No estoy muerta, solo estoy dormida.
Espero algún día despertar y ver que tú estás ahí, pero si el sueño termina siendo interminable soñaré contigo todos los días para así no sentirme sola y piense que me has abandonado.
Solo fuiste una ilusión, una falsa esperanza. No te culpo porque ni siquiera te conozco. Lo único que sé es que existes y que probablemente no sepas que yo existo, pero seguiré esperándote…en mi sueño interminable.
Phineas Flynn despierta sobresaltado y mira a su alrededor.
Ahí estaba Isabella García Shapiro, su amiga de la infancia, en una cama de hospital conectada a un monitor cardiaco.
El pelirrojo dio un gran suspiro y se acomodó en la silla al lado de ella. Había estado acompañándola desde que le habían permitido visitarla.
- Los doctores dicen que probablemente no despiertes. – dijo el pelirrojo como si ella pudiera escucharlo - Lo único que hacen es preocupar más a tu madre.
Eso había estado haciendo todos los días desde que ella fue internada en el hospital: hablarle. Le contaba todas las novedades de su estado y qué pasaba fuera de los muros del hospital con su familia y amigos, esperando que en algún momento ella le respondiera.
"Hola, Phineas, ¿qué están haciendo?" cada vez que el recuerdo de su voz lo asaltaba era una bendición y un suplicio al mismo tiempo ¿Y si no volvía a escuchar su dulce voz diciendo esas palabras? No, no podía permitirse si quiera pensar eso. Ella despertaría, le probaría a esos médicos lo muy equivocados que estaban.
Una enfermera entró a la habitación.
- Disculpe, joven, pero ya tiene que irse.
Phineas, quien apenas había notado su presencia, se levantó sin prisa de su asiento y le dirigió una última, pero prolongada mirada a su amiga.
- Los doctores suelen ser pesimistas, porque no les gusta crear posibles falsas esperanzas. – dijo la enfermera mientras él seguía observando a Isabella – Pero estoy segura que ella estará bien. Es una chica muy fuerte.
El chico volteó a ver a la enfermera y le dirigió una triste sonrisa, pero una sonrisa al fin y al cabo.
- Gracias. –dijo él con sinceridad y salió de la habitación
La enfermera no pudo evitar seguir observándolo partir. El caminar lento, el mirar triste, la cabeza gacha y tener las manos en los bolsillos se habían vueltos muy característicos del pelirrojo.
"De nuevo debió quedarse dormido aquí" pensó la enfermera "Tal vez no debí decirle lo que le dije, los médicos me matarían si se enteraran que le di falsas esperanzas a algún familiar o amigo del paciente, pero ya no soportaba verlo así".
A ella le habían encargado especialmente los cuidados de esta chica por lo que le fue imposible no involucrarse emocionalmente con los parientes y amigos de esta.
- No tardes en despertar, Isabella, - dijo la enfermera, compartiendo secretamente la misma costumbre del pelirrojo – hay un príncipe esperándote.
…
En la entrada del hospital, un peliverde esperaba a que su hermano saliera apoyado en la pared junto a la puerta de salida. No tardo en distinguirlo a la distancia. Cuando estuvo solo a unos pasos de él, su hermano levantó la cabeza y le dirigió esa sonrisa triste que hace solo un momento había dirigido a la enfermera, a modo de saludo. El peliverde hizo lo mismo, se dieron un breve abrazo y, sin decirse palabra alguna, acordaron irse a casa.
En el camino el peliverde esperaba que comentara algo sobre la situación de su amiga, lo que fuera. Y realmente no era tanto porque quisiera saber algo de ella, sino que quería que su hermano volviera a ser el mismo parlanchín de siempre, pero desde el accidente el pelirrojo se había vuelto casi tan mudo como él. Esto lo había obligado varias veces a salirse de su papel de "chico de pocas palabras" para llenar aquel vacío y recuperar a su hermano.
- No fue tu culpa. – le dijo cuando ya estaban cerca de casa – Lo sabes ¿no?
- No empieces, Ferb.
- El invento no era solo tuyo.
- La idea fue mía.
- Phineas…
No dejó que continuara, entró a la casa acelerando el paso y entró inmediatamente a su habitación.
- ¿Alguna novedad?
Esa era Candace, la hermana mayor de los chicos, quien acababa de entrar a escena justo cuando su hermano pelirrojo subió presuroso por las escaleras, pasando de largo de ella y dejando con la palabra en la boca a Ferb.
- No hay progresos ¿verdad? – dijo ella sacando sus conclusiones.
El peliverde negó con la cabeza.
- Me lo imaginé – dijo ella ahora mirando por donde el pelirrojo se había ido -. Lo extraño ¿sabes? No me molestaría que volvieran a hacer sus inventos. Incluso podrían inventar algo para que Isabella…
El peliverde volvió a negar con la cabeza. No es como si no hubiera considerado esa posibilidad antes.
- Sí, lo sé. – dijo Candace en respuesta - No es una buena idea…considerando las circunstancias.
"Teniendo en cuenta que fue uno de sus inventos lo que la dejó así" pensó Candace.
Y pensar que aquel día había comenzado como cualquier otro…
