Bueeno...aquí estoy de nuevo. Este fic también se me ha ocurrido a una canción, esta vez de Ludovico Einaudi, un pianista increíble. En este caso, ha sido por esta (que da título a la historia) watch?v=-whS3PD53qE

Lo que me importa es que os guste tanto la canción como la historia (porque sí, os recomiendo escucharla, sobre todo para los últimos capítulos, aunque espero que quede mucho para llegar ahí)

Tras estas, digamos, notas, os dejo por fin que leáis el fic.

P.D: ningún personaje me pertenece, son todos de Haruichi Furudate y hago esta historia sin ningún ánimo de lucro.


Estaba muerto. Podía sentirlo. Sabía que, aunque había abierto los ojos, aunque se estaba moviendo, sabía que estaba muerto. No sabía cómo ni por qué, ni siquiera sabía por qué lo sabía; nada le daba ninguna pista. Sólo lo sabía. Sin más.

Pero no sé cómo he acabado aquí. Más bien, ¿qué es "aquí"?

Estaba todo oscuro, en silencio. Si acaso, se oían ciertos sonidos, como de algo arrastrándose. Sin embargo, ni sospechaba lo que era ni quería hacerlo. Sólo quería irse. Descubrir qué había pasado.

—Ups, disculpa, chico. No puedes irte. No todavía. Primero...—el joven que había ante él (debía ser un crío, apenas llegaba al metro cincuenta o al menos esa sensación le daba) apoyó una mano en su tripa, haciéndole ver que no estaba solo—... y no me has estado escuchando, ¿cierto?—dijo finalmente, tras un rato hablando sin que le oyera, con cierto reproche en el tono y poniendo muecas de aburrimiento.

¿Chico? ¿Acaba de llamarme chico? Debo sacarle cinco o seis años... ¿Cómo ha llegado aquí? ¿También ha muerto?

-Aunque creas que tu cara no dice nada, lo dice todo. Vamos a ver...Déjame explicarte ciertas cosas. Cosas importantes, así que escúchame bien. Por lo que parece, sabes que estás muerto, ya que no estás asustado ni sorprendido ni nada; así me ahorras un tiempo, gracias. Bueno, como has notado, sí: estás muerto. Ahora mismo estás en un lugar, que te aviso ya que no es ni el cielo ni el infierno, estamos en medio de todo, y vas a conocer este sitio como...Bueno, no sé cómo le llamáis ahora ahí abajo pero, entre tú y yo, vamos a llamarlo...Ah no sé, ¿se te ocurre algún nombre?—había estado hablando mientras daba vueltas, miraba aquí y allá (todo lo que se podía mirar en un lugar oscuro que al parecer podía observar) delante de él; se notaba cierto nerviosismo en su voz. ¿Por qué?

—Bueno, no estamos en ningún sitio...Yo lo llamaría la nada pero suena a un lugar triste...

—Técnicamente, eso es lo que es—le interrumpió, con un deje de nostalgia y tristeza—Me sirve, sabes qué hay aquí y qué no, es suficiente—no podía verle, pero notó que ahora estaban frente a frente—Retomando lo de antes, aquí, en la nada, es donde viene la gente como tú. Has muerto, pero por ciertas cosas de la vida—rió ante su absurda gracia y siguió hablando—, estás aquí...Supongo que habrán querido darte otra oportunidad.

—¿Quiénes?

—Calla y escucha. Primero voy a decirte las normas que debes respetar. Antes los llevaba al otro mundo y luego les decía las normas, y no salía bien. Creo que cambiando el orden irá mejor. Lo más importante: no debes hablar con los vivos, al menos no de momento. Aguanta tus ganas. Vas a volver como alma, para que, mientras vayas viviendo, puedas recordar a tu familia, amigos...todo eso. Ven—le agarró de la mano y empezó a arrastrarle por un camino que ni siquiera estaba seguro de si existiría, pero al menos lo pisaba—Si no les hablas, la gente no podrá verte, y mejor así, créeme. Podrás tener tu cuerpo tras pasado un tiempo, así que no tengas prisa, disfruta de tu vida como fantasma; es divertida, en serio—se dio la vuelta y le sonrió (como todo, no podía verlo, pero lo sentía)—Sé que no recuerdas nada de tu vida, pero el simple hecho de decirte tu nombre te recordará cosas. Cuando estés ahí abajo y vayas visitando lugares, recordarás más. Sobre todo, al hablar con gente. Repito: al hablar con gente. No porque los veas los recordarás, aunque si te chocas, si los tocas y te trasmiten algo importante, puede ser que sí sepas quiénes son. Por ésto, ellos no te recordarán hasta que tú no les recuerdes a ellos. Y, al hacerlo, será como si nada hubiera pasado. A no ser que alguna de esas personas estuviera presente en el momento de tu muerte, difícilmente recordarán algo de eso.

Siguieron caminando hasta que llegaron a cierto punto donde el joven se detuvo, haciendo que el otro se chocara. Como antes, notó que se daba la vuelta y le miraba con reproche.

—¿Puedes dejar de chocarte?

—Eres tú el que se ha detenido repentinamente, no ha sido mi culpa—escuchó cómo soltaba un suspiro y sonrió de lado.

—Deja de sonreír así, que das miedo. Bueno, de momento te he explicado lo que necesitas saber para vivir esta primera semana en la tierra de nuevo—se abrió una ¿puerta? y ambos se acercaron; la luz que entraba hacía que se pudiera ver la habitación, y, cuando se dio la vuelta para mirar, fue empujado—¡Disfruta de tu nueva vida—dijo un el joven un momento antes de saltar también—, Oikawa Toru!