Escrito sin sentido, como todos los demás.
Si esto tiene buen recibimiento, quizá me anime a ponerlo como una historia larga, desde un inicio apropiado con un final mejor que éste.
Por los momentos... Enjoy! Y agradezco de antemano los reviews, si es que llego a tener alguno.
Yuri! On Ice no me pertenece.
De pronto, todo indicio de vida abandonó el cuerpo de Yuuri. Aún cuando continuara respirando, su aliento se había marchado de forma repentina, de golpe y sin compasión.
No podía creer lo que estaba viendo, aquello que estaba frente a sus ojos... No podía ser cierto. ¿Por cuál razón estaba allí su persona amada? ¿Por qué él, entre todas las personas que habían en Japón? Las piernas le temblaron. Su vida vaciló. El corazón lo amenazó con salírsele del pecho y tuvo que bajar la mirada, increíble ante la situación. No podía ser cierto. Era imposible que él fuera... Sólo era una mala broma, ¿Cierto? ¡Tenía que serlo! Su cumpleaños se acercaba y todos en el grupo policiaco sabían de ello. Sabían de su relación con él... Un chiste, Sí... Yuuri intentó sonreír, escueto; pero únicamente consiguió llorar. Un llanto estrepitoso, muy extraño. Se debatía entre ser una risa de lástima para él mismo, y un llanto redentor que pedía a gritos que aquello sólo fuera un mal sueño.
—¡Viktor...! —El alma le estaba abandonando el cuerpo. No. Se negaba a creerlo. Se negaba completa y rotundamente a creer que su prometido era un criminal—. Viktor no puede... ¡Es imposible!
Y por mucho que estuviera gritoneando, alegando la inocencia de su amado a los cuatro vientos, los allegados y colegas de Yuuri sólo bajaban la mirada y le daban leves palmadas en la espalda, tratando de ser conciliadores. En lo que otros arrestaban al ruso, éste permanecía en silencio. Se mostraba arrepentido.
En el juzgado, antes de ser condenado a la silla eléctrica, Viktor sonrió. Y dijo, con mucha ligereza y sin casi signos de miedo o terror en su voz, que se arrepentía.
—Pero no por las razones que ustedes creen, señores —expresó, con el mentón bien en alto; como si se mostrara orgulloso de su trabajo como criminal rebuscado por los últimos ocho meses—. Me arrepiento porque mi amado prometido tuvo que descubrirlo por él mismo; justo cuando terminaba de asesinar a esa mujer. ¿Pueden creerlo? ¡Qué horrible! —Y rió, con sorna—. Que la persona que amas te encuentre arrebatándole la vida a alguien más... Pero tenemos que admitir que hice un grandioso trabajo, ¿Cierto?
«Porque no todos se atreven a arrancarle el corazón a una mujer, para obsequiárselo después a la persona que amas».
Yuuri casi vomitaba al escuchar aquello.
Y cuando le tocó sentarse justo en frente de la sala donde Viktor moriría, en uno de los asientos del reducido pabellón, sólo se pudo limitar a observar la silueta de su ex futuro esposo; éste lo miraba devuelta, con los ojos resplandecientes. Yuuri se sintió traicionado, y bastante decepcionado por los secretos que entre ambos habían estado pululando. Se lamentó de haberlo tenido que conocer, de haberlo tenido que amar como lo había hecho. Pero, por sobre todo, se sentía aterrorizado. ¿Cómo haría para enfrenarse a una vida sin Viktor Nikiforov?
—No temas, Yuuri —canturreó Viktor, mientras lo afirmaban mejor en la silla. Debían evitarse escapadas repentinas—. Nos volveremos a ver, probablemente. ¡En otra vida, tal vez...! Hasta entonces...
«No olvides que te amo».
«Nos veremos luego».
«Aunque yo iré a un sitio muy lejano al que irás tú cuando te mueras».
