Grimmauld Place.

Capítulo uno: Cartas sobre la mesa

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Disclaimer: No poseo los derechos sobre Harry Potter ni a voy a ganar dinero con esto. Solo escribo historias con los personajes creados por J. K. Rowling por gusto.

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Advertencia: Esta historia ocurre en un universo alternativo al de Harry Potter, que básicamente es el nuestro. No hay magia. Sí se conservan personajes y las relaciones familiares de la casa Black. Estamos en el Londres de la Belle Époque. Los emparejamientos al inicio son: Lupin/Sirius/Tonks y Hermione/ Pansy. Luego van a estar juntas Tonks y Luna, pero esto va a tardar. Puede que haya algún otro cambio más. Algún personaje va a morir. El final será feliz.

Otro asunto es que mi visión de los personajes es más oscura que la de los libros de HP.

Y bueno. Es M +18. Hay sexo explícito tanto heterosexual como homosexual, y se habla de drogas, alcohol, tríos y movidas. Probablemente haga referencia a temas de non- con. No voy a ser explícita cuando escriba del asunto, que luego se me queda mal cuerpo.

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Mientras Luna Lovegood esperaba en las puertas de Grimmauld Place, todavía podía escuchar la voz de Hermione Granger, su amiga y antigua compañera de colegio, resonando en su mente, hablando de la explotación de los obreros y los campesinos (por no hablar del personal del servicio), de la cual la abominable familia Black se había valido para aumentar sus ya de por sí grandes riquezas.

Pero ella misma era una pobre chica huérfana, desheredada, y sin familia. Su padre había tenido un periódico de poco éxito y había acabado demente y completamente arruinado, antes de ser encarcelado por sus deudas y morir en prisión. Era consciente de que sus sueños de ser escritora eran casi inalcanzables. Para ser escritora hace falta tener mucho tiempo, y una chica que debe dedicarse a ser niñera, institutriz, o señorita de compañía, no dispone de él. Solo podía esperar la protección de una familia rica y poderosa si no quería perecer de hambre y frío. El mundo era un lugar cruel, y la ciudad de Londres en 1911 era un sitio donde la vida era especialmente dura si una era pobre y estaba sola.

¿Qué podía hacer ella? Lo que fuera menos volver a casa de su tutora, Madame Bellatrix Lestrange, también perteneciente por nacimiento a la familia Black. Ahora que era mayor de edad, no volvería allí. De ninguna manera. Antes prefería arrojarse al Támesis. Y menos después de la discusión que había tenido la noche anterior con la señora Lestrange (y todo lo demás, en lo cual ahora no podía pensar si no quería derrumbarse), tras la cual la había encerrado en el ático. Había escapado con las primeras luces del día con ayuda de unas sábanas anudadas por un ventanuco, y ahora estaba en la puerta de otra ilustre mansión en un frío mes de enero y sin abrigo, tras caminar a pie millas y millas por la gran ciudad en zapatillas de estar en casa. Parecía una pordiosera pidiendo limosna. Y eso es exactamente lo que soy, pensó. La hospitalidad que un día le había ofrecido Lady Nymphadora Black, la señora de Grimmauld Place, solo para fastidiar a su tía, era la única esperanza a la que podía aferrarse. Ese día Madame Bellatrix, con su lengua venenosa, había insinuado que Teddy Black no era hijo del señor Black, y su sobrina le había cruzado la cara de un bofetón que le había sido devuelto. Un espectáculo.

Una criada delgada y marchita le abrió la puerta. No había compasión en sus ojos, todo lo contrario, era obvio que la veía como a una molestia y que pensaba que le ensuciaría de barro los suelos limpios, pero accedió a su petición de entrevistarse con la señora de la casa tras asegurarle que se conocían personalmente y darle detalles que así lo atestiguaban.

Pasó a un pequeño saloncito tras pasar por el recibidor donde un retrato de una anciana señora la impresionó por su expresión adusta y hostil, donde le indicaron que debía esperarla. No había fuego en la chimenea, y toda la casa parecía húmeda y fría. En esa habitación hacía solo un poco menos de frío que en la calle.

Un ruido de algo golpeando contra el suelo seguido de un "ay" anunció que alguien que se aproximaba había tropezado y caído. Luna se levantó con premura y vio a la señora de la casa en el suelo. Se había golpeado con un horrible paragüero en el recibidor y estaba levantándose del suelo, enseñando una de sus ligas bajo la falda que se le había quedado arremangada.

-¿Qué hay Luna? ¡Un placer verte de nuevo!, -Dijo ella mientras se recolocaba la ropa y volvía a poner el paragüero en su sitio. Nadie vino a ver qué había pasado. Ya debían estar acostumbrados.

Luna y ella se habían conocido un colegio de señoritas, aunque no se habían tratado mucho ya que había una diferencia de siete años de edad entre ambas. Pero Luna siempre recordaba la vez que la había defendido de unas niñas mayores que la molestaban, cuando le sujetó la cabeza porque estaba vomitando, o cuando le ayudó a encontrar una prenda de ropa que le habían escondido para gastarle una broma. En aquella época insistía en ser llamada solamente por su apellido, Tonks. Su madre al parecer había hecho una boda inadecuada, para después morir junto a su marido y dejar a su única hija a cargo de su odiosa tía, que la dejó en un internado de mala muerte de donde no la recogía ni en las vacaciones.

Ambas habían sido unas marginadas; Luna por ser una soñadora y la otra por ser demasiado activa, bromista, amiga de meterse en problemas, y el sumun de la vulgaridad, ordinariez, y falta de feminidad según la vieja profesora McGonagall. Y tan revoltosa había sido, que un día desapareció de allí para unirse a un carromato de gitanos y empezar su vida como artista itinerante. En unos pocos años había conseguido llegar a ser una famosa actriz de comedia, aunque casi era más conocida por su ajetreada vida sentimental. Reapareció muchos años después en la vieja casona familiar como amante de su tío segundo, el conde de Grimmauld, considerado la vergüenza de los Black, y luego, tras quedarse embarazada, como su legítima esposa. Pero seguía siendo una paria entre los suyos. Parecía alegrarse sinceramente de verla.

-¿Cómo es que estás sola, sin esa desagradable bruja que es mi tía, ni el redomado canalla de su marido? –Dijo indicándole que la acompañara a otro saloncito distinto, donde ardía un agradable fuego. -¿Y por qué, si puedo preguntarte, estás en zapatillas de casa?

-¡Me he escapado y no volveré! ¡No volveré a esa casa ni aunque me maten!

-Perdona que te interrumpa, Luna. Voy a pedir té caliente y galletas para ti. Me da la impresión de que te van a sentar bien ¿O prefieres un café?

Hizo sonar la campanilla, y apareció un viejo altanero y desagradable.

-Kreacher, por favor, traiga té para la señorita y para mí. Y algo de desayuno. Y también mi bata negra, la que tiene un dragón bordado, para que se la eche por los hombros ¡Está temblando de frío!

El viejo se fue refunfuñando por lo bajo, mientras ella hacía una mueca y ponía los ojos en blanco.

-Dime qué ha pasado, Luna. Pero tranquila, no volverás allí. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras ¿lo sabes, verdad? A Sirius no le importará en absoluto.

-¡Oh, me encantaría quedarme aquí! ¡Pero puedo trabajar! ¡No seré una carga para usted! Puedo ser la niñera de Teddy, o su secretaria, o lo que quiera usted, Nymphadora…

-Teddy está en el colegio, corazón. Solo lo verás en vacaciones. Y yo no necesito en absoluto una secretaria. Pero si insistes, puedes ser algo así como mi ayuda de cámara o mi señora de compañía. No me vendrá nada mal una acompañante que no esté deseando apuñalarme por la espalda ni murmurar de mí, -dijo haciendo otra mueca-. Y a ti no te vendrá mal tener un pequeño sueldo, me imagino. Pero no te preocupes, no voy a explotarte, tu querida amiga la señorita Granger no tiene que tener miedo de eso, -añadió con una voz ligeramente venenosa.- Y un punto muy importante. Háblame de tú. Como en el colegio. Y el nombre, ¡ese es otro buen punto!: Me puedes llamar como entonces: Tonks. O Dora, si te parece más apropiado. Mi esposo y algunos amigos cercanos me llaman así. Pero nunca, bajo ningún concepto, me llames Nymphadora ¡Hazme el favor!

Mientras el desagradable mayordomo llegaba con lo solicitado y la señora de la casa le ponía personalmente la bata frotando cariñosamente sus hombros y espalda, ella se quedó pensando en lo extraño que era que Tonks (para ella siempre sería Tonks) hablase con retintín de Hermione. Ni siquiera sabía que la conociera, y menos que supiese del lazo de amistad que las unía.

-Luna ¿Estás aquí conmigo?

Cuando Luna escuchó su voz volvió la vista hacia ella, pero ya no estaba donde recordaba, sino muy cerca de ella, y había agachado la cabeza para mirarla a los ojos mientras le sonreía. A pesar del tiempo transcurrido seguía siendo la misma chica revoltosa de siempre.

-Me ibas a contar qué te ha hecho ese demonio de mujer. Bébete tu té antes de que se te enfríe mientras me cuentas.

-No me deja salir sola. Me falta al respeto constantemente. Y ha destrozado mis pinturas y mis cuentos, solo para hacerme daño. Lo último ha sido encerrarme en el ático, porque le recordé que ya era mayor de edad. "Aparte de otras cosas que no me apetece contarte", -pensó Luna.-

-Oh, no sabía que pintaras y escribieras ¡Pero que chica más talentosa! No te preocupes, aquí tendrás tiempo para hacer todo lo que te guste. Te lo prometo ¿Y dónde está tu equipaje, cielo?

-Me he escapado sin nada. Ni siquiera pude coger mi abrigo o mis zapatos. Tuve que salir por la ventana de un ático. Si por una tontería me rompió mis cosas, no creo que cuando haya visto que me he escapado haya dejado entero ninguno de mis vestidos.

-Le diré a Sirius que le escriba para que nos mande tus cosas. Yo prefiero no tener que ver con ella, me dan ganas de matarla, y no lo digo en broma. Pero si te los ha roto, no habrá problema, ¡te llevaré a mi modista para que te haga otros vestidos más bonitos que los que tenías! –Dijo ella mientras se encendía un puro. A Luna le sorprendió. Una mujer fumando un cigarro, quizás con una boquilla, podía tal vez ser considerado elegante en ciertos ambientes, pero un puro evocaba en las mentes otras cosas. Ninguna mujer decente fumaba puros.

-¿Quieres uno, Luna? ¿Quizás una calada del mío? –Preguntó sonriendo al ver que la joven la miraba.

-No, gracias, no fumo.

-Y seguro que tampoco bebes. Definitivamente me vendrá muy bien tenerte como acompañante. Vas a ser una buena influencia para mí ¡O tal vez yo seré una pésima influencia para ti!, ¿Quién sabe? –Dijo guiñándole un ojo y echando el humo por un lado de la boca. Lo que está claro es que lo vamos a pasar muy bien juntas.

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Le habían enseñado su cuarto. Tonks pensaba que una pequeña habitación que se unía a otra aún más pequeña mediante una puerta interior podría venirle como anillo al dedo. "Podemos sacar los muebles de la más pequeña, y que instales allí tu estudio. Un escritorio con una máquina de escribir, un caballete, y quizás una mesa para hacer acuarelas caben perfectamente ¿Qué me dices, Luna?". A Luna todo le parecía muy bien, obviamente. Cualquier cosa era mejor que soportar en la Mansión Lestrange penalidades y humillaciones.

Esa misma tarde ya habían mandado a Winky, la doncella, a comprar unos zapatos de su talla, y Tonks le había prestado un camisón para que durmiese esa noche. Habían mandado un telegrama a la señora Lestrange preguntando por su ropa, pero la respuesta había sido: "Ha ardido. Como tú vas a arder en el infierno. Guárdate de mi sobrina." Así que tenían pendiente una visita a la modista al día siguiente. Su cuarto estaba arreglado y listo para que lo ocupase al caer la noche. Lo único que le había chocado un poco era que Tonks le había pedido que se mantuviese en sus habitaciones si ella no solicitaba su presencia. Dicho de otra forma, no tenía permiso para moverse por la casa si no era con ella.

A las cinco de la tarde, vinieron las dos señoras Malfoy a tomar el té. A Luna le dio la impresión de que las recibía solo porque le era imposible no hacerlo, pues ya Kreacher les había dicho que la señora se hallaba en casa. Antes de bajar al salón Luna la vio beber un trago de ginebra directamente desde la botella, de la que volvió a ofrecerle a ella. A Luna le pareció demasiado temprano para beber ginebra. De todas formas ella no bebía ginebra, pero eso no lo comentó, aunque se temió haber hablado demasiado de todas formas cuando Tonks la miró con el entrecejo fruncido tras limpiarse los labios con el dorso de la mano.

-Y dime, querida Pansy ¿Vas a querer el té con azúcar, o ya te están dando el azúcar en otro lado? No quisiera yo causarte una diabetes –dijo Tonks venenosamente.

-Con azúcar moreno si pudiera ser, querida Dora. Encuentro muy vulgar el azúcar blanco.

-Solo tenemos azúcar blanca, querida Pansy. Si prefieres otro tipo de azúcar, se la tendrás que pedir a otra dama. Quizás las señoritas de ideas comunistas aprecien más la novedad del azúcar moreno.

-Por favor, señoras. No se olviden de que estoy yo delante ¡Tengan un mínimo de decencia, no me hagan avergonzarme!

-Mi querida tía Narcissa es demasiado parcial; aunque al parecer se asusta por un poco de azúcar, sin embargo no le tiene miedo a la harina.

Las dos pararon sus hostilidades momentáneamente para reír el chiste, pero Narcissa fulminó con la mirada a Pansy y le recordó que era la madre de su esposo y que como mínimo, le debía un respeto. Pansy cerró la boca.

-Y dime sobrina ¿Dónde está tu marido y el otro señor que os suele acompañar? ¿Se han ido juntos de viaje de nuevo dejándote a ti solita?

-Mi marido volverá a la hora de la cena, está ahora mismo en su club de caballeros. Remus, porque me imagino que con eso del "otro señor" se refiere usted a él, está ahora mismo en Francia. Su último libro se ha vendido muy exitosamente allí, y lo reclaman. Volverá pronto, no se preocupe.

-Por supuesto que volverá pronto, querida. No me cabe la menor duda. Hay muchas cosas que lo atan a esta casa y a esta familia ¿No es así, Nymphadora?

Tonks no pudo evitar resoplar. Esa le había dolido. Luna no sabía si estaba entendiendo bien o solo estaba imaginando de más.

-El caso es que no habíamos venido aquí por eso, querida –dijo Pansy.

-¿Ah no? ¿Entonces cuál es el chisme que estáis olfateando ahora?

-No seas ordinaria. Si quieres llamarnos perras, hay otras formas más sutiles. No te quedan bien esas palabras, y desde luego no te favorecen nada el rencor, la rabia o el despecho. Hacen que se te marquen arrugas en la frente. Te lo digo como amiga tuya que me considero, Dora. –Dijo Pansy echando el humo de su cigarro en su dirección, de modo que pareciese casi un accidente que le diera en toda la cara.

-Dime por qué habéis venido entonces. Lo creas o no, tenía pensado hacer cosas esta tarde.

-No hace falta que saques las uñas, sobrina. Te dejaremos libre enseguida para que puedas ir a vaciar el mueble bar a tu gusto. Simplemente nos preguntábamos por tu nueva huésped. Teníamos entendido que era la protegida de nuestra querida Bellatrix.

-Será querida por ti. Por mí puede irse al infierno. De todas las víboras que he conocido, ella ha sido la peor y la más dañina, y eso es decir mucho, muchísimo –dijo enarcando una ceja significativamente.

Pansy torció el gesto. –De verdad querida. Los malos sentimientos te afean y te envejecen. Cuando te expresas así, casi te pareces… a ella.

-Mira Pansy… estás a esto –dijo haciendo un signo con los dedos índice y pulgar- de que te eche de mi casa o te cruce la cara. Y me da absolutamente igual que me digas que soy vulgar. Yo estaba subiéndome a los escenarios para ganarme la vida mientras a ti tu niñera te limpiaba los mocos. Tus tonterías de niñata snob y malcriada las tengo ya muy vistas y me resbalan.

-¿Es necesario que te avergüences a ti misma recordando públicamente tu licencioso pasado? Yo creo que no, sobrina.

-No me avergüenzo ni me arrepiento de nada de lo que hice. Y además fue todo muy divertido. Algún día escribiré una autobiografía contando mis sórdidas historias con mis muchos amantes ¡A Sirius le encantará! Quizás Luna me pueda ayudar con eso, ¡ella escribe! –Dijo sonriendo en su dirección mientras ella deseaba que se la tragase la tierra. No quería llamar la atención de ninguna de las dos serpientes que habían venido a tomar el té.

-Dime, querida –dijo Narcissa dirigiéndose a ella ¿Cómo es que has dejado la casa de la mujer que se hizo cargo de ti cuando tu padre acabó en la cárcel por deudas? ¿No te parece de ser una desagradecida?

-Ya he pagado de sobra todas las deudas de gratitud que pudiese tener con ella. Y mi padre finalmente murió. En la cárcel. No le debo obediencia a nadie, y ahora estoy ganándome la vida. Soy señorita de compañía.

-Muy bien dicho, Luna. Aunque yo añadiría que tampoco le debes explicaciones a nadie. Eres una mujer libre, soltera, y mayor de edad. Y ahora, si nos disculpáis, pensábamos salir. Tendremos que dejar para otro momento el placer de vuestra compañía –añadió Tonks poniendo una cálida y firme mano sobre su hombro.

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Conoció al señor de la casa esa misma noche. Era un hombre moreno, atractivo, y en buena forma física a pesar de ser mucho mayor que su esposa. Se dio cuenta de que ambos bebieron muchísimo durante la cena. Se llevaban bien. Se reían los chistes el uno al otro y parecían tenerse aprecio genuino. No hizo preguntas cuando su esposa la presentó como su nueva señorita de compañía, aunque alzó una ceja, como sorprendido.

-Sí, ya sé que nunca quise tener una antes. Pero Luna es distinta. Cuando la conozcas lo entenderás. Además estuvimos juntas en Hogwarts, aunque en distinto curso, claro. Y bueno, también está el asunto de Bellatrix.

-¿Otra vez está esa maldita arpía dando problemas? –dijo él.

-Esta vez no es a nosotros, querido. Luna es la chica de la que te hablé. –Dijo Tonks un poco incómoda, al estar la otra delante- Su protegida. Aunque al parecer vamos a tener que protegerla nosotros de ella. Pensaba esperar a que tú vinieras y encargártelo, pero finalmente le pusimos un telegrama para preguntarle por su ropa. Mira lo que ha contestado. –Dijo pasándole el telegrama.

Su respuesta fue una risotada. -¡Por Dios, Dora! ¡Esto es demasiado divertido! ¡Suena como si estuvieses haciendo magia negra o invocando al maligno en tus ratos libres!-

-¿Qué puedes esperar de ella? En fin. Me alegro de que Luna esté ahora con nosotros. Mañana la llevaré a mi modista y le encargaremos vestidos nuevos. Mientras se tendrá que apañar con cosas mías, aunque me temo que le estarán grandes. Ella es más bajita que yo –comentó un poco preocupada.

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Los días pasaron rápidamente. Era verdad que no la estaban explotando. Le habían proporcionado vestidos (elegidos por Tonks, que había insistido en ir con ella a todas las sesiones con la modista) y material para que crease sus obras. Pasaba en su pequeño estudio la mayor parte del día. Muchas veces solo veía a sus empleadores cuando debía ayudara a vestirse a Tonks y a la hora de las comidas, y siempre eran amables con ella, especialmente la señora. Alguna vez daban un paseo juntas. Al parecer le entusiasmaban los caballos y los perros, al menos la mayoría de sus conversaciones iban en ese sentido. También le gustaba beber. A veces insistía en que tomaran una copa juntas. Al parecer le había parecido muy divertido una vez que Luna se mareó un poco tomando una copa de vino tinto con el estómago vacío. La había sentado en un sillón, le había traído agua, y le había dado un pequeño beso en la mejilla, pero todo el tiempo estuvo muy risueña, como si verla un poco borracha fuese muy gracioso. Se le había pasado enseguida tras comer algo, pero ella no olvidaba la sensación desagradable.

En su día libre había quedado con Hermione. Tonks le había preguntado de modo casual qué iba a hacer, y cuando le contestó que había quedado con ella para ver una exposición sobre Egipto, le había deseado fríamente que pasase una buena tarde y la había ignorado durante tres días, sin dirigirle siquiera la palabra cuando se sentaban a la mesa. Al cuarto había venido con entradas para la misma exposición; según decía deseaba verla con ella. Había sido aún más amable a partir de entonces. "Luego dicen que yo soy infantil", pensó Luna.

Había intentado indagar discretamente con Hermione el origen de la antipatía que la señora Black sentía hacia ella, pero quizás hubiera sido demasiado discretamente, porque la otra no se dio por aludida y comentó algo sobre unos vasos canopos, cambiando de inmediato al tema del sufragio femenino. Otra posibilidad era que le hubiese cambiado el tema de forma intencionada.

También le preguntó Hermione por sus condiciones laborales y el trato que recibía por parte de sus señores. Por lo visto una amiga de una amiga le había dicho que la señora Black podía ser bastante temperamental en las distancias cortas si se le llevaba la contraria, y sobre todo después de beber. Luna la tranquilizó diciéndole que era una dama encantadora con todo el mundo y especialmente con ella. Hermione no parecía haberse quedado mucho más tranquila. -Me alegro de que así sea, pero a la mínima cosa rara te vas ¿lo harás? No estás sola, puedes venir a mi casa. Con una Black medio loca y atravesada ya has tenido suficiente.- Dijo mientras Luna se fijaba en un pequeño moratón que su amiga tenía en el cuello. Cuando se lo hizo notar, la otra dijo que se había dado un golpe sin querer, y comenzó a hablarle de su trabajo de secretaria en "El Profeta", un periódico bastante amarillista en opinión de Luna.

Luna agradeció inmensamente en su interior que Hermione le ofreciera su casa, pero de ningún modo sería una carga para ella. Vivía en una pequeña buhardilla que compartía con Ginny, otra compañera de colegio que era como ella secretaria en "El Profeta". Ambas lo pasaban mal a veces para llegar a fin de mes.

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Ya había llegado Remus, el amigo de Sirius y Tonks del que tan maliciosamente había hablado Narcissa. Era un hombre de trato agradable aunque quizás un poco reconcentrado y sombrío. Escritor y poeta. Tonks insistió en que le enseñara sus propios escritos, y él opinó que tenía talento.

-Espero que Dora no te absorba la mayor parte del día y te deje tiempo para escribir. Que escribas a diario es lo más importante, Luna, si me permites un consejo.

-Por supuesto que le dejo tiempo libre ¿por quién me tomas, Remus?

-Solo lo digo porque sé lo pesada que te puedes poner cuando haces una nueva amiga, querida. –Dijo mientras ambos se miraban de forma extraña. Tonks apartó los ojos, incómoda.

-Luna está trabajando aquí. Tuvo que salir por patas de la guarida de Bellatrix. No sería nada correcto que fuera pesada con ella –dijo resoplando.

La cena transcurrió como era acostumbrado en aquella casa, regada con grandes dosis de alcohol. Remus bebía más que los dos esposos juntos, y eso era decir mucho. Tras acabar jugaron al bridge haciendo parejas por sexos. La partida estuvo muy igualada, pero finalmente ganaron los caballeros. Si no fuera por lo mala que era Luna jugando, hubiese ganado Tonks. Pero no le hizo ningún reproche, aunque se veía claramente que era mala perdedora. En la siguiente ronda volvieron a ganar ellos por el mismo motivo. Tonks no pudo evitar mirarla con los ojos entrecerrados por un momento. Después la reunión se disolvió; los caballeros estaban bostezando y la señora le dio las buenas noches, lo que indicaba que era la hora de recluirse en su cuarto.

Durante la noche sintió mucha sed. Se le había olvidado subirse un vaso de agua, como solía hacer. "No creo que nadie se vaya a enfadar porque vaya a por un vaso de agua a la cocina", se dijo mientras se ponía la bata negra de Tonks (la modista no daba abasto cosiendo su ropa, y aún no tenía una bata propia) y bajaba al piso inferior, pero un ruido hizo que mirase dentro de una habitación casi a oscuras, solo iluminada por los rescoldos de una chimenea, desde la puerta entreabierta. Lo que vio le cortó la respiración. Allí estaban Tonks y el señor Lupin, bastante ocupados por cierto.

La señora de la casa tenía el escote abierto con los pechos desnudos, y estaba arrodillada delante de Lupin mientras le hacía un favor muy personal. Desde donde Luna los miraba, ellos no podían verla, y aunque estaba horrorizada fue incapaz de quitar la vista de la escena. Ambos tenían los ojos cerrados, pero Tonks los abrió para ver la cara de Remus, parando un momento mientras sonreía para tomar un poco de aire y poder seguir con más ganas. Remus suspiró de placer ante la nueva acometida. Así siguieron quizás un par de minuto más, pero al poco tiempo Remus la levantó en vilo y la llevó a un sofá, donde tras levantarle la falda y las enaguas y subirle los pies a sus hombros empezó a embestirla sin siquiera quitarle la ropa interior, a través de la ranura que se abría en los pololos para facilitar las necesidades fisiológicas. Tonks empezó a gemir tan fuerte que Luna se preocupó doblemente: por un momento pensó que Remus le hacía daño, y luego se asustó pensando qué pasaría si el señor de la casa aparecía y veía semejante escena. La cosa fácilmente podía acabar en tragedia.

Sin darse cuenta, Luna tiró con el codo un pequeño adorno de porcelana que se encontraba en un pedestal al lado de la puerta. La figurita se hizo trizas en el suelo, sobresaltando a los dos amantes, que dejaron su actividad para correr a ver qué pasaba. La luz de gas se encendió, y Luna escuchó a Tonks llamarla a gritos por su nombre mientras la seguía corriendo por la escalera con la falda arremangada. Luna se encerró en su cuarto y echó el pestillo mientras la otra golpeaba la puerta hecha una furia exigiendo entrar. Por detrás escuchaba a Lupin intentando tranquilizarla. –Está bien, Remus, le hablaré con suavidad. Déjanos solas, por favor. Esto lo tenemos que arreglar entre nosotras.-

-Luna, abre la puerta, cielo. No te asustes. No pasa nada. Vamos a hablar.

Luna abrió la puerta con miedo y se sentó en el extremo más alejado de ella, al final de la cama y cerca de la ventana. Tonks cerró la puerta y se sentó a su lado. Acarició por un momento su mejilla para tranquilizarla, pero Luna se retiró.

-Luna, escúchame. Y mírame. No me apartes la cara. No pasa nada por lo que has visto, aunque precisamente por eso no quería que anduvieses por la casa a tu aire, para que no te asustaras si veías algo. Pero mira, casi mejor. Ahora las cartas están sobre la mesa, y ya no importa. Ahora puedes salir y entrar de tu cuarto a tu gusto.

-¿Y el señor Black? –preguntó Luna con aprensión.

-Escúchame Luna. Te voy a contar algo. No se lo puedes contar a nadie, o no solo lo negaré sino que te denunciaré por injurias y calumnias, y créeme que tienes todas las de perder: yo tengo buenos abogados, y tú no. Acabarías en la cárcel de Azkaban al no poder pagar ¿Entendido?

Ante el asentimiento de Luna, la otra siguió su historia.

-El señor Black es mi esposo, y Remus Lupin mi mejor amigo. Pero no solo es mi mejor amigo, también es el mejor amigo del señor Black. Tenemos los tres el mismo grado de amistad entre nosotros ¿Entiendes lo que te estoy diciendo, o debería ser más explícita?

-Creo que sí –dijo una boquiabierta Luna. Tonks se rio brevemente mientras volvía a acariciar su mejilla.

-También hemos tenido otros amigos los tres. Amigos y amigas. Bueno, yo solo he tenido amigas. Todos nos llevamos bien, al menos casi siempre.

-¿Amigas? –Preguntó con aprensión Luna.

-Sí. Eso mismo. Es justo lo que estás pensando ¿Te parece mal?

-¿La señora Pansy Malfoy es tu amiga? –Preguntó Luna antes de darse cuenta de su descaro, y sin responder a la pregunta de Tonks.

-¿Lo notaste, verdad? Me temo que no fuimos muy discretas. Fuimos amigas. Ahora ella tiene una nueva amiga al parecer. Y tú la conoces ¿Quieres saber quién es, o prefieres que me calle?

-Es Hermione, ¿verdad? –Preguntó con tristeza Luna mientras ataba cabos y recordaba las alusiones de Tonks y Pansy al azúcar moreno y las señoritas comunistas.

-Ajá ¿No sabías eso de ella?

-No. Ella nunca me comentó nada. Nunca hemos hablado de nada de eso, la verdad. En realidad creo que yo me he limitado a hablarle de cuentos de hadas y de los temas que a mí me gustan a lo largo de los años. Seguramente con Ginny haya sido todo distinto, y ella sí que la conozca en realidad. –Dijo Luna sintiéndose culpable.

-Oye, no te sientas mal. La gente no habla de eso. Nadie habla de eso. No es nada raro que tu amiga no haya sido la excepción.

Durante un momento se hizo el silencio mientras las dos se miraban a los ojos, evaluándose.

-Bueno, Luna. –Dijo Tonks rompiendo el incómodo silencio- Espero que esto no afecte a nuestra relación. Creo que las dos salimos ganando con ella, y me dolería bastante que dejaras Grimmauld Place porque no apruebas nuestro estilo de vida, o algo así. Si por ti está bien, por mí todo puede seguir exactamente como hasta ahora, salvo por las dos cosas que te he dicho: no te olvides de cerrar la boca en primer lugar, y siéntete libre de moverte por toda la casa a partir de ahora. Puedes entrar en mi dormitorio y rebuscar en mis cajones si te aburres. Ya no tengo más secretos. -Afirmó Tonks, mientras de pronto recordaba un par de cosas y se sentía una mentirosa.