» Back.

Basado en Juno (amo cuando dice «aún tengo tu ropa interior», «¡aún tengo tu virginidad!»).

Esto es mío, mío, mío. Pero los personajes son de CLAMP y etcétera. Estoy de vacaciones, tal vez lo termine, tal vez no, tal vez sólo estén perdiendo el tiempo leyendo esto. YO QUÉ SÉ. Pero disfruten & comenten porque yo sé que quieren x).

(edit: tíos, supérenlo. es en serio. de una vez. esta historia es sobre adolescentes (embarazados), y yo he tenido la agradable oportunidad de conocer a unos cuantos —una lista encantadora, pero tranquilos: no me incluyo—. los adolescentes no se lo toman en serio todo el tiempo. es demasiado. te supera porque piensas mierdamalditaseajoderquévoyahacer. y eso es todo. nada más. así que, disculpen el lenguaje o lo que sea, y si no te gusta, simplemente no lo leas. no estoy de humor para explicarle esto a cualquiera).


Nevermind

«Me jodió la vida así:

se bajó los pantalones y reí»

Prólogo

«Los niños siempre tienen la culpa»


Sakura Kinomoto se llevó una mano a la boca para no vomitar, pero tenía el sabor ácido pegado a la garganta. Murmuró una maldición y echó la cabeza hacia atrás, intentando atrapar alguna brisa voluble para que la refrescara. No funcionó. Comenzó a mordisquear la parte interna de su mejilla cuando le asaltó la imagen de una enorme y naranja zanahoria. Se veía muy apetitosa. De hecho, la zanahoria se veía muy... oh, ¿dónde iba a conseguir una zanahoria? Quería una. Ahora. Ya.

Caminó más a prisa para alejar esos pensamientos de su cabeza, ignorando completamente la mirada divertida de su mejor amiga, Tomoyo, que caminaba a su lado igual de rápido, pero con un aire plácido que sólo los imbéciles adictos a la benzopiacepina podían igualar. Nunca había entendido cómo lo hacía, porque Tomoyo no se drogaba, que Sakura supiera. Y ella lo sabía prácticamente todo sobre Tomoyo. Viceversa, también.

Iban a la farmacia y el motivo de la inquietud de Sakura, ocurrió más o menos así:

—No está bien, Tomoyo. Soy como un reloj. Tic, día doce, me llega la regla. Maldición, soy capaz de esperar sentada en el baño a que llegue. Es como un río o algo así.

—Tal vez tu madre debería llevarte al médico. Puede ser peligroso.

—No me jodas. ¡Y deja de reírte! Mierda, ¿y si tengo un virus que se come mis ovarios? No podré ser madre nunca. Bueno, sólo tengo dieciséis y todo eso, y es un poco temprano para pensarlo, pero no sé...

—Sí. ¿Cómo continuarías con la honorable tradición de la familia Li, sino puedes darles un cochino heredero?

—Los hijos de Shaoran nunca serían cochinos, Tomoyo. Supéralo. Puedo no tener un caballero inglés, pero al menos, Shaoran no luce a veces como si tuviera un palo en el culo.

—Eriol no luce así.

—Mira mi cara. Por favorrr...

—No lo hace. Él sólo es elegante.

—Ya. Mi culo también.

—¿Quieres dejar de decir la palabra culo? Pensé que hablábamos de tus ovarios y de la falta de sangre corriendo por tu vagi...

—No digas esa palabra.

—¿Cuál?

—Esa. Cosa. La cosa de mujer.

—...¿Por qué no?

—Es fea. Ya sabes. Me inquieta.

—Seguro. —Pausa—. Eh, tal vez vayas a darle un heredero a Li. Qué chulo, ¿puedo ser su madrina?

—No voy a bautizarlo hasta que tenga cinco y pueda decidir por sí mismo; Touya siempre me está jodiendo en que él no eligió su religión. Espera, ¡no voy a tener un bebé, Tomoyo!

—Claro. Sabes, no sé, no me imagino diciendo «déjame en paz de una vez, gilipollas, por el amor de Alá». Creo que Dios es mucho mejor.

—Basta con la religión. Tomoyo, podría estar embarazada y tú hablas de Alá. ¡No sé quién demonios es Alá!

—Algo así como Dios pero en plan abrahámico.

—No preguntaré qué es eso.

—En realidad lo sé, pero...

—Céntrate, Tomoyo Daidôji, o voy a...

—Me asustas con esa mirada.

—¡Puedo —susurró furiosamente— estar en peligro de tener un jodido bebé y tú me hablas del Dios de unos tipos que no conozco!

—Oye, tú comenzaste el tema.

Pausa que Sakura utilizó para controlar su carácter, y después prosiguió:

—Entonces crees que podría... digo, y podría... estar embarazada —su tono era forzado.

—Pues sí, señorita Reloj. La pérdida de la menstruación es uno de los síntomas.

—Pérdida de la... Dile regla.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No sé. Dilo.

—Cuando se corta la regla puedes estar preñada, tonta de mierda.

La hizo sentirse mejor y peor. Así que la señorita Reloj (futura señora Reloj) obligó a Tomoyo a acompañarla a la farmacia para obtener algunos test de embarazo. La vendedora era una mujer amable de rostro ovalado que la miró con pena cuando pidió tres de los más caros.

—Debiste conseguir un buen condón —susurró maliciosa Tomoyo.

—No usamos —devolvió Sakura, en voz igual de baja, mientras esperaban a que la mujer regresara de la parte trasera.

Tomoyo pestañeó.

—¿Qué?

—No usamos —repitió—. Se siente raro. Una vez Yamazaki le regaló uno a Shaoran.

La chica se rió, un poco demasiado fuerte, y una ancianita con un montón de recetas médicas la fulminó con la mirada, mientras se llevaba la mano al aparato de su oído para bajarle el volumen. Tomoyo y Sakura la ignoraron.

—Creo que fue una indirecta —comentó Tomoyo—. Li y Yamazaki les invitan a su boda. Arriba la homosexualidad.

—No seas imbécil —espetó Sakura, tal vez un poco demasiado pasionalmente—. Shaoran sabe que lo castraría si me dejara por un tipo. Qué vergüenza. Además, Yamazaki sale con Ciharu, ¿recuerdas? Sólo fue una de esas cosas tontas de tíos probando su masculinidad.

—Dieciséis años y de repente te olvidas de cómo fueron a los doce —suspiró Tomoyo—. Extraño cuando Eriol me daba flores que recogía de camino al colegio.

—Olían a pipí de perro, Tomoyo.

—¡No es cierto!

—Que sí... ¿Ahora te regala vaselina?

—¡No! —Tomoyo la miró con fingida indignación—. ¡Nosotros no la necesitamos!

Se estaban riendo cuando la mujer volvió, con tres blancas cajitas que en letras rosadas tenían escritas un nombre, el cual Sakura no se molestó en leer. Sin dudar, se las arrebató de las manos y dio media vuelta para marcharse mientras Tomoyo arrastraba la mano hasta el fondo de sus vaqueros para pagárselo.

—Perra —respiró, al ver que Sakura esperaba fuera. Cuando dijo, los más caros que tenga la vendedora no se lo habían tomado a broma. La mujer le sonrió con comprensión.

—Espero que tenga suerte —dijo claramente—. Y que no se ponga tan tensa. Le hará mal.

—Seguro —dijo Tomoyo, recogiendo su cambio del mostrador—. Su karma le pesa como un enorme balón en la panza.

Sakura le estaba comprando una zanahoria a una señora mayor cuando salió, casi al final de la calle. Caminó hasta allá intentando buscar en su rostro posibles signos de esquizofrenia, pero el diagnóstico fue más o menos negativo. Sí, vale, se veía un poco loca mientras le daba ¡el jodido mordisco! Pero Sakura siempre se veía así cuando comía chocolate y/o pensaba en Shaoran Li. No es que, por supuesto, Sakura fuera mentalmente desequilibrada.

—Loca de patio —dijo frunciendo el ceño—, ¿estás comiendo una zanahoria?

—No —replicó Sakura, y le dio otro mordisco voraz—, estoy devorando una zanahoria. ¿Qué te pasa con las zanahorias, de todos modos?

—Yo no... —empezó Tomoyo, pero Sakura no la escuchaba. Ya había echado a caminar apresuradamente, y la siguió sin añadir una sola palabra.

Pasaron a comprar dos botellas de jugo al supermercado (eran tres pruebas de embarazo, después de todo), y luego fueron a casa de Tomoyo, porque como dijo Sakura:

—Tu madre nunca te regañaría por quedarte preñada. Como una enorme, manchada y estúpida vaca. Probablemente incluso haría que lo adoptaran fuera del país, si se lo pidieras, Tomoyo. Eres una perra maldita con suerte.

A Sakura le gustaba el baño de Tomoyo, mucho. Era enorme —te lo estoy diciendo, enorme—, con esos cisnes como llaves para la bañera —aunque era más como, un jacuzzi—, el espejo más grande que había visto fuera de La Casa de los Espejos en la feria que abrían las primaveras y el suelo tenía un intrincado diseño de esos un poco góticos. Tomoyo dejó la puerta abierta y se apoyó en el umbral para ver como Sakura bajaba, con las manos sudorosas, sus braguitas verdes.

—El color favorito de Shaoran —dijo Tomoyo, sin poder resistirse—. Espero que no hayas planeado hacerle una insinuación sexual en algún lugar público.

—Cállate la boca —respondió Sakura nerviosamente—. Por supuesto que no. Lo que pasa es que salieron al azar.

—Por supuesto que si —Tomoyo asintió con dulzura.

—Ya déjalo —gimoteó Sakura—. Me estás mirando la entrepierna y yo me doy valor para hacer encima de un estúpido plástico. Dios, esto es una mierda.

—Es parte de la adolescencia —dijo Tomoyo—. El setenta por ciento de la población adulto joven...

—Gilipolleces —murmuró Sakura.

—... es sexualmente activo. Eso quiere decir que al menos la mitad pasa en algún momento por algo como lo que tú estás pasando. Tal vez deberías decirle a Shaoran para que te acompañe.

—Shaoran no podría soportarlo —le dijo ella—, seguramente su madre se daría cuenta de que le oculta algo y lo torturaría para hacerlo confesar. Esa mujer es un poco espeluznante.

—Es su madre. Se supone que es su trabajo.

—Bueno, Nadeshiko no da miedo. En absoluto. La verdad es que mi madre es de lo más.

—Tú madre es un caso especial —se burló Tomoyo—. Como tú, señorita Reloj Sin Condones.

Sakura gruñó.

—No digas esa palabra. Es fea, también.

—Sólo abre las piernas y ponte la cosa entre medio... ¿Quieres un poco más de jugo?

—Sí, pero dámelo tú. Me da asco tocar el vaso y tomar al mismo tiempo.

Tomoyo hizo lo que Sakura le pidió y luego se dio la vuelta para darle a su mejor amiga un poco de privacidad y poder hacerlo sobre la «cosa de plástico». Aunque era bastante indigno, porque podía oírlo y le dio ese irresistible deseo de reír a carcajadas. Sus hombros comenzaron a temblar, y pensó en algo aburrido, como Hitler, pero luego se acordó de su bigote y a Tomoyo le dieron ganas de ir al baño, también.

—Ya terminé —llamó Sakura—. ¿Dónde coño está el confort? ¿Con qué te limpias el culo, con oro?

—No, claro que no —dijo, indiferente, Tomoyo, y agitó su perfecta y larga melena negra—. Con dólares.

Sakura la insultó y se contorsionó para alcanzar un poco de papel higiénico. Tomoyo era más alta que ella. No la ayudó, sin embargo, sino que fue se acercó a su cama y se recostó allí, rodando mientras temblaba. Pensando que podría ser epilepsia o algo por el estilo, se limpió rápidamente y apoyó el test en el lavamanos, pero cuando ya había comenzado a caminar y se subía las bragas, Tomoyo se levantó y salió corriendo hacia la puerta, gritándole algo sobre un baño. Se quedó en medio de una habitación de alfombra violeta con los pantalones en los tobillos y quiso morderse a sí misma.

En la caja decía que había que esperar unos cuantos minutos, no agitar la maldita cosa y (hijos de puta mandones) tener paciencia. Odiaba esa marca. Iba a demandarles. Por si acaso tomó el otro y repitió el proceso, y luego lo dejó junto al primero. Se subió los pantalones y caminó nerviosamente alrededor de la habitación, se lavó las manos y tomó jugo directamente de la caja. Miró, pero nada había cambiado, bebió un poco más y justo cuando empezaba a sentir la familiar punzada que indicaba que tenía que ir al baño, revisó y la cosa había cambiado.

Cuando Tomoyo Daidôji regresó Sakura Kinomoto tenía la cabeza hundida entre las rodillas y dos test de embarazo con resultados positivos en el lavamanos. El agua seguía corriendo.