La guardia del lobo

La noche penetraba a través de sus ropas con el frio que azotaba y la lluvia que empapaba, la marca de nacimiento del noviembre, las calles europeas limpiaban sus impurezas y suciedad con las pobres corrientes de las banquetas y canales. Ningún alma caminaba a esa hora de la noche y sólo se escuchaban, entre el ruido de la lluvia contra los techos, los pasos solitarios de una silueta cubierta por una larga capa negra con capucha. Sus botas salpicaron al detenerse sobre un charco, miró su espalda. Había sentido a la muerte expedir su frío aliento en la nuca. Más en la calle se encontraba a sí mismo solitario, pues continuo caminando por esos barrios bajos y oscuros callejones.

― ¿Quién anda allí? ―volviese dando cara a su espalda, pero no vio sino algo parecido a una capa desapareciendo por un callejón oscuro. Continuó caminando, ajustando la capucha que cubría parte de su rostro. Agua sucia caía por los tejados inclinados, sendas gotas caían frente suyo y siempre existían truenos que iluminaban por poco tiempo las sombras al atravesar el cielo, también esos callejones donde ojos malintencionados vigilaban al capitán de la guardia. Unas cajas apiladas cayeron estrepitosas, la figura encapuchada desenvaino su espada al cinto, a grandes voces― ¿¡Quién va?! ¡Da la cara!

Nada hizo presencia o ruido, el tlac tlac de las gotas de tormenta continuaba; una luz mortecina le ilumino la espalda.

― ¿Quién vive? ―se escuchó el envaine de la espada. Una mujer iluminaba con una vela desde la puerta de su humilde casa. Usaba botas de apariencia costosa pero con los innegables detalles de haberse enviado a reparar varias veces. Un cinturón de enorme hebilla ceñía su estrecha cintura y sostenía la falda una palma más arriba de la rodilla y el pudor. La prenda superior era su carta de gane, un singular escote en forma de embudo, mostraba el nacimiento de los pechos, el termino de estos y bajaba hasta el ombligo. Finas cuerdillas ataban ambas partes de lo que parecía un chaleco incorrectamente usado para que este no se abriese. Era Inukai Isuke, la prostituta más conocida en esa ciudad de los páramos olvidados.

―Silencio… ―miró donde las cajas botadas, no había nada de quién o qué había estado oculto―, entra.

Ordeno. La prostituta hizo lo dicho y la figura negra entró tras ella. Puso pestillo y el madero que servía de tranca. Quitase la capucha y a la luz de las velas una cabellera roja como llamas hizo aparición.

―Miren lo que tenemos aquí, capitán de la guardia, Sagae Haruki ¿A qué debo esta honrosa visita? ¿Viene a buscar información de los bares o a solicitar mis servicios? ~3 ―pasó sus manos sugerentemente por el escote de sus ropas. La pelirroja se acercó, desabrochando su capa y desatando el peto de metal donde vestía con orgullo las tres espadas del rey. Dejó ambas cosas en un perchero pegado a la pared y fue directo a la cocina.

―Sólo quiero comer algo, Isuke, esos son los servicios que debes brindar ―dejó un par de monedas de cobre y una lustrosa platera. Ganando a cambio un rebosante plato caliente de sopa de cebolla, no era su favorito, incluso se diría que lo odiaba, pero su estómago gruño en protesta y la cucharada no supo mal con el hambre sazonándola.

―Hoy tenemos apetito ―se sentó a lado suyo ―No deberías haber venido, no con esa supuesta criatura o perro que anda suelto por las calles, ni siquiera deberías estar trabajando―no obtuvo respuesta― ¿Te quedaras? ¿Cómo va el hombro? Cuando lo revise se veía muy mal ―sólo se escuchaban la cuchara de madera chocar con el cuento―. ¿Qué no les enseñan modales a los de la guardia? Al menos responde ~3

―Más, por favor ― Le arrebato el plato de mala gana y fue hasta la chimenea donde el caldero de sopa.― Mi hombro ya sanó, te dije que no necesitaba ir con el curandero. Y es mi deber concluir mis guardias nocturnas―tomó la cuchara y engullo pero ahora con más calma―Daría de qué hablar a la gente, eh desaparecido algunas noches.

―Claro, claro, nadie quiere escuchar que te quedas dormido en el lecho de la puta más conocida y solicitada del pueblo.

La pelirroja suspiró, incomoda y cansada de esas palabras tantas veces dichas con sorna.

―Contigo no se puede ―ocupó su boca en cosas mejores que una inútil discusión ya antes vivida, vestía los pantalones de algodón blanquecinos, un cinto grueso de la guardia los sostenía junto a su espada como capitán. Sin el peto lo único que vestía era la camisa de lana vieja.

―Claro que puedes, pero no te molestas en intentar~3

Las expertas manos encontraron camino bajo la prenda, una mano le acariciaba el abdomen plano junto a la otra que desanudaba las vendas de su espalda.

―No me puedo quedar, ―su mirada se ensombreció de mala gana al recordar un detalle sin valor pero importante― no tengo dinero para ti.

Siendo Isuke lo que era, y la profesión que ejercía, todos los chismes de bares y casas de robo o asesinato le abrían las puertas como una más del club, obviamente conocía de sobra los rostros y nombres, junto a lo que habían hecho; esto no pasó desapercibido por la capitana de la guardia, así como tampoco de su belleza asfixiante y favores embriagantes, aturdiendo los sentidos de la pelirroja al verla caminar a su mesa. Toda ella le encantó, así como su orgullo nacido en la miseria. Actuaba como toda una dama de compañía de la más pudiente clase, digna y benévola de aparecer en bailes de la corona tomada del brazo de un conde o duque. Sus pistas de baile era la cama y quienes la llevaban del brazo eran los hombres que elegía para acostarse.

Al tiempo, el capitán de la guardia comenzó a desaparecer y las luces en casa de la prostituta, permanecer más tiempo encendidas.

―No le pediría dinero al capitán, se vería rebajada a un cliente más, aunque eso sería lo justo para mis queridos clientes~3

― ¡No hables así! ―la silla se volcó al levantarse, la mesa quedó tumbada en una esquina y el poco de sopa en el plato esparcido por el sucio suelo. ―Te dije que no podía traer más hombres.

― ¿Qué te da derecho a exigirme eso?

Los ojos dorados centellaron en furia, Isuke dio un paso atrás al ver esa mirada. Por un momento pensó en los ojos de un perro que tuvieron cuando era niña, siempre le decía que no se acercara cuando este comiese, pero tonta de ella y curiosa como cualquier niña de su edad, no hizo caso, sólo vio dos orbes cual luz verde, sin expresión o alma, sólo furia estúpida e irracional mostrándole los colmillos. Quiso escapar de tal persona desconocida para ella. Tomándole de los brazos la empujó contra la puerta de su lecho.

―El que me diste al prometer que no traerías más gente aquí, no cuando estuviese yo contigo por las noches, y nadie te las ha hecho más disfrutables que yo. Me das el derecho a exigirte no recibir más nadie que quisiese poseerte, sonrisa de ángel―abrió la puerta, cayendo ambas a la cama. Las ropas, que poco cubrían a la mujer del deseo, se rasgaron de un tirón y su persona fue atacada―. Eres mía, ahora y siempre, no importa cuántos te han tocado, sólo conmigo recuperas la vergüenza de una virgen―la voz salía en gruñidos, Isuke lo atribuyo a la excitación que sentía la pelirroja, pero al tocar el hombro aún herido, el ronco aliento golpeó su cuello y percibió lo vulnerable que era su cuello bajo los dientes de apariencia filosa.

Cada rincón de la cama fue ocupado, manchado, golpeaba contra la pared, incluso el piso sirvió para la danza de cuerpos sudados, tan unidos entre sí que era difícil saber quién era quien. Al rasgar el amanecer, Isuke dio los buenos días al sol completamente desnuda, mal cubierta por las sabanas. Su cuerpo se sentía pegajoso, su trasero, sus muslos, su espalda, sus brazos, todo. Palpó a su lado buscando a Haruki, quien por la noche abrazaba su cintura, pero no había nadie. Se irguió sin ganas de comenzar el día, un mal día si no amanecía con el escándalo de la pelirroja apurada enfundándose los pantaloncillos y la camisa. Sus ropas regadas por el suelo junto con muchos cabellos.

―Au… ―sus caderas dolían, como si los huesos resintieran desde su centro lo movido de la noche―una pensaría que este dolor sólo puede provocarlo un hombre ¿uh? ―a su lado, donde Haruki había dormido, cientos de cabellos rojizos, no del largo del cabello, sino cortos, por toda la sábana y algunos en sus manos ― ¿Pelo de perro? ¿Qué pasó anoche, exactamente?

Sin embargo, la pequeña sorpresa fue desapareciendo a lo largo del día. Al ir a la cocina, encontró todo en perfecto estado como si el arrebato de enojo no hubiese ocurrido, incluso en el cuenco de la sopa había una brillante moneda de oro, resplandeciente. La utilizó para traer comida del mercado, centrándose en los ingredientes principales de los platillos favoritos de la pelirroja; el bullicio dominaba como era costumbre, mujeres y hombres invitando a acercarse y ganar un par de monedas de cobre. Carne blanda, pescado fresco, joyas de oriente, telas finas de occidente, sin fin de cantos y gritos a su alrededor.

Al pasar por las hierbas, tomando dirección a su hogar, unas hermosas flores blancas llamaron su atención, tenían un largo tallo y pequeños capullos. La apariencia le gustó.

―Hermosas ¿verdad?―dijo una niña de ojos amarillos y brillantes―pero que no te engañen, estas flores, que crecen en nuestras ciénagas, son cicuta menor.

―Venenosas ―había oído de esas plantas, la sostuvo con la punta de los dedos, de tacto delicado y fino. Escondiendo en su interior un destino fatal. Le fascinaba

―Así es, es venenosa para cualquiera que la consuma.

―Entonces me la llevo.

Adornaban bien la mesa de su cocina. Se preguntó si a la capitana de la guardia le gustaría; últimamente pasaba buena parte de su día en poner más presentable el lugar donde vivía, quería que ese lugar pareciera más a una casa que el lugar donde metía hombres para sacar dinero. Esperó paciente la llegada de su pelirroja, pero las velas se consumieron sin que ésta llegara.

Caminar por el mercado era escuchar las conversaciones ajenas, enterarse de los detalles casi tanto como en un bar. La nueva vieja es que la guardia aún no capturaba a la criatura que rondaba por las calles; esa misma mañana un verdulero había hallado una masacre en el callejón donde dejaba su mercancía, los reconocieron como los 3 hermanos ladrones, la semana pasada habían armado gran jaleo al llevarse una bolsa llena de monedas de plata del hombre que vendía telas finas. Se halló la bolsa de cuero entre las ropas manchadas y rasgadas. ¿Qué criatura podría haber hecho tan terribles heridas a 3 hombres maduros y fuertes? Ese día muchas mujeres invocaban el nombre de su dios al escuchar el trágico final de esas almas. "Quedaron destrozados, que horror", "Que dios nos proteja, esos hombres estaban armados".

― ¿Qué pasa con esa cara? ¿Tan mal es tenerme aquí temprano para la cena, o esperabas a alguien?

― ¿No vas a contarme de los extraños asesinatos?

La chica detuvo la cucharada a medio camino de su boca.

―No es nada importante, eran criminales que veníamos buscando de tiempo atrás, lo que sea que esté ocurriendo afuera, nos está ayudando. Limpia las calles de esas ratas.

―Pero lo que les hace…ser ladrón no es condenado con muerte.

― ¿Importa de verdad? Déjame disfrutar la comida mujer.

―Vale, te dejo comer ¿te quedaras esta noche?

― ¡¿Por qué siempre tienes que preguntar eso?! ¿Te urge que no esté para que traigas a cuantos hombres te plazcan?―no esperó respuesta de Isuke, sino levantó a tomar su capa y echo a correr a la noche de lluvia de noviembre.

― ¡Haruki, espera!―pero no vio ni el resquicio de su capa al detenerse al marco de su puerta, La chica había desaparecido bajo la lluvia; pensó en ir tras ella, pero las ráfagas mojadas la empujaban dentro del resguardo de su hogar. Con tormenta así tendría que estar sana para cuando la inconsciente capitana callera en cama. Su preocupación sólo duró al día siguiente. La pelirroja y sus soldados iban a caballo por las calles, Isuke buscó su mirada, queriendo preguntar con esta por la salud aparente de la pelirroja, pero como siempre, ante el público la autoridad negaba conocerle, volteaba la cara y apuraba al caballo. Isuke soportaba aquel actuar con una sonrisa descarada, la forma en que esquivaba su mirada la hacía muy parecida, sino es que igual, a todos los amantes que había tenido, prometiéndole amor incondicional por la noche pero negándola por la mañana. Aunque existía la diferencia en que Haruki nunca le prometía nada, no participaba en el juego donde Isuke expresaba algún capricho o dinero para escuchar las promesas jamás cumplidas; algunos hombres eran honestos al decir que no podían ayudarla, pero Haruki sólo sonreía y le daba una reprimenda juguetona por querer sacarle dinero. Pero si no era el capricho costoso que quería, podía contar con unas flores, pan recién horneado o monedas extra para sus alimentos dentro de su saquito de ahorro casi permanentemente vacío.

Si bien no lo decía, los actos delatan los verdaderos sentimientos, y aunque la honorable capitana de la guardia lo negara a gritos frente al pueblo, la corte y el rey mismo: Estaba enamorada de la prostituta del pueblo.

Pero ahora parecía más alejada que de costumbre, no sólo en el día, por las noches era lo mismo, los arrebatos de ira eran cada vez más seguido, la imperturbable chica demasiado joven para ser siquiera parte de la guardia, despertaba en ella un inquietante iedo del que no sabía razón de su existir. Injustificado. Ella jamás podría hacerle daño ¿o sí?

Había noches en las que no la veía, o desaparecía después de comer. La idea que estuviese viendo a otra persona se asomó en su cabeza, pero desaparecio a base de fuerza de voluntad, sujetándose a los momentos que pasaban juntas, sólo tumbadas en la cama manchada antes por otros hombres, pero siendo suya cuando llegaba. Era suya en ese momento y nada más podía importar. Era una prostituta, su felicidad recaía en el dinero ganado trabajando tumbada de espaldas.

Por ello disfrutaba al máximo cuando sus seducciones funcionaban. Despertó alegre, habiendo logrado su cometido; la encontró desnuda abrazándola con fuerza contra sí, haciendo memoria de la noche anterior, no deberían estar desnudas. Más no fue eso la que la perturbo…

N/A: Es octubre y su autora lo siente, hola vengo aquí con pequeños cortos de mi para ustedes, o sí, la vez pasada les conte historias de terror relatadas por la chicas, esta ocación, ellas serán las protagonistas. Espero estar haciendo buen trabajo y dejen por favr sus comentarios, que si no hay comentarios la autora no sube capitulo XD cualquier parecido a otra obra es adrede, sí, pero no les dire de donde lo saque, sólo disfrute y por supuesto, les invito a comentar mis demás fics, ayudaría mucho a escribir sus continuaciones, sin más por el momento, estaré publicando todo el mes de octubre si bien nos va. Hasta la vista. Auuuuuuuuuuuu