Nota de Autora: Nueva historia, si lo sé. Espero que sea un long-fic de muchos capítulos porque ya extraño las historias así.
Advertencias: Todas las del mundo. Acá se encontrarán con esas cosas que la teve o las revistas censuran con cuadros borrosos, es decir, ¿toneladas de sexo barato y malo? Sí, algo así y otro poquito de violencia psicológica, porque la física no me hace ni pizca de gracia. En realidad ninguna de las dos. Pero me carga leer que alguien le pega a otra persona. Así que cuidado porque esta historia contendrá lemon, slash, violencia y lalalalala. Espero que haya quedado claro que si siguen es por su propio riesgo.
Disclaimer: No soy Rowling, y como no soy ella, Harry Potter y sus amiguitos no me pertenecen. Pipipipipipipipipi. Más quisiera yo.
Versiones
Ginny
Ginny Weasley se rasca la cabeza con la punta de la pluma mientras piensa cual es la palabra adecuada para decir que un partido fue lento. No quiere decirlo así, suena poco elegante y trata de pulir su vocabulario a la hora de comentar los partidos.
Quiere hacerlo bien.
No como Hermione, sabe que ella no es una perfeccionista maniática, sino que espera que su trabajo sea un poco mejor. Más decente.
Levanta la cabeza en busca de la frase perfecta, y sus ojos se van directo a la puerta. Ha llegado alguien y está detrás de ella, ve la imagen borrosa a través del cristal cincelado y le parece que la silueta la estuviera mirando. Sin razón alguna se siente nerviosa, quizás hasta ansiosa, casi da vuelta el vaso de juego de calabaza con un movimiento involuntario de su codo cuando escucha un golpeteo ligero de dedos chocar contra el vidrio.
Dice con la voz más apretada de lo que le gustaría, pero sin que suene tiritona. - Adelante, está abierto.
Y el pomo gira con un breve chillido, la puerta se abre y cruza el umbral nadie más ni menos que Draco Malfoy. Trae el perfecto cabello rubio un poco revuelto, las mejillas, normalmente pálidas, levemente coloreadas y enfunda las manos dentro de los bolsillos del pantalón negro de lino con un sólido movimiento rápido.
Draco Malfoy está en El Profeta, en su trabajo, en la sección donde sólo Ron llora por entrar, pero nadie, nunca, la ha ido a ver ahí. Ni siquiera Harry.
El pasea sus ojos por la pequeña oficina, mira, sin ver, el collage de fotos que hay en la pared. Observa las flores sobre su escritorio, el montón de recortes que cuelgan de un diario mural, las medallas que cuelgan de los muros amarillos, y una snitch que está sobre la mesa. La esfera tiene unas inscripciones extrañas en la superficie. Puede que diga G.W. o H.P. No está muy claro.
Y ella ve como Draco arruga su respingada nariz.
Ginny mira el teclado, y sopesa la posibilidad de hacer como que no lo vio, quiere seguir escribiendo aquel comentario del partido del jueves y esperar a que él se aburra de su silencio y se vaya. Pero sabe que sería algo estúpido y muy infantil. Si Draco Malfoy está en su oficina es por algo. El no le haría una visita social, además, ni siquiera era la hora del té.
- Malfoy… – le saluda todavía anonadada y con una mano le indica la silla que está del otro lado del escritorio. Baja la mirada y finge que hace su trabajo, pero sólo teclea "cabrón".
- Ginevra. –Le llama por su nombre, no le llama por su apellido de manera despectiva, ni tampoco con un cercano "Ginny". Le siente la voz contenida, como si fuera a soltarle una bomba o como si se estuviera riendo de ella en silencio.
Ginny levanta la cabeza de nuevo, y se fija que él no se ha sentado, de hecho no se ha movido ni un centímetro. Alza las cejas y piensa que la silla no está hecha de moco de troll, ni tampoco de las uñas de los pies de Harry. Qué lastima que no sea así. No es un diván de última moda, sólo es una silla de oficina.
- ¿Por qué no te sientas, Malfoy? –le azuza, y agacha de nuevo la cabeza para escribir "estirado", y cuando ve la palabra en el monitor no controla una pequeña sonrisa.
- Porque esperaba que me acompañarás a otro lugar…Hay algo que tenemos que conversar. –Y la voz de Draco es seca y seria. Y Ginny se preocupa por primera vez, porque en un día normal ella no tiene nada que conversar con Draco Malfoy.
- ¿Qué cosa? – Sin pretender ser beligerante, lo es. Ese tono de duda que imprimió en sus palabras es un reto a que le diga qué tienen en común ellos dos.
Y Draco estira las comisuras de su boca porque capta la idea de Ginny en un segundo.
- Es sobre tu hijo...
Ginny mira su oficina al tiempo que siente que un nudo grande y duro se instala en su estómago. No le gusta el tema. Afirma con fuerza contenida los apoyabrazos de la silla, y retuerce sus dedos contra la madera.
Hubiese preferido que él se hubiese aparecido en su oficina para decirle que compró "El Profeta" y que ella está despedida, o que le dijera que algunas noches ha pensado en mandar a incendiar su casa sólo porque le cae mal Harry.
- ¿Qué hizo James? –Pregunta temiendo la respuesta. Se lo imagina dejando al hijo de Malfoy bañado en pus de algún bicho feo, colgando de alguna viga o quemando su baúl o escoba.
Y Draco arruga la frente cuando alza las cejas, saca una de sus manos de los bolsillos y coloca detrás de su oreja un mechón que se escapó y se le metía en los ojos.
- No hablaremos de ese hijo tuyo. Es el otro. –Y guarda nuevamente esa pálida mano, mientras tuerce un poco el cuello, a la vez que dice. -¿Vamos?
Ginny lo único que piensa es en Albus. Aquel de sus hijos que se le hace tan distinto, ese hijo que siente especial. Piensa en el difícil embarazo, en las multiples enfermedades que le aquejaron cuando pequeño, esa manía que tiene por morderse las uñas, el eterno silencio que sella sus labios y el modo en que frunce las cejas cuando se trata de quidditch. Piensa en el hijo que siempre sabe que le pasa con sólo mirarla.
Sólo coge su abrigo negro, no le importa el trabajo inconcluso que dejó en el i-magic, ni que su jefe se de cuenta que salió del trabajo dos horas antes de cumplir el horario.
Le sigue por los estrechos pasillos de las oficinas del periódico, el ambiente huele a café barato, huele un poco a tabaco, y mucho a Malfoy. Ignora la mirada curiosa de sus colegas y los murmullos de las secretarias gordas que simulan trabajar mientras analizan quien cruza o se aparece en el Hall del Profeta.
Frente a ellos hay un mar de gente caminando a distintos ritmos por el callejón Diagon, y Ginny recién se pregunta hacia dónde van. Draco no duda ni un segundo, sólo respira acompasadamente al tiempo que mira de reojo hacia atrás para comprobar si ella le sigue. Por supuesto que ella le sigue, de hecho, con pasos breves se coloca a su lado y caminan en silencio abriéndose paso entre el cardumen humano.
- Iremos a mi oficina.
Y Ginny ni siquiera sabía que él tenía una oficina, porque tampoco sabía en qué trabajaba. Lo peor de todo es que tampoco sabía dónde estaba aquel lugar.
Draco sin mirarla le responde, como si le hubiese leído el pensamiento.
Está muy cerca de aquí. Me instalé hace dos días solamente, por eso no has oído hablar de ella. O quizás si. –deja caer suavemente una nueva duda sobre Ginny. De hecho son dos las preguntas que se suman a la principal, a saber qué hizo Albus.
¿Y qué tenía de malo mi oficina?
Draco sonrié, y Ginny quiere arruinarle el rostro con sus uñas afiladas. No era una oficina lujosa, ni siquiera era grande. Pero daba la suficiente privacidad para que ellos dos pudieran conversar.
En aquel lugar se escucha todo y no es difícil imaginar que las paredes tienen oídos. No pretendo que la vida de mi hijo se ventile en un diario sin escrúpulos.
Y ella sólo se muerde los labios, porque tampoco pretende que la vida de Albus se filtre en su trabajo. Camina unos cuantos pasos más, y él le indica con el brazo que han llegado. Se detiene y mira desde la base del edificio hacia el cielo, donde se detiene en un soberbio tercer piso. Cruza las amplias puertas de vidrio ahumado, y ve detrás de un amplio mostrador las letra sólidas Devotamente Mágica contra un fondo negro.
Claro que había escuchado de ese lugar, era la nueva tienda de moda de todo el mundo mágico. De la que todos hablaban, desde su mamá pasando por Hermione e incluyendo a sus compañeras de trabajo, diciendo que era la nueva sensación, que era el paraíso de los zapatos y los vestidos. Lástima que ella no había tenido tiempo de visitar la tienda, ni tampoco había oído sobre quiénes trabajaba ahí.
- No, no trabajo aquí. –y otra vez esa sonrisa socarrona. –En realidad, sí. –dice apretando el botón del ascensor, abriéndose inmediatamente las puertas de acero. –Sólo que es mi tienda.
Y Ginny siente envidia: ama su trabajo, los dos que ha tenido. Le gustaba jugar quiditch y también le gusta escribir sobre él, pero en aquel momento le hubiese gustado ser la dueña de una tienda tan esplendorosa, elegante y tan surtida como esa. Mientras mira desde el interior del ascensor los maniquíes, los colgadores, repletos de prendas que lucen tan suaves y volátiles, y en el fondo del lugar, la gran colección de zapatos que sólo ha visto una similar en su mente.
Las puertas del elevador se cierran y con ellas también se cierra su alucinación. Draco no habla, sólo la mira atentamente, como si quisiera saber que es lo que ocultan esas pupilas perdidas en algún rincón de la tienda.
Y sin saber por qué, Ginny piensa por un momento que el ascensor se estropea. Que queda atascada ahí con él, y se imagina apretando los botones sin que ninguno respondiera. Se imagina sentándose en el suelo frío y duro, y hasta cree que estaría mucho tiempo en silencio, mientras escucha el parloteo histérico de él, y está segura que al final tendría que llenarle la boca con papel, o sellarle los labios con alguna mordaza porque ha logrado que le duela la cabeza.
La campanilla del ascensor suena, avisándole que ha llegado por fin al tercer piso y ella borra esa alucinación de su mente con una sonrisa. Camina detrás de una silencioso Malfoy y éste le lleva hasta una puerta blanca, gigante y aparatosa.
Al lado de dicha puerta hay otra, con amplias ventanas. Ve a una mujer dibujar en un amplio escritorio, la ve levantar la cabeza y sonreírle suavemente a él.
No es justo, dos contra uno.
Pero Astoria Malfoy no se mueve, baja la cabeza nuevamente y se concentra en el bosquejo que traza con su pluma larga y con aspecto de costosa. Ni siquiera mira a Ginny, como si supiera que aquello iba a ocurrir.
Draco abre la gran puerta del fondo, y ¡wow! Ha tenido un gesto cortés. Le ha dejado pasar a ella primero y después cierra, con seguro, tras su paso. Sin palabras le dice que se siente en una silla forrada en cuero negro y fragante, de respaldo alto.
Ginny cruza sus piernas y deja caer sus manos sobre el escritorio de vidrio. Y comienza a tamborilear sus dedos contra la superficie, los deja caer como una cascada, uno tras otro, una y otra vez. El se saca su chaqueta con toda la calma del mundo, y la cuelga de un perchero de madera que hay en un rincón. Se acerca al escritorio y se sienta en lo que a Ginny le parece un trono, aparta un muestrario de telas tirándolo dentro de un cajón.
No le ofrece café, ni siquiera agua.
Extrae una bolsa de papel similar a un sobre y del interior saca algo como un trozo de pergamino.
Ginny contempla como tuerce la boca y como un el color invade sus mejillas de nuevo. Aquello que sacó lo tira delante de ella, aterriza en el escritorio con un sonido seco, y frente a ella hay una fotografía.
Mágica, por supuesto.
De esas que incluyen la secuencia de movimientos y Ginny ve como su hijo, de sólo quince años, se acerca al tiempo que el pequeño Malfoy hace lo mismo y a medio camino se encuentran las dos bocas, ansiosas, hambrientas, celosas. Se estrujan los labios, se meten la lengua, y todo comienza otra vez. Ambos se acercan, se besan y vaya cómo se besan, ¡con mordiscos incluidos! y empiezan de nuevo.
Es en ésta ocasión que se fija que están entremedio de un matorral, quizás cerca del lago, ambos traen sus túnicas verdes y plateadas, a ambos se les retuerce una serpiente en el pecho y ambos cierran los ojos al mismo tiempo.
&&&&&&
Nota de Autora: Esta historia es otra de esas que guardan polvo en mi computador, y respondía a un reto, pero ya no quiero que forme parte de eso y he decidido extenderla y continuar con ella por distintos caminos. Espero que les haya gustado. Y no me miren feo, me encanta esta pareja. Es taaan RomeoxJulieta que hasta me hace sonreír al estilo de una colegiala. Ojo, que eso no tiene nada de malo, sólo que yo hace muuucho tiempo dejé el colegio.
Espero que les parezca más o menos digerible y también espero sus comentarios que yo responderé gustosamente, casi al segundo. (Sí, cualquier cosa para evadir el estudio XDDD)
Así que lean, dejen un comentario y después alejense del computador porque o sino terminaran taaan mal como yo. Que el otro día soñé que iba a comprar chaquetas de cuero con Sirius Black y por muy estúpido y poco cuerdo que suene. ¡Fue el mejor sueño de mi vida!
Besos y muchas gracias.
maite.
ah...proxima versión: ¡Draco Malfoy!
