DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, la trama, aunque suene trillada, sí.
CONVICCIONES MORALES
Maia I. Ratzel
Si hubiese sabido que todo cambiaría con ese corte de pelo, me hubiera rapado la cabeza. Literalmente.
Tan sólo quería un cambio, un maldito cambio. Deseaba olvidar todas mis preocupaciones... mis malos pensamientos.
Era, soy y creo tener la certeza que seré una persona muy moralista. Lo que no significa que sea conservadora, por supuesto. Tener un pensamiento pecaminoso, incestuoso, homosexual o algo parecido es un horror para mí. Tampoco puedo guardar una mentira. Estoy segura de que sería una buena monja, a pesar de no ser católica.
Mis padres se divorciaron cuando era pequeña. Nunca me afectó, de todos modos. Es más, hasta quería que sucediera. Mi madre engañaba a Charlie frente a mis propios de ojos, con mi profesor de primaria. Quizás entre esas paredes de colegio, mientras veía como mi madre se volvía en una adultera me inculqué a mi misma esas normas del siglo anterior.
Fué allí donde conocí a el pelirrojo de Edward Cullen. No es como si hubiese llegado de un día para otro, él estaba en mi curso antes de que yo siquiera lo notara. Todos lo días se sentaba solo en un puesto de la última fila, con un letrero invicible grabado en su frente que decía "No te me acerques".
Jamás lo noté antes de aquella visita a la peluquería. Yo era una chica popular, por decirlo de algun modo. Pero me harté de aquellos protocolos estúpidos, que te impedian decir lo que se te viniera a la cabeza por miedo a que alguien te odiara. Mis tan conocidas convicciones me imposibilitaban poder convertime en alguien hipócrita.
Por ello, antes de ser una más del montón, preferí salirme de aquel conjunto de mentiras. Me empecé a sentar en el rincón más alejado del pizarron. Comenzé a peinarme de otra manera. Cambie mi hermoso pelo caoba lleno de bucles. Lo convertí en un estilo geek de los 80s. Me gustaba y lo odiaba a la vez, supongo que eso se vale, ¿no?
Los antisociales comenzaron a fijarse en mí, nuevamente volví a ser popular, sólo que en el otro lado de la jerarquía social. Me convertí en una anarquista.
Mis mejores amigas, Alice y Rosalie, se fueron alejando de mí. Alice, quien estaba chiflada pero tenía estilo no soportaba estar al lado de alguien que usaba lo más comodo que encontraba. Rosalie, por otro lado, no podía estar con una persona que usara brackets, y yo como amiga de muchos de ellos, entraba en ése grupo.
Muchos chicos me apreciaban, pero ninguno era mi amigo. No habían esas salidas al cine que salen en las películas, por irónico que suene. No más charlas sobre modas. Eso me alegró. Yo no quería amigos.
Así que, para librarme de aquellos estúpidos pensamientos que habia estado teniendo los últimos días, me corté el cabello.
Recuerdo esa mañana. Estaba mortalmente avergonzada. Todos los chicos quienes habían fingido entenderme hace apenas unos meses ahora me señalaban mientras ahogaban risas con su manos. Él único que no se rió fue ese niño de un extraño pelo cobrizo. Él también se había cortado el pelo, algo que no me hizo sentir mejor, ya que el se veía mucho más apuesto. Incluso se parecia a ese actor de moda, ¿cómo se llamaba? Ah, sí. Robert Pattinson.
-No te ves tal mal. Luces linda -me dijo. Jamás nadie me había elogiado de ésa manera tan "Te ves bien, pero no me interesas". Desde ese día le puse mucha más atención a Edward Cullen.
Me dí cuenta que el vagaba en los recesos, que le gustaban los sandwiches de queso derretido y que amaba las historietas de Batman. Éso si, solo las de Bob Kane.
Era muy entretenido fingir leer Cumbres Borrascosas, cuando en la realidad veía como hacía sus tareas de matemáticas en la biblioteca. Jamás las traía hechas.
Un día soleado de Julio, simulé que me tropezaba con él. Lo sé, es tan cliché que de ser otra persona me daría asco. Sin embargo, valió la pena verlo levantar mis libros y murmurar un "Ten. Edward Cullen". Ni más, ni menos. Luego desapareció por el pasillo.
Pasaron meses para tan sólo oir su nombre en sus labios. La anterior Bella se habría reído y murmurado "patética". No importa, de todas formas es verdad.
A la semana siguiente volví a hacer lo mismo, sólo que yo fuí la que susurré "Gracias. Bella Swan".
Desde ese día comencé a ser amiga de Edward Cullen, lo que redujo más mi reputación. No tenía importancia alguna. Esas cosas ya no me interesaban.
Él iba a mi casa, yo iba a la suya. A veces me tocaba piano, a veces yo le dibujaba aves. Daba igual. Resultaba sorprendente lo cerrado que él podía resultar para el mundo exterior, y lo abierto que era con las personas que dejaba entrar.
Con él me dí cuenta de la verdadera valor de la amistad. O del amor. Quien sabe.
Ya estaba a punto de cumplir los 15 años cuando me dí cuenta de lo enamorada que estaba de él. No podía dejar de pensar en sus brillantes ojos verdes, o en su cabello castaño cobrizo.
Planié celebrar mi cumpleaños viendo "Batman Returns" y "The Dark Knight" , sólo para verlo entusiasmarse con las peleas, la acción o lo que sea que le gustara a Edward. No es como si pudiera compararlo con los demás chicos.
Lo amaba tanto que dolía.
La noche del 12 de septiembre (un día antes de mi cumpleaños), planee decirle mis verdaderos sentimientos. Confesarle como me había enamorado de él, como había comenzado a tomarle afecto al queso sólo por ver la comisura de sus labios quedar llena de él después de comer un sandwich. Pero como mi vida es una maldita telenovela juvenil trillada, tenía que pasar algo.
-Bella -me llamó cuando estabamos saliendo de clases- No sé que le gusten a las chicas. ¿Qué quedrías que te regalaran si un chico quisiera salir contigo?
-Mmm -medité, tratando de borrar la sonrisa de mi rostro. Era evidente que se refería a mí - No lo sé, quizás un papelito con la invitación. No me gustaría que me regalaran algo. Sabes que no soy así.
-Es cierto -me respondió -, adiós. Por cierto, feliz cumpleaños. Nos vemos.
Ésa tarde lo esperé ansiosa, comiendome las uñas. Es un mal hábito que tengo desde que mi madre nos dejó. Recuerdo verla comerse las uñas mientras Charlie le decía lo puta que era. No pude juzgarlo, después de todo tenía razón.
Cuando sonó el timbre, un resorte apareció de improvisto en mi trasero. Corrí hacia la puerta con la cámara que mi padre me había regalado en la mañana. Detrás estaba Edward con cara deprimida, mientras me tendía un regalo. Le iba a tomar una foto, pero al ver su cara, me reprimí.
-¿Edward? -al escucharme subió la cabeza, puesto que la llevaba como si no fuera más que peso muerto -¿Qué te paso?
Decidí ignorar toda la molestia del regalo por saber como estaba mi mejor amigo, primer amor o como demonios quisieran llamarlo.
-Tanya me rechazó -me contestó. Al oírlo, tuve que reprimir las súbitas ganas de llorar -Hoy le dí aquel papel que me aconsejaste. Me dijo que ella no era una chica que saliera con antisociales como yo.
¡Perra! pensé. ¿Cómo podía rechazar a Edward? Debía estar ciega. Sí, definitivamente.
-Pues es tonta -le dije -Está estúpida. Pasa, Edward. Olvida a esa rubia teñida.
Como le dije, trató de olvidarla. Creo. Nunca dejaba de mirarla, mientras yo moría de los celos. En el comedor, mientras almorzabamos, la observaba. En aritmética tenía que soportar ver ése estúpido sentimiento en sus ojos.
El verano llegó, y con el corazón roto decidí alejarme de Edward por lo que duraran las vacaciones. Soy masoquista, pero nunca tanto para torturarme viendo como él contemplaba con anhelo a Tanya.
Y ahora, que vuelvo a ver a Edward, no sé si tirarme a sus brazos y dejar de lado todas mis inseguridades, o seguir siendo su mejor amiga.
Porque los mejores amigos, son éso. Mejores que los amigos. Puedes enamorarte de ellos, mientras observas como ellos también lo hacen, pero de otras personas.
Créanme cuando les digo que estar en esta situacion duele. Lo sé porque lo he vivido en carne propia. Suena trillado, pero es verdad.
No sé si dejar el fic tal como está o añadirle un capítulo. Mandenme un review. ¿Qué opinan? ¿Otro cap?
MAIA I. RATZEL
