- El miedo a perder recobra la esperanza…-

Largos y marcados pasos resonaban por el pasillo, un aliento con cara de desesperación se dejaba oír por los presentes, un cuerpo hecho de carne parecía dirigirse con tanto temor a su destino que fácilmente se podría confundir con un sistema de engranajes y metales, un corto cabello negro parecía un fardo de paja, unas manos temblorosas, unos ojos fijos en el final del pasillo, unos labios firmemente fruncidos y un corazón dispuesto a quebrarse por el temor a lo desconocido. Termino rápidamente de caminar por aquel túnel de perdición para llegar a una sala de esperas en donde el blanco lo abrumo. Sin detenerse a saludar a los presentes siguió su ágil caminar en dirección a su destino final.

- No señor, no puede entrar… Espere… ¡Señor, no puede ingresar a la sala!-

Sus manos frías sintieron el tibio contacto de la manilla de la habitación, la giro, dio un paso a dentro y, antes de sentirse cegado por el blanco resplandor del lugar, su corazón dio un latido en reversa. Su respiración pareció lanzar su único grito silencioso de miedo.

- Señor no puede ingresar a las habitaciones de esta área; cuidados intensivos solo permite la visita autorizada y aprobada por el staff de médicos encargados del paciente. Por favor vuelva a la sala de esperas.-

Una mirada sombría se apodero de su rostro, sus pies tomaron un rumbo desconocido y su pecho se oprimió contra la voluntad del quebrantado corazón. Llego hasta la blanca sala, tomo asiento en el único puesto libre y, sin mirar a su alrededor, supo que estaba rodeado de personas que solo lograrían clavar mas la espina que se enterraba en su corazón… no lo quería creer; tenía que ser un sueño, debía ser una ilusión y su mente era culpable de aquel trágico cuento de hadas. Cerro sus ojos y se quedo con la cabeza agacha y su cuerpo postrado contra el asiento de los lamentos.

- lo único que debes hacer en este momento es esperar y ser fuerte, demostrar de que estas hecho, ser el pilar de fortaleza y valentía, ser el único con la mirada de esperanza que debería estar dibujada en tu rostro. Ren,…abre esos ojos y afronta la realidad con ese espíritu de fortaleza y seguridad que solo tú, Kuon Hizuri, mantienes en tu corazón.-

La voz del hombre le resonó sutilmente en su cabeza. Levanto el rostro y miro sin expresión alguna al hombre que le hablaba; quien había sido el único en entender a cabalidad el espíritu de Kuon junto a todas sus facetas.

- la muerte se filtra a través de sus venas como si quisiera curarla de su pasado, como si quisiera arrebatarla de mis manos y de mi lado. El débil aliento que exhala su cuerpo viene perfumado con agua de rosas funerarias, mientras que su suave y blanca piel esta tan marchita como la fauna del inframundo. Su cuerpo descansa sobre una cama de clavos y su cuerpo a dejado de ser una encantadora maquina de autonomía para convertirse en un títere de la ciencia. Ella, posiblemente, se vuelva la confidente de las tinieblas y prefiera quedarse junto a ellas disfrutando de los ríos de almas…

- Ren…-

- ¡que mierdas estás diciendo Kuon!- la agitación de la mujer de cabellos rubios hiso estremecer levemente la habitación. – tú no eres el hijo que yo crie…-

- Juliena, basta. No es momento para aquello…-

- la muerte querrá tenerla en su santo reino y de eso no hay duda.- afirmo el hombre en un tono estremecedor, provocando en la mujer que lo increpada un delicado sentimiento de culpa y temor. – pero, conociendo a Kyoko-chan, se que ella lograra desvestir a su enemiga con un dulce y desconcertante juego de seducción y ternura. – comento antes de suspirar y quitarse el reloj que llevaba como recuerdo de la promesa que se había hecho a causa de la muerte de Rick. – yo, Kuon Hizuri… yo se que lograra ganar en este juego sin fin, confió en ella y la atesoro tanto como para luchar por ella.

- gracias a Dios.- el pequeño susurro se escapo de los labios de Juliena iluminando aquel cuarto de color blanco con una cálida y tenue entonación de esperanza. Recuperar a su hija era su primordial interés y haber escuchado decir aquello a su hijo le hacía confiar que todo volvería a ser normal, que la preocupación desaparecería de aquel episodio en su vida y que volvería a recuperar a su pequeña sana y salva.