Nota: Aquí llego con un nuevo fic y con muchas ganas de volver a escribir sobre Harry Potter que lo tenía muy abandonado. El principio el fic tenía que ser un original, pero el protagonista me recordó a Neville y decidí escribir sobre él. Así que los primeros capítulos a lo mejor están un poco centrados en él. Pero después se me ocurrió meter mas parejas y no tener una sola principal, así que la cosa irá cambiando. Se aceptan propuestas de parejas.
Darle las gracias a Drisidhe (Noara Zabini) que ha escrito para mi la pequeña introducción que hay al principio (la parte en cursiva). Muchas gracias.
"Pide un Deseo "
"Cierra los ojos. Respira. Sueña y ábrelos. ¿Me ves¡Estoy aquí! Sigo aquí y tú no lo ves…
Pídeme lo que quieras. Pídeme un recuerdo para poder crearlo contigo. Pídeme un sueño para poder estar en el y después grita alto para que pueda oírte.
A veces cuando el corazón no puede mas, cuando los sentimientos son demasiado grandes para guardarlos en un solo corazón y sentimos la necesidad imperiosa de compartirlos con alguien, nos damos cuenta de que nuestra vida va cambiando y eso a veces nos produce miedo o incluso, frecuentemente, dolor.
Dolor por dejar a gente atrás y no poder hacer nada para tenerlas contigo y muchas veces sonrisas por saber que una luz siempre esta encendida, que siempre hay algo, que aunque lo único que quieras sea llorar algo va a levantarte del suelo y muchas veces no nos damos cuenta de que ese algo nos acompaña siempre.
Tal vez los sentimientos sean
demasiado grandes y nuestros sueños sobrepasen lo posible,
pero si algo se y lo se, creedme, es que si pierdes eso, si pierdes
la capacidad de amar de soñar y de sufrir, no serviría
de nada seguir.
Prologo
Se miró al espejo y, apresurado, apartó la mirada de el instintivamente. No le agradó lo que aquel reflejo le mostraba. Un chico regordete, bajito, con un rostro infantil, tímido, ingenuo, asustadizo…
Se odiaba, nada en el mundo deseaba más que ser una persona diferente. Un joven apuesto, atractivo, varonil, atrevido, valiente… Todo lo contrario de lo que en realidad era. Incluso sus compañeros se reían de él a sus espaldas. Él lo sabía. Siempre le hablaban con aquella mirada de compasión que le hacían sentirse todavía peor de lo que solía sentirse. Y no los culpaba.
Después de la aventura vivida en el Ministerio, tanto su abuela como sus compañeros lo veían de forma distinta. Había demostrado que cuando lo necesitaba, podía sacar valor y fuerza. Ni el mismo se creía lo que había sucedido haría ya más de un año. No obstante, después de aquello, había vuelto a ser la misma persona de antes. Nada había cambiado.
Su abuela no cesaba de decirle que madurara, que dejara de ser ese chico patoso y temeroso. Que se abriera a la gente… Sabía que su abuela lo hacía por su bien. Quería que fuese un hombre fuerte, que nada lo amedrentara en la vida. Como en su día lo fueron sus padres antes de… Antes de aquel horrible accidente. No quería recordarlo. No quería pensar en lo que había pasado en verdad. No soportaba verlos de aquella manera.
Y él lo intentaba. Intentaba ser fuerte. Intentaba convertirse en un hombre del cual sus padres pudiesen sentirse orgullosos. Pero era tan difícil cambiar esa forma de ser que tenía desde que tenía uso de razón. Se obligaba a si mismo a ser más atrevido, a decir lo que pensara cuando los demás estuvieran hablando... Pero llegado el momento, se quedaba en blanco. La vergüenza lo invadía y era incapaz de decir una sola palabra.
Después de todo, sus padres ni siquiera lo recordaban. ¿Para que esforzarse en agradarles?
También se había propuesto cambiar su físico. Iba a hacer dieta y más ejercicio. Pero a los dos días, sin darse cuenta, ya volvía a las andadas. La presión y la angustia le impulsaban a comer y comer y comer…
¡Dios! Tenía tan poca fuerza de voluntad… ¿Por qué no podía ser como los demás chicos de su edad? Siempre haciendo ver que nada pasaba, que estaba contento… Siempre se le veía feliz. Y nadie se preguntaba lo que realmente guardaba en su interior.
Daría lo que fuera por poder despertar y encontrarse en el cuerpo de otro. Sí alguien le preguntaba por su deseo más profundo, sin duda era ese. Dejar de ser Neville Longbottom.
Había una leyenda que decía que si pedías un deseo cien veces seguidas, si era algo que anhelabas de verdad, este se cumplía al poco tiempo.
"Deseo dejar de ser yo", empezó a susurrar una vez tras otra como quien cuenta ovejas a la hora de dormir. "Deseo dejar de ser yo. Deseo dejar de ser yo. Deseo dejar de ser yo…"
Y pensando en lo magnífico que sería que su deseo se cumpliese, calló profundamente dormido.
Escuchaba murmullos a su alrededor. Abrió los ojos y vio a sus compañeros observándolo extrañados. Ron lo miraba con desconfianza, mientras Dean y Seamus no paraban de susurrar sin dejar de mirarlo de reojo. Pero el primero en hablar, fue Harry Potter.
-¿Quién eres tú?- inquirió receloso.
Neville lo miró como si se tratase de un bicho raro. ¿A qué venía esa pregunta? Él era Neville Longbottom.
-Soy yo, Neville.- contestó dubitativo.
-Mentiroso.- está vez fue Dean el que habló casi a gritos.- ¿Qué le has hecho¿Dónde está Neville? Eres un mortifago, es eso ¿verdad¿Qué quieres de él?
-¿Pero que estáis diciendo? Estoy aquí. Soy yo. ¿Qué os pasa? Es una broma¿no?
Neville intentó una y otra vez demostrarles que era él, sin mucho éxito. Sus amigos estaban realmente raros esa mañana. Finalmente, Harry pareció ceder en su empeño de creer que se trataba de un intruso.
-¿De verdad eres Neville?- preguntó Harry vacilante.
-Claro que sí… ¿Cuántas veces tengo que repetirlo? No entiendo nada.
-¿Neville?- volvió a preguntar Seamus haciéndole perder los nervios.
-Estáis todos muy raros. ¿Habéis tomado algo que os haya sentado mal?
-Es que… no… no pareces tú… ¿No serás tú el que te has tomado algo?
-¿Cómo no voy a parecer yo?- quiso saber crispado.
-Ves al baño y mírate al espejo.
Neville se levantó de la cama sin comprender todavía lo que pasaba. Le estaban poniendo de los nervios con toda esa tontería. Pero ahora que lo pensaba, se sentía extraño, diferente. Era una sensación extraña. Sentía como si tuviera una fuerza especial en su interior. Se sentía como… como más seguro de si mismo. Eso era. Era extraño, pero se sentía bien.
Escuchó como los otros lo seguían todavía cuchicheando. Se plantó en frente del mismo espejo donde había estado la noche anterior, esperando ver aquel chico que tanto detestaba ver. Pero no estaba preparado para lo que allí vio. Y comprendió el recelo de sus compañeros.
Ese no era él. El reflejo mostraba un joven muy apuesto: alto y fuerte, de tez blanca y delicada como la porcelana, con el cabello corto y ondulado, ojos de un verde grisáceo brillante, levemente almendrados y el rostro cuadrado. Su rostro había perdido todo rastro infantil e ingenuo. Se veía atractivo, incluso.
-¡Dios Mío!- exclamó atónito.
Apartó la vista para posarla en sus amigos en clara señal de interrogación. Volvió a mirarse, sin poder creer lo que sus ojos le mostraban. Con temor, como si con ese simple gesto pudiese hacer que todo desapareciese, levantó la mano y se tocó el rostro lentamente.
Lo último que vio, fueron aquellos ojos grisáceos que lo observaban desde el espejo.
Continuará…
