Capítulo 1. Ojos de ángel
Entró por aquel largo pasillo, atravesando el enorme portal que daba entrada hacía el gran comedor, las largas y enormes mesas se separaban en sus respectivas casas, justo en medio, al fondo, se encontraba una bruja de edad avanzada acompañada de un sombrero.
Aquella chica de cabellos castaños no paraba de hablar sobre todo lo que había leído sobre la historia de Hogwarts, algunos la miraban mal por ser tan "sabelotodo" otros, solo le daban por igual, casi a nadie le interesaba lo que ella tenía que comentar, puesto que estaban nerviosos por la selección.
Al llegar justo frente a él gran comedor de profesores, paso su mirada café sobre cada uno de ellos, analizándolo, preguntándose si estos eran tan buenos como parecían, sin embargo, su mirada se detuvo justo en un profesor alto, de cabello negro, algo largo y lacio, pero no miraba a todos como el resto, si no que estaba enfocado en uno, ella solo siguió la dirección de su mirada, y vaya que le sorprendió que esta solo se posara en el chico Harry Potter, quien conoció en el vagón.
"¡Hermione Granger!"
Se escuchó por toda la sala, pero ella solo tenía la mirada sobre aquel extraño profesor, no fue hasta que un chico pelirrojo poco agraciado le dio un empujón, iba a girarse a protestar hasta que repitieron su nombre por lo cual se paró erguida como si fuera un militar.
- Lo siento – susurró en un tono apenas audible, dio unos pasos hacía la banca donde se sentó y espero a que el sombrero seleccionador dictara su casa. "¡Gryffindor!". Por inercia una sonrisa se formó en su pálido rostro por los aplausos de la mesa de su casa, se bajó de la banca y rápidamente se aproximó a su banca.
Poco a poco iban pasando a los alumnos, le sorprendió mucho como el sombrero tomó en cuenta la petición de Potter, pero la mirada de aquel profesor no pasaba a otro alumno, la curiosidad empezó a abundarle desde aquel momento.
Después de eso solo escuchó los discursos, comieron, y por último fue a su sala común donde se hallaban. A partir de aquel momento, ella, Potter y un chico pelirrojo llamado Ron empezaron a tener aventuras que los llevaron a tener una gran amistad, algo sucedió ese año que les llevó a creer que el profesor extraño, el que llevaba por nombre Severus Snape era malo, en realidad ella tenía muchas dudas, pero era el candidato perfecto para ser un villano. Al final, resulto ser que no era lo que creían, lo que hizo feliz a Hermione, para ella, aquel hombre tenía un pasado muy triste y oscuro, razón por la cual era tan amargado.
Pasaron los años, justo cuando estuvo en tercer grado McGonagall le entrego un giratiempo, un artefacto para volver al pasado, sin embargo, el limite era un día entero, con ello resolvió junto a sus dos mejores amigos un problema bastante grande, pero ahora que sabía que podía volver al pasado, su deseo por averiguar aquellas cosas que paso su extraño profesor aumentaron.´
El resto de su tercer grado, prefirió tomar clases normales, encerrarse día y noche en la biblioteca para buscar respuestas, hasta en ocasiones tomó prestado la capa de invisibilidad de su amigo para entrar al área restringida.
Hasta robó algunos libros que creía podían contener información y también robó ingredientes y pociones al propio profesor Snape para llevárselo a casa cuando el curso termino. Sus notas habían sido peor que las de Ronald, pero al menos estaba logrando algo que pocos seguro habían hecho.
Una vez en su hogar, se encerró cual enferma para crear un nuevo giratiempo, o al menos manipular el suyo para poder viajar décadas atrás, a un tiempo donde no había nacido incluso.
Justo días antes de volver a Hogwarts para empezar el cuarto curso, logro su cometido, o al menos eso creía, pudo viajar al día en que nació, así que con ello supo que podría ir a la época en la que Severus Snape era joven. Pero aun y todo eso… no pudo hacer nada con magia común, había usado magia negra… tenía total conciencia de que luego iba a pagar caro aquello, que luego iba a perder más, pero estaba dispuesta a dar todo, total que ya vivían en épocas oscuras.
Al volver al colegio, no contó nada a nadie, se guardaría aquel secreto solo para ella, no quería que nadie supiera lo que había tenido que usar para lograr manipular aquel giratiempo, el cual tenía una arena entre blanca y dorada, pero ahora era totalmente negra, y en vez de ser dorada, tenía un todo plateado, y con algunas marcas de óxido, no era reconocible aquel colgante, así que empezó a andarlo bajo su ropa, para que nadie pudiera tomarlo, y menos verlo.
Después de unos días de adaptarse a sus nuevos horarios, pudo establecer mejor plática con sus amigos de siempre.
- ¡Hermione! – gritó un chico pelirrojo que corría hacía ella con cierto desespero. Al alcanzarla sonrió un poco palmeándole un brazo – Deberías ir a la enfermería, desde que hemos vuelto estas extraña y pálida… - comentó preocupado, lo que causó una sonrisa de la castaña.
- No tengo que ir Ron, estoy bien, es un secreto, si te lo digo tendría que usar un obliviate – Soltó una risa ante aquel gesto de espanto de su amigo, pero enseguida apuraron el paso al gran comedor donde se hallaba Harry.
- ¿Sabes por qué nos apuraron?, Estaba ocupada – cuestiono Hermione levantando su mirada buscando en la mesa de profesores a su maestro de pociones – El profesor Snape no está…
- ¿Por qué te interesa tanto el profesor Snape?, siempre andas mirando si aparece o no – Harry siempre era muy suspicaz, se daba cuenta más rápido de las cosas que Ronald.
- Solo es una duda Harry, el profesor Snape no es tan malo como parece – su tono se volvió serio y autoritario como solía oírse casi siempre, pero entonces cuando vio llegar al maestro a su lugar una sonrisa apareció en los labios de la castaña.
No dijo nada más, solo empezaron a comer hasta que el director Dumbledore llamó la atención de todos, después de unas cuantas palabras se presentaron alumnos de dos colegios, Beauxbatons y Durmstrang, al parecer había algo llamado "El torneo de los Tres Magos", cosa que a ella no le interesó.
Una vez que todo terminó se quedó un rato más hasta que el profesor que tanta fascinación le causaba se retiró, llena de curiosidad empezó a andar siguiéndole lo más discreta que podía, pero al girar por una curva se encontró con aquellos ojos oscuros y penetrantes.
- Señorita Granger… ¿A que le debo sus constantes miradas y espiadas?... ¿Quiere averiguar algo sobre los próximos exámenes?... ¿Oh piensan tú y tus amigos robar algo de mi armario de pociones? - Interrogó directamente con esos tonos pausados y amenazantes con los que siempre hablaba a aquel trio.
La chica se quedó totalmente paralizada, era muy mala mintiendo pero solo pudo sonreír un momento mientras negaba, pero al ver como el mayor levanto una ceja ante su comportamiento se mantuvo quieta.
- Solo quería decirle algo profesor… - susurró la castaña manteniendo la mirada hacía sus zapatos negros y brillantes de tan limpios que eran.
- Entonces no me haga perder el tiempo – volvió a ese tono de voz que a todo alumno atemorizaba.
- Profesor Snape… quiero que usted tenga un final feliz – soltó sin rodeos solo se dio vuelta para empezar a caminar lejos de este, abrazo un libro que andaba desde que fue a él gran comedor, necesitaba relajarse. Llegó al patio del colegio, ahí donde todos estaban totalmente endiosados con los alumnos de las otras escuelas.
- Hoy es él día… - murmuró bajo apoyando una mano en su pecho, donde posaba el giratiempo alterado, aquel artefacto consumía su energía, por ello se veía tan enferma siempre.
Al caer la noche, cuando volvió a su dormitorio, se quedó con el uniforme y con este se recostó, esperó hasta que sus compañeras se durmieran, entonces fue cuando saco aquel giratiempo colocándolo en su mano pálida.
- Funciona… por favor… - No sabía cuánto tiempo debía retroceder, pero calculo la edad del profesor en ese momento, escucho que tenía un aproximado de 34 años de edad, por lo que retrocedió 22 años en el pasado, para ver si lo encontraba con una edad de 12 años, donde se supondría estaría en segundo grado, así que quizás podría averiguar por qué era así, o si era así desde el principio.
- Parte de mi vida… para que me lleves a cuando aún yo no tenía una – susurro al giratiempo como si le hablara al oído, y ahí mismo sentada en su cama, dio vueltas al reloj de arena, al momento que lo detuvo sintió como si estuvieran extrayendo algo de ella, paso cinco minutos o más viendo como todo se movía tan rápido a su alrededor, pasando por un par de generaciones.
No supo en que momento perdió el conocimiento, la última vez sintió algo así, pero ahora su cuerpo no resistió todo lo que le robó el giratiempo.
Al momento de abrir sus ojos se encontró con un techo blanco, y aun lado la señorita Pomfrey, por lo cual se sorprendió y se sentó de golpe.
- Volví… no funciono… - susurró tan bajito mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, no sabía qué hacer en aquel momento, su más grande deseo se había destruido totalmente, no podría ayudar a su profesor aunque ella misma lo dijo.
- ¿Esta bien señorita?... La señorita Evans la encontró tirada en el suelo de su dormitorio – habló la enfermera mientras preparaba sus pociones extrañas.
- ¿Evans?... no sé quién es – respondió Granger con un tono desanimado, como si hubiera reprobado muchas materias, subió lentamente su mano sobre su pecho pero al no sentir el colgante expreso un gesto de pánico y enseguida miro a todos lados – Mi…mi collar
- Si… la Señorita Lily, la trajo junto con James Potter, no podía hacerlo sola, ah… el giratiempo… debe ser una réplica, muy fea – confeso tranquilamente la señorita Pomfrey al tiempo que le entregaba a la castaña aquel extraño y feo colgante.
- ¿James?... ¿Lily?... – se quedó pensando un momento, entonces… ¡Lo había logrado!, se limpió aquellas lagrimas para coger el colgante y ponérselo alrededor del cuello. – Tengo que irme
-Señorita… espere… ¿Quién es usted?... ¡Oiga! – grito la enfermera al ver que la castaña se echó a correr buscando a todos lados donde se encontraba el chico a que buscaba.
Corrió por los iluminados pasillos de Hogwarts, quería buscar a su profesor, se sentía con tanta emoción, aunque en realidad no estaba segura, la escuela era exactamente igual.
- Disculpe – se acercó a un grupo de muchachos los cuales se reían a carcajadas pero pensaba que era normal, total que se veían un poco menores que ella y seguro estaban con sus juegos – ¿Alguno de ustedes conoce al pro… a Severus Snape? – ella había sido muy amable pero la risa de estos, la forma tan cruel y burlona en la que se rieron, le había hecho enfadar, le recordaban a Malfoy y sus amigos cuando molestaban a Harry con los dementores.
- ¿Quejicus? – preguntó un chico con aspecto soberbio, pero al notar la cara de confusión y seriedad de Hermione solo señalaron a un niño de tez pálida y cabello negro algo largo, ella se sorprendió, no era nada feo a decir verdad. Pero entonces, cuando noto a aquella pelirroja a lo lejos la cual lo saludaba sonrió, al parecer tenía amigos o eso pensó, porque los mismos chicos que antes de le dieron indicaciones avanzaron a él empujándolo a propósito y avanzando a la chica pelirroja a la cual terminaron por llevarse, dejando a aquel niño en el suelo y con los libros regados.
- ¡Oigan!... ¡Estúpidos niños groseros! – Gritó con enojo, al notar el acto tan cruel, enseguida se acercó al muchacho para ayudarle a recoger sus cosas - ¿Estas bien Severus? – interrogó ella abrazando los libros con cuidado y luego ayudarlo a levantarse, en ese momento, seguro él tenía doce años, mientras que ella ya rondaba los catorce, no era mucha diferencia en años, pero si en el golpe de pubertad.
- ¿Severus?... todos me dicen quejicus… - murmuro bajando su mirada – bueno… menos Lily… Gracias – respondió enseguida empezando a caminar con paso apresurado como si estuviera huyendo.
- ¡Severus!... – grito de nuevo mirando su espalda cuando se detuvo – No dejes que te molesten… aun así… voy a cuidar de ti… - era un tanto maternal en aquel momento, no deseaba que lo molestaran en ningún instante, se acercó a él con total descaro, entonces sujeto la mano de este.
- Soy Hermione… - sonrió un momento, él le respondió la sonrisa, se miraron mutuamente mientras se dejaba tomar la mano, no le era incomodo, a decir verdad, desde Lily, él no había tenido otro amigo.
- Soy Severus…. Pero… nunca te había visto… - cuestionó en voz baja y amigable, ella se había dado cuenta, que hasta aquel momento, él no era tan amargado y amenazante como en el futuro.
Ella solo sonrió, así empezaron a caminar tranquilamente, hasta salir del castillo, él tenía miedo porque no estaba permitido, pero ella se lo llevó hasta el bosque prohibido, ahí, justo en la entrada, se sentó a la orilla de un árbol mientras suspiraba relajada, pero entonces recordó, no era de esa época, no podía estar para siempre. Metió la mano entre su blusa para sacar el guardapelo, quedaba poca arena, ósea poca energía que le había robado.
- Severus… quiero ser tu amiga… pero... Yo no soy de aquí… volveré lo prometo… de dónde vengo te conozco pero yo no te agrado – trato de explicar lo más rápido que podía, mientras veía la arena caer lentamente, empezaba a marearse mucho pero debía mantenerse consciente. Espérame aquí… no sé cuándo regresare… allá puede ser mañana… aquí días... meses… años… así que espérame… y por favor… no dejes que te molesten… - se sujetó un momento de él, lo miraba con aquellos ojos pardos somnolientos, ahora empezaba a darse cuenta que no era solo curiosidad lo que llevaba sintiendo por su profesor los últimos tres años… el hecho de verlo tan joven y luego saber que lo vería más grande… le hacía sentir estragos en el estómago.
- Hermione… Vamos con la señora Pomfrey… te vez muy mal… estas diciendo tonterías – Trató de levantarla, él no sabía qué hacer, apenas era un niño, y no sabía lo que decía aquella extraña chica que le abordo tan de repente, pero entonces su cara de angustia aumento al ver como de la nariz de esta empezó a escurrir sangre - ¡Hermione!
- Severus… - susurro la pálida chica que parecía una enferma terminal y antes de siquiera decir una palabra cayó sobre las piernas del chico.
- Hey… ¡Hey! – gritó temblando moviéndola, con cuidado intento cargarla, pero entonces, para su sorpresa empezó a volverse tan liviana como una pluma, hasta que se desvaneció en sus brazos, esa chica, había desaparecido.
Hermione abrió los ojos lentamente encontrándose con un techo blanco, subió su mano a su pecho, ahí tenía su colgante, esta vez no se lo había quitado, miro a un lado, en una camilla estaban acostados Harry y Ron, pero en vez de sentirse mal, solo sonrió de medio lado, quizás lo había logrado, quizás solo fue un sueño, pero ella realmente se sentía como si hubiera conocido de nuevo a su profesor de pociones.
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