Poles apart.
By: Haruka98
"La relación no inicia cuando hay sexo, si no, al momento de que por primera vez nuestras miradas se cruzaron".
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[Ella estaba para amar. Ella había nacido para cambiar la vida de alguien, hacerlo caer en una desesperación infinita del qué era amor; ella sabía que estaba para causar en un hombre ese bello sentimiento de una forma brutal. Sin embargo, todavía no lo encontraba. Era hermosa, delicada como una rosa, su piel asemejaba las nevadas montañas y sus ojos los más grandes y calmados océanos. Había crecido para ser la más grande y exitosa coordinadora de todo aquel plano mundo, junto a los amigos que había aprendido a cuidar.
Él, según sus cerrados pensamientos, se encontraba en ese mundo, en esa vida, para llegar a ser el entrenador más fuerte. Pero sus malas actitudes alejaban a la gente y lo hacían ver amargo y solitario; si la vida era así, por él estaba bien. No necesitaba a alguien para ser fuerte, no necesitaba apoyo para ganar. Solo un buen equipo y esos ojos par negro que se ubicaban en sus cuencas, muy secos y amargos. Pero al fin de todo, sólo nacieron para estar juntos, porque el destino así lo decidió desde hace ya años…]
May había viajado en barco sólo un par de días y ya se encontraba deseosa de arribar lo más pronto posible. Hace unas semanas había decidido viajar hacia Shinnon para reunirse con sus antiguos compañeros de viaje; Brock y Ash, para competir en la muy aclamada Copa Wallace. Antes de abordar en el crucero de Johto se había dado el lujo de comprar algunos presentes para ellos y una muy nombrada coordinadora de Pueblo Hojas Gemelas, al igual que despedirse de su actual novio Drew y su muy querida amiga Solidar. Tras un sonrojo despojó aquellos pensamientos y abrió los ojos, para ver no muy lejos el puerto de Lago Valor.
Se paró para que enseguida pasar a lo más remoto del barco para verlos mejor, y frenéticamente mover el brazo en modo de saludo. Ash se bajó de un salto de la base de lo que era un faro, Brock descruzó sus brazos y una jovencita de esbelta figura se levantaba y terminaba de hablar con un animado Piplup. May con la imposible tarea de quitar sus ojos de allí condujo su cuerpo hasta su habitación desesperada, deseosa de bajar. Agarró dos bolsas con compras, su mochila la ató en su cintura y su verde pañoleta en su cabeza aprisionando sus mechones castaños. Ya al momento que iba a salir de la habitación un hombre vestido en su uniforme negro se encontraba situado en la entrada de ésta. Le informó que tenía una urgente llamada y acudió agradecida con el hombre.
En la pantalla se encontraba la imagen de su novio, Drew, con una mirada de hipocresía. La mirada azul de la castaña se nubló por completo, al ver a lo lejos una muchacha colocándose su blusa escotada, y a su novio sin camiseta...
Ash miró bajar a una de sus más queridas amigas por las escaleras del barco, sin notar la tristeza en sus orbes. Un sonrojo se palpó en sus mejillas, al momento que ella se postró delante los tres. Los saludó con una bella y perlada sonrisa, pero había algo extraño en ella, más sin embargo no le tomó tanta importancia. Después de alojos de sus cambios físicos, ella les entregó tres obsequios, uno para cada uno. Un agraciado Teddiursa para él, un temible pero lindo Ursaring para Brock, a su lado, un collar hermoso para Dawn de Piplup. Realmente no hacía falta que ella se hubiera molestado, pensó Ash, sin embargo no dijo nada pues May les había conducido hasta un fino restaurante, y su estómago parecía a punto de estallar. En todo el recorrido hacia allí, May les había presumido de su exquisito gusto en la buena comida.
Ella rápidamente al entrar y ser recibidos cordialmente por un empleado de elegante aspecto, se apuntó para la última batalla junto a Ash, cediéndoles el primer puesto a Dawn y Brock. Sinceramente no se encontraba con ganas para batallar. Brock y Dawn formaban un formidable equipo, no les extrañó que ganaran rápidamente. El amable señor los condujo hasta adentro a petición de May pues estos dos no paraban de parlotear acerca de que los deseaban esperar. Y como era de esperarse, maestro y estudiante, al final, terminaron ganando el puesto para los servicios de su gente. Al entrar dirigieron sus miradas por todo el lugar, era muy elegante, pero con más razón para encontrar a sus amigos. Los cuales comían muy a gusto en una mesa para dos al fondo.
El mismo hombre que los había recibido ahora se veía conduciéndolos hacia una de las pocas mesas solas para dos. Ash se pareció ver nervioso, por otro lado cual castaña sólo presentaba un sentimiento desde haber terminado la batalla; tristeza. Comenzaron a comer, un aura de incomodidad fue forjada por Ash desde el inició. Era incapaz de hablarle, y sólo atinaba a mirarle de reojo tras picotear su plato una y otra vez. Desde el otro lado del salón, Dawn y Brock reían delicadamente, procurando ser prudentes, por el rostro bochornoso de su amigo de cabellera azabache le daba a su acompañante. Y conforme a ésta, se veía sin prestarle atención.
O al menos aquello pensó cuando se levantó, se disculpó con pequeñas lágrimas en el rostro y salió corriendo del lugar lo más lento posible, sin embargo sus piernas se negaban a caminar. Ash se vio obligado a ver su entrepierna apenado de comer solo y bajó los brazos parando de picotear su plato. No le tomó importancia, a fin de cuentas, ya había terminado y junto a sus compañeros decidieron salir del local para caminar por allí; los dos últimos interrogaban al moreno. Acerca si le había hecho algo, qué había pasado. Ash sólo respondía: "no lo sé".
Y eso sólo era el inicio.
/(...)\
— ¡May, abre la puerta, por favor! ¡Sólo queremos ayudarte! —
Gritó Dawn. Los chicos le habían dado el tiempo suficiente a May de estar sola al saber que había estado llorando, pues gracias a Ash lo habían descubierto. Habían dado un largo paseo a la orilla del mar tratando de descubrir qué le había sucedido en el restaurante, pero habían tardado más en descubrir en dónde se encontraba. Y al llegar al hotel, en el intento de abrir la puerta, se dieron cuenta de que ésta estaba cerrada con llave. Quizá la mucama había limpiado y por error la había cerrado, sin embargo al cabo de dos minutos se escucharon sollozos femeninos extremadamente fuertes; como si los hubiera ahogado desde hace horas y ahora no podía evitar llorar. Los chicos le dieron algo de tiempo pero al no darse cuenta ya eran pasadas las ocho, y cuando llegaron, aquella habitación era la única disponible. Así que los cuatro dormirían juntos. No tuvieron otra opción que pedirle que abriera, de una forma educada, sin percatarse habían pasado veinte minutos en los cueles la consolaban diciendo que todo estaría bien, no importaba qué pasaba, lo estaría. Que quizá el concurso Wallace la mejoraría.
Fue ahí cuando la castaña abrió la puerta, desconcertando a todos, pidió disculpas, una leve reverencia las siguió; para cuando todo aquello fuera realizado, la castaña se veía corriendo en pijama por todo el pasillo y perderse en las escaleras. Su pijama consistía en un camisón de seda largo blanco que le llegaba hasta la entrepierna, en la parte posterior llevaba estampados de unos lindos y tiernos Teddiursa; también vestía unos shorts cafés de tamaño medio y unas pantumflas pomposas color vainilla. Su camisón se batía fugazmente por lo rápido que se dejaba llevar por sus piernas blancas y desnudas.
Seguía llorando, pensó Ash. Sin más remedio los tres entraron a la habitación.
La chica bajó hasta el segundo piso, se alojaban en el tercero de cuatro. Vio la sala, donde había una televisión enorme para que los clientes vieran, alguna mañana quizá, concursos o competencias importantes después de dormir plácidamente durante horas. May visualizó mejor el lugar, había tres sofás al rededor de la tele, en el suelo se encontraba una suave alfombra; toda la habitación se encontraba iluminada por la luz lunar que llegaba de una hermosa terraza a su izquierda. Sus lágrimas comenzaban a parar pero su mirada seguía aún húmeda. Caminó hasta ahí con sus pies ligeros, lentamente, atraída por la belleza de la noche. Abrió una de las dos puertas de cristal y salió para sentir el aire fresco que golpeaba su rostro con suavidad y cariño. Tomó asiento en una cómoda silla de tonalidades verdes con crema, para mirar el parque de la ciudad, que no tenía competencia contra el auditorio de Ciudad Valor, a la orilla del infinito mar. Una sonrisa suave se postró en su cara.
— Vaya, hoy en día nadie consigue privacidad.
Con ello la castaña se sobresaltó, pegando un pequeño grito al aire seguido de un respingo en su lugar. Volteó a la derecha y un chico con ambos brazos cruzados hacia atrás, usándolos de almohadón, se encontraba con los ojos cerrados respirando silenciosamente; sin mencionar que ambas piernas las tenía alzadas en el barandal de la terraza. Él la miró, un par de ojos negros se mesclaron con la obscuridad de la noche, con pequeños mechones morados haciéndoles compañía. Esa mirada acecina hubiera asustado a cualquiera, pero May logró encontrar una leve pizca de amabilidad en ellos. Por otro lado, el chico había descruzado sus brazos, llevándolos a los bolsillos de su pantalón que conformaba su pijama azul. Por primera vez vio a la hermosa jovenzuela que la acompañaba en interna soledad. Sus mejillas se llenaron de rojo, pero no lo sintió, como siempre se tapaba sus oídos para escuchar a su corazón, tampoco se notó demasiado; aquella noche no había tantas estrellas que alumbraran sus cuerpos.
— Hem, cómo lo siento. No debí salir así... m-me llamo May. — La chica no supo cómo continuar, así que solo le dijo su nombre.
Aunque se hubiera disculpado ella no se levantó, se quedó sentada. Quizá esperando a que él le contestara o se presentara a ella, pero jamás lo hizo. Levantó sus piernas hasta su pecho y procuró no molestar o ver al chico el cual pareció desaparecer; pese al infinito silencio que se procreaba alrededor de ambos. Y en efecto, él había vuelto a su posición inicial. Respirando el aire y tratando de adivinar cuantas estrellas había en el cielo. Sin embargo el aura a su alrededor comenzaba a calarles hasta los huesos, quizá más a el peli-morado, pese a los pequeños sollozos que ella emitía por sus labios, que trataba de ocultar. Él sacó la lengua cómicamente fastidiado. Hizo parecer que se marchaba, abriendo una puerta, para después de minutos, volverla a cerrar. Se había arrepentido y se dejó caer al pie de la entrada de cristal, cruzándose de brazos y piernas, mirando el cielo nocturno. May no le prestó atención a nada, no se inmutó de nada.
— ¿Por qué eres así? — Ésta se volteó hasta el muchacho morocho, que evitaba sus ojos azules inundados en agua. Aunque eludía por completo el exterior, sabía perfectamente a qué se refería o por lo menos lo intuía. Antes de que preguntara, él continuó. — Huyes de alguien porque no quieres aceptar que algo malo te pasa, no quieres comprender que necesitas un amigo. Dime, ¿Qué sucede?, si es grave te prestaré atención. Si no, me aburriré y me dormiré justo aquí.
May no contestó. Intentó fabricar una palabra que calificara a la perfección al chico de enfrente en su cerebro pero sólo lograba seguir pensando en el por qué de sus lágrimas. Sabía que con esa seca personalidad él haría lo que había propuesto como segunda opción, pero necesitaba que alguien la escuchara. La vergüenza la invadía, sabía que llorar por algo tan estúpido le daría risa hasta al más patético ser del mundo. May rompió en llanto una vez más sintiendo esa soledad en su interior.
Necesitaba a alguien, un Pokémon, una persona, lo que fuera. Pero sabía que sus Pokémon serían capases de ir a acecinar a aquel idiota que la hacía sentir aquello, aún si necesitaban ir al otro lado del mundo. Él sabía perfectamente lo que le sucedía, pero por la forma en la que lo decía la hacía dudar de que él fuera el indicado para escucharla. Sin importarle se levantó y se dejó caer al lado de él, sintiendo el frío cristal en su espalda. Su camisón no la cubría suficientemente bien de la brisa fría. El chico se rió internamente por la adorable - y ridícula - pijama que May llevaba; ésta... sólo, sin darse cuenta, se acurrucó delicadamente cerca de él. El moreno notó que la chica intentaba llamarlo de alguna manera entre tartamudeos, pero no lo lograba.
Él morocho le respondió. — Paul. —
— B-bien, Paul: verás... — Cual castaña paró cinco segundos. — Hoy en la mañana llegué a Ciudad Valor desde Punta Nevada. Acababa de evolucionar a mi Eevee a un Glaceon, para la Copa Wallace, que se celebrará mañana... — Ella fue interrumpida.
— Oh, eres coordinadora. — Paul fingió sorprenderse, haciendo que May sonriera por primera vez desde en la mañana.
— Sí y soy fantástica. —
Una pequeña e infantil pelea se desató, el sarcasmo del joven le causaba diversión, pero al mismo tiempo estrés. Paul se sentía diferente platicando con ella, no alguien importante, si no alguien al cual le gustaba ser escuchado y sabía escuchar. Una gracia de placidez lo inundó.
— Como decía... — Su cara volvió a tornarse melancólica y sin sentimientos. Paul no lo notó. — Estaba por bajar... del barco y recibí una llamada, era de mi ex-novio y rival desde Johto, Drew. — La chica paró por un momento recordando el momento. — Noté... que había alguien detrás de él, una chica desnuda sobre su cama en el Centro Pokémon... —
— ¿Era linda? — Con una sonrisa boba imaginó a la chica en el cielo negro.
May lo evitó, y bajó su mirada al suelo. Ya no podía llorar, pero se seguía sintiendo igual de mal que desde en la mañana. Se llevó las piernas a su pecho y las abrazó como nunca, sintiéndolas su única compañía. Miró ningún punto en específico intentando, así, que Paul se alejara y la dejará en paz. Pensar que le contaba cómo se sentía, que su novio la había engañado y no lo había negado, que hasta se lo había restregado en la cara. Le había mostrado la morada donde había hecho cosas indebidas aún llamándose dueño de ella. La moza de orbes zafiros cerró los ojos con pesadez, y se desconectó del mundo exterior, para imaginar que lloraba y se desahogaba.
Paul no podía proclamarse de otra manera que no fuera idiota, pues había provocado que la chica a la cual había llevado a decirle qué le sucedía sin que ella se lo pidiera. Pero no dijo nada, se quedó viéndola sufrir. Hasta que notó como alguien alzaba un brazo hacia los hombros de ella y la obligaban a abrazarse a un cálido tronco; diciéndole infinitas cosas. Entre disculpas, un par de "lo siento", suplicas que no continuara pues sabía perfectamente qué seguía en su historia. Tardó en darse cuenta de que esa reacción inevitablemente había sido suya y de nadie más, lo había hecho contra su voluntad; todo. No supo cómo parar pues había pasado en segundos. Y lo agradeció, no se sentía sensible, se sentía un héroe. O por lo menos alguien importante, ahora, para ella. No la conocía, pero el impulso de callar sus sollozos lo invadió. Decía gracias, pues ella, de una manera muy tierna, se acurrucó en él. Sintió el calor salir de su pecho en su interior.
Comenzó a hacer plática, de cómo esperaría ahí, en la terraza, si fuera necesario una vida hasta que ella lo invitara cordialmente a verla concursar, sólo para hacerla sonreír. Sin embargo sólo logró eso, sonreír y no reír. De un momento a otro continuaron con una diminuta charla sobre sus rivalidades entre sus viajes; May contó acerca de su rival y mejor amiga Solidar, Paul sobre un patético chico moreno con un Pikachu siempre en hombro. A May le pareció conocido, pero no había manera de que el entrenador que tenía en mente los conectara de cierto modo. Cuando habló con Ash desde Ciudad Punta Nevada le contó sobre un fuerte entrenador, que tenía suerte de no tener que lidiar con competencia como él en sus concursos. Se alzó de hombros, ya era hora de dormir, pero el miedo de que millones de preguntas le recordaran a Drew se presentaran en su habitación alquilada.
May bostezó. — Creo que deberíamos ir a dormir ya. ¿No? —
Paul no le contestó; sólo se estiró, asintió y levantó del suelo. Y ella lo imitó. Caminaron hasta parar frente a una chimenea levemente encendida y crepitando sin cesar. Parecía que iban a despedirse uno del otro y desearse buenas noches, pero sólo permanecieron quietos y callados; uno frente al otro esperando una reacción, y como era de esperarse no pasó nada hasta que él hablara. Aquello le fastidió. Dio un paso hacia enfrente, e hizo que ella se diera cuenta de que usaba un camisón con manga corta, blanco, marcando una no muy exagerada musculatura en su pecho. Aquello le hizo sonrojar un poco, no le tomó la suficiente importancia. Por el lado de Paul, se encontraba pensando en que posiblemente era su imaginación, no podía dejar de sentir que él siempre iniciaba sus conversaciones, pues estaba dispuesto a hablarle. Suspiró, llamando la atención de May.
— ¿Te acompaño a tu habitación? — Preguntó, ladeando su cabeza levemente. Ella negó con la cabeza suavemente.
— No hace falta, creo que dormiré aquí, en el sofá. — Comentó al momento de dejarse caer en una silla cercana, sonriéndole al chico que tenía enfrente. Sin saber que de sobre manera lo había sorprendido su respuesta, mezclado con un gramo de preocupación. Alguien podría "abusar" de una chica acostada en la sala secundaria del hotel. Y esa sonrisa de ella lo calmó milagrosamente. Pero... no podía mostrar su lado sensible, ¿O sí?
— Vaya, eres tan pobre para no poder alquilar una habitación, eres patética. — Rió con sarcasmo. Las mejillas de la castaña se llenaron de un carmesí demasiado notorio. Se levantó alzando los puños a la altura de su pecho, acercándose al rostro del chico para desahogarse en un inútil intento de intimidarlo. Aquello le causó mucha gracia y ternura al mismo tiempo a él. Ella cerró los ojos para prepararse a gritar.
— ¡No soy pobre, sucede que soy hija del Líder de Gimnasio más fuerte de Hoenn; Norman, Norman Balance! — May no sabía exactamente a ciencia cierta por qué le decía su paradero, tenía que sacar algo, lo que sea, para restregárselo en la cara al ahora muy sorprendido Paul. Ese mismo año había escuchado que un Líder de Gimnasio experto en tipo normal había sido proclamado el mejor y difícil Líder a vencer en casi todo el Mundo Pokémon, principalmente en su región; él había sido la razón por la cual había decidido, al acabar La Liga Shinnon, ir directamente a Hoenn. Sus pupilas se dilataron, la lujuria de tener a la hija de su casi "héroe" estaba completamente roja frente a él. Inundó sus fantasías y esperó a calmarse. De la nada una hilera de risas jocosas emanaron de sus pálidos labios.
— Pero... ¿Sí eres patética? — May se dio cuenta de repente en que había omitido ese detalle, su furia aumentó pero sus músculos se calmaron. Los bajó y lo miró con sus ojos, par zafiro, avergonzada. Respondió un "Claro que no, te lo demostraré en la Copa Wallace mañana". Aquello sorprendió de sobre manera a Paul, haciéndolo parpadear un par de veces y mirarla fijamente. Su mirada se amplió cuando la castaña comenzó a reír, al momento de presumir sus logros en otras tres regiones exceptuando ésa. — Ven, vamos a mi habitación. No creo que quieras dormir aquí.
May se sobresaltó. — ¿Cómo, perdona?—
Pronto ella se vio caminando a su lado por los pasillos tras haber subido hasta el último piso. Ella brincaba como una inmadura niña pequeña, ya que, le había prometido acudir a verle concursar, y también le mostraría su equipo Pokémon en ese momento. Las pantumflas en sus pies hacían su apariencia más serena y conmovedora, la chica saltaba y hacía que su delicada camisa de seda se batiera y dejara ver una leve parte de su piel blanca que conformaba su abdomen. El chico sólo se sonrojaba innumerables veces por su actitud tan diferente a la él y su sonrisa, sus mejillas teñidas de ella.
Al llegar a su habitación ambos entraron, ella seguida de él. Quien cerró la puerta delicadamente para no asustar a su acompañante, la cual veía el cuarto fascinada. Parecía ser el más grande del hotel, era casi del doble de tamaño que el suyo y de sus amigos. Quizá sólo porque no había suficientes muebles que lo ocuparan; sólo había una cama grande en el centro en la pared de enfrente, un baño a la derecha – de una puerta caoba - y una gran doble puerta con balcón hacia la izquierda. Si se fijaba mejor dos sillones se encontraban situados mirando hacia afuera, iluminados por la luz que entraba por la puerta. Una alfombra en sus pies se sentía suave y cálida, pues había sacado uno de sus pies y, ya desnudo, lo había frotado contra el suelo. Paul la miró con curiosidad.
Paul se sentó en uno de los sofás mientras le comentaba que le había ganado al dueño del lugar en una Batalla Pokémon y le había cedido aquella habitación a un precio normal, ya que al parecer jamás había tenido una batalla tan excitante como aquella. Según lo que el moreno le contaba parecía ser un gran entrenador, fuerte y solitario que sólo pensaba en las batallas. Algo tenía en común con el cabeza hueca de su maestro. La castaña se sentó en el borde de la cama, dando pequeños saltitos en donde se encontraba postrada, viendo en las manos de su acompañante seis esferas blancas y rojas pequeñas. Al presionar un botón en su centro se ampliaron dos o tres veces su tamaño original. Acto seguido seis blancas siluetas habían emanado de ellas y se situaron enfrente de la cama, entre ésta y la puerta. Cinco figuras sobresalían en la pared beige. Paul le pasó una PokéDex de Shinnon, sin mirarla, tomando chocolate caliente que había sacado de un termo de su mochila. Pues había comenzado a enfriar, la nariz la tenía ligeramente roja.
May se sentó frente a ellos. Sus miradas y aspectos eran fríos y asustaban de sobre manera. La chica se aclaró la garganta y miró detenidamente al primero. Era alto, su cuerpo estaba cubierto por mechones amarillos de los cuales parecía que podrían descargar grandes cantidades de electricidad si se lo ordenaban. Dos colas sobresalían desde su espalda baja, las movía constantemente; con esa sonrisa jocosa y sorna, parecía que llevaba una máscara negra sobre sus rojos ojos, y en su frente un círculo del mismo color. Sus garras eran enormes, y sus patas también; parecía que podría ganar cualquier batalla a la que se enfrentara. El Pokémon se cruzaba de brazos al igual que su entrenador, sintiéndose potente y fuerte. En la PokéDex del chico lo hacía llamar Electivire. Con una de sus colas le acarició una mejilla, algo que la calmó un poco. Una sonrisa surcó sus labios.
El siguiente era una agraciada fantasma con máscara de hielo, sus brazos parecían largas mangas blancas con detalles azules con una cinta roja en lo que parecía ser su cintura. Sus penetrantes y solitarios ojos azules, sus escleróticas eran amarillas y sus párpados morados. Combinando con una gema en su frente del mismo color, y su mandíbula también. Vestía un hermoso vestido blanco. Su aspecto conforme a personalidad parecía serena y calmada, con un poco de pesadez. Cuando el Pokémon vio a la chica, alejó su mirada de superioridad. Aquello incomodó un poco a la coordinadora de Hoenn. Observó la pantalla donde salía una imagen diferente de ella - suponía que eran hembra -, respondía al nombre de Froslass.
La tercera fue la majestuosa figura de un ave graznando y picoteando constantemente sus plumas del ala derecha, azules rey. Su pecho era gordo y blanco, sus garras afiladas y sus patas negras. Una cola se alzaba como un lienzo rojo, haciendo una hermosa combinación con su pico largo y amarillo en esa triangular cabeza con plumas azules. La PokéDex le comunicó ser un Honchkrow.
Una corona alta y roja le llamó la atención, y unas orejas largas y delgadas también. Sus facciones parecían las de un gato nocturno por sus dientes y su cuerpo completamente azul, llegando al negro; sus garras blancas y peligrosas eran como armas punzantes que serían capases de matar a cualquiera. Una gema dorada se posaba en su frente, haciendo pareja con su par de orbes rojos. Un collar rojo hacía gala con su piel obscura. Ya lo había visto en sus viajes por Kanto, junto a Ash, era un Weavile maravilloso. Parecía fuerte y bien entrenado.
Le seguía una figura alta, sostenida por su cola en aguijón. Su cuerpo estaba completamente lleno de escamas negras, del abdomen bajo rojo al igual que sus largos brazos terminando en un par de enormes y afiladas pinzas que se abrían y cerraban, cortando al aire que pasaba entre ellas, junto a unas largas alas negras y horripilantes. Una sonrisa amarillenta surcó la mandíbula del Pokémon, con ese par de ojos amarillos haciendo conjunto con unas enormes orejas rojas. Respondía al nombre de Gliscor.
Esperaba encontrarse con el sexto, imaginándoselo grande y poderoso. Pero no encontró a nadie que se le pareciera; intentaba adivinar si era tipo fantasma, miró arriba, quizá se encontraba volando. Su última opción fue mirar hacia abajo, y no intentaba encontrarse con algo. Y así lo hizo, un caparazón café fue lo primero que encontró. El Pokémon variaba entre amarillo, verde y café; era verdaderamente adorable para su gusto. Su mandíbula, sin embargo, parecía potente y peligrosa. Aquel Pokémon parecía que buscaba algo en el suelo pues no dejaba de olfatear en la alfombra. La chica se agachó alzando una mano aguantando las innumerables ganas de acariciarlo, sin embargo al instante éste se escurrió hasta atrás, hasta topar con las patas de Electivire.
— Descuida, sólo te quiero acariciar.
— ¿Turt... wing? —
May jamás esperó que el pequeño ladeara su cabeza con curiosidad. Pero el simple hecho de hacerlo le dio a entender a la coordinadora de orbes perfectos que posiblemente Turtwing no sabía qué era el "mimar". De cierta forma aquello hizo enojar a May contra Paul.
— Ven, acércate. No te haré daño.
La chica se había colocado en cuclillas extendiendo un brazo hacia el pequeño Pokémon. Éste se acercaba desconfiado hacia la bella chica que apenas comenzaban a conocer. Si bien, Paul jamás los exhibía a nadie, ella debía ser de confiar de cierta forma. Turtwing ya estaba a unos centímetros de May quien comenzó a acercar su mano hacia su pequeña cabeza y no tardó en iniciar a acariciar con ternura detrás de la hoja doble que crecía en su coronilla. La castaña sonrió cuando éste pareció disfrutar de aquel mágico toque de cariño, algo que no caracterizaba hacer Paul. Lo más cercano a cariño para ellos era recibir un "bien hecho... inútil".
No pasó mucho para que sus compañeros de equipo asomaran las miradas para ver algo que jamás habían presenciado, y pronto se vieron interesados en probar. La primera fue Froslass, atravesando todos los cuerpos de sus amigos hasta llegar a ella. Amistosamente Turtwing le cedió el lugar. Cual elegante fantasma arrimó su cabeza, pues así lo había hecho con Turtwing. En segundos sintió la calidez de la chica y sus caricias lentas y suaves, Paul sólo atinaba a ver por la ventana y hablar entre dientes. De vez en cuando May les decía que cuando ella se marchara obligaran a su dueño a mimarlos. Le siguió la enorme ave azul pues la segunda estaba satisfecha, lo que no tuvo previsto fue que enseguida Weavile lo empujara. Haciendo reír a su nueva amiga. Una cola larga le llamó tocándole el hombro, lo próximo que se vio fue una enorme sonrisa y a May acariciando a su portador, Electivire.
El último en aceptar fue el terco - que lo hacía parecido a su entrenador - de Gliscor. Fue difícil el hacerlo aceptar mimarlo pero la ternura y decisión de ella lo hizo caer, sin mencionar esa linda sonrisa que lo hizo ruborizas y también había causado nerviosismo en Gliscor, lo admitía. De vez en cuando acariciaba a dos al mismo tiempo, en otras ella se dejaba tocar; la mayoría de las veces desacomodaban su cabello castaño, o en otras hacerle caricias en las mejillas. El que más lo hacía era Electivire con su par de colas. Paul se sorprendía de lo bajo que habían caído sus Pokémon, pero debía admitir que le gustaba verlos contentos con alguien a quien él también comenzaba a apreciar. Jamás había creído en el amor a primera vista, y sin embargo comenzaba a llamarle la atención tal tema, quería decir: la había invitado a ver a su equipo antes de la Liga Shinnon siendo alguien que no conocía exactamente. Y debía admitir que le gustaría intentar acariciar aquella tersa piel de ella.
— Patrañas... — Paul susurraba en sus absurdos pensamientos mientras se sonrojaba y tomaba el primer sorbo de su tercera taza. Se levantó.
May lo obviaba completamente y continuaba hablando con los Pokémon. Se sentía completamente a gusto y tranquila, muy diferente a lo como se sentía aquella triste mañana. Le mostraba sus listones, pues jamás se separaba de ellos; les contaba cómo eran los concursos allá en Johto pero como esperaba no le extrañaría que no les interesará tanto. Les prometía que en el día siguiente quizá podrían conocer a sus Pokémon. Realmente disfrutó aquel pequeño y bello momento entre especies de Pokémon que jamás había conocido. Todo iba bien hasta que...
Escuchó que el cerrojo era penetrado por una llave y era girada, lo sabía por el sonido que aturdía sus oídos. Regresó su mirada hacia la puerta y la primera imagen que captaron sus ojos fue a Paul recargado en la puerta jugando con la llave y colocando el vaso vacío - aventándolo - hacia uno de los sillones comenzando a caminar hasta ellos después de aquel acto. Aún con la llave en manos. Los Pokémon no hacían nada para detenerlo pero la chica sí. Se encontraba asustada y sorprendida, y creer que había confiado en un extraño; se abalanzó hacia él por la espalda en el intento de quitársela. Él chico la apartaba haciéndola enojar, hasta que calló por la ventana. May se bajó de su espalda y miró por el balcón, la llave se había perdido entre los arbustos del patio trasero del hotel. Paul intentaba no reír.
— Mira lo que provocaste. — Paul decía sarcástico mientras May la miraba indignada.
— ¡Lo hiciste a propósito, eres un tonto! — Sinceramente la castaña se encontraba asustada y confundida, pero no lo quería mostrar.
Al parecer aquellas palabras habían molestado mucho al peli-lila. Se acercaba lentamente con ese par de penetrantes ojos negros con el seño ligeramente fruncido, con cada paso que él daba ella se alejaba. Cada vez se encontraba más cerca de la cama. Sólo lograba ver hacia sus orbes y buscar con los suyos alguna respuesta razonable para lo que sucedía. Mantenía sus manos a la altura de su pecho como intentando cubrirlo de su fugaz mirada, pues juraba verse y sentirse desnuda frente a él; también para sentir sus latidos y evitar que él la tocara. Después de segundos que parecieron horas ella terminó sentada en el borde de la cama, sus mejillas teñidas de rojo y sus ojos cerrados enternecían de cierta manera al chico. May sintió que paraba frente a ella cuando por fin había llegado, quería preguntarle qué le iba a hacer pero no hizo nada.
Un pequeño gemido de miedo salió de sus labios cuando sintió la mano caliente de Paul en su mejilla, deteniéndose en seco. Comenzó a mover sus dedos haciendo pequeños círculos torpes en su teñido pómulo rojo causándole cosquillas y suma tranquilidad, pronto subió la otra mano y e inició a dibujar con ellas lo que se le antojara. Una o dos veces pasaba por su respingada nariz. Su corazón parecía una bomba, o al menos así lo sentía Paul. Desde que la vio interactuar con sus Pokémon y ellos con ella simplemente lo quiso intentar. Y ahora que la tenía frente a él no sabía cómo hacerlo. Paul comenzaba de manera lenta, pero con eso ya tenía suficiente. Pese a que empezaba a perder el control, descendía por su cuello, y escuchaba gemidos de miedo emanar de los labios de May, no sabía si podría controlarse después. Separó sus manos de ella y de un suspiró caminó hasta el sofá.
— ¿P-Paul? — "¿Acaso le había parecido fea?", se preguntaba May, no decía que le importaba mucho pero se sentía ofendida. La castaña seguía con la mirada a aquel chico extraño que comenzaba a acomodarse en el sofá para intentar dormir, pero la moza no hacía más que permanecer sentada esperando una respuesta o movimiento del peli-lila.
— Ya duérmete.
May se sobresaltó y continuó en su tarea de verlo. Él usaba sus manos de almohada, dándole la espalda; pero pasaron minutos y comenzaba a sentir su cuerpo sumamente pesado. Inició a gatear por la cama entre las esponjadas sábanas, y la suave cama, se metió entre las cobijas y colocó su mejilla izquierda sobre la cómoda almohada, viendo lo poco que se veía del cuerpo de Paul. Empezó a intuir que el chico ya había pasado más de dos días en el hotel pues aquella confortable cama olía a su colonia levemente fuerte y adictiva. May comenzó a frotar su mejilla contra los cojines y almohadas para llenarse completamente con la esencia impregnada donde ayer fue su lecho nocturno del chico. Un sonrojo cruzó sus pómulos pero no le importó y siguió acariciándose contra sábanas y el colchón.
— ¿Paul? — El chico había emitido un seco sonido para darle a entender que seguía aún despierto. — G-gracias. — Cual moreno sintió que su corazón caía por su pecho y terminaba en su estómago, había sentido algo que jamás había presenciado. Se tragó sus sentimientos y gruñó un poquito en el intento de callar a la castaña, pero ella sabía muy bien que era su forma de decir que no le importaba entregarle por una noche su cama. Cerró sus ojos, sin embargo Paul se reusaba a ya no escuchar su voz, e intentaba encontrar alguna forma para que lo hiciera nuevamente.
— May... — Susurró, se giró un poco en el sofá.
— ¿Sí, q-qué pasa, Paul? — May sudaba y tartamudeaba por el miedo que aún corría por su cuerpo.
El nombrado aspiró profundamente el aire que entraba por la ventana, dichoso de oír su voz. —... pásame una almohada. — Dijo con su voz igual de seca. Pasaron tres segundos y un esponjoso cojín se estampó contra su cara. May pensaba que era incapaz - al igual que su maestro - de darse cuanta cuando había oportunidad de una escena dramática al rededor.
A media noche la chica despertó. En verdad confiaba en el chico que la escuchó en uno de sus peores momentos sentimentales, pero por la última impresión que él le había dado, May no se sentía del todo segura. Despertaba pocos minutos y se volvía a dormir, y al hacerlo sólo sudaba y veía de reojo a Paul que parecía despreocupado, sin problemas. Y era lo que más le molestaba. En una de aquellas tantas ocasiones miró una silueta parada frente a la ventana. Su pose despreocupada con un toque de sorna, de brazos entrelazados. Su seria aura de superioridad incomodó un poco a la coordinadora, sin embargo decidió hacerle compañía. Al levantarse se dio cuenta de que los Pokémon del entrenador estaban recostados sobre la alfombra, tanta fue la prisa para dormir que él había olvidado regresarlos a sus Pokéballs. May no le tomó tanta importancia y siguió caminando hasta ponerse a su lado. Se recargó en el marco y observó lo que él tanto veía; el cielo nocturno y negro, los árboles bailar con el viento, los arbustos haciéndole compañía; de la nada un sonido penetrante salió de entre ellos y no pudo evitar asustarse. Era el gruñido de lo que parecía un Pokémon enojado y como única reacción fue a parar a espaldas de su compañero, algo que la avergonzó bastante.
— L-lo siento... Electivire. — Se disculpó mientras retomaba su pose anterior.
— Elect... vire-vire. — El Pokémon negaba con su inmensa cabeza.
Pasó un tiempo, no decían o hacían algo. El simple hecho de que ambos compartieran de una serena calma entre ellos dos era agradable; pero no pasó mucho para que un sonido saliera desde adentro del cuarto. Algo se había caído al suelo con brusquedad. Electivire junto a la castaña regresaron sus miradas hacia el interior de la habitación donde sólo abundaba obscuridad, pero con la poca luz que lograba entrar pudieron notar que Paul yacía reposando en el suelo con la sábana atada a su cuerpo, abrazando adorablemente la almohada que no hace mucho le había dado. May sonrió de lado al ver aquella imagen tan indiferente en él. Le pidió a su acompañante que lo cargara y lo llevara hasta la cama, algo que vio de mala manera el Pokémon pero no dijo nada y lo colocó en el costado derecho. May sabía perfectamente que había posibilidades de verse mal lo que hacía pero no le tomaba importancia alguna. Tomó del suelo al pequeño Turtwing y lo colocó entre ambos, sintiéndose un poco más segura. Cerró los ojos, embriagándose con su colonia.
A la mañana siguiente el despertador fue lo único que se escuchó en la habitación desde hace horas. El primero en despertar fue Paul, y no era de extrañar; la chica se sentía realmente cómoda en aquel colchón esponjoso y cálido. El moreno abrió los ojos, sin no antes apretarlos fuertemente para obligarse a levantar. Lo primero que captaron sus ojos fue el blanco rostro de su acompañante de cama, su cabello cubriéndole la mayoría de la cara, y su mano ligeramente tendida a un lado de su mejilla; aquella angelical visión fue suficiente para que su cuerpo se hiciera para atrás, golpeándose ligeramente la cabeza con el buró y quedando plasmado en el suelo, después de segundos la lámpara de la mesita de noche calló en su estómago sacándole el aire. Dejó que pasaran algunos minutos asegurándose de que May no estuviera despierta, al hacerlo, asomó su mirada tras el colchón.
Ella seguía sin moverse.
Jajaja, me parece gracioso este escrito que se me acaba de ocurrir. Prácticamente tendrá unos cinco o seis capítulos, y espero que alguien lo lea o si no escribo para nadie :'3. Y sólo me falta preguntar... ¿Reviews?
By; Haruka98.
