Gran, y el chico de la bufanda
Escena Inicial:
–En verdad me pregunto si estará bien…– Hiroto habló en voz alta sin darse cuenta, pero por suerte, se encontraba solo.
Sabía que no debía sentir compasión por aquél chico, después de todo nadie lo había forzado a detener su Cañón de Meteoritos, y además, no llegaba ni por lejos a ser tan interesante como lo era Endō; no debía estar pensando tanto en él, ni siquiera estaba seguro de recordar bien su nombre.
Decidió que iría a entrenar un rato para despejar su mente, y se sorprendió al encontrarse con que el equipo Épsilon ya estaba usando un campo de prácticas, aún más, cuando Osamu pidió hacer una pausa y se acercó a él con un inusual brillo en los ojos.
–Oye Hiroto, en un par de días planeamos volver a medirnos contra Raimon.– El pelirrojo meditó sobre qué motivos podría tener Desarm para informarle de aquello, y decidió tirar por lo fácil.
–¿Lo darás todo en ése encuentro?– El más alto peinó hacia atrás un mechón de cabello y asintió.
–Ese es el plan, pero no puedo negar que mi mayor interés es ver la evolución ha tenido el número nueve.– «Ese es el chico de la bufanda» Gran volvió a repetirse que no debía mostrar interés, y probablemente también debía omitir lo que había ocurrido en su encuentro con Raimon unas horas antes –Claro que, también probaré el nivel de ese chico Endō que te agrada tanto.–
–¿En serio?, deberías hacerlo, Endō-kun es asombroso.– El chico sabía que debería acabar esa conversación pronto, pero su boca lo traicionó –Aunque, Desarm.– Bajó su tono de voz, al punto justo que solía usar cuando comandaba a los demás capitanes «alienígenas».
–¿Sí?– El portero se enderezó, regresando a su papel.
–Sin importar el resultado de su encuentro, quiero que me busques cuando estés de regreso, y me informes sobre cualquier cambio que hayas notado en el equipo, especialmente sobre el número nueve.– Osamu asintió, aparentemente contento con su petición.
–Ese chico tiene un gran poder oculto Gran, ¡puedo sentirlo!–
Hiroto esbozó una sonrisa, pues el capitán del Épsilon rara vez se dejaba ver tan entusiasmado últimamente.
Escena 2:
–…A él conseguí sacarlo del campo casi sin esfuerzo, realmente no estaba bien pero no sabría definir lo que vi en él.– Hiroto escuchó atentamente, ya había entendido la evolución de Endō y el regreso de Gōenji, ahora, y solo por el momento, la situación de Fubuki le parecía la más interesante –Me atrevería a decir que estaba muy confundido, o quizás que no era él mismo,– Desarm suspiró como si hubiera estado reflexionando sobre ello un buen tiempo, sin encontrar la respuesta correcta –pero, tampoco lo conozco tanto como para decir eso solo basándome en la potencia de sus tiros.–
–Entiendo, y te agradezco que te tomaras el tiempo de decírmelo,– Gran sonrió sinceramente –ahora deberías irte con los demás antes de que Gazel regrese, o se enfadará conmigo.–
–Lo sé, supongo que te veré en un mes, o tal vez dos.– Resignado, Desarm dio media vuelta para enfrentarse al duro entrenamiento que le esperaba como reprimenda por no haber ganado contra Raimon.
Hiroto trató de sentir algo de pena por él, pero en realidad se alegraba de no estar en su lugar. Épsilon había decepcionado al señor Kira, cosa que Génesis no haría.
Escena 3:
«Estoy aquí para ver a Endō dar su mejor esfuerzo contra Gazel» se repetía mentalmente Hiroto, más aún cuando recordaba que Burn estaba a su lado y a veces podía ponerse insoportable por el más mínimo detalle.
Pero entonces, ¿por qué su vista continuaba dirigiéndose al chico de la bufanda que ni siquiera estaba jugando en el partido? Al menos, estaba seguro de que su porte relajado no permitía que el capitán de Prominence sospechase de su falta de atención en el encuentro. Y aunque le encantaría saber la razón, simplemente preferiría dejar de pensar en el jugador número nueve.
Cuando consideró que ya no tenían más tiempo que perder, Hiroto bajó al campo y detestó notar como su mirada continuaba desviándose hacia donde no debía; se apresuró a quedar frente a Endō, pues quería despedirse y salir de allí cuanto antes.
Nagumo no hizo comentarios al regresar a casa, quizás lanzó un par de miradas en su dirección, pero parecía más entretenido con molestar a Suzuno, que en prestar atención a las prisas de Gran.
Escena 4:
«Que sujeto tan amigable» pensó con sarcasmo (y algo de preocupación) Hiroto al presenciar cómo Gōenji lanzó un pelotazo que dio de lleno en el estómago de Fubuki.
Unos minutos después, se dijo que ya no era momento de seguir subestimando a los jugadores de Raimon. No, si eso provocaba que su padre se viera humillado, no, si existía la posibilidad de perder y que su padre se sintiera decepcionado del Génesis, de sus hijos, de Hiroto.
Él sabía que su padre solo lo estaba utilizando, como a todos los demás, pero no perdía la esperanza de que algún día el señor Kira los quisiera tanto como ellos a él. Sabía que no era un reemplazo para su hijo biológico, ni jamás llegaría a serlo, pero en verdad creía que valía la pena intentarlo si con eso conseguía hacer feliz a su papá.
Escena Final:
De regreso en el Sun Garden, Hiroto se esforzó por hacerse amigo de todos sus hermanos, pues no tenía mucho más que hacer. El señor Kira estaría un buen tiempo en prisión, y ellos estaban condenados a prisión domiciliaria vigilados por Hitomiko, de alguna manera el grupo Kira se las apañó para que esa fuese la sentencia más severa que les podían proporcionar, aún con toda la destrucción que habían causado en varios sectores de Japón. Hiroto sospechaba que el Primer Ministro también había tomado cartas en ese asunto.
Una tarde, luego de haber entrenado junto con Midorikawa y Osamu, le surgió una duda, y pensó que si había alguien en la casa que pudiera resolverla, esa debía ser Hitomiko; si no se equivocaba, podría encontrarla en su oficina.
–¡Adelante!– Oyó después de tocar un par de veces la puerta, y se adentró deseando no estar interrumpiendo algún trabajo importante por una nimiedad, ahora que su padre no estaba, ella tenía que ocupar el lugar de «cabeza de la familia», y por lo tanto, también de la compañía.
–Nee-san, buenas tardes.–
–Oh, hola Hiroto, ¿qué necesitas?– Movió un par de papeles sobre su escritorio antes de ofrecerle al pelirrojo su completa atención.
–Quería saber algo sobre el chico llamado Fubuki.– Hitomiko lo miró arqueando una ceja.
–¿Algo como qué?–
–Cualquier cosa que te parezca importante.– Ahora era aún más obvio (por la expresión que adoptó) que su hermana no confiaba en sus intenciones, así que trató de explicarse –Me interesa volver a jugar con Endō y los demás, y no como su oponente, por eso quiero saber un poco más sobre el número nueve.– La mujer acabó por suspirar, comprándole la excusa.
–Creo que, lo más interesante que podría contarte ahora mismo es que él también quedó huérfano a muy temprana edad, también el chico llamado Kido.–
–Entonces, ¿no tienen padres?– Hitomiko acomodó sus lentes de lectura antes de contestar.
–Kido fue adoptado y tiene un padre si no recuerdo mal, realmente no investigué más sobre Fubuki.– Kira notó la decepción en el rostro del muchacho frente a ella –Pero puedo averiguar un poco más, aunque tomará un tiempo, estoy algo ocupada últimamente, ¿te gustaría saber alguna otra cosa?–
Hiroto pensó en ello un momento, algo que le gustaría saber sobre Fubuki...
–De hecho, también me gustaría saber su nombre.– La mujer parpadeó un par de veces antes de sonreír.
–Se llama Shirō,– Contestó –y espero que no trates de hacerte su amigo hablando sobre su familia, no es un tema agradable para él.– Agregó con un tono severo.
Hiroto asintió abochornado, en realidad no planeaba hacerse amigo del muchacho, pero ciertamente deseaba poder jugar a su lado, y al de Endō, en la cancha algún día. Según Midorikawa el chico era espectacular, y Osamu no lo pudo negar del todo puesto que también había sido el primer delantero enemigo en hacerlo retroceder, aunque solo fuesen unos centímetros, frente a la portería.
El pelirrojo se despidió de su hermana y fue a su habitación. Pronto anochecería y podría mirar las constelaciones para despejar su cabeza. Hiroto pensaba que el cielo nocturno en el Sun Garden era el más bello de todo Japón; cuando era más pequeño, pensaba que con solo alzar los brazos podía alcanzar una o dos estrellas, estando encima del tejado.
Jamás lo consiguió.
