Muy Buenas y Feliz Navidad. Sé que fue hace unos días pero no había tenido oportunidad de escribirlo. En esta ocasión vengo con un one-shot muy especial, porque va dedicado a una persona que es mas buena y adictiva que el chocolate.

Suponía que iba a ser un regalo de Navidad, pero ya ven que la Navidad se me ha pasado por unos días entonces supongo que es un regalo de Año Nuevo. Un regalo de igual forma para esa persona que es tan especial para mi, y que lamento tener tan lejos en estas fechas tan especiales, pero supongo que asi es como debería de ser... estamos lejos por alguna razón y también nos conocemos por alguna razón. Para esa persona que es tan especial para mi y que doy gracias por haber conocido pues es mi apoyo, es mi confidente, es quien me comprende como nadie lo hace, es mi amiga... es simplemente ella y por eso doy tantas gracias. Para mi bella niña Lady Black-Lupin, muajaja no diré tu nombre pues tu sabes que eres tú. Espero que te guste esto que es la segunda parte de mi regalo y te sorprenderías de lo facil que me resultado escribir, despues de quitarme ese bloqueó inspiracional momentaneo, hasta ganas de seguirlo tengo jajajaja.

Feliz Año Nuevo a todas las personitas que se pasen por aqui, mis mejores deseos. Bezos

Liz♥Malfoy


ººAlguien más…ºº

Era extraño, en especial, porque él no solía sonreír de esa manera y todos lo habían notado. Todos habían notado aquel cambio operado en Remus Lupin desde que el curso comenzó. No era un cambio drástico y notorio, pero para sus mejores amigos, que sabían que nada en Lunático era drástico y notorio, fue imposible que pasara por alto. Tal parece que ni el mismo Remus sabe ocultar un sentimiento más grande que la vida misma… el amor.

A principio de aquel curso, una nueva chica había llegado, transferida de un país no muy lejos del Reino Unido. Una chica de belleza especial e inteligencia comparable con la de Lily Evans. Amante de los libros y con la habilidad de hablar 5 idiomas distintos, entre los que contaba el catalán y el latín. El sueño de cualquier chico, y por un momento lo fue del gran Sirius Black, pero éste se vio desencantado al encontrarse con la chica mas difícil que hubiera conocido en HogwartsSu nombre Anna Galia Jiménez Talavera

Era una maestra en el arte de la sutileza, capaz de combinar ésta con acida ironía e insultar a Black sin que este lo notara del todo. Educada y agradable con el resto de los estudiantes, esta chica había sido nombrada Gryffindor por el Sombrero Seleccionador. Noble de corazón, dulce compañía, muy segura de si misma y con el carácter suficiente para declinar de la mejor manera las múltiples invitaciones a salir que le ofrecían los chicos de 6º y 7º curso. Tierna y educada les decía un –Lo siento pero no puedo salir contigo, prefiero guardar mis razones, sé que tú sabrás disculparme –y los chicos con una triste sonrisa se alejaban, esperando y envidiando a aquel al que su corazón pertenecía. Aunque, típico de Black, era la excepción a estos casos, pues por un mes se volvió tan insistente que estuvo a punto de acabar con la paciencia de Anna.

-Vamos preciosa, sal conmigo –dijo con su usual tono de conquista, que funcionaba con todas, menos con esta chica.

-No suelo decir que no, pero contigo haré una excepción –respondió sonriendo –y si llamarme por mi nombre es algo tan complicado para ti Black, entonces ahórrate motes y los comentarios –aunque el tono cordial no desapareció en ningún momento, su paciencia estuvo a punto de acabarse.

Cada vez que Sirius buscaba a Anna, resultaba que Remus estaba acompañándolo y así fue como él comenzó a conocerla. El joven licántropo la había visto desde el mismo día que llegó a Hogwarts y nunca negó, en su fuero interno, lo bella que le resultaba esta chica.

Por todo un mes, el primer mes de su séptimo curso, Sirius estuvo obsesionado por esta chica; pero se vio inevitablemente frustrado y decepcionado después de los elegantes desprecios de ella, así que desistió y entonces, sin previo aviso o planeación, el turno de Remus llegó.

Una tarde cualquiera, de un día a mitad de semana a principios de octubre, mientras el sol proyectaba su luz a través de los ventanales de la biblioteca y hacía aparecer pequeñas motitas blancas en el espacio, una chica buscaba un libro en aquella inmensa biblioteca. Sus ojos buscaban y leían incesantes los títulos de los libros esperando encontrar lo que tanto buscaba.

Otro par de ojos, unos de color miel, se encontraron observándola sin querer, par de pupilas pertenecientes a Remus Lupin que acaba de entrar a la biblioteca, se detuvo hipnotizado por la imagen que observaba. De pie bajo una de las ventanas donde los rayos solares entraban, estaba Anna con el brazo alzado y de puntitas, estirándose en toda su longitud intentando alcanzar uno de los libros en la estantería mas alta que estaba frente a ella, con la cabeza levemente echada hacia atrás y su cabello cayendo sobre su espalda como llamas ondulantes de un vivo rojo. Remus no pudo evitar dejarse llevar y acercarse.

-Déjame ayudarte –dijo él mientras tomaba el libro que Anna con tanto esfuerzo intentaba alcanzar. La chica re relajó, bajó el brazo y lo observó, algo aceleró su corazón. Tendiéndole el libro, el chico sonrió –¿Es este el que querías?-

-Sí, gracias –respondió la chica con una sonrisa, en el mismo momento que sus miradas se encontraron por primera vez.

Si alguien le hubiera preguntado a Remus si creía en el amor a primera vista, él habría respondido que no, sin dudarlo. Le parecía algo imposible que alguien se enamorara sin conocer o sin haber tratado a la otra persona con antelación, menos aun si desconoce el nombre o las intenciones que ese alguien pueda tener; no es que él soliera ser desconfiado, es simplemente que enamorarse es algo demasiado grande para suceder en una sola mirada.

Si alguien le hubiera preguntado a Remus, 5 minutos antes, si creía en el amor a primera vista, él ciertamente habría respondido que no... pero ahora las cosas, así como su forma de pensar, habían cambiado y la vida volvía a darle una agradable sorpresa al descubrir que los ojos en efecto son el espejo del alma, y dos almas pueden llegar a conectarse con una sola mirada.

¿Acaso el llamado amor a primera vista se manifiesta cuando en el encuentro con la otra mirada se produce un cosquilleo que sacude y alborota los nervios haciendo que algo salte en el estomago y que el corazón acelere su ritmo?

No obtendría la respuesta a esa pregunto pero, de igual forma, llamarlo amor no le parecía correcto a Remus. Aun no.

Las presentaciones sucedieron, aunque Remus ya sabía quien era ella pues Sirius se lo repitió infinidad de veces el mes anterior cuando tuvo, lo que Lunático llamó: obsesión pasajera. Y aunque el animago canino insistió en que "esta vez era diferente" al final tuvo que aceptar, como siempre sucedía, que Lunático tenía razón.

Aquella fue una tarde que pasó rápido, demasiado rápido en consideración de Remus. Anna y él comenzaron una amena charla, que asemejaba a la de dos personas que se conocen desde hace mucho tiempo, cuando el reloj marcaba las tres de la tarde… se vieron obligados a finalizarla cuando el sol ya se había ocultado y los últimos estudiantes abandonaban la biblioteca.

-Creo que nos hemos perdido la cena –dijo Anna mientras miraba a su alrededor y comprobaba que eran los únicos en el lugar.

-Oh! Disculpa, ni cuenta me he dado de la hora que era –agregó Remus con un tono de sincero arrepentimiento –Debes tener hambre –

-No te preocupes –ella sonrió –Estoy bien. Yo tampoco me había dado cuenta de la hora. El tiempo se ha ido volando –Anna se levantó y comenzó a recoger sus cosas y a ponerlas dentro de su bolsón.

Remus la veía expectante, aun no quería que ella se fuera, aun quería pasar mas tiempo con ella; no había tenido una tarde como esa en mucho tiempo, es decir, solía pasar la mayor parte del tiempo con sus amigos y Lily; con ellos se estaba bien, mejor que en cualquier otra lugar. El tiempo que le sobraba era para sus labores de prefecto, de estudiante, tareas y la biblioteca. Y antes de aquel día había creído que su vida era todo lo que él podía desear, para ser un licántropo que se convierte cada noche de luna llena… era feliz, de eso estaba seguro… pero ahora estaba feliz como nunca antes, la conversación recién tenida le había dejado un increíble sabor de boca, su corazón palpitaba con alegría e incluso sentía que sonreía de otra manera, como si fuera más feliz…

¿Más feliz?

No estaba seguro de estar empleando el término correcto, pues él ya era plenamente feliz con sus amigos y su vida como estudiante y prefecto. No es que en aquel momento fuera más feliz, mas bien era como si fuera…feliz de otro modo, feliz de un modo nunca había experimentado. ¡Sí, eso era! Eran distintos tipos de felicidad.

Pero… ¿Qué tipo de felicidad tan rebosante, deliciosa y nunca antes experimentada, era la que le regalaba esta chica que a penas conocía?

Por estar completamente sumergido en sus cavilaciones, Remus no notó que Anna había acabado de recoger sus cosas y abría la boca para volverla a cerrar, como si las palabras se le quedaran atoradas en algún lugar de la garganta y se volvieran incapaces de articular. Él se preocupo, tan feliz estaba que no se había detenido a pensar ¿Se sentía ella de la misma manera¿Acaso estaba incomoda con él y quería irse? Sin embargo la forma en que habló y como se comportó durante toda la conversación, no mostraba signo alguno de incomodidad.

-Me preguntaba si… –comenzó diciendo la chica pero se vio de pronto silenciada por un sonido proveniente de su propio estómago que puso en evidencia la necesidad de alimentarse. Anna se sonrojó y una lenta sonrisa se formó en los labios de Remus, que dulce le parecía aquella chica.

-Tienes hambre –afirmó él, aun sonriendo – ¿Te parece si vamos a buscar algo de comer?

-Pero ya es muy tarde –dijo ella mientras se colgaba el bolsón al hombro.

-Eso no es ningún problema –Remus se levantó de su silla y acercándose a ella se ofreció a cargar su bolsón.

-No es problema, yo puedo con él –respondió ella

-Podrías… si estuvieras en perfectas condiciones, sin embargo no has comido por eso estás débil –dijo él en son de juego –y ese retraso en tus hábitos alimenticios es culpa mía, así que déjame rectificarlo cargando tu bolsón.

Ella rió ligeramente y asintió –De acuerdo, si es lo que deseas –accedió ella y Remus tomó su bolsón.

Unos minutos después caminaban juntos por los solitarios pasillos de Hogwarts, era tarde pero no tanto pues los alumnos aun podían vagar libremente el Castillo.

-¿A dónde vamos? –preguntó Anna por cuarta vez, contando desde que había n salido de la biblioteca.

-Ya lo verás –respondió Remus con una sonrisa digna de un merodeador, y es que en aquel momento se sentía muy orgulloso de serlo y poder llevar a Anna a un lugar donde no cualquiera podría llevarla.

Finalmente llegaron frente a un cuadro que exhibía distintos tipos de frutas, Remus se acercó mientras Anna lo examinaba, él hizo cosquillas a la pera que se encontraba allí y de pronto éste se abrió tal como lo hacía el retrato de la casa de Gryffindor dejando ver las cocinas del Colegio de Hogwarts. Ella ahogó un gritito de sorpresa, sabía que el Castillo escondía una cantidad inmensa de lugares, pero no creyó que alguien, además de los altos mandos del Colegio, lo conociera.

-Esto es… –ella avanzó con cautela justo en el momento que una elfina avanzó hacia ellos.

-Señor Lupin que gusto de verle –dijo la elfina con voz chillona y entusiasta mientras hacía una reverencia exagerada –Señorita –agregó haciendo otra reverencia.

-Hola Lenalee –correspondió él al saludo –Estamos en la cocina del Colegio –sonrió Remus ahora viendo a Anna –suelo venir cuando me pierdo la cena o simplemente tengo antojo de chocolate.

Ambos tomaron asiento mientras Anna veía a su alrededor como una niña fascinada y emocionada –Esto es tan lindo –dijo viendo la inmaculada cocina – ¿Cómo lo has descubierto¿Desde hace cuanto lo conoces?

Remus rió ligeramente, pues ella mientras hablaba seguía viendo a su alrededor, parecía como si aquel lugar fuera todo un hallazgo para la humanidad…le pareció muy dulce su actitud –No lo descubrí solo –confesó el chico –mis amigos y yo nos topamos con éste lugar casi por accidente…

-Tus amigos… –dijo Anna mientras bajaba la mirada –No entiendo como puedes ser amigo de Black –pronunció el apellido con hastío.

-¿Cómo sabes…?

-Los he visto juntos –sonrió –pasas mucho tiempo con Black, también con Potter y el chico Pettigrew. –Anna era una persona muy observadora.

-Sirius no es tan malo, como debes pensar que –el tono de Remus era cariñoso –sólo debes conocerlo bien, darle tiempo, realmente tiene un gran corazón.

-Supongo que lo he juzgado pronto –dijo la chica –pues por la forma en que te refieres a él parece como si en realidad fuera una buena persona.

Ambos rieron. Un par de elfos llevaron, en ese momento, una bandeja que exhibía comida deliciosa y servida en dos raciones. Así trascurrió gran parte de la noche, mientras Remus le hablaba a Anna acerca de sus amigos y las diversas aventuras que habían tenido en el pasado, comieron, rieron y ambos notaron una conexión invisible que parecía siempre haber estado allí y ahora se mostraba ante ellos. Aquella noche terminaron de hablar muy tarde y llegaron a la Sala Común cerca de la media noche, sin ningún inconveniente gracias a que Remus era Prefecto, se despidieron y mientras ella subía a la parte de las habitaciones de las chicas, Sirius hizo aparición.

-¿Qué son estas horas de llegar, Lupin? –preguntó con tono de quien ha estado esperando y ha tenido tanto tiempo que incluso ha planeado lo que va a decir.

Remus simplemente se dejó caer sobre el primer sofá que encontró y dejó sus parpados caer.

-¿Se puede saber que te pasa? –volvió a preguntar Sirius mientras se acercaba a donde su amigo estaba. Lo encontró sonriendo, pero sonriendo de otra manera.

-No pasa nada Sirius –respondió Remus con tranquilidad y sin dejar de sonreír. Esa sonrisa que definitivamente era distinta a la usual, era la primera vez que el otro chico la veía y no desconocía que desde ese momento y hasta un punto indefinido en el futuro, la seguiría viendo y cada vez con más frecuencia.

Aquel día, a principios de octubre, Remus y Anna se conocieron, y él sabía que nunca se había sentido como se sintió cuando la vio a ella. A penas una tarde habían compartido juntos y él sentía como si toda su vida la hubiera conocido o esperado conocerla… pues cada una de sus palabras le llegaba al corazón y sus sonrisas lo hacían sonreír. Parecía extremo, parecía acelerado y nada en Remus Lupin era drástico o acelerado… Sin embargo esto era como tenía que ser… pues el amor no es algo que se pueda controlar, es algo que llega y nada más, sin importar si nunca lo hemos buscado o toda nuestra vida estuvo dedicada a su búsqueda… el amor llega cuando menos se lo espera y cuando mas apropiada es la ocasión.

De igual forma Remus no se atrevía a llamarlo amor, no le parecía posible; aquella noche, cuando se fue a dormir, rememoró la conversación tenida durante la tarde en que se conocieron, nunca se había sentido así de cómodo en las primeras conversaciones con las personas desconocidas, ni siquiera con Lily a la cual no le tomó mucho tiempo entregarle su confianza. Simplemente con Anna era diferente, era mejor.

Varias semanas pasaron luego de aquel encuentro organizado por el destino y cada vez se volvía mas frecuente encontrar a Remus con Anna en cualquier lugar, en la biblioteca, en la Sala Común, a la hora de la comida e incluso cuando él hacía sus rondas de prefecto. Pasaba mucho tiempo con ella y siempre se le veía tan feliz. Aun así el licántropo seguía sin llamar amor a aquel sentimiento que cada día crecía en su corazón y que le hacía sonreír con sólo verla y que su corazón se acelerara cuando ella pronunciaba su nombre. En las noches, cuando Remus no podía conciliar el sueño los pensamientos en los que se encontraba Anna llenaban su cabeza ¿Era aquello realmente amor? Lo pensaba y se lo preguntaba una y otra vez y cuando estaba a punto de aceptarlo, una imagen de la Luna llena pasaba por su cabeza. Él no podía enamorarse, no debía enamorarse pues quien estuviera cerca de él corría peligro en aquellas noches donde su comportamiento no era controlado por su consciente sino por la Luna que lo obligaba a convertirse en una criatura sin razón ni corazón.

Jamás -se juró- Jamás expondría a Anna a esa clase peligro.

Y por eso no podía enamorarse, y por eso no podía ser amor lo que sintiera cada vez que la veía y por eso tenía que olvidar ese sentimiento que no estaba hecho para él…

Aun así no podía y no iba a alejarse de ella. Mientras ella no supiera lo que él era, todo estaría bien. La quería tanto y le encantaba pasar tiempo con ella.

Y sus amigos habían notado el cambio, como sonreía de otra forma y como escapaba en sus ratos libres para pasarlos con ella. Seguía sin ser un cambio drástico pues distribuía su tiempo de la misma manera en que lo hacía antes de conocerla, pero de alguna forma siempre conseguía estar con Anna en algún momento del día

¿Y por qué esto molestaba tanto a Sirius?

-Primero tú… -expresó el animago canino en voz alta

-¿Yo que, Sirius? –

-Lily… -

-Y vamos de nuevo –dijo James rodando los ojos – ¿Es que nunca te cansas?

-Luego Remus… – el chico de lentes bufó con exasperación a lo que Sirius hizo caso omiso –Esa Anna… –pronunció el nombre de la chica con algo que bien podría interpretarse como…

-Estás… celoso de ella! –dijo James con una repentina expresión triunfal debido su reciente descubrimiento.

-Por supuesto que no –Sirius entrecerró los ojos y comenzó a arrugar la almohada que tenía entre las manos.

-No era una pregunta, era una afirmación –aclaró James con una sonrisa

-No estoy celoso, lo que sucede es que pasa tanto tiempo con esa chica Talavera y luego que pasa tiempo con Lily… ¡Hombre! Me preocupa que lo conviertan en chica.

-Canuto… –dijo James con tono reprobatorio –Además, que tiene de malo que Remus haya conseguido alguien que lo hace tan feliz, alguien especial.

-No es alguien especial –agregó Sirius frunciendo el entrecejo y aplastando la almohada que tenía entre las manos –ella sólo es… –repentinamente relajó la frente como si una idea cobrara forma en su cabeza y mientras se pasaba la mano por el cabello, dijo con tono despectivo y una nota de celos –sólo es… alguien más.