Amantes a escondidas

Disclaymer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de la maravillosa Stephenie Meyer. Yo sólo juego con ellos.

Capítulo BETEADO por Sofia Martinez

Reader Beta de FFTH.


Pov. Bella

—Jacob, ¿te vas? —pregunté lo obvio al verlo tomar las llaves.

—Tengo que trabajar. Lo que gano de día dejo de ser suficiente para mantenernos —contestó encaminándose a la puerta.

Esto empezaba a ser agotador. Cuando salió por la puerta. Mis lágrimas comenzaron escaparse de mis ojos, recordé la boda, todo fue tan hermoso, pero ahora… es otra historia.

Decidí salir, no me volvería a quedar en casa otra noche más; me cambié la playera y me arreglé el cabello. Tome un taxi. Que irónico, mi marido un taxista y aquí estoy; Pensé en ir a un bar, el "Trick" fue el primero que se me ocurrió.

Cuando llegue al bar, entre y pedí rápidamente una copa. Al menos el alcohol serviría para ahogar mis penas.

—Un tequila, por favor —pidió una voz de un hombre; se sentó junto a mí en la barra, era cobrizo de pelo rizado y un poco largo, de ojos verdes y cuerpo bien formado. Me miró con cierta melancolía.

—Hola —atiné a decir cuando el cantinero me entrego la copa.

—Hola —contestó bebiendo de golpe todo su trago—. Otro —solicitó con sequedad. Decidí que no sería buena compañía, en realidad, ni siquiera sabía que había ido a buscar. ¿La soledad me arillo a esto? Vaya que era patética.

—La cuenta, por favor —pedí después de terminar la bebida. Sería buena esposa y esperaría a mi marido en casa, como debería de ser.

—Yo lo pago —intervino el desconocido.

—No es necesario —contradije sacando mi cartera del bolso. De un momento a otro una tarjeta negra se deslizó del desconocido al cantinero. Lo mire con mala cara. ¡Yo debí pagar mi cuenta!

—Mi nombre es Edward Cullen —Se presentó ofreciéndome su mano.

—Bella Black —Respondí estrechando su mano.

—Un gusto, Bella. Permíteme invitarte una copa —sugirió señalando su vaso.

—Lo siento, pero es tarde —evadí su invitación; no era necesario explicar razones.

—¿Te esperan en casa? —Cuestionó con desdén.

¿Me esperan en casa? Técnicamente, no, además Jacob no se daría cuenta de que he salido.

—No —Un cosquilleo se instaló en mí.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —insistió. El problema sería que yo estoy de copas cuando mi marido está trabajando para mantenernos.

—Tienes razón. Una copa no le hace mal a nadie —Acepté. Perfecto, acababa de ganarme el título de la peor esposa, pero, ¿qué más daba? Jacob no estaría en casa más temprano si me hubiera negado.

—Otra, por favor —le avisó al cantinero, señalándome. Él sólo asintió.

—¿Qué te trae aquí, Bella? —preguntó con evidente curiosidad jugando con su vaso.

—De copas. En mi casa me aburro —conté con simpleza.

—Aquí tiene, señorita —dijo el cantinero al entregarme el trago.

—Gracias.

Con Edward comencé a hablar mucho, era bueno tener con quien desahogarse de vez en cuando. Me invito a "El privado" para hablar mejor, ya en los asientos era más cómodo hablar. Se sentó a mi lado, muy cerca de mí cuerpo, a diferencia de lo que pensaba, no me resultó para nada incómodo.

Eran como las 10:00 de la noche cuando comenzó a acercarse más, él era guapo y no puedo negar que la falta de cariño empezaba a pasarme factura. Cuando sentí su aliento golpear mi rostro, pensé fugazmente en mi matrimonio, no logré recordar la última vez que mantuve relaciones con mi marido; así que acorté la distancia, aceptando gustosa su beso. Quizá fuera por la intensidad del momento que sentí sus manos recorrerme, a cada toqué, un ardiente deseo invadió mi cuerpo. Pose mis manos en su cabello, jugaba con sus risos, eran muy suaves, así pasamos un par de minutos. El deseo se hizo más intenso. Se separó de mi un momento para tratar de controlar su respiración, lo imité.

—Lo siento —Su voz salió ahogada por la falta de aire.

—Yo no lo siento —respondí con sinceridad, y un poco de cinismo—, lo necesitaba —confesé en voz baja, toqueteando mis hinchados labios.

—Yo también —confirmó—. Con mi mujer ya no es lo mismo —susurró.

—Ni con mi marido —Un peso de liberó en mí. Así que no era la única que sufría por ello—. Desde que trabaja de noche nunca está en casa y no pasa nada entre nosotros —decirlo me hacía sentir que no era la única persona con problemas maritales.

—Que irónico, ¿no crees? —comentó con sarcasmo.

—¿Por qué? —pregunté con curiosidad.

—Mi esposa —explicó—, me decía que dejara de trabajar y le prestará atención. Y mírame aquí.

—¿Y? —No comprendía su punto.

—Tu esposo no deja de trabajar. Por lo cual sospecho que tú estás aquí —La certeza de su afirmación me abrumó.

¡Qué pequeño es el mundo!

Sus palabras me mostraron que ambos lo necesitábamos: Sólo un desahogo sexual, un buen polvo.

No lo pensé dos veces.

"El privado" era una pequeña sala con sillones y una puerta, me apresuré a levantarme. Edward me miro con la interrogación en el rostro.

—¿Y ahora sientes culpa? —Cuestionó con sorna—. No pensé que fueras de esas moralistas que se alarman por la idea de ser infieles a sus esposos.

—No —respondí con franqueza—. En realidad aborrezco a las personas así —Le coloque seguro a la puerta.

—¿Entonces…? —Dejo la pregunta en el aire. Al girarme una expresión de sorpresa invadió su rostro, para luego cambiarla por una de lasciva.

—Tú —lo señale—, quieres lo mismo que yo —comenté regresando a mi lugar, contoneando exageradamente mis caderas, sólo para provocarlo y prolongar más el momento.

—Según tú, ¿qué es lo que quiero? —inquirió con un tono de voz lleno de lujuria.

—Simple: un buen polvo —respondí sentándome ahorcadas en sus piernas.

—¿Sabes? No soy un adultero —informó posando sus manos en mis caderas.

—Yo tampoco. Siempre hay una primera vez para todo, ¿no crees? —dije antes de besarlo.

El deseo y la atracción se desbordaron al máximo.

El beso rápidamente subió de nivel, y nuestras manos se buscaban desesperadas, la ropa nos empezó a molestar, cada parte que él tocaba era como si quemara en mi piel.

La experiencia prohibida apareció frente a nosotros y la aceptamos gustosamente.

Las vestimentas desaparecieron, Edward me recostó en el sillón quedando encima de mí, cada rose provocaba una corriente en todo mi cuerpo, rápidamente "El privado" se inundó de gemidos, tanto de él como míos, la sensación era indescriptible, cuando lo sentí en mí, el mundo pareció detenerse en ese instante. Cuando llegamos al orgasmo, gritamos nuestros nombres.

El sentir que me llenaban nuevamente fue algo que nunca experimente con Jacob, tal vez lo prohibido lo hacía excitante.

Edward se recostó a un lado de mí intentando recuperar la normalidad de nuestras respiraciones, cuando nos relajamos, se levantó y se sentó. Me tendió la mano para imitar su acción, así lo hice.

—Te quiero seguir viendo —pidió después de sentarme en sus piernas.

—¿A qué te refieres? —Sus brazos solos recorrían los míos en un acto que transmitía tranquilidad.

—Cada día que tu marido se vaya y yo salga del trabajo —hizo una pausa. Comenzó a dibujar figuras en mi espalda—, quiero que nos veamos aquí —finalizó. Busqué sus orbes esmeraldas, pensé ver en ellos cualquier cosa, excepto la ternura que reflejaban.

—Amantes a escondidas —murmuré, porque aún quería repetir las sensaciones que provoco en mí… aunque también quería volver a ver su dulce mirada. Escuchamos un teléfono vibrar—. Es tarde —le susurre al oído sin moverme.

—Lo sé —Él repetí los patrones en mi espalda y brazos.

—Venga, que es hora de irnos —Con pesadez logré levantarme un poco—. Van a darse cuenta de que algo raro sucede —Insistí en broma al notar que él no me soltaba.

—Creo que ya se dieron cuenta, por los gritos —río—. No somos muy silenciosos.

Comenzamos a vestirnos. Al estar más o menos presentables salimos, Edward volvió a pagar. Ahora lo difícil era el regreso, tendría que tomar un taxi; sería muy pequeño el mundo, si me topara a mi marido.

—Edward, no tengo como irme —confesé cuando llego a mi lado en la salida.

—Yo te llevo —Abrió la puerta para mí, sellando silenciosamente un trato.

Y así comenzó nuestra relación. Todos los días en el mismo bar, a la misma hora.


Después de darme unas muy merecidas bofetadas, estoy de vuelta. Intente corregir por milésima vez este OS. Respondiendo dudas, quizá escriba una segunda parte, aunque sería narrada por Jacob o en su defecto por la esposa de Edward, aunque aún no es nada seguro.

De antemano pido una disculpa por las faltas de ortografía, estoy intentando darle una re-edición a los fics que tengo aquí. Recuerden que soy humana y por ende me equivoco, más porque siempre escribo de noche y estoy más dormida que despierta.

Sin más por el momento, gracias por todos los reviews que me han dejado, no saben lo feliz que me hacen, ya sea las felicitaciones o los regaños, agradezco todo de corazón, más por darle una oportunidad a este OS.