Disclaimer: Naruto es de Kishimoto.
Advertencias: AU, chicoxchico, vocabulario, lime. Mención de otras parejas.
Aclaraciones de los números (1) al final.
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Veni, vidi, vici
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Capítulo I
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Cualquier persona que hubiera tratado con él durante al menos dos minutos no vacilaría en afirmarlo sin ningún atisbo de duda: Naruto era brillante.
Era como la luz de una mañana de verano y la brisa de una tarde de tempestad. Era carcajadas estruendosas, puños de acero y lealtad inquebrantable. Era aliento y fuerza, y el guiño cálido de sus ojos al sonreír.
Pero en esos momentos no era nada de todo aquello.
—Naruto… ¿Seguro que estarás bien?
Kiba tenía el ceño fruncido en un gesto que escondía la preocupación que sentía (o que al menos lo intentaba). De pie y ya listo para irse dudaba una vez más entre marcharse o no; por un lado era más que evidente que Naruto no se encontraba bien, y sin duda alguna su deber como amigo era permanecer a su lado animándolo e impidiendo que cometiera alguna estupidez y el largo etcétera que se daba siempre en esas situaciones. Pero por otro Naruto no era ni mucho menos un crío y nunca había necesitado una niñera, por no hablar de lo claro que estaba siendo con respecto al tema de querer compañía. Kiba lo conocía bien y distinguía con bastante precisión ese punto invisible en el que Naruto a veces se volvía de una seriedad impenetrable y pedía soledad a gritos. Puede que lo mejor fuera marcharse y dejarlo en paz, tal y como el otro ordenaba. Al fin y al cabo, se dijo Kiba, Naruto ya era mayorcito para saber lo que quería, ¿no?
Desde luego el hecho de que su hermana le hubiera grabado el partido del siglo y su sofá esperara cálido y confortable a que volviera a casa no tenía nada que ver con su decisión.
No.
Para nada.
—Solo necesito estar solo —remarcó Naruto con impaciencia. Kiba torció aún más la boca, aunque el otro no lo vio. La preocupación de su rostro empezó a competir con un gesto de pura exasperación.
—Solo para emborracharte —completó, acusador.
Al ver que Naruto no lo negaba se pasó una mano por el pelo y agarró el respaldo de la silla que acababa de dejar tomando de nuevo asiento. Que le jodan al partido, pensó, apoyando una mano en la mesa y la otra en una de sus piernas abiertas. No iba a dejar que a su amigo del alma le diera un maldito coma etílico sin su supervisión.
—Muy bien. Si lo que quieres es alcohol, pediremos alcohol —sentenció en un arranque de energía.
—Kiba…
Naruto se había puesto una mano en la cara con hastío, y a través de sus dedos Kiba pudo ver un peligroso destello de azul.
—No, no, está bien. Nos quedaremos aquí bebiendo hasta que amanezca y no podamos ponernos en pie.
—Kiba…
—¿Que lo que quieres es estar solo? No hay problema. Te llevo hasta tu casa y ahí si quieres revientas de soledad, pero no pienses ni por un segundo que voy a dejarte en este antro bebiendo esta porquería hasta que tu hígado se…
—Basta —cortó con un suspiro. Retiró la mano y se contemplaron fijamente, midiéndose en silencio, y algo debió ver Naruto en el rostro contrario que hizo que su mirada perdiera paulatinamente la dureza y claudicara con un nuevo suspiro—. Vale. Vale, está bien. Lo he captado. Tú ganas. ¿Contento?
Realizó un movimiento circular con el cuello poniendo los ojos en blanco. Casi al instante se arrepintió: la dolorosa punzada que sintió en la sien derecha le obligó a cerrar los ojos y el mundo se tambaleó por un momento. Como siguiera así hasta las macilentas luces del bar terminarían por convertirse en su peor enemigo sumándose así a los movimientos bruscos y a su (aunque en ese momento le costara apreciarlo como tal) querido amigo Kiba.
—Hm…
El otro chico entrecerró la vista sin apartarla de él, suspicaz. Naruto había visto ese gesto demasiadas veces, salvando las distancias era el mismo que pondría un perro desconfiado ante un desconocido y el del propio Kiba cuando se olía con ese olfato excepcionalmente dotado para captar problemas que algo no andaba bien.
Maldito chucho.
—De verdad —lo intentó convencer, respirando hondamente y echando mano de todas sus dotes de persuasión—. No va a pasar nada. Me apetece estar solo, eso es todo. Me quedaré aquí un rato, tranquilito, y después me marcharé a casa como un chico bueno.
La cara de Kiba cambió decidiéndose a reflejar, por fin abiertamente, una casi franca preocupación.
—¿Estás seguro? Mierda, Naruto, sabes que no tengo ningún problema en quedarme y, bueno, puede que no sepa mucho sobre el tema pero creo que sería mejor que, er, estuvieras con alguien y… eh… bueno… ya sabes… en lugar de pasar solo por estos momen…
Naruto gimió dejando caer la cabeza sobre el borde de la mesa. Kiba, a medio metro de distancia, se sintió terriblemente incómodo y después justificadamente molesto al saber que esa era justamente la intención de Naruto. Odiaba cuando jugaba sucio con él. A Naruto, en cambio, le encantaba.
—…tos —terminó, con fastidio.
A Kiba no se le daban bien esas cosas, y lo sabía. Era un hecho constatado y podía vivir perfectamente con ello. Sakura, el vago empedernido de Shikamaru o incluso Lee con toda su extravagante personalidad habrían sabido cómo llevar esa situación muchísimo mejor que él, que tras dar un par de torpes palmaditas de ánimo en la espalda y haber sopesado con una tremenda sensación de incomodidad si Naruto estaría esperando un abrazo, se había limitado a tratar de levantarle el ánimo con parloteo intrascendente, ofrecimientos de todo tipo, y a volver a replantearse con temerosa duda lo del abrazo. Y no es que le incomodara el contacto físico, no. Ambos tenían una saludable intimidad masculina forjada a lo largo de años de amistad y bromas poco inocentes en los vestuarios; era la posibilidad de desencadenar una avalancha de sentimientos y de charla sobre sentimientos lo que le aterraba. Kiba no estaba hecho para manejar situaciones emotivas en las que debería decir algo de consuelo y sin embargo una especie de pánico paralizador le atenazaba la lengua, y bastante mala era ya de por sí la sensación como para que encima el malnacido de Naruto se burlara de él cuando lo intentaba.
El muy hijo de puta.
Si no lo quisiera tanto, lo mataría.
—¿Sabes qué? Por mí puedes irte a la mierda —musitó entre dientes, seguido de otra rastra de insultos y frases inconexas que terminaban en "apreciar mis esfuerzos" y "en el sofá de mi casa". Se puso de pie sin dejar de bufar y se recolocó con orgullo herido la chaqueta de cuero que se había enfundado en su primera tentativa de irse y que no se había vuelto a quitar. Naruto, aún con la cabeza hundida y el rostro vuelto hacia el suelo, gruñó desde lo más profundo de su garganta.
—Sí, sí, lo que tú digas.
—Yo solo me preocupo por ti.
Un nuevo gruñido. Un nuevo intento por parte de Kiba.
—Sabes que no me importa quedarme…
Y un gruñido aún más profundo.
—¡Argh, está bien, me voy! —Casi divertido, realizó una pausa calculada—. Pero si cambias de idea…
—¡Lárgate, Kiba!
Kiba sonrió un poco con desgana, contento de ver que pese a todo Naruto no estaba tan hundido como cabría esperar. Eso o fingía realmente bien y en verdad estaba aguardando a que se marchara para desmoronarse. No sabría decirlo, pero se rendía a la evidencia: Naruto no lo quería allí. No sabía qué más podía hacer que no hubiera intentado ya y era bastante probable que, de empeñarse en permanecer ahí, terminase la noche recibiendo un puñetazo. Y no es que él no fuera duro, pero probar los puños de Naruto no era precisamente una experiencia que ansiara repetir. (No cuando el rubio todavía no había aprendido a lidiar como una persona civilizada con sus sentimientos cuando se sentía acorralado).
—Llámame si necesitas algo —insistió, pese a todo, con tono serio.
—Si necesitara algo serías la última persona a la que llamaría —aseguró Naruto, la luz que incidía en su mandíbula revelando un gesto torcido de falsa indiferencia.
Mentira, fue el pensamiento que de forma automática acudió a la mente de Kiba. Si en ese momento estaba ahí era precisamente porque Naruto lo había llamado, pero no dijo una palabra.
—Te olvidas de Sai —recordó, en cambio, con el inicio de una mueca jocosa bailándole en la boca.
—…Bien, la penúltima persona —concedió el otro, poniendo nuevamente los ojos en blanco tras alzar el rostro para mirarlo. Después volvió a dejar caer la cabeza sobre sus brazos y soltó un último gruñido—: Y ahora lárgate de una vez y déjame en paz, Inuzuka.
Kiba suspiró, miró la figura encorvada de su amigo y le revolvió el pelo con una mano ganándose un ruido bronco y amenazante por respuesta.
—Me voy, pero si Sakura pregunta por qué te abandoné en un momento así prométeme que le dirás que hice todo lo posible por quedarme.
Naruto, sin cambiar de postura, levantó el dedo corazón en su dirección. Kiba le sugirió amablemente por dónde podía meterse el dedo, le dio con la punta del pie a la silla en que se sentaba y después se marchó dejando a Naruto con su tan ansiada soledad. El rubio suspiró profundamente, ensanchando los pulmones, y relajó el gesto al expulsar el aire.
Se estaba bien, en esa íntima oscuridad.
Podían haber transcurrido diez minutos desde que Kiba se fuera, o una hora, o media, o seis.
Naruto no tenía ni idea.
No se había movido un ápice desde que el otro chico se marchara y no sabía cómo (ni lo quería saber) había conseguido entrar en un reconfortante limbo mental en el que no pensaba ni padecía, con la mente agradablemente en blanco y el ruido blando de la música navideña y las conversaciones de fondo como única compañía. Un lugar propio y privado donde el tiempo había perdido el sentido y donde podía fingir que nada había pasado.
O, al menos, así era dos segundos atrás.
De la nada una mano helada recorrió su pelo ascendiendo desde la nuca, enviándole un tembloroso escalofrío de placer espalda abajo en una caricia breve. Suspiró, estremecido. Había reconocido la mano alargada y los dedos que se hundían profundos en su pelo sin problema. Sasuke se sentó a su lado, bastante más cerca de lo que lo había hecho Kiba, y tras varias semanas Naruto escuchó de nuevo su voz.
—Vamos, usuratonkachi. No es para tanto. Aún no estáis fuera de la liga.
Profunda, uniforme y, de alguna forma, melodiosamente musical. Naruto levantó la cabeza ganándose un pequeño mareo y miró a su amigo. La repentina vuelta a la luminosidad, por tenue que esta fuera, le desestabilizó y tardó unos segundos en enfocar el rostro sereno de Sasuke. Al igual que su voz, su estúpida cara de estrella de cine seguía también tal y como la recordaba.
Asquerosamente imperturbable.
—¿Hemos perdido? Dios, lo que me faltaba —gimió volviendo a hundir la cabeza en la mesa.
Sasuke lo observó con detenimiento. Tenía mala cara y aunque en un inicio lo había achacado a la derrota que esa tarde habían sufrido los Giants (1) parecía un malestar demasiado pronunciado como para tratarse de un asunto de béisbol. Sin alterarse, lo recorrió de arriba abajo con mirada analítica: la ropa, el pelo, la postura hundida y contó las botellas vacías que había sobre la mesa pero fue incapaz de averiguar qué sucedía. ¿Cuánto llevaría así? Naruto era bueno escondiendo esas cosas y él llevaba demasiado tiempo alejado como para poder llevar la cuenta. ¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? Sasuke le había visto aguantar sonrisas falsas durante meses con una tenacidad que muchos envidiarían. Con Naruto, cualquier cosa era posible. Cualquiera.
A saber qué estará pasando por su cabeza, pensó Sasuke observando la curva abatida de sus hombros. Mentiría si dijera que le gustaría saberlo, pero lo haría también si dijera que no lo deseaba. Cerró despacio los ojos y reprimió un suspiro de cansancio preparándose mentalmente para lo que se avecinaba. Casi había olvidado lo que era montarse en esa montaña rusa de emociones encontradas.
—Tsk… —se pronunció, chasqueando la lengua, pasando de nuevo la mano por su pelo con cariño. Cuando se trataba de Naruto, siempre era complicado.
Naruto inhaló profundamente cuando volvió a sentir los dedos de Sasuke enredándose en su pelo, detectando el olor a frío y al propio Sasuke que emanaba su presencia. Era asombroso cómo una caricia tan suave podía sentirse al mismo tiempo tan masculina. Quizá se debiera a la indiscutible rudeza con que le apartaba los mechones de la cara o al simple hecho de que se trataba de Sasuke. No tenía ni idea. Solo sabía que Sasuke era bastante parco a la hora de demostrar ese tipo de afectos y todo en lo que podía pensar era que no acabase nunca.
—No pares… —exigió con voz ronca, todavía con los párpados cerrados, volviendo el rostro hacia él. La mano de Sasuke, que se había alejado con suavidad, volvió a enterrarse en su nuca tras unos instantes de invisible titubeo. El puño se cerró como una trampa sobre los rebeldes cabellos sin llegar a tirar y el hombre se inclinó discretamente sobre él.
—Cuidado con el tono, usuratonkachi. Tú a mí no me das órdenes —recordó contra su oído, su caliente aliento acariciándole la piel. A Naruto le subió una risa abrupta por la garganta pero la contuvo antes de que llegara a nacer. Eso ya se parecía más al bastardo que tan bien conocía.
Sasuke volvió a separarse con disimulo como si no hubiera pasado nada. Quizá llevaban demasiado tiempo acostumbrados al tipo rubio y derrotado sobre la mesa del local, pero nadie a su alrededor pareció darse cuenta del inoportuno acercamiento. El gesto de Naruto, lejos de alterarse ante su declaración, se había relajado y por fin parecía verdaderamente en paz, la armonía rota únicamente por una sonrisilla burlona curvándole los labios que se fue desvaneciendo poco a poco. Sasuke no supo en qué momento había abandonado su pelo, pero de pronto se encontró trazando su ceja con el pulgar mientras lo contemplaba pensativo.
Había pasado un tiempo desde la última vez que vio a Naruto, más aún desde que lo contemplara en ese estado de tranquilidad, sin máscaras ni reproches contenidos. En parte dolía, y en parte resultaba reconfortante saber que pese a todo Naruto seguía siendo él. Era una sensación extraña. Bajo él Naruto emitió un quedo "mmmh" que ascendió por su pecho y vibró en su garganta y los dedos de Sasuke, que en ese momento volvían a perderse entre los indomables mechones, se retiraron de sopetón cuando regresó de golpe a la realidad en la que se encontraban. Naruto sintió el vacío como una bofetada y, de forma previsible, abrió los ojos y se incorporó.
Los dos se contemplaron mutuamente con el sonido indefinido de la música flotando entre ellos. Naruto se había puesto serio. Los ojos se le habían oscurecido bajo la iluminación apagada del lugar, el dramatismo infantil con que se había escudado ante Kiba desaparecido por completo. Sasuke permanecía atento ante el gesto de Naruto, con la mirada insondable escondiendo toda emoción y la paciencia alerta de quien espera una explicación que sabe que está a punto de escuchar.
—He roto con Hinata.
Ahí estaba. La confesión. Sasuke suspiró y apartó la vista con un tipo de cansancio que a esas alturas Naruto ya conocía de sobra pero que nuevamente odió.
—No deberías… —comenzó antes de ser interrumpido bruscamente por Naruto.
—No me digas lo que debo hacer —susurró, inclinándose hacia él—. Estoy cansado… de que no me tomes en serio. Estoy cansado… de intentarlo una, y otra, y otra vez —dijo—, y que no sirva de nada. No te atrevas a volver a decirme qué es lo que debería hacer.
Los ojos rasgados de Sasuke, esas facciones tan puramente japonesas que tanto contrastaban con las de Naruto, se afilaron con cada palabra escuchada.
—No voy a discutir sobre esto ahora —advirtió en el mismo tono íntimo que Naruto usaba. Este soltó una carcajada amarga, sorprendida.
—No sé qué esperabas. Sabías a lo que venías.
—No.
—No, ¿qué?
—No lo sabía. Kiba me ha dicho que viniera. Que estabas… Que él se tenía que ir. No sabía que… —Sasuke expiró de forma brusca, se echó hacia atrás contra la silla y sonrió sardónico sin mirarle. Naruto sabía que, traducido a un idioma común, eso significaba profundo enfado. Casi como el que empezaba a gestarse en su interior.
—Kiba. Genial. Simplemente genial —dijo medio enredándose con las palabras, cogiendo la botella vacía de cerveza más cercana y plantándola de nuevo en la mesa con irritación. Y luego, para sí mismo—: Sabía que había una maldita razón por la que no debía haberlo llamado.
La mirada pesada de Sasuke se posó en él y con un movimiento ágil volteó con una mano su rostro de forma que quedara enfrentado al suyo. Fue solo un momento, los ojos oscuros escudriñaron en los contrarios, evaluándolo, y después, indiferente, lo dejó ir sin una sola palabra. Naruto lo retuvo por el antebrazo.
—No estoy borracho —habló con burla, directo contra su cara.
Le hacía gracia. Le cabreaba inmensamente que Sasuke tuviera esos gestos repentinos y mostrara su preocupación y después le creara esa sensación de abandono, pero le hacía gracia.
Uchiha le aguantó el envite sin mover un músculo, sin una mueca de desagrado y, por descontado, sin perder la calma.
—…¿Cómo estás? —devolvió.
—Cansado —repitió como un acto reflejo cerrando los párpados y soltando su agarre. Reclinó la espalda en la silla acoplándose rápidamente al cambio de conversación. Con Sasuke siempre era así—. No era justo. Ni para ella ni para mí. Supongo que no querrá verme en un tiempo.
Volvió a coger la botella de cerveza y jugueteó con ella descuidadamente, inclinándola sobre la mesa hacia los lados y buscando que los mortecinos haces de luz atravesaran el vidrio. Sasuke no abrió la boca, y se dedicó a contemplarlo en silencio. El ambiente, por raro que pareciera y a pesar de la evidente tensión, distaba mucho de resultar incómodo para ninguno de los dos, quizá porque esa había sido siempre su forma de relacionarse o porque, llegados a ese punto, existían pocas cosas capaces de rebajar la intimidad que compartían.
Si le preguntaran a Kiba, diría que la facilidad con la que ese par se comprendía era algo escalofriante, como si hubieran desarrollado un sexto sentido a lo largo de los años o algo similar. Sabía, pese a lo que intentara hacerle creer Naruto, que él no era la última persona a la que el rubio llamaría en esa situación pero sabía también, desde luego, que tampoco era la primera y no albergaba duda alguna sobre quién ocupaba el puesto de honor. La verdad es que se había sorprendido cuando Naruto lo había contactado, evasivo y apagado, y la extrañeza por que le llamara precisamente a él no había hecho más que aumentar sabiendo como sabía que, al igual que él, Sasuke se encontraba en casa preparándose para disfrutar del partido, libre y disponible. Si Kiba le había hecho acudir era porque realmente estaba preocupado por Naruto y porque creía que ahí donde él no había sabido qué hacer una vez rechazados sus infructuosos intentos por animarle Sasuke haría lo que fuera que Naruto necesitara sin necesidad siquiera de que este lo pidiera, ya se tratara de dejarlo llorar sobre su hombro, emborracharse hasta perder el sentido o salir y enzarzarse en una pelea a puñetazo limpio en algún callejón.
Y no se equivocaba.
El problema, aunque Kiba no tuviera forma de saberlo, era que en esos momentos Sasuke no estaba dispuesto a darle lo que necesitaba. O lo que Naruto creía necesitar.
—Sasuke…
—Déjalo —cortó con un suspiro y un repentino agotamiento que se reflejó sin fisuras en sus facciones normalmente inalterables. Naruto apretó los dientes pero Sasuke se le adelantó a la hora de hablar.
—Lo mejor será que me vaya. —Las palabras cayeron como un mazazo y sacudieron a Naruto de arriba abajo. Sus manos se crisparon y su lengua se atoró al reprimir el ¡No! que le subía por la garganta—. Llamaré a Kiba.
—No —dijo, quizá de forma demasiado precipitada pese a haber podido contener su impulso inicial. Tragó saliva e hizo un esfuerzo por serenarse—. No. Espera. —Una parte de él se sorprendió al ver que Sasuke permanecía inmóvil, aguardando. La otra se afanaba desesperadamente por encontrar una razón que lograra retenerlo—. No es necesario. No lo hagas.
Suspiró, cerrando los ojos y mordiéndose la lengua. ¿Qué hago? ¿Qué estoy haciendo? se preguntó, sin poderse responder. Podía imaginar a la perfección la mirada oscura de Sasuke clavada en él, profunda, calculadora, calibrando en silencio pensamientos que no sería jamás capaz de adivinar. Antes era fácil estar con Sasuke. Ahora parecía incapaz de permanecer a su lado sin presionarlo, tirando de su amistad hasta deformarla y convertirla en algo irreconocible.
No podía, pensó con la ligera sensación de algo asfixiante enroscándose en su pecho. No podía seguir así.
—Lo siento —volvió a suspirar, agotado. Apoyó el codo en la mesa y escondió el rostro en su mano, respirando hondamente al notar el relativo frescor de la palma contra la piel caliente. Volvía a sentir como si el mundo diera lentas vueltas a su alrededor y no era para nada una sensación agradable—. Puede que sí esté un poco borracho —reconoció con una sonrisa torcida al cabo de unos segundos. No era una sonrisa alegre.
Sasuke no dijo nada durante un buen rato, dejando que lo que fuera que estuviera carcomiendo a Naruto se diluyera lentamente en el aire. Finalmente Naruto alzó la cabeza y centró la vista en los ojos contrarios, que parecían no despegarse de él.
Je. Totalmente impenetrables, como esperaba. Fue probablemente por eso por lo que no pudo anticipar lo que vino a continuación.
—¿Quieres que me vaya?
Lo dijo sin esfuerzo, con calma, como si realmente no le importara la respuesta, como si no fuese más que una pregunta como cualquier otra, y quizá fuera eso lo que hizo renacer de golpe la furia en el interior de Naruto, o quizá fuera el saber que Sasuke haría lo que le dijera sin vacilar un instante, o el comprender que seguramente Sasuke creía que así les estaba haciendo un favor a los dos.
—Entre ella y tú —comenzó, y los ojos de Sasuke se entrecerraron con lentitud—, tengo muy claro a quién escoger.
—El problema —siseó él de lo mucho que bajó la voz—, es que no debías hacerlo.
Se hizo un silencio intenso en el que una creciente tirantez envolvió el cuerpo de Naruto, el de Sasuke y cualquier centímetro cúbico de aire interpuesto entre ambos. Había algo que lo empujaba a él, algo profundo e innombrable que tiraba de él y lo confundía y que nunca había sentido con nadie más. Naruto le miraba con toda la firmeza del mundo en sus pupilas intentando comprenderlo, y comprenderse a sí mismo, y hacérselo comprender, todo a la vez, y Sasuke le devolvía una mirada turbia y penetrante y tras la capa de autoimpuesto dominio Naruto pudo ver durante un breve instante todo lo que se agitaba detrás, la rabia contenida, el enfado por haberse visto arrastrado a esa situación en contra de su voluntad y emociones temblorosas que Naruto no supo interpretar y que desaparecieron tan pronto como Sasuke volvió a imponer un férreo control que cortó de golpe la tormenta que ya se cernía sobre ambos. Los ojos negros apartaron la mirada y la tensión que había estado atenazándole el estómago a Naruto se aflojó como un globo que se desinfla y su propia rabia se apagó sin fuerza como un fuego bajo una lluvia torrencial, dejando tan solo el temor vago pero agudo de todo lo que podía perder si seguía así.
—Sasuke…
El nombrado negó con la cabeza.
Naruto sintió una sensación extraña y húmeda subiéndole por la garganta. No eran exactamente ganas de llorar, pero se le parecía bastante. Era una mezcla de miedo, culpa, y la conciencia de sentirse perdido y solo. Se pasó una mano por el rostro mientras que poco a poco la sangre dejaba de bombear furiosa contra su sien y su revuelto hilo de pensamientos se enfocaba y desenfocaba sin un orden concreto. ¿Lo sabría, Sasuke? ¿Sabría que la intensidad de todo lo que despertaba en él hacía que por primera vez en su vida sintiera verdadero temor por la posibilidad de perder el control?
—Agh…
Naruto suspiró entre sus manos con la cabeza echada hacia atrás y una rara sensación de letargo extendiéndose por sus piernas estiradas. Nunca se había sentido tan asustado, y la angustia acumulada lentamente a lo largo de los meses parecía haber alcanzado su cénit. No podía perder a Sasuke. No podía.
Con un último suspiro se pasó las manos por el pelo y se echó hacia adelante con decadente brío y, aunque jamás lo reconocería de nuevo, la mirada algo borrosa. Una parte de su cerebro le dijo que, dadas las circunstancias, emborracharse del todo no era una mala opción. Así de paso podría celebrar con un poco de dignidad la derrota de su equipo, pensó con sombría ironía. Un gran brindis por todos los perdedores del mundo. Kanpai (2).
—¿Y ahora qué, Sasuke-teme?
Por un esclarecedor momento Naruto vio en los ojos contrarios que él tampoco sabía qué hacer y la sensación de que habían llegado a un punto muerto le hizo experimentar un desagradable vuelco en el estómago. No podían volver atrás pero tampoco parecía que pudieran seguir avanzando. No había adónde ir.
Sasuke se puso de pie.
—Vamos. Te acompaño a casa.
O tal vez sí.
Tras unos instantes Naruto decidió agarrarse con todas sus fuerzas a la salida que Sasuke le ofrecía. Esbozando una sonrisa y haciendo un esfuerzo sobrehumano lo miró con toda la insolencia que fue capaz de reunir (lo que, tratándose de él, fue mucha).
—No estoy tan borracho —dijo.
Pese a sus palabras, se levantó esperando que el mundo no girara demasiado y maldijo entre dientes cuando se vio obligado a apoyar una mano en la mesa para mantener el equilibrio. De repente todo el agotamiento, toda la tensión y todo el desgaste emocional de las últimas horas se volcaron sobre él como un chaparrón y Naruto deseó más que nunca encontrarse en su cálida cama y olvidar ese día de mierda, la cara llorosa de Hinata, su propio corazón roto, el fantasma de los dedos en su pelo.
Los ojos altivos de Sasuke siguieron estrechamente sus movimientos vacilantes, y fiel a su áspera personalidad no se cortó con su hablar mordaz.
—¿Necesitas ayuda?
—¿Necesitas una cara nueva?
—Hn.
Sasuke dibujó una sonrisa de esas suyas, oscuras y de extraña diversión en la comisura de la boca y después dio media vuelta sin molestarse en esperar al otro, más que seguro de que Naruto lo lograría alcanzar sin problemas aun si apenas era capaz de dar un solo paso. Siempre había sido así, de cualquier forma, aunque por una vez el triunfo no estaba en intentar alejarse y marcar la diferencia con él, ni siquiera en dejar patente quién marcaba el ritmo y quién seguía a quién. Estaba, sobre todo, en recuperar la normalidad y regresar a esa competitividad que definía los límites de su amistad y que, esa noche más que nunca, necesitaban recuperar. La ruptura con Hinata no había debido ser fácil y Sasuke sabía, aun cuando el propio Naruto no lo hiciera con la profundidad que debiera, que lo que verdaderamente necesitaba en esos momentos era un amigo, y eso sí se lo podía dar.
Así que cuando Naruto salió al frío de la calle, donde Sasuke lo aguardaba, lo empujó brevemente por el hombro con el toque a un tiempo íntimo y rudo que siempre habían usado haciendo que echara a andar en la dirección adecuada y se dedicó a vigilar sus pasos desde atrás dándole a Naruto el espacio que necesitaba y que él mismo requería. Su espalda, ancha y fuerte, marchaba ante él recta y extrañamente desprotegida.
Suspiró.
Cuando se trataba de Naruto, siempre todo era complicado.
Todo en orden. Lo llevo a casa. Me debes una.
No muy lejos de allí, con un refresco en la mano, una gorra de los Giants calada hasta las cejas, la enorme cabeza de Akamaru aplastando sus rodillas y el reflejo parpadeante del televisor deslumbrando sus retinas, Kiba sonrió librándose por fin de la pesada bola de inquietud que había tenido en la garganta desde que dejara a Naruto hacía un par de horas. En ningún momento había dudado de que Sasuke lo conseguiría pero, como siempre, le sorprendía su maldita efectividad. Separando solo un ojo de la pantalla, comenzó a teclear con rapidez.
Cuídalo bien, Uchiha.
Escribió de vuelta con manifiesta burla, palmeando el cuello del perro y venciendo la tentación de añadir algún comentario sobre conseguirse un traje de enfermera. Había algo indudablemente gracioso en la imagen de Sasuke encargándose de alguien no solo borracho sino emocionalmente sensible y Kiba casi deseó estar presente para poder burlarse en directo. No habían pasado ni cinco segundos cuando el teléfono volvió a vibrar sobre el brazo del sofá.
Disfruta del partido, Inuzuka.
Como un idiota Kiba se quedó varios segundos contemplando con recelo los inusuales buenos deseos de Sasuke hasta que comprendió lo que se ocultaba realmente tras las palabras. En el televisor, el clamor de la afición ante un espectacular home run de los Tigers (3), que daban la vuelta al partido, ahogó su voz.
—Será hijo de…
Akamaru gimió.
El trayecto en taxi fue silencioso y ayudó a que las brumas alcohólicas que cubrían la mente de Naruto se despejaran un poco. Con la frente apoyada contra el cristal agradablemente frío se había dedicado a contemplar el paso de las luces de la ciudad y los colores navideños. De vez en cuando desviaba la vista a su izquierda y una sensación cálida le recorría al observar el conocido perfil de Sasuke.
Continuaron sin decir una palabra hasta que, ya en la puerta de su casa, con la mano en el pomo y la hoja a medio abrir, Naruto se quedó quieto. Giró la cabeza sobre su hombro y miró a Sasuke, varios pasos por detrás de él, apoyado en la barandilla. La noche se abría a sus espaldas y el resplandor naranja de las farolas de la calle alcanzaba a iluminar su silueta creando sombras atrayentes sobre sus rasgos. El taxi se había ido y el frío ascendía en vaharadas blancas al ritmo de su tranquila respiración. Si la temperatura se mantenía así, era probable que esa noche nevase.
—Puedes quedarte —le dijo.
—Lo sé.
—No voy a hacer nada.
—Lo sé —repitió, aunque no se movió. Se miraron en ese pasillo angosto iluminado por una hilera de finas bombillas. Sus ojos chocaron sin fuerza, con una sensación de vacío en la boca del estómago que paradójicamente se sentía pesada, y el tiempo se redujo a un instante, a ese instante, a un temblor en la pupila, a las palabras nunca escuchadas, a un simple latido de corazón.
Al final durmieron abrazados, en una cama que olía a Naruto y en la que apenas cabían los dos. Sasuke se levantó con dolor de espalda y el corazón abierto. Naruto despertó con el calor de Sasuke arraigado en el cuerpo y sus manos aferradas al vacío.
(0) Veni, vidi, vici – Llegué, vi, vencí. Locución latina atribuida a Julio César tras la victoria de una de sus batallas. Se usa para resaltar la facilidad y rapidez con que se logra cumplir un objetivo (igualito que Naruto en esta historia, vaya).
(1) Yomiuri Giants – uno de los equipos profesionales de béisbol de Japón. Asentado en Tokio, es uno de los más populares y el que más campeonatos ha ganado hasta el momento en territorio nacional. Es el equipo de Kiba y de Naruto.
(2) Kanpai – el típico brindis japonés. Se dice al chocar las copas y celebrar ocasiones especiales.
(3) Hanshin Tigers – otro de los grandes equipos de Japón. Guarda una fuerte rivalidad con los Giants, siendo algo así como los grandes rivales de la liga. Por descontado, es el equipo al que apoya Sasuke.
Envidia's notes: hace mucho tiempo que tengo esta historia dando vueltas por el ordenador (y no sé muy bien por qué, porque es bastante simple). Me ha costado horrores escribirla y aún no tengo claro cómo ha quedado, pero ha llegado el momento de publicarla de una vez. Es un three-shot, está todo escrito al 95% y no debería tardar mucho en subir el resto de caps. Muchas gracias por leer, como siempre agradezco un montón los comentarios y las críticas. ¡Nos vemos en el próximo!
