Compañía
Halle señala con la cabeza a ese muchacho de veinte años (tal vez más, tal vez menos) que la espera en la mesa oculta por las sombras de colores psicodélicos. No puede evitar esbozar una media sonrisa: la mitad es triunfo y el resto resignación, como da pasos hacia atrás, arrojando su cabello recogido en cola de caballo hacia el final de su espalda recta. Una curva y luego gira, ignorando mansamente al mesero curioso que le preguntó un instante antes: "¿Una copa, sola, como de costumbre, Madame?"
