Título: Rapunjeel y Natsuzel
Atención: Hiro Mashima es el dueño de Fairy Tail y el personaje extra que aparecerá pertenece a Rumiko Takahashi.
Resumen: Dos chicos, dos princesas- una con complejo por su delantera y la otra con su infinita soledad- y una maniática del cabello. Si bien esos chicos eran hijos de dragones, la loca secuestradora era un dolor de cabeza y ellos preferían no huir. ¿Qué harán las princesas acomplejadas entonces? Este fic participa en el Reto de Febrero: "Había una vez…" del foro "El Gran Reino de Fiore"
Nota de la autora: ¡Hola tarola mis lectores preferidos/as! ¿Cómo están? Bueno, yo estoy…¡COMPLETAMENTE LOCA! ¡COMO PUEDE MASHIMA DEJAR EL MANGA CON ESE TÍTULO DEL PRÓXIMO CAPÍTULO! ¡VOY A MORIR DE TANTO FANGIRLEAR! ¡ES UN TROLL SINVERGUENZA!
*Suspira y toma un vaso con agua*
Dejando la cruda realidad de lado vengo a cumplir el reto de febrero del fórum El Gran Reino de Fiore que consistía en adaptar un cuento infantil, en mi caso Rapunzel, a los personajes de Fairy Tail además que volar un poco y cambiar alguna que otra cosa pero sin alejarse de la esencia del cuento en sí.
¿Piensan que estuve con mucho polvo de hada, no? ¡Pues sí!
Sin más que agregar disfruten del cuento o fic, como quieran llamarlo.
¡Nos vemos en la nota de abajo!
Había una vez un matrimonio, mejor dichos dos matrimonios, que deseaban hacía mucho tiempo tener un hijo.
— ¡Cállate Igneel!
— ¡Deja de joder Metallicana! ¡Yo seré padre primero! — recriminó el nombrado.
— Gee-hee ¿Tú y que dragona? — indagó desafiante.
De pronto una fuerte envestida abatió a Metallicana quien al incorporarse observó a una dragona de escamas carmesí junto al dragón de escamas rojas con el que discutía hace instantes.
— Esta dragona — Igneel ayudo a incorporarse al otro dragón y lo colocó frente a la reptil femenina — Metallicana, ella es Terry. Terry, es el Metallicana, el dragón de hierro.
Ambos dragones se saludaron con un rugido amistoso y Metallicana no se quedó atrás tras ese encuentro, en poco menos de un año ambos dragones volvían a discutir de paternidad ahora con sus esposas presentes.
— Cuando conocí a Metallicana no pensé que esto seguiría. — expresó Eduarda*, la dragona de acero esposa del nombrado.
— En verdad llevan casi año, ¿No crees de deberíamos darles un hijo y ya? — indagó Terry a su acompañante quien asintió con pesadez.
Y tras mucho pelear, al fin dieron las dragonas esperanzas a sus esposos que querían se cumpliesen sus deseos. En la alcoba de cada matrimonio- quienes habían accedido a convivir juntos con tal de que sus esposas portadoras de sus hijos estén alegres y nada jodones- había una ventana pequeña, cuyas vistas daban a un hermoso huerto, en el cual se encontraban toda clase de flores y legumbres. Se hallaba empero rodeado de una alta pared, y nadie se atrevía a entrar dentro, porque pertenecía a una hechicera muy poderosa y temida de todos, que según los rumores de tierras lejanas, ella había sido asesinada por un hombre-perro del cual ella había querido quitar su cabello plateado como la luz de la luna.
Un día estaba donde sus esposos no peleaban, por suerte, ambas dragonas se encontraban sus alcobas y estaban en la ventana mirando al huerto en el cual vieron un cuadro plantado de rapunzeles, y les parecieron tan maduros y tan frescos, que sintieron antojo por comerlos. Pese a ellas comer carne-no humana- los gustos por los vegetales o frutos debería de ser menos pero no evitó que el antojo de ambas creciese de día en día.
— ¿Lo has visto, Eduarda?
— Por supuesto Terry, cada día que pasa mi paladar los deseas más.
Ambas dragonas solo mencionaban aquellos frutos y suspiraban con pena, y, como no había algún otro alimento que pudiese satisfacerlas, las dragonas comenzaron a estar tristes, pálidas y enfermizas. Ante esos estados los dragones esposos de ellas, asustados, decidieron indagarlas.
— ¿Qué te ocurre Terry?
— Querido Igneel, si no puedo comer esos deliciosos rapunzeles que veo con deseo todos los días desde nuestra alcoba, moriré de seguro.
E Igneel, buen esposo que no quería ver morir a su esposa y al pequeño que iba en su vientre, fue por aquellos frutos al huerto perteneciente a la bruja temida.
En el cuarto lindero, ocurría algo similar, pero al estilo del hierro y el acero.
— ¿A ti que te pasa Eduarda? No estas nada gorda.
— Oh Metallicana, ¡Necesito esos frutos llamados rapunzeles del huerto de aquella bruja! ¡Si no moriré de hambre!
El dragón negó a su esposa.
— ¿Y yo que consigo a cambio?
Eduarda suspiró.
— ¡Cabeza de tornillo! ¡Tú hijo no morirá!
— Ah, entonces sí. — entonces Metallicana salió al patio que daba al terreno de la bruja donde se encontró con su compañero dragón de fuego.
— ¿Tú esposa también? — se indagaron en unísono y también se asintieron así.
— Solo esto y luego me te juro que iré a donde Gradine por unos calmantes. — resopló el dragón de hierro.
— Cuando vayas, no te olvides de mí. — acotó Igneel mientras ambos se dirigían por los jodidos frutos.
El primer día fue fácil, ambos prepararon un banquete con los rapunzeles: ensaladas, tartas y pasteles y eso, lamentablemente para los dragones, les supo tan bien, tan bien, que al día siguiente las dragonas tenían muchas más ganas todavía de volverlo a comer, no podían tener descanso si sus maridos no iba otra vez al huerto.
Así fue por dos semanas.
— Sigo pensando en los calmantes.
— Yo también, pero ya van dos semanas que no podemos estar un momento sin venir a este huerto.
— Lo sé, ¡Esto me está oxidando! — se quejó el dragón de hierro.
— ¿Crees que para mí es fácil?... ¡Hace días que no como un buen bocado de fuego! — Igneel sollozo apenado.
Mientras los dragones sufrían, no se percataron que una presencia femenina observándolos desde las sombras de la noche. Esta era la presencia de Yura Sakasagami, una mujer amaba el buen cabello, sedoso y suave.
— ¡Ustedes par de dragones! — les dijo encolerizada — ¿Cómo se atreven a venir a mi huerto y a robarme mis rapunzeles como unos ladrones? ¿No saben que puede venirles una desgracia de parte de esta sensual servidora frente suyo?
Los dragones parpadearon confundidos. En ojos humanos, quizás esa mujer de cabello corto castaño sería una fruta prohibida, pero ellos eran dragones y a una fémina humana no la hallaban atractiva-aunque estuviesen en su forma humana-para ellos, las verdaderas sensuales eran dragonas tenaces y fuertes, como sus esposas.
— Ah…— respondieron los grandes voladores un tanto dudosos
— ¿Y bien? ¿Cuál es su excusa? — indagó la mujer.
— Bueno vera señorita…— Igneel era el mejor medidor de los dos dragones en cuestión de palabras. De cosas físicas, era mejor su compañero. —…nuestras esposas dragonas han visto sus rapunzeles desde la ventana, y se le han antojado de tal manera que morirían si no lo comiesen.
La hechicera entonces pensó, ¿Qué podía resultar de esas dragonas? Sí ya habían tomado grandes raciones de sus frutos era obvio que esos bebés serían unos chicos humanos con poderes de dragones y a su mente se le vino la posibilidad ¿Cómo sería el cabello de un dragón? Pocos de esos había tenido en su poder y le habían resultados suculentos, y ahora podían tenerlos… ¡De por vida! Puesto que los dragones regeneran escamas, esos chicos regenerarían aquellas cabelleras de por vida para ella y solo para ella. ¡Esos bebes debían de ser tuyos!
Y Yura les dijo entonces deponiendo su enojo: — Si es así como dices, tomen cuanto rapunzeles quieran, pero con una condición: tienen que entregarme el hijo que dé a luz su esposa. Nada le faltará mis escamosos hombres, y los cuidaré como si fuera su madre.
Igneel y Metallicana se miraron consternados.
— ¿Qué haremos Salamander? — murmuró el portador de hierro al de fuego.
— Ver a mi hijo, aunque sea solo por unos minutos y que luego se lo lleve esta vil mujer es preferible a ver morir a mi esposa y el bebé que no veré nacer. — confesó Igneel algo apenado. Si bien era algo que afectaría a su amada Terry, lo creía lo mejor.
Metallicana no estaba convencido pero no tenía alternativa. Estaba de acuerdo con su compañero dragón de eso era la mejor salida pero ellos y sus respectivas esposas.
— Aceptamos — dijeron ambos a regañadientes.
Yura sonrió con perversidad y les expresó: — Han de saber que mi nombre es Yura Sakasagami y futura madre de sus hijos, escamosos hombres.
Y pasaron los meses para que ambas dragonas dieran luz- para sorpresa de todos- a unos niños humanos.
— Mi querida, esto es un efecto secundario de comer aquellos frutos. — declaró Igneel ante la mirada consternada de Terry y Eduarda.
— No importa, lo quiero así, sigue teniendo esa mirada dragón que tienes tú. — expresó tomando al recién nacido entre sus garras con algo de pena, en breve lo separarían de él.
Ante ese cuadro alegre y penoso, Metallicana miro a su esposa de acero que también miraba con mucha estima aquel camarón humano de pelo negro.
— ¿Lo quieres igual? — le indagó Metallicana. Eduarda asintió. — ¿Aunque sea un feo bebé humano?
— Podrá ser horripilante incluso, pero tiene esa mirada de idiota de buen corazón que tienes tú, cabeza de tornillo. — El dragón miro a su hijo unos momentos, era cierto: esa mirada de desafío hacia el mundo con una pizca de bondad era la que adornaba esos ojos carmesí del recién nacido.
— Gajeel…— murmuró Eduarda. —…sé que es tonto nómbralo porque se ira, pero me gustaría llamarlo así.
— Dragona, nómbralo como quieras — y un poco apenado al recordar que se iría, Metallicana colocó al lado de la canasta del pequeño un grupo de plumas oscuras — Espero no seas idiota y te olvides de tus padres.
Por otro lado, Igneel hizo algo similar, colocó una bufanda alrededor del cuello diminuto de su pequeño Natsu.
— Te nombramos Natsu por la época en la naciste, hijo mío. — comenzó a decirle el dragón de fuego — No podremos verte crecer ni saber de tu destino pero por menos me gustaría darle algo de mí: una bufanda de escamas blancas para que sepas que eres un dragón de todas formas, no importa tu cuerpo.
La hechicera se presentó en la morada y sonrió satisfecha, era como lo había predicho: dos hijos de dragones que podían regenerar sus cabellos. Él hijo de los dragones de fuego tenía un bello y colorido cabello rosa, mientras, el bebé de los dragones de hierro y acero si bien tenía un pelo oscuro, el hecho de tener diminutas partículas de hierro y acero en él le daba un brillo esplendoroso a esa cabellera.
— Gajeel y Natsu…— habló Metallicana, para sorpresa del trio de dragones. —…al menos conservas sus nombres, mujer loca por el cabello.
— Mira tú dragón de hierro, ahora son míos y les daré un nombre que yo quiera. — exclamó Yura de manera amenazante. — pero como soy una linda chica, cumpliré lo que dices: Rapunjeel será tu niño y Natsuzel será el pequeño escupe fuego.
Y sin más la mujer salió de allí dejando un ambiente de pena entre los dragones. Rapunjeel y Natsuzel eran las criaturas más hermosas que ha habido bajo el sol. Para Yura Sakasagami fue difícil lidiar con los poderes de fuego y hierro que tenían sus hijos, pero supo lidiarlos hasta cuando cumplieron los doce años que los encerró en una torre que había en un bosque, la cual no tenía escalera ni puerta, sino únicamente una ventana muy pequeña y alta.
Cuando la hechicera quería entrar se ponía debajo de ella y decía: — ¡Rapunjeel, Natsuzel, echen sus cabellos que yo subiré por ellos!
Pues ambos chicos tenían unos cabellos muy largos y hermosos y tan finos como el oro hilado. Apenan oía la voz de la hechicera ocurría lo siguiente:
— ¡Joder! ¡Otra vez esa loca del cabello! — bufó el hijo de Metallicana y Eduarda. — Te toca ir a ti, Salamander.
— ¡Espera come-hierro! ¡La loca nos llama los dos por esos nombres afeminados y por eso debemos ir los dos! — acotó el hijo de Igneel y Terry.
— Mira, agradezco saber que este plumaje estaba un nombre más adecuado a mí: Gajeel.
— Digo lo mismo, esta bufanda tenía escrito Natsu aunque tú me dices Salamander.
— Tsk, no me preguntes que me impulsa a hacerlo, es como si lo supiera desde que nací.
Nuevamente el canto de la mujer llegó al oído de Gajeel y Natsu.
— Dejemos de hablar y hagámosle caso a la loca. — y sin más Gajeel asintió y junto a su compañero de torre tiraron sus cabellos negros y rosados, respectivamente, hacía el suelo para que Yura Sakasagami subiese.
— ¡Hola mis amores dueños de hermosos cabellos! — exclamó besando las mejillas de ambos. — ¿Cómo están?
— Lo mismo de siempre, loca. — acotó Gajeel tras un bufido.
— Oh mi querido Rapunjeel, ¿Por qué no eres como Natsuzel y me dices mamá? — exclamó la hechicera tomando hebras oscuras del indagado. — ¿Acaso quieres que te regañe?
Gajeel tragó saliva, los castigos de su mamá siempre aparecían cuando alguno de los dos no se adaptaba a sus peticiones. ¡Y vaya que eran castigos!
— No, no quiero castigo…mamá…— lo último lo dijo casi en un murmullo asqueado, pero convincente para Yura.
— Bien dicho — y ella se alejó de Gajeel y miro a Natsu. — Natsuzel, trae contigo unas sillas y ponte a hacerles masajes a tu madre.
El nombrado asintió y se dispuso a cumplir su orden mientras la maniática del cabello quitaba hebras rosadas de él. Con el rabillo del ojo miraba a su compañero, si bien peleaban, era la única persona con la podía hablar y estar tranquila, por alguna razón ambos sabían que esa mujer no era su madre ni mucho menos su amiga.
Era alguien que los había separado su verdadero lugar y ellos algún día tendrían que averiguarlo y volver.
— ¡Continua hijo y no mires el insolente de tu hermano! — irrumpió Yura el hijo de Igneel quien volvió su vista a los pies que estaba por masajear.
Tenían que volver, pero les sería imposible siendo custodiados por aquella maniática del cabello que y castigos siniestros.
Y esa era vida que llevaban Natsu y Gajeel. Más sucedió, trascurridos unos años, que pasó por aquel bosque un par de princesas algo acomplejadas con ellas mismas.
Levy McGarden se veía a sí misma como una muchacha que no tenía nada que lucir a sus dieciocho años, aunque tuviera pretendientes, estos solos la cortejaban para desposarla y así tomar el mandato del reino de Fiore. Al ser una mujer con sabiduría y cerebro, a todos los rechazaba y ellos, por ser idiotas y malditos, le decían a ella:
— De todas formas no me casaría con mujer plana como tú.
Y la pobre estaba aturdida por su falta de busto a causa de esos dichos.
Lucy Heartfilia, al contrario de su prima, era una chica de la misma edad bien dotada de cuerpo pero con otro complejo: el complejo del amor verdadero. Si bien de las dos ella era la más "aprincesada" no estaba conforme con los príncipes azules que les hacía presencia. Eran demasiado superficiales y siempre procurando que ella no tocase ni se moviese, como un florero la trataban y a ella no le convencía eso. Ella quería ser salvada, pero tampoco terminar como una mujer dependiente de un hombre, ella soñaba con escribir y ser independiente, pero eso no se lo brindaban esos pretendientes del reino. Y por eso los rechazaba y ellos le decían:
— Obvio que siendo rubia iba a ser una tonta.
Y la tonta rubia les proporcionaba una patada donde más le podía doler.
Estas princesas eran las que vagaban por el bosque pensando en sus complejos y anhelando resolverlos cuando un oyeron un estruendo ruido que llego a sus oídos.
— ¿Qué será eso? — indagó la princesa peli-azul a la rubia.
— Viene de esa torre, debemos ir a ver. — indicó Lucy Heartfilia y ambos princesas se dirigieron allí.
¿Y quienes hacían dicho ruido? Pues eran Rapunjeel y Natsuzel que pasaban el tiempo en su soledad entreteniéndose en repetir con sus hoscas voces las más agradables canciones compuestas por el primero nombrado.
— Quienes sean los cantores, son unos adictos al rock and roll. — acotó la princesa Lucy dirigiendo su vista a la torre. — Pero debo admitir que son melodías agradables.
— Estas en lo cierto querida prima, el rock podrá ser ruidoso, pero tiene su propio y atrayente poema. — y Levy McGarden no pudo evitar mirar la torre con curiosidad ¿Serían buenos mozos aquel par de cantantes de rock? — Deberíamos entrar. — agregó a lo que la rubia asintió.
Ambas princesas hubiesen querido entrar, y buscaron la puerta de la torre, pero no pudieron encontrarla. Estuvieron dispuestas a irse derrotadas a su casa, pero el cántico había penetrado de tal manera en sus corazones, que iban todos los días al bosque a escucharlos. Estando ambas un día debajo de un árbol, vieron que llegaba una hechicera, y la oyeron decir: — ¡Rapunjeel, Natsuzel, echen sus cabellos que subiré por ellos!
Rapunjeel y Natsuzel entonces, dejaron caer su cabellera y la hechicera subió por ella.
— Si es esa la escalera por la que se sube — dijo el princesa Levy — Quiero yo también probar fortuna.
— ¿Crees que aquellos cantores confundan nuestra voz con de aquella mujer? — indagó la princesa Lucy no convencida del plan de su pariente.
— Oh Lu-chan, piensa en esto como el momento clímax de la historia donde el protagonista toma las riendas del destino y tira todo a su favor.
Lucy pensó unos momentos.
— De acuerdo prima, te haré caso.
Y al día siguiente, cuando empezaba a anochecer ambas princesas se acercaron a la torre y entonces Levy dijo: — ¡Rapunjeel, Natsuzel, echen sus cabellos que yo subiré por ellos!
Enseguida cayeron los cabellos y subieron ambas princesas.
— Oye, ¿No está más pesada hoy la loca? — murmuró interrogativo Gajeel a Natsu. Si hablaba alto podía llevarse un castigo de Yura Sakasagami.
— Es cierto, ¿Traerá algo acaso? — se preguntó el apodado Salamander.
La duda les fue quitada cuando ambos vieron como dos mujeres jóvenes, y no una mujer mayor pero bien cuidada de cuerpo, entrar por la ventana. Al principio se asustaron pensando que les haría su madre si se enteraba que había gente desconocida en la torre, pero ambas chicas comenzaron a hablarles con la mayor amabilidad- y algo acaloradas porque los cantores estaban para partirlos en cuatro- y les refirieron que su cántico las había conmovido de tal manera su corazón, que desde entonces no habían podido descansar un solo instante y se habían propuesto verlos y hablarles.
Ante eso, Gajeel se sintió orgulloso por ver que letras eran poemas puros y Natsu por saber que su voz no era un perro enfermo y agónico como le decía la hechicera. Con el miedo ya perdido, ahora turno de los compañeros de torre indagar a las doncellas.
Fue así como fue pasando el tiempo.
Las princesas, ocultas de Yura Sakasagami, oían durante la tarde el canto de los jóvenes quienes le dieron sus verdaderos nombres, Gajeel y Natsu. Por la noche y cuando la maniática del cabello se iba, ellas subían y se reunían con ellos para conversar y reír hasta el inicio del alba.
Y no fue de esperarse que el corazón de los cuatro comenzara a removerse.
— ¿A ti te gusta Natsu, no? — indagó una tarde de oír canto Levy a su prima. — Puedo ver cómo te quedas dormida junto a él y como él te abraza por la cintura de manera posesiva.
La princesa rubia estaba toda roja.
— Bueno…quizás…no sé…— y suspiró, no podía mentirle a Levy. Aquel peli-rosa algo idiota y despistado había llenado su ser amor. Y aunque intentara protegerla como sus pretendientes del reino, en cierta forma ella participaba de protegerse a sí misma, y eso le parecía ideal. — ¡Si me gusta! ¿Contenta? — Levy aplaudió completamente feliz — Pero ya que hablamos de chicos, ¿A ti Gajeel te gusta, no?
— Etto…— Levy sabía que no podía mentirle a nadie, y menos a su prima. Gajeel, pese que lo que diga su aspecto, era todo un corazón de bondad cubierto en una coraza de hierro- o así se describe él-y cuando ella le preguntó si la veía alguien bonita o no y él le había dicho:
— ¿Por qué te fijas si eres bonita o no, enana? Vale que es importante, pero sabes mucho y escribes cosas que se vuelven lo que es. ¡Haces hierro, enana! ¡Hierro!. Pero si tengo que responder esa cosa pues eres bastante mona.
— ¿Y qué hay de que no tengo pechos? — le habría indago ella mirándose.
— Gee-hee, yo creo que están preparándose para el indicado. Pero como están ahora se ven suaves y dan ganas de apretarlas.
Levy se puso roja el recordar eso.
Pero no solo las chicas se indagaban sobre si amaban a los cantores o no. También ellos se indagaban en relación a las princesas.
— ¡Calmado Salamander! La coneja y la enana ya vendrán. — calmó Gajeel en unas de tantas noches en las que las princesas iban a su torre.
— Lo sé, lo sé — expresó él — Pero Yura se fue hace bastante rato y ellas siguen sin venir.
El hijo de Metallicana y Eduarda suspiró.
— ¿A ti te gusta la coneja?
La cara de Natsu se puso roja.
— ¡¿Qué cosas dices come-hierro?! — indagó totalmente nervioso y comenzando a temblar ante la imagen de Lucy en su mente — ¡Solo somos amigos!
— Oh Salamander, no soy idiota. Bien que deseas tenerla en tus brazos. — Gajeel le guiño el ojo. — Y es obvio, yo también desearía eso…— en ese momento el peli-negro tapó su boca. Había hablado de más.
Natsu sonrió con picardía.
— ¿Y a ti te gusta Levy? ¿O no, Gajeel?
Era el indagado quien estaba rojo ahora.
— ¡Calla Salamander, calla por tu bien! — le recriminó ocultando su sonrojo entre sus brazos.
— ¡Anda dilo! — incitó el apodado Salamander a su compañero. — Mírame a mí: ¡Me gusta Lucy y le daría duro contra el muro!
Gajeel se atragantó al oír al peli-rosa. ¡Lo había dicho, joder! ¡Y antes que él! Pues no tenía remedio, miro a Natsu a los ojos cruzando mirada carmesí con jade y expresó:
— Me gusta la enana en todo su diminuto ser que tiene. ¿Feliz?
Tras eso Natsu se burló del devora-hierro un rato y luego eso termino en una risa compartida. Eran idiotas si no les decían pronto sus sentimientos a las princesas y con eso, podrían quizás escapar de aquella jodida torre.
La noche donde se cumplía seis meses desde que empezaron a subir las princesas sería la ideal.
— Oye Gajeel, ¿Por qué subimos al cuarto? — indagó Levy siendo arrastrada por el gran muchacho al cuarto que compartía con Natsu.
— Tengo que hablar contigo enana — empezó él — Es algo importante.
Levy se tensó unos instantes pero luego le indico que prosiguiera.
— Mira, yo no sé qué siento o como se llama en el afuera de esta jodida torre. Pero la loca del cabello me dijo algo y creo que es lo siento por ti — suspiró y clavo su mirad carmesí en la marrón de la princesa — Me gusta y no solo eso, creo que puedo decirte esa palabra con "A": Te amo.
— Gajeel…— se quedó sin habla. Él había dicho que gustaba de ella, no solo eso, que la amaba. —…yo también siento que me gustas y también te amo.
— Gee-hee, entonces puedo besarte. — y sin preguntarle, alzó a la peli-azul y le clavó un voraz beso en los labios. — Eres solo mi enana ¿Vale?
Levy asintió sonrojada y rodeó sus brazos en el cuello de él para profundizar el beso.
Ya tenía de algo que hablar con Lucy cuando volvieran a casa.
En la parte inferior de la torre, Natsu intentaba hablar con Lucy, pero sus historias de las abejas y los conejos solo la hacían reír. ¿Acaso se burlaba de él por lo que sentía? Joder, si era así sería el mayor idiota y Gajeel sería el único en irse de la torre.
— Mira Natsu, me has hecho reír una hora seguida. — expresó ella calmándose por enésima vez. — Eres alguien tan único.
— ¿De veras? — indagó algo sonrojado por el halago.
— Sí.
— Bueno…tú también eres única, y rara claro. — agregó lo último sonriendo como niño travieso a lo que Lucy lo empujo amistosamente. — ¡No, no, no, no! ¡Cosquillas no!
Pero Lucy ya había iniciado su ataque en el estomagó del apodado Salamander y sin darse cuenta, termino ella encima de él y el último mencionado sin darse cuenta provoco un ligero roce de los labios de ambos.
— ¿Eh? ¡Lo siento! — y Natsu se alejó todo rojo. — No quería, bah, no quería robarte tu primer beso. — Natsu ocultó entre sus piernas su rostro, ¡Era un idiota! Lucy no vendría más por su idiotez. — Lucy yo…— pero los labios de él se encontraron en un beso que ella le proporciono. — ¿Te gusto? — fue lo primero que se atrevió a decir, era ahora o nunca.
— Sí, y más creo que te amo. ¿Y tú?
— Si te amo mucho, pero no entendías que te lo decía con los conejos. — confesó él finalmente. Al menos, sabía que eran mutuos los sentimientos.
— ¿Acaso quieres que seamos conejos que se aparean todo el día?
Pensándolo bien, Natsu creía que era esa su idea más lucida.
— Claro, ¿Por qué no?
Bueno, no vale decir que ambas princesas dejaron todo lo puritano de ellas aquella noche en la torre. Para cuando el alba se acercaba, unas princesas con estoques de vestidos y peinados desordenados descendía en cabellos de unos jóvenes desaliñados y que apenas si tenían puesto sus pantalones. Los cuatro jóvenes sudorosos y sonrojados de calor hasta la medula.
— Gee-hee ¿Buena noche, Salamander? — indagó Gajeel intentando recuperar el aliento.
— Oh Gajeel, ni te digo — jadeó Natsu recuperando aire. — ¿Será lo mejor dormir, no?
— Claro. — y quizás algo cojos, ambos jóvenes subieron a su cuarto para tirarse a su camas a dormir profundamente con una sonrisa de idiotas enamorados en el rostro.
Por otro lado, las princesas apenas llegaron al cuarto de Lucy se quitaron la ropa para ponerse el pijama. Parecían unas ebrias intentando no reír por lo habían hecho, pero sí pudieron decirse como y donde lo habían hecho.
— ¡Por Mavis, Lucy! — expresó Levy volviendo en sí — Debemos sacar pronto a Gajeel y a Natsu de allí.
— Si lo sé, y más después de esto.
— Esta decidido: la noche próxima le diremos para huir.
Lucy asintió a su prima. Era hora de poner un feliz para siempre en esa historia.
La noche siguiente, cuando las muchachas subían el cabello de sus amados, no imaginaban que se encontrarían con…
— ¡Yura Sakasagami!
— ¡Por fin conozco a mis nueras! — exclamó abrazándolas a ambas princesas quienes se miraron entre sí, luego a Yura, y luego a los chicos detrás de esta — Déjenme disculparme, por un momento pensé en asesinarlas.
— ¿Eh? — exclamó Levy.
— ¿Asesinarnos? — secundó Lucy.
— Bueno, verán…
Tras despertar de la fatídica noche de amor, Gajeel y Natsu se dispusieron a quitar todo rastro se sus amadas de la torre. No fue difícil, solo basto con que Natsu lanzara un rugido de fuego y Gajeel uno de hierro.
En poco tiempo se oyó la voz de Yura y sin chistar ambos jóvenes arrojaron su cabello por la torre. Pero este día parecía que la pereza también invadía a la hechicera.
— Oye mamá, ¿Por qué tardas tanto en subir? — inquirió Natsu a la mujer de los cabellos — Lucy y Levy no tardan tanto.
— ¡Ah, pícaros ruines! — les contestó la hechicera. No creía lo oía. — ¡Qué es lo que oigo! ¡Yo que creía haberlos ocultado a todo el mundo, y me han engañado! — atrapó encolerizada los hermosos cabellos de Rapunjeel y Natsuzel y los dio un par de vueltas a su mano izquierda.
— ¡Espera loca! — gritaron los dos. — ¡Esto se acabó! — Gajeel se decidió despedirse de su melena de león cortándola con una habilidad de espada de hierro. Mientras que Natsu escupió una bola de fuego y chamuscó parte de su pelo para dejarle mechones deshornados como nuevo peinado.
Lo que alguna fue su enorme y extensa cabellera para cada uno, ahora era un montón de pelo cortado de sus cabezas en las manos de Yura Sakasagami.
— No… ¡Mi cabello de dragón! ¡Mi hermoso cabello de dragón arruinado!
— ¿Eh? ¿Dragón dices?
Yura suspiró, vaya idiotas que eran esos chicos.
— Mis amores no tiene sentido que finja más: Yo no soy su madre — confesó sollozando. Natsu y Gajeel arquearon las cejas. — ¿Qué me ven así?
— Ya lo sabíamos loca. — acotó el devora-hierro.
— Yo solo te decía mamá para evitar que me castigas — expresó Natsu tranquilo — ¿Pero por qué eso del cabello de dragón?
— De acuerdo, igual se los tenía que decir algún día. — Yura suspiró y se sentó en una silla cercana — Hace dieciocho años, sus madres dragonas tenían antojos de rapunzeles y sus padres me lo quitaban de mi morada donde yo tenía un huerto lleno de ellas. Como en ese entonces el rumor era que yo era condena bruja, no me preguntaron nada y los muy idiotas no sabían que eran rapunzeles mágicos y no ordinarios que convierten cualquier cosa en humano.
— ¿Y entonces nuestras madres son humanas que fueron dragonas alguna vez? — indagó Gajeel.
— No, los afectados fueron ustedes por ser los más débiles en poder.
— ¿Y entonces que paso después? — preguntó el apodado Salamander.
— Como mi verdadera obsesión era el cabello, aproveche la oportunidad y a causa de que sus padres siguieran casando rapunzeles le dije que deberían entregármelos a ustedes apenas nacieran — continuó — Eso se produjo unas horas después de que nacieran y desde entonces los cuido.
— Ah, ¿Y nos trajo aquí? — Yura asintió a Natsu — ¿Y nuestros padres?
— Ellos siguen viviendo detrás de mi casa., esperando que vuelvan — les confesó ahora algo apenada la loca del cabello — Yo solo quería cabello de dragón…
Gajeel y Natsu miraron confundidos. Okay, la habían vencido y podían irse con sus chicas para buscar a su familia. Pero pesé a que esa loca adicta a los cabellos los había secuestrado de bebés, maltratado con castigos y condenarlos a vivir en una torre. No era tan mala.
Quizás maniática, pero no mala.
— Tsk, no nos quedaremos aquí otro día más — dijo Gajeel mirando al apenada Yura — Pero se seguiremos dando nuestro cabello.
— ¿Eh?
— Mira, serás una loca de los cabellos, pero es algo que se puede negociar — prolongó Natsu — No es un alma o una pierna.
— ¿De veras harían eso por mí? — Yura puso sus manos en el pecho sonriendo de alegría.
— Al menos y pese siendo una loca, nos educaste y no diste de comer, y eso nos sirvió con nuestras novias. — declararon los dos a la par.
— ¿Te refieres a las que dijo Natsu?
Gajeel asintió.
— ¿Y cómo son ellas? — indagó Yura curiosa — Quiero al menos saber quiénes cuidaran de ustedes a partir de ahora.
— Bueno…—Natsu fue el primero en hablar —…Lucy es una chica rara, escribe y es tierna conmigo pero también puede ser fuerte y hacer doler con sus patadas.
— La enana, como le digo a Levy, sabe muchas cosas y usa magia de no-sé-que que hace que los que escriba se vuelva lo que es. — Gajeel habló segundo.
— Oh, ¡Lucy usa magia de espíritus estelares! Ella invoca un tipo vaca, un cangrejo, una cosa que es suave, una sirena gruñona, un tipo caballo que dice moshi-moshi, un chico león mujeriego, una cabra de traje formal, unas cosas azules que se trasforman en Lucy, un escorpión que canta con nosotros, un reloj con pies, un viejo en forma de cruz, y Plue. — tanto el hablar de Natsu dejo noqueado a Yura y Gajeel.
— ¿Y qué es Plue?
— No lo sé...
A Yura le cayó una gota de sudor.
— Ósea que ahora usted es buena. — concluyó Levy tras lo dicho por Yura quien asintió.
— Bueno, al menos ahora estamos todos bien ¿O no? — todos asintieron a lo dicho por la rubia.
Las princesas sonrieron satisfechas, al menos podrían estar con sus amados sin que una mujer de los cabellos las persiguiera.
— ¿Qué tal si vamos a buscar a nuestro padres? — indagó Natsu a Gajeel.
— Tsk, claro.
— Será lo mejor, recuperen el tiempo que les quite — declaró Yura Sakasagami. Extrañaría a esos dos chicos dragones.
— Oye, te visitaremos una vez al mes para llevarte cabello. — le calmó Natsu a lo que Yura solo sonrió.
— Bueno, ¿Y ahora qué sigue? — indagó Levy abrazándose a Gajeel.
— Creo que eso se lo dejamos al destino ¿No Levy? — exclamó Lucy siendo abrazada por detrás por Natsu.
— Sí, eso es algo que ni los cabellos pueden controlar. — concluyó Yura viendo, segundos después, como sus niños se iban con sus amadas princesas. — Sean felices, Rapunjeel, Natsuzel. — susurró al viento, y nunca supo sí que lo escuchó esa noche fue un desde luego de unas hoscas voces rockeras o solo fue su mente jugándole una broma.
Eso era que Yura Sakasagami, la mujer de los cabellos, sabía que el destino le respondería luego.
De esta forma, termina la historia de dos chicos secuestrados en una torre, dos princesas- una con complejo por su delantera y la otra con su infinita soledad- y una maniática del cabello.
Fin
Nota de la autora:
*El porqué de Eduarda: Siendo fan de Full Metal Alchemist. Quise homenajear a Edward poniendo a una dragona de acero con su nombre en versión femina.
Y aquí termina la historia, ¿Qué les pareció? A mi sinceramente, Rapunzel es una historia que me gusta porque aquí la chica salva al chico y no al revés, o eso fue la versión que leí.
Se me hizo difícil jugar con cinco personajes a la vez, pero me gusta la dupla de Natsu-Gajeel y Levy-Lucy y eso me dio ánimos para seguirla como la había planteado. E incluí a Yura porque es un personaje de Inuyasha que debió no morir enseguida, tenía mucho potencial como villano-héroe en la historia pero bueno, Rumiko hizo la gran Mashima allí.
Ahora espero que sus comentarios me digan que opinan y por ahora, me despido hasta otra historia que no sé cuándo será porque yo estoy a cinco días de arrancar mi último a secundaria ¡Sí último año! Así que quizás si subo algo, tarde más en actualizar.
Por ahora… ¡Cuídense! ¡Hasta otra!
Eagle Gold.
