ya no hay sábanas de satén barato bajo los dos. Que ya no es la oscuridad y el misterio grandes atributos (quizás atractivos o repelentes, aún no se atreve a ahondar en sus sentimientos) de Tybald. Y Julieta le dice que va a morir y ya no tiene el placer (la necesidad de) que se había engendrado en su interior desde que tumbó a esa mujer que fue protegida durante tantos años por su servidumbre y seguidores de su familia: contra un colchón en el que dormían mujeres de la noche y actrices (casi lo mismo), con nobles y burgueses de buen trato con el Duque. Ya no paladeaba la segunda venganza que tenía preparada bajo la manga, la que vendría cuando conociera a su dichoso hermano menor, el que tuvo y despreció todo lo que le era debido (de no haber venido de la mano de un tirano, pero en fin): susurrarle en el oído lo buena que era su esposa follando, lo bien que se tragaba los gritos contra su oído y cómo aferraba las frazadas mientras la hacía suya. Podía saborear el duelo que tendrían, las lágrimas de rabia y el odio a causa de los celos en los ojos del favorito. Los que eran del mismo tono que Tybald: herencia del tirano. Y ahora Julieta se separa de él y le sonríe, acariciando sus muslos, pidiéndole un poco absurdamente que cuide a Romeo. Que ame, como no podrá hacerlo si sus fantasías siguen teñidas con la sangre del que les engendró a ambos. Y es ridículo pensar que a ella, un árbol de la vida le romperá en mil pedazos. Porque es demasiado triste, quizás, y Tybald pensaba que cuando viera caer a su padre, por un motivo u otro, sería mucho más feliz.
