La cubierta del Carpathia parece abarrotada por cadáveres. Lo espeluznante, es que estamos vivos, tullidos y pálidos, pero apenas vivos. Mis manos apenas reaccionan, mis labios apenas responden. La manta y la bebida caliente no bastan para calmar el frío que corroe mi cuerpo. Y es que, no tiene nada que ver con el clima. Fui testigo de la grandeza del RMS Titanic, enorme y opulento, que partía ante las miradas maravilladas de los habitantes de Southampton. En ese barco, que me conducía hacía una vida de encierro y tormento, conocí la libertad y el amor. Jack Dawson, que siendo pobre, conocía más del mundo de lo que yo, una chica rica, podía imaginar. El sueño de tantos pereció sobre la mar; el buque hallaría su sepulcro en el fondo del Atlántico y la mayoría de los pasajeros fueron tragados por sus aguas heladas.
Pero sobreviví. Jack me había salvado de todas las maneras posibles. Miro la Estatua de la Libertad, lo que me hace recobrar la esperanza. Esa imagen es una alegoría del futuro que me espera...y lo construiré yo misma.
