Gracias por interesarse en este fic. Espero que les corresponda y les robe una sonrisa.

Este es el prologo, aunque los capítulos que quedan no estarán en un preciso orden cronológico.

gracias por su atención y comprensión!

ahora a leer.


El despertar del león.


Y como si fuese una película en cámara lenta, todo sucedió rápidamente en una corta secuencia que no duro más de un minuto. La tetera hirvió, el tostador quemó el pan, la pecera se rebalsó de agua, y yo me desperté de aquel dulce dormitar al escuchar como el timbre de mi departamento sonaba sin parar.

Me levante rápidamente del sofá, ate flojamente mi bata, corrí a cortar el agua de los peces, sentí el olor a pan quemado e intente ver si podría hacer algo contra del tostador que se rehusaba a devolverme mi desayuno, pero el llamado a mi puerta me obligo a descubrir que: lo malo nunca es malo hasta que sucede algo peor.

Había sido una mala mañana, todos podrían asegurar aquello si me hubieran visto desactivar el despertador (a patadas) antes de que mi alarma sonara, correr por toda la casa (a duras penas y muerta de cansancio) para ordenar y preparar todo antes de ir a trabajar, y correr hasta la puerta de mi hogar para amenazar con un tenedor (el mismo tenedor con el que amenace al tostador para que soltara mi pan quemado) al mal nacido que se atrevía a irrumpir la paz de mi hogar.

Junto con abrir la puerta moje mis labios, respire hondo y calcule cuantos segundos aún me quedaban de paz y tranquilidad...Cuarenta y dos segundos como mucho (antes de que despierte el "León" de la casa).

Sonreí y, alzando el tenedor frente a mi cara, mire al hombre que se había atrevido a pararse en mi puerta. – Kyoko...-chan.- dijo, guardando silencio ante la sorpresa de tener un objeto puntiagudo junto a su cara. Me sonroje e inhale lentamente, mientras bajaba mi arma. No era quien yo creía que sería; no era la persona que usualmente aparece frente a mi puerta a estas horas... No es Yashiro-san.

El hombre me sonrió dulcemente, como si quisiera seducir a mi corazón. – Disculpa que me presente a estas horas frente a tu puerta...- comentó aguantándose las ganas de reír ante la sorpresa que se llevó al ver que lo recibía con un tenedor a tres centímetros de su rostro.

¡Qué vergüenza!

–Kuon-san.- susurre sorprendida, sin acortar la poca distancia que nos separaba; recordando lo que mi corazón se empeñaba en olvidar.

El utensilio de cocina ya había pasado a ser parte de la historia, pues, ahora, solo la razón nos impedía entregarnos al romántico y típico reencuentro de película: el beso de dos amantes. –...es toda una sorpresa tenerlo aquí.- susurre sintiendo la vergüenza de estar en bata y camisola.

Él me miro dulcemente y colocó una de sus manos sobre mi hombro, acomodo dulcemente la tela de mi bata y no movió más su mano de allí; acaricio suavemente mi clavícula y yo puse una de mis manos sobre su torso, con la clara intención de mantenerlo al marguen de mi; no quería que se acercara tanto… al menos, no después de tanto tiempo sin vernos. – Pensé que no volvería a verte.- dije y el soltó un pequeño suspiro antes de acariciar mi brazo.

Lo mire a los ojos y quise no creer lo que sentí; pero como dice el refrán, tanto el amor como la tos no se puede ocultar. – Kyoko, yo he vuelto porque te quiero...- dijo mientras yo sonreía sin oírle y resignada a aquella situación; los cuarenta y dos segundos acababan de cumplirse y mi mente ya no podía procesar lo que Kuon Hizuri tenía que decirme.

Hace un año medio que no lo veía; (si, llevo la cuenta, pero es solo por una cuestión biológica. No es que este locamente enamorada de él... No, para nada.) Le echaba mucho de menos, lo extrañaba cada día más y ahora estaba más que encantada de tenerlo nuevamente frente a mí, pero habían razones que me lo impedían. – Kuon, disculpa... - dije entregándole el tenedor.- Pasa. Te quedas a desayunar, ¿cierto?- agregué tomándolo del brazo para hacerlo pasar, cerrar la puerta y perderme rápidamente por el pasillo de mi departamento.

Tenía cosas pendientes aún. Ya había pasado casi un minuto desde que Kuon Hizuri había tocado la puerta de mi hogar y la culpa me comía por dentro. – Buenos días, mi amor.- susurre entrando a mi habitación. – Tenemos visitas...- agregue al ver que el dueño de mi corazón estaba despierto, tal cual como yo me lo había imaginado durante los últimos sesenta segundos. Me deslice suavemente entre las tapas de la cama y le di un suave beso de buenos días.

– Kuon Hizuri desayunara con nosotros...- le susurre sintiendo como mi corazón se endulzaba con una sola mirada suya. – Te portaras bien, ¿cierto?- agregué preguntando dulcemente y recibiendo una afirmación de su parte. – gracias, significa mucho para mí.- susurre antes de volverle a besar.

El "León" de la casa había despertado… y lo único que yo pedía en aquel momento era que no sucediera nada que le hiciera pelear por marcar y defender su territorio.

Kami-sama, escucha mis suplicas... o si no va a correr sangre en este lugar.