Bueno gente, acá tienen! Este es mi primer fic, así que están advertidos. Acepto que el principio es algo soso, pero tengo ya escrita gran parte del primer capítulo como tal y creo que va mejorando (o espero). Disclaimer: Ya saben, todo lo que reconozcan es de la señora J.K. Rowling, de resto, es producto de lo que entreteje mi mente al sentarme a escribir. Sin mucho más que decir, les dejo una especie de prólogo al fic, espero que me envíen reviews si lo leen y les gusta o lo odian, eso siempre ayuda. Jeje, saludos a todos y que estén muy bien!

Confesiones de invierno

Antesala

No había mucho por lo que agradecer esa mañana. Todo lo que circundaba la habitación se debatía entre el silencio punzante y la oscuridad tímida que enmarcaba el inicio del invierno. La sensación de vacío que cargaba en el estómago hacía juego con su característica levedad.

Se había acostado bastante tarde, lo suficiente como para no levantarse hasta la hora del almuerzo, pensó. Se incorporó para abandonar con pasos largos y pesados la suavidad del colchón de su cama, apartado el dosel fino que la recubría. Se dirigió al baño.

Examinó su figura en el espejo, para llegar a la conclusión de que tenía un aspecto decente, para la cantidad de fiestas por las que había pasado (o por lo menos, por las que recordaba haber pasado) la noche anterior. Suspiró y le sonrió vagamente a su reflejo, quien devolvió el gesto como si no tuviera más remedio. Aligeró el paso hacia la ducha, deshaciéndose de la poca ropa que traía, y en un acto decidido, se aventuró a abrir el grifo que se suponía era el del agua caliente, cosa que desmintió segundos después, cuando cayó sobre él un conjunto de gotas que parecían provenir de un glacial o algo por el estilo.

Después del grito corto proferido por el efecto que tuvo la temperatura del agua sobre él, y acostumbrado ya a la ausencia de calor, se limitó a tomar la ducha.

El agua se deslizaba divertida por toda su fisonomía, delimitando lo que se veía como un excelentemente bien conformado físico. Su desnuda palidez contrastaba con su cabello, cuyas hebras se vestían de un color que se debatía entre el azul profundo y el negro. Le llegaba, de largo, hasta la cintura, y cubría un poco sus ojos grises, intensos, fríos como la plata, lejanos.

Justo cuando tomó una bata de color rojo y se la colocó, el ambiente pacífico de la habitación se vio roto por la presencia de un chico espigado, que sonreía como si fuera la primera vez que lo hacía.

- ¡Paddie! –Gritó el recién llegado- ¿Cómo? ¿No estás listo? Siempre tan fuera de órbita, ¿qué ocurrió? No me digas que te trajiste a alguien y tuviste una noche de esas… -Acabando su rápido diálogo con un tono sumamente bromista y guiñando un ojo-

- No estoy para eso, James –contestó el otro joven, que exprimía su largo cabello para deshacerse del exceso de agua-

El chico que respondía al nombre de James observó al joven, incrédulo. Sus ojos, profundamente castaños, se pasearon un momento por todo el cuarto, inquietos, como buscando algo hasta en el más recóndito lugar.

- No hay nadie –Concluyó- ¿Por qué el trato frío?

- ¿Qué trato frío? –Fingió el ojos grises-

- Vamos, te conozco, Sirius. A ti algo te pasa.

- Nada me pasa. Es la resaca.

James levantó una ceja y puso una mano en su cabeza, desordenándose el corto y oscuro cabello, si es que se podía más. En un gesto de incomprensión, suspiró y levantó los hombros, al notar que su amigo no le devolvía las miradas cuando se dirigía a él. Se acomodó los lentes con un dedo y se aclaró la garganta.

- Salimos en media hora. Sólo pasaba a despedirme.

- Qué considerado –Inquirió Sirius, con un dejo de sarcasmo en la voz-

- Mira Padfoot, yo no sé qué hacer para tratar contigo ya. Bien te dije que podías venir conmigo. Ahora deja de comportarte como un niño y empaca tus cosas, que Lily espera abajo.

- Lily, Lily, Lily. Últimamente absolutamente todo tiene que ver con Lily. Si vuelvo a escuchar su nombre una vez más…

- Ah, con que eso era, ¿eh?

- ¿Eso era de qué? –Sirius levantó la mirada y se vio reflejado en los cristales de los anteojos de James-

- Nada, ya olvídalo. Esperaré abajo hasta que sea la hora de irse, eres libre de venir o no hacerlo.

- Es bueno saberlo.

- Sí, muy bueno –Cortó James, sellando con un portazo su salida-

James suspiró. Era una molestia acercarse para hablar con Sirius últimamente, y había comprendido por qué hacía apenas unos instantes. Respiró profundamente y bajó las escaleras que llevaban a la Sala Común de Gryffindor.

Una chica pecosa y de ojos cristalinos contaba las cosas de dos baúles abiertos a sus pies, chequeando que todo estuviera en orden y que no faltara nada, por medio de un pergamino que tenía entre sus manos. Vio interrumpida su labor cuando James se acercó a ella y la envolvió en un cálido abrazo.

- ¡Oh, James! ¿Qué ocurre? –Preguntó la joven-

Su voz de porcelana se congeló entre las paredes de la Sala, pues no obtuvo respuesta. El chico sólo la sujetaba contra él, firmemente, pero con ganas de ser protegido, como un niño pequeño. Ella comprendió esto y sonrió para sí, mientras lo abrazó de vuelta y depositó un beso dulce en su mejilla, para posteriormente acariciarla.

- Nada, ¿eh? –Preguntó casi en un susurro, con mucho tacto-

- Es que no sé qué le pasa. Dice estar muy feliz por mí, pero después se queja y chilla como un bebé caprichudo –Replicó James, soltándola- De veras Lily, está celoso.

- No seas tonto. Sabes como es Sirius, de seguro está pasando sólo un rato de malas pulgas –Le sonrió, guiñándole un ojo, en gesto de complicidad- Esperemos aquí hasta que sea hora de irnos.

James le sonrió, siempre sabía cómo tranquilizarlo. Acarició su cabello rojizo, vio cómo se escurría entre sus dedos como agua tibia, apreciando también su suavidad. La idea de pasar todas las navidades junto a la que sería su esposa en un futuro no muy lejano (o sea, cuando juntara todo su valor para pedírselo), hacía que todo lo demás se viera pequeño.

Así se sentía Sirius, pequeño, tonto. Se había colocado el uniforme de la escuela, decidido a quedarse todas las vacaciones encerrado en su habitación. "Bueno. Quizás salga para comer. Sólo para comer", asintió ante este pensamiento, el cual, junto con un gruñido posterior de su estómago, le recordó que tenía bastante hambre.

Después de meditarlo por unos minutos, decidió levantarse y bajar, para ir a las cocinas a buscar algo de comer.

- Es casi hora de irse ya –Dijo Lily en un tono bajo, cerrando los baúles-

James la miró, levantándose del sillón donde estaba.

- ¿Todo en orden? –Le preguntó a su novia, quien lo miraba con cara de circunstancia-

- Sí, no falta nada.

Sirius bajaba las escaleras, mientras ataba su cabello en una trenza ajustada. Cuando iba por la mitad de las mismas, Lily se percató de su presencia. La pelirroja le hizo un gesto a James, quien levantó la vista para encontrarse con el reto que involucraba quedarse mirando fijamente a Sirius Black a los ojos.

- Padfoot.

- Prongs. Lily.

- Hola Sirius –Sonrió la chica-

El merodeador hizo un gesto con la cabeza para saludar, mientras terminaba de trenzar el abundante cabello y bajar las escaleras. Con una mano sujetó el extremo de la trenza, mientras buscaba algo en sus bolsillos. Lily se le quedó mirando, para después ver a James y sacar rápidamente algo de los bolsillos de su abrigo.

- Ten –Le dijo al pelilargo, quien se detuvo al llegar al final de la escalera-

Sirius levantó la mirada para encontrarse con la misma Lily, sonriente desde el principio, con una de las delgadas manos extendidas, ofreciéndole una cinta de color rojo. Parpadeó un par de veces antes de poder reaccionar al gesto de la chica y tomar el listón.

- Gracias –Dijo colocándoselo, para sellar la trenza, tratando de sonar desdeñoso-

- No hay de qué. ¿Por fin vienes con nosotros?

- No, no –Negando con la cabeza- Ya sabe Prongsie que en ningún momento querría entrometerme en su privacidad –Dijo en un tono pícaro, mirando a James, a lo que la pelirroja enrojeció notablemente-

- Paddie, de eso podemos hablar cuando Lily no esté presente, te dije –Replicando en el mismo tono, apartadas las asperezas entre ellos-

- ¡Oye, que sigo aquí! –La joven empujó a su novio levemente-

- ¡Me maltratas! –Chilló James de fingido dolor-

Sirius rió, observando a los dos jóvenes "luchar" en son de broma. Esas escenas se sucedían unas a otras con ellos, todo el tiempo, y él era testigo de muchas. Se aclaró la garganta para marcar el fin de la supuesta discusión y se puso en medio de los dos, para rodearlos a ambos con los brazos, colocándolos sobre sus hombros.

- Ya es hora de que se vayan, tórtolos, que van a llegar tarde –Dijo viéndolos- Sólo prométanme que van a portarse muy mal y que se acordarán de mí.

- Es imposible no acordarse de ti, Padfoot –James entornó los ojos y colocó una mano en su frente, sonando a resignado-

- Lo sé, una personalidad como la mía es inolvidable.

- ¿Ves a lo que me refiero? –Rió James-

Lily rió ante el comentario también, aparentemente su gesto había ablandado a Sirius. Se sentía aliviada de que los chicos se hubieran arreglado antes que ella y James se fueran; era partidaria de que nadie debía dejar asuntos sin resolver, mucho más si no iban a verse en un tiempo.

- Ah, se me olvidaba –Dijo Lily sacando un trozo de pergamino de su abrigo y entregándoselo a Sirius- Es la dirección donde podrás encontrarnos, por si cambias de opinión. También te apunté el número de teléfono. ¿Sí recuerdas cómo te enseñé a marcar en uno, cierto? –Viéndolo con el entrecejo fruncido, con severidad-

- Claro que sí, claro –Asintió Sirius, algo nervioso por la cara de Lily- Los llamaré para asegurarme de que siguen con vida y no se escaparon.

- Tienes razón, no puedes olvidarte de él –Le dijo a James, suspirando- También llámanos para decirnos si estás bien.

- Ya, Lils. Sé que soy tu protegido y que te preocupas en exceso por mí, pero no es para tanto –Sonrió Sirius, inflado de ego-

- A veces puedes ser tan ingenuo.

Sirius sonrió. Tomó uno de los baúles y lo llevó hasta la puerta del castillo, caminando junto con James, que llevaba el otro. Lily los observaba con cierta aprehensión. Le hubiera gustado haber tenido a alguien con quien compartir todos sus años en el colegio, alguien lo suficientemente confiable, que la apoyara, como Sirius lo hacía con James, y viceversa. Esa pequeña traza de envidia, lejos de ser malsana, demostraba una cierta admiración que guardaba la joven para con la amistad que entablaban ambos merodeadores.

Por otro lado, James estaba aliviado de que Sirius se hubiera calmado. Las cosas entre ellos siempre se arreglaban así, espontáneamente. Él era su mejor amigo y lo apreciaba como tal, así como sabía que tenía sus manías y modos peculiares de hacer las cosas, como esa extraña manera que tenía de disculparse. Le sonrió a su amigo mientras le extendía una mano, al llegar a su destino.

Sirius le devolvió la sonrisa y dejó el baúl en el piso, a un lado de Lily. Tomó su mano y la estrechó fuertemente.

- Que te vaya bien, Prongs. Espero que tengas suerte –Murmurando esto último-

- Oí eso –Dijo Lily, mirando reprobante a Sirius-

- ¿Oír? ¿Qué cosa? Yo no he dicho absolutamente nada –Selló con una sonrisa, mientras ponía una mano en el hombro de la chica-

- Claro, y yo soy una veela.

- Mmm, pones ideas interesantes en mi mente, Lily –Dijo James, con la mirada alta y una mano en la barbilla-

- Cállate, Potter.

- Ah, el amor –Suspiró Sirius en tono bromista-

- Bueno, ahora sí. Hora de irnos –James tomó su baúl, Lily hizo lo propio- Cuídate Padfoot.

- ¿Te despediste de Remus y Peter? –Preguntó Lily-

- Por supuesto.

- Sólo chequeando –Sonrió la pelirroja-

- Cuídense ustedes también. Y ya váyanse, que si no, no salen de acá más nunca –Dijo Sirius en un tono dramático-

- Está bien, hasta pronto, Sirius.

- Sí, nos vemos Paddie.

- Nos vemos, Prongs.

Los ojos grises de Sirius siguieron a los dos jóvenes, hasta que sus siluetas se perdieron entre la blancura de la nieve y el espesor de la niebla que flotaba alrededor del castillo. Definitivamente, Prongs había madurado mucho desde que estaba con Lily, y también se le notaba muy feliz. Metió una de sus manos dentro del bolsillo del pantalón que traía y sacó el pergamino que le dio la pelirroja. Lo observó durante unos instantes, para después reaccionar de su sueño diurno, y regresar, haciéndose camino hacia la Sala Común, tal y como la frescura del invierno se hacía paso entre los días que transcurrían, dejando su estela, tejiendo su transparente espíritu en todos y cada uno de los recodos del castillo de Hogwarts.