Disclaimer:nada del potterverso me pertenece
Nota del autor: después de mucho tiempo, he decidido reeditar este fic, para hacerlo un poco más extenso, añadirle algún que otro capítulo y, sobretodo, que sea menos empalagoso.
1
Los Dursley
El joven se apareció frente a la nueva casa de los Dursley. Tras el abandono de Privet Drive, la familia se había escondido en el nuevo hogar que ahora él contemplaba. No sabía por qué estaba allí. Habría sido más fácil darse la vuelta e irse, no volver a verlos nunca más. Abandonar sus vidas como ellos habíand deseado por dieciséis años. Incluso estuvo tentado de hacerlo, dejarles vivir su vida. Pero no podía, pues no dejaba de pensar qué pasaría, o que pensaría acerca de ellos si no volvía a verlos. Además, estaba el hecho de que era una promesa que se había prometido a sí mismo, ver a todos aquellos después de la guerra que merecían ser vistos, atar cabos sueltos. Y Ron y Hermione estaban de acuerdo.
La casa, proporcionada por la Orden, había servido de escondite, pues la de Privet Drive había sido saqueada y destruida hasta los cimientos por los mortífagos, en un intento de buscar cualquier indicio que pudiera llevarlos hasta Harry, o simplemente de destruir todo aquello que alguna vez hubiese tenido algo que ver con él. Atravesó la blanca verja y cruzó el verde jardín por el caminito de piedra hasta llegar a la puerta. Llamó al timbre y esperó. La puerta se abrió mostrando a una mujer alta y de rostro ceñudo. Cuando vio al muchacho su rostro se suavizó.
—Hola —saludó Harry, inseguro mientras contemplaba a su tía Petunia, quien como siempre no parecía saber otra cosa qué hacer salvo que mirar con desprecio a su sobrino, alzar la nariz como si estuviese oliendo porquería y desviar la mirada. Y así era. Aunque era el hijo de su hermana, aunque se había marchado para protegerlos, algunas cosas no cambiaban, y esa era un de ellas
—Hola —y lentamente se fue retirando de la puerta, permitiéndole pasar, evitando todo contacto. A Harry no le importó, pues estaba acostumbrado. Quizás los Dursley estaban enojados por dejar su antiguo hogar.
Los dos entraron. En el amplio salón estaba su tío Vernon, leyendo un periódico. Cuando vio al chico lo bajó.
—Has vuelto —dijo él como si se tratase simplemente de que su sobrino había ido a hacer unas simples compras en vez de ir a salvar su raro mundo.
—Sí, así es.
—¿Lograste tu cometido?
—Por eso estoy aquí.
—Pues qué bien —confesó mientras levantaba de nuevo el periódico y tapaba su cara.
De repente el techo empezó a temblar y de las escaleras bajó un chico enorme y fortachón. Dudley. Cuando lo vio se lanzó hacia él, dispuesto a abrazarlo, pero cuando estuvo frente a él, simplemente se quedó quieto y extendió una mano que Harry aceptó.
—Bienvenido, Harry.
—Hola. Dudley.
Y supo que al fin, con ese apretón de manos, estaban en paz. Los cuatro estaban en paz.
