Mucho antes de su historia o los caminos que tomo para recorrer su historia, los libros eran su ocupación. Cada letra envolviendo al lector como una seductora sabana de seda flotando a su alrededor, haciéndolo sentir cómodo con el mundo, arraigando sueños, expandiendo su mente, desatando fuertes nudos, que podrían llamarse dudas y miedos a lo diferente que puede ser la persona sentada a tu lado en un autobús, o en cualquier medio ambiente. Aun con destinos inciertos por doquier, el suyo fue el que más se desfiguró.
Jamás había pensado en la manera de retirarse hasta que llego a los treinta y dos, era un hecho que nadie conocía su rostro, ni su voz, se había asegurado de ello, nadie sabía su nombre, solo su altura y su habilidad para asesinar sin dolor a aquellos que él creía inocentes, y que, aun así, le habían pagado para que muriesen.
Era su oficio y también era su decisión cambiar, asentarse en una casa, rústica y con mucha historia familiar en la madera, al menos en apariencia, para que no tener que poner de su parte, y que parezca que sus padres o algún familiar se la heredaron. Siempre le gustaron esos ambientes, le gustaba incluso imprimir fotos de decoración de interiores, de casas y departamentos, donde la modernidad y la calidez se mezclaran.
Hoy en día solo lleva su traje gris apagado al vestir, su pantalla de bibliotecario era tan sencilla que ni siquiera debía aparentar, en solo una semana se aprendió todas las divisiones que tenía la biblioteca, los autores más pedidos y las ubicaciones de cada uno de ellos, era sencillo para el retener información de ese tipo.
"Remordimiento" solo era otra palabra en el diccionario para él, como lo era "Enredo", "Causa", "Motivo" o "Perchero"… algo sin importancia. Pero la que si le estaba perturbando un poco era la de "Pervertido", como también la presencia de la palabra "Pedofilia", entraban en su cabeza y el trataba de apartarlas.
Había acordado con sus compañeros en la biblioteca que para atraer a los más jóvenes a la lectura debían armar un programa integrador con colegios, y de paso el orfanato más cercano. Así lo hicieron y rápidamente se llenó de gente, padres llevando a sus hijos, y estos mismos llevándose libros para leer en la semana antes de dormir, el programa había sido un éxito con pocas semanas de promoción.
Incluso en el orfanato había tenido gran éxito, en las mentes más jóvenes, las horas de cuento con Janis de oradora, para los niños de cuatro a diez años. Algunos de ellos querían leer por si solos y caían en la sala de lectura con libros de Harry Potter, y los más grandes se enfrascaban en dar materias para obtener becas completas, si, eran muy jóvenes, pero al no tener padres que les pagaran la colegiatura, todos ellos optaban por esto, ya que habían sido asesorados para su próximo futuro.
Y su dilema… Su dilema recaía en la delgada figura encorvada lejos de la vista de todos, un joven huérfano que según le había dicho la mujer que se encargaba de él y del resto de esos chiquillos, se llamaba Jared. Le llamaba la atención todos y cada uno de los aspectos de ese chico, que, aunque tenía dieciséis años era el más alto de su edad, pero aun así no había podido ver sus manos ni una sola vez. Siempre llevando la capucha puesta, sus manos ocultas por las mangas de su sudadera verde oscuro, siempre apartándose de los demás como si le provocaran alguna fobia, y nunca levantando la vista hacia la gente, evitando caminar en la misma línea de otra persona para no chocarla o tocarla de ninguna manera posible.
Apenas si había visto su barbilla y apenas una esquina de sus ojos rasgados… pero a sus treinta y dos años, se reprochaba su curiosidad por él, se sentía un tonto preguntándose todas las mañanas al ingresar al trabajo si el chico iría ese día, un tonto con respecto a aquel niño, él era un bibliotecario adulto, y debía mantenerse a raya de todo pensamiento equivoco acerca del chico.
El programa para la integración de la biblioteca tomó cuatro semanas y media, donde se daban los servicios de lectura y de ayuda escolar grupal, después de eso solo la mitad volvió, tomando la lectura como una actividad diaria y placentera en sus vidas.
Una de esas "personas" era Jared, tal vez catalogarlo como "persona" no era correcto en la mente del bibliotecario, porque una persona puede enamorarse de otra persona fuese el género que fuese, pero Jared era un adolecente, un niño en realidad. En fin, al menos el chico siempre se dirigía a él a pedirle un libro en particular, dándole la posibilidad de encontrarlo siempre que iba.
Claro, él no trabajaba en la parte del mostrador en la entrada de la biblioteca, donde las computadoras te decían dónde estaba cada ejemplar, él estaba al fondo de ella en el último piso, y Jared caminaba hasta allí solo para preguntar por los libros que a él le interesaban, y esto… hacia un poco más difícil no intentar ver el rostro del chico o interesarse más por él.
Y aun cuando su poca prudencia alertaba cada nervio de su cuerpo al verle llegar, o cuando le sorprendía distraído en su trabajo, y mantenía el mínimo de distancia razonable, nada de eso evitó que en el refugio de su hogar se dedicase a buscar información real del adolescente, como si estuviera estudiando un objetivo a eliminar.
Esa noche su retorcido destino, nuevamente… Palideció ante la coincidencia, la razón de que Jared fuera huérfano desde temprana edad, de que desde los dos años estuviera solo, la culpa y el remordimiento abriéndose paso entre capas y capas de duro metal donde tenía sus emociones reales… Los padres de Jared habían sido un pago enorme cuando el apenas había entrado como asesino profesional, luego de un año duro de entrenamiento que si no recuerda mal fue a sus dieciocho cuando lo hizo. Para él, era dinero, más que la venganza por la muerte de su familia.
En esos tiempos él ni siquiera investigaba a sus presas, solo ejecutaba, rápido y sin dolor sus objetivos. Sentado en la oscuridad, en la inmensidad de su casa vacía es que medita estos hechos, nada podría darle la certeza de que se equivocó, pero dentro de esa oscuridad, sumergido en la noche solo la luz del celular y la pantalla lo acompañan, incapaces de responder.
Nunca pensó en el "arrepentimiento", como pensaba en la negligencia que tuvo para con Jared, era toda culpa suya. Levantó sus lentes con su mano derecha para restregar sus ojos, intranquilo por primera vez en catorce años debido a sus actos, se repetía a si mismo que debía reprogramar su cabeza por si lo veía, sacar a Jared de ella por mero sentido común, dejar de pensar en lo que alguna vez sintió al verle llegar, o dirigirse a él.
Era trabajo y solo trabajo, no pensaría en los padres de Jared nunca más y menos aún en el chico, no importaba si solo le hablaba a él en las dos horas que le permitían el orfanato estar afuera del establecimiento luego de las clases en la secundaria.
Cerró el pc con frustración y fue por una ducha, sin prender una sola luz, no estaba acostumbrado a dejar ver sus movimientos, más aún de noche, pero era solo un detalle de su personalidad de asesino que no podía desechar para seguir en la tranquilidad de su retiro.
Jared no apareció esa semana, aliviándolo sin duda. Se había dicho muchas veces a si mismo que no miraría, que no buscaría por los pasillos de la enorme biblioteca de tres pisos y muchos salones abiertos de lectura, pero aun así, se halla a si mismo buscándolo día tras día, ansioso, el corazón no podía coordinar con su respiración haciéndole doler los hombros y la espalda, su tráquea mostrando signos de angustia desconocidos para él, y que sus compañeros empezaron a notar con el transcurso del tiempo.
Pero no fue hasta que se distrajo de su preocupación un jueves cuando alguien tiró de su manga para hacerse notar, jamás le dolió tanto el pecho cuando notó la capucha verde reconociéndolo, pero esta estaba dañada, el chico parado a su lado quieto como una estatua, mientras él estaba sobre un banco de tres escalones colocando tomos pesados en la cima de la estantería, silencio que duro minutos eternos.
- ¿Jared? – se escapó de entre sus labios dudando, bajando los escalones, el joven retrocediendo un poco mirando a otro lado, solo podía ver su mentón lastimado y la capucha rasgada en el borde.
- Podrías decirme… donde está el libro... que…. – Jared se trababa con sus palabras, pero él sabía bien a qué libro hacía referencia. - yo... antes. – los puños de las mangas de su sudadera haciendo nudos a los costados de su cuerpo.
- La leyenda de Sigurd y Gudrun, si, está en mi escritorio, deje tu copia allí por si volvías, pero no volviste, ¿Pasó algo? - necesitaba preguntar, quería ver su rostro de una vez, pero era bastante feo el raspón en su barbilla casi deformando esos dos lunares que parecían haberse salvado de milagro del maltrato.
- Yo… quisiera, seguir leyendo. - fue lo más que saco de él y Jensen suspiro para sí mismo, sin hacer sonido alguno que pudiera hacer pensar al chico otra cosa. Dejo los libros sobre el banquillo y alzando su mano lo guio hasta el tercer piso donde en un rincón alejado del ruido tenue de la enorme biblioteca, estaba su escritorio particular.
- Sígueme. – insistió, sabía que dudaba en seguirlo, pero él no volvió para no darle oportunidad de tener otro pensamiento que no sea el de recuperar su libro.
No lejos de su escritorio rodeado de estanterías de libros más viejos que el del resto de los tomos de la biblioteca, había un espacio de lectura pequeño con dos sillones de piel y una mesa ratona estilo Imperio con patas de león, la madera y la alfombra de un guinda oscuro le daban a ese pequeño espacio una ambientación mágica para leer, él lo sabía, pero que Jared se quedar mirando ese par de sillones embobado como si hubiese un enorme caramelo atados a ellos, le hizo sonreír levemente.
Sacó unas llavecillas de su bolsillo las llevó a su cajón izquierdo y abrió el mismo para sacar el libro que Jared buscaba con ansias, al volver hacia el que miraba los sillones, notó como el raspón descendía por la palidez de su cuello hasta la base del mismo, el estómago revolviéndosele cuando que notaba como las heridas no estaban bien curadas, y en algunas de las cascarillas un color negro y morado alrededor de la piel circundante le daba la sensación de infección.
- Aquí tienes. - Jared no volteó la vista hacia él, solo observó sus manos donde el libro estaba y lo tomó, quedándose unos segundos allí contemplando las tapas del mismo.
- ¿Puedo… sentarme allí? - preguntó en un susurro que cambio levemente, ahogando algo que le causó dolor, supone que la piel de su cuello se resintió por el movimiento repentino.
- Claro, yo iré a trabajar, nos vemos después. - le dijo y se alejó lo más rápido posible.
Jensen miró a Jared unos instantes, respirando con una sensación de ahogamiento por intentar mantener la calma, no hay nadie mejor que el para saber lo que duelen esas marcas, su mente abrió un camino que lo llevó a recordar al otro chico del orfanato que siempre iba con Jared a la biblioteca. Seguramente estaba esperándolo en el primer piso, no lo había visto solo había escuchado su fuerte voz desde el segundo, donde él estaba antes de que Jared lo encontrara, seguido de un "shush" de alguna de sus compañeras. Camino rápido y ligero.
Si no recordaba mal este chico de la misma edad que Jared, tenía el cabello corto y ojos azules y era algo más bajo que el resto, se repetía en su cabeza, ya dos pisos abajo, tenía el cosquilleo en las yemas de los dedos, expectante de encontrar a su objetivo. Cuando de pronto, después de haber surcado los pasillos, lo vio. Era fácil de detectar, destacaba sin duda, era más tosco, fornido y seguro no tenía problema de plantarle cara a la dificultad diaria de ser un adolescente, no como Jared. Ese chico tenía toda la actitud de "come mierda" que podría detestar en cualquier persona.
Cuando lo encontró estaba en la sección de revistas automovilísticas, caminó por el largo pasillo saltando niños, que coloreaban enérgicos cuentos exclusivamente para ese trato tan injusto con el papel. Los ojos de una de sus compañeras, le hicieron un gesto de "cuidado" con el joven, antes de sobrepasarla, y preguntándose por qué se paró al lado y se dirigió a él sin más…
- ¿Puedo hablar contigo? - fue directo y conciso, y sus ojos verdes parecían cortar el aire cuando la mirada azul se levantó de la revista.
- Oiga, mire, ya le dije a la señorita de allí, que bajaría mi voz, no hace falta que venga el puto director del lugar para sacarme a patadas de aquí. - Jensen alzó una ceja por el improperio, pero lejos de sorprenderse por la confusión le respondió ávido.
- No me interesa eso, no soy el director, y sé que puedes mantener la conducta aquí adentro, Solo quiero saber si conoces a un chico llamado Jared - preguntó y el adolescente lo miró de arriba a abajo, revista en mano, un chicle se ve girando en su boca lentamente, esculcando sus intenciones.
- ¿Por qué? – el tono fue bajo y desagradable, Jensen se hacía la imagen de que en cualquier momento le escupiría el chicle a él.
- Quiero saber por qué no estuvo viniendo, y ahora está todo lastimado. Y quiero saber por qué. - pero el chico no habla. – entonces se cruzó de brazos mostrando su postura firme y su pecho armado mostrándose tan determinado como ese chiquillo.
- Oh, eso. Unos idiotas del orfanato creyeron muy gracioso descargar su frustración sexual de indefinidos, con Jared. - el chico de ojos azules mascó el chicle, espetando los hechos como si fuera solo un día más, mientras Jensen perdía el color en la cara y sus manos se humedecieron en traspiración nerviosa ante la sola imagen de todo ello, Christian Kane solo tomó la revista y volvió a hojearla.
- ¡¿Disculpa?! ¡Cómo demonios…! – estaba descruzando sus brazos y cerrando sus puños dando un paso adelante, cuando el chico con sus manos en alto y su ceño fruncido lo detuvo
- ¡Eh, eh, tranquilo, al menos llegue a tiempo! Pero aun así lo golpearon, me suspendieron del colegio y me quitaron todos mis permisos de salida por el altercado, pero les devolví cada golpe a cada uno de ellos, y dos extras por las intenciones. Solo por Jared es que estoy afuera, el pidió que me dejaran acompañarlo aquí, sólo espero que no se tarde tanto en leer su libro porque no hay tantas revistas aquí. - dijo mirando las cuatro únicas revistas de mecánica, Jensen respiró agitado, y sin pensarlo tomó de una estantería alta a menos de dos pasos, un libro de armado de motores.
- Toma, este será sin duda mucho más instructivo. - se lo dio golpeando el pecho del muchacho que lo miró cabreado.
- ¿Disculpa? Armado de mot… oh, si eso será mejor. – abrió el libro, soltó la revista y se dispuso a buscar una mesa donde leer, obviando todo por completo cuando aún no habían terminado de hablar, pero Jensen le siguió hasta las mesas centrales de la biblioteca.
- ¿Puedo preguntar qué paso con eso sujetos que atacaron a Jared? - Cristian se dio la vuelta para mirarlo sorprendido de que aun estuviese allí.
- ¿Pasar? Nada pasó, no a ellos. A mí me amonestaron por golpearlos… A esos sujetos por golpear y desnudar a Jared no les paso nada… es la típica escala social donde el niño bonito y popular tiene derecho burocrático sobre todas personas que no encajen o se defiendan, en resumen: tienen pase libre. - Jensen frunció el ceño, quería nombres, direcciones y estados porque iba a asesinarlos esa misma noche, su sangre estaba corriendo veloz por sus venas.
- ¿Quiénes son? ¿Dónde puedo encontrarlos? - preguntó con la taciturnidad en su voz y el filo de sus ojos fríos destellaron. Christian era seguido por el rubio de anteojos finos con la ira pegada a su rostro hasta que tomó asiento.
- ¿Por qué le importa? No puede hacer nada al respecto, además, si lo hiciera Jared volvería a salir herido, y ya me es bastante difícil cuidarlo cuando no compartimos las mismas clases, ¿sabe? - se sienta y deja caer sonoramente el libro y muchos se ven atraídos a él por eso, haciendo un coro de "shush" a su alrededor.
- Solo dímelo. - Christian movió sus dedos rápidamente formando un puño múltiples veces antes de contestar con los labios apretados.
- Si tanto le interesa adóptelo, y ahórrenos un dolor de cabeza a todos, Señor Bibliotecario. – sentenció, decidido a no responder más preguntas, sentándose frente al libro y agarrándolo con fuerza mientras lo revisaba.
Jensen jamás había sentido tanto… tan de repente. Ser un asesino hace que encierres cada una en tus emociones, y sólo las intérpretes como cosas abstractas sin sentido cuando están en una caja de metal en el fondo del subconsciente. Sus instintos asesinos rezumbaban por salir a flote, intentando desenchufarlo de su actual personaje de bibliotecario, sumados a sus emociones hicieron que en su cuerpo repercutieran de mala manera. Se dió la vuelta sudando, intranquilo sintió como la camisa se le pegaba a la espalda debajo del saco, su compañera al pasar le preguntó si estaba todo bien pero el no pudo responder siquiera, solo la rebasó y fue directo al ascensor.
Necesitaba llegar su escritorio y tomarse una píldora que calmara su ansiedad, la que lo indujera a tranquilizarse y pensar detenidamente, que no debía volver a matar, la humedad en su cuello y rostro uniéndose a los síntomas al saber "qué" era lo que había acontecido en la vida de Jared los días que no lo vio.
Como lo contó su amigo parecía como si no hubiese sido el único evento, y eso hacía temblar todo su cuerpo. Por mucho que le pese, Jared estaba en un orfanato y pasando por eso, porque el mató a sus padres. Se sentía responsable, sucio, había puesto a Jared en la misma posición que a él, estos pensamientos solo le aceleran más.
Cuando salió del ascensor el aire más fresco de esas alturas apaciguó sólo dos latidos en su cuerpo, caminó ligero y cayó con las palmas de las manos sobre su escritorio, tomando aire, intentando controlarse, pero él no estaba acostumbrado a nada de esto.
Unos deseos ardientes de venganza surgieron feroces en él, como lo sintió cuando mataron a sus padres por un auto nuevo y un par de zapatillas, según la policía. Él sabía lo que en realidad pasó, y no puede detener su mente, llena de pensamientos que solo agravan su estado de ansiedad, desde que empezó su caza furtiva subiendo y subiendo objetivos, y solo en ese momento abatiendo deseos de asesinar, lo más dolorosa y lentamente posible, a los que arruinaron su vida.
Fue así que decidido a cambiar para siempre, y mientras se sentaba apenas en su escritorio tomaba el bote de pastillas, y tragaba una con la botella de agua reservada solo para ese tipo de casos, obligándose a pensar que eso estaba en el pasado, que él ya había cumplido con su destino, pero también había quedado parado en medio del destino de Jared.
Dejándose caer en el sillón reclinable con ribetes dorados y de cuero verde, intento pensar en eso para calmarse, pero el sonido del papel cerca de su oído llamó su atención. Al mirar y con su agitación desbocada una bolsa de papel marrón estaba allí, Jared le extendía el objeto como si lo necesitase.
- Toma, póntelo en la boca y respira dentro. - Jensen intento mirar sus ojos oscurecidos por la capucha, ocultos en una tenue sombra, pero sus ojos no podían fijar la vista intentando entender por qué le decía esto.
- ¿Qué? No quiero… - apoyó su mano con dejadez sobre el puño que sostenía la bolsa de papel y la alejó, dejando caer su cabeza sobre el escritorio con aberrantes imágenes de Jared siendo lastimado, imposibilitándole tranquilizarse.
- Tienes un ataque de pánico. - Jared soltó el libro en la mesa, tomó la bolsa de papel en el otro puño dejando un hueco en medio y lo forzó a apoyar sus labios contra la abertura, Jensen frunció el ceño, la mano libre del chico apoyada en su nuca para que no se moviera.
La bolsa de papel se abría y se cerraba, y se abría, mareándolo, pero no podía resistirse, le parecía ridículo que un gran asesino como él se dejase atender una crisis de nervios por un niño.
Sus ojos entreabiertos apenas si pestañaban, y enfocándose poco a poco notó como Jared le miraba de costado, notando él mismo los tonos claros de unos ojos rasgados en la bruma que le produjo su estado. Notando que el color volvía a él y que las pastillas recientemente consumidas apaciguaban sus latidos, su mente y por fin su respiración.
Alzó la cabeza de la mesa, pero Jared aun sostenía la bolsa contra su boca y la mano en su nuca, agarró la sudadera para mantenerlo a corta distancia, y cuando pudo enderezarse cerró los ojos más tranquilo, en su mente el pensamiento de que no deseaba que nada de eso le pase nunca jamás a Jared, apremio por sobre todas las cosas. No había ninguna posibilidad de que le dieran en adopción al chico, era poco probable debido a que no había existido en ningún lugar como "Jensen Ackles" desde los dieciséis.
Cuando sintió la mano deslizarse de su nuca abrió los ojos y la bolsa ya no estaba, aun así, Jared estaba a su lado porque seguía con sus dedos enredados en el costado de la sudadera.
- No sabía que un adulto podía tener ataques de pánico. - soltó sin tartamudeos, sin cohibirse, sintiéndose identificado con el bibliotecario en esos instantes, observando como su cuerpo estaba lánguido en el sillón.
- No… no pasa a menudo, intento controlarme todo el tiempo, pero… por eso tengo éstas. - le dice moviendo entre sus dedos el frasco grande anaranjado e intentando sonreír. Jared miró interesado e intentando mirar que droga era del prospecto pegado a un costado. - No es para niños Jared. – Jensen respiro más lento y las metió en su bolsillo.
- No estaba mirando… - mintió. Jensen sonrió y cuando notó que se alejaba de él tentativamente a pesar de que aún lo tenía agarrado de la prenda, deslizó sus dedos y tomó su mano suavemente. - Gracias, pensé que me desmayaría y dormiría de nuevo encerrado en la biblioteca. - le comentó y Jared miró su mano envuelta en la enorme mano del bibliotecario, cálida, sin fuerzas que lo mantuvieran allí forzosamente, Jared se detuvo a pensar que eran realmente suaves para ser la de un hombre tan mayor.
- De nada, ¿Tú has dormido aquí dentro? – preguntó curioso, cambiando de tema, su libro siendo tocado solo por sus dedos, pegando su cadera al filo de la mesa, dejando que el hombre mantenga el contacto con él, pero sin mirarlo en absoluto.
- Un par de veces, no me acostumbro hablar con gente y cuando tocan temas muy personales simplemente... - era cierto dentro de todo, el necesitaba ser reservado por un tema profesional, no tenía vida real, no como los demás y eso lo ponía ansioso al extremo - - Además en este rincón de la biblioteca rara vez pasa alguien y nadie nunca lo notó. - redondeó la idea.
- Ah... - dice, Jensen lo suelta y Jared dando unos pasos más lejos.
- Gracias de nuevo. – dice el bibliotecario, Jared bajó la cabeza.
- ¿Puedo dejar esto aquí?, tendría que irme ya, mi amigo me espera abajo. - el chico rodeó su escritorio, sin dejar de tocar el libro con el dedo.
- Sí, claro. - sin más Jared se fue, el miró su figura alejarse torpemente.
...
