Disclaimer: Porque espero que JK nunca escriba el acto de hacer bebitos con sus personajes, yo me adueñé de mis dos preferidos y surgió esta historia. No pretendo nada a cambio, sólo que sonrías, me detestes o generar alguna sensación en quién lo lea, si alguien lo hace. Pretender que la Warner me compre la idea de reproducir bebes H/Hr a lo largo de el universo es volar jodidamente alto; pero ellos tienen los créditos de los mejores gemidos de la historia, así que también recordemos eso.

Notas de Laura: En mis noches insómnicas suelo idear cosas que demoran mucho tiempo hasta llevarse a cabo. Esta vez no quise dejar pasar la oportunidad de compartir con ustedes una de esas tantas locuras que me golpean cuando cae la noche. Este escrito está catalogado como un mini-fic; pues sólo cuenta con siete capítulos; todos interrelacionados entre sí y basándose en los pecados capitales. Sin más, que empiece la historia.

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Pecados

Capítulo I

La envidia es definida como "Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae" De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo.

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Envidia

La lluvia penetraba a través de su abrigo con la misma potencia que el ácido.

Los mechones de su cabello azabache desprendían pequeñas goteras y el frío de estar íntegramente empapado lo hacía chasquear los dientes. Oía uno o dos automóviles, casi aventureros, intentando desafiar la tempestad que arremolinaba trozos de papeles y hojas secas en las esquinas, haciéndolas levitar sin necesidad de magia.

Se quitó los lentes para sacarle las fastidiosas gotas que distorsionaban su visión; con el fin de restregarlos en algún espacio recóndito de su vestimenta que no había sido alcanzado por el agua.

Dos manos frías y delicadas como el cristal le taparon los ojos en un intento de sorpresa; pero él hacía años que la esperaba y esa esquina desprotegida había sido tan sólo un pretexto para poder verla después de tantos meses.

-Sólo a Harry Potter se le ocurre que un día como hoy nos juntemos a ordenar su biblioteca- oyó susurrar justo en su cuello; mientras el aliento se pegaba en su piel volviendo más cálido todo.

Harry tomó las manos de ella con suavidad; quitándolas de sus ojos en un intento desesperado por poder voltear y verla.

El cabello de ella parecía tener vida propia debido a la humedad, y a pesar del débil foco de luz en la calle; pudo descubrir que su diminuta nariz, asomada por una bufanda verde intenso, había enrojecido por el clima, mientras sus pestañas eran decoradas por pequeñas gotas que se asemejaban con el rocío matutino.

-Siempre me gustó lo difícil Hermione, deberías saberlo ya - respondió Harry intentando parecer fastidiado, pero con un amago de sonrisa en sus labios. La voz ronca delataba su nerviosismo. Ella sonrió a medida que frotaba sus manos en un intento de encontrar calor, al mismo tiempo que golpeaba suavemente con el codo a Harry en las costillas.

-¿Esperamos a alguien o podemos ir yendo?; me estoy congelando- preguntó Hermione con el dejo de impaciencia que la caracterizaba.

Harry rodeó la cintura de ella con una mano; mientras con la otra volvía a colocarse las gafas en su sitio. Hermione abrió los ojos algo sorprendida.

-Nos vamos a aparecer en mi hogar; no llovía cuando salí de allí, por eso dejé el automóvil en el garage...y espero que Karston Damewood no me golpee por tomarte de la cintura debido a aparecernos - bromeó Harry, crudamente con un hilo de voz, su aliento chocando contra un mechón de cabello castaño. Hermione despegó los labios para contradecir a su amigo; pero él ya había cerrado los ojos y en menos de un santiamén estaban dentro del hogar de Harry.

Para ser preciosos en su habitación.

-Sé que tus intenciones son otras Potter- comenzó Hermione y le pareció extraño e incluso chistoso ver como el rostro de Harry comenzaba a ponerse pálido al ver en qué sitio del hogar se habían aparecido- Pero yo vine aquí solamente a ordenar la biblioteca y conversar un poco con mi mejor amigo.

-Tenía que haber dejado de pensar en ella un momento- respondió Harry dolido por el comentario de Hermione- seguramente deberíamos habernos aparecido por tu cuenta y ya estábamos vaciando estanterías.

-¿Ella?- balbuceó Hermione, mientras quitaba la vista de él y pasaba el dedo índice por el aparador, inspeccionando las capas de polvo- ¿Quién es "ella"?

- Te lo diré cuando me digas como van tus cosas con Karston- respondió Harry.

Tomó la mano de Hermione y se la llevó a la altura de los labios. Luego sopló el polvo lentamente, viendo como se iban formando los destellos en el débil haz de luz que se filtraba por la ventana. Hermione sonrió por las leves cosquillas del aliento de Harry en su palma; luego abrió la puerta de la habitación y aún teniendo a él aferrado de su mano, salió de allí dirigiéndose hacia la sala de estar. Harry la siguió sin siquiera rechistar.

Ella tomó asiento en el sofá, mirando algo aturdida la cantidad alarmante de libros que de encontraban dispersos por todo el cuarto; debería haber unos setenta sobre el escritorio, y la misma cantidad regada por pilas en las sillas. Luego dirigió su vista hacia la biblioteca, que dividida en tres módulos dejaba apreciar los huecos evidentes de los tomos faltantes.

-Esto nos va a demandar demasiado tiempo si queremos hacer las cosas bien; desde ya lo haremos a lo muggle, nada de varitas para trasladar libros; necesitas un fichero y papeles de colores para dividir los libros por temas - argumentó Hermione seriamente, mientras deslizaba un dedo por sobre sus labios buscando aún más concentración.

Harry pensó que de esa manera podría pasar más tiempo junto a ella, así que sólo se limitó a asentir; acercándose a la cocina para preparar unas reconfortantes tazas de café luego de haber estado bajo la lluvia por largo rato.

Ansiaba sacar el tema de Karston, pero no tenía una base en la cuál respaldarse. Sólo sabía de aquel muchacho la escasa información que Hermione le había ofrecido las semanas anteriores vía telefónica. Sabía que trabaja junto a ella en el Ministerio, en la sección del Departamento de Misterios; y también sabía que la había invitado a cenar en varias ocasiones, y aunque en un principio Hermione había rechazado algunas propuestas, luego de un tiempo había aceptado; yendo a cenar con Karston a Wiltons, un prestigioso restaurante en pleno Londres. Además ella le había confesado, luego Harry jurara ver sus mejillas tornarse carmesí a pesar de que sólo era una conversación telefónica, que se había divertido con aquel hombre.

Lo envidiaba.

No podía evitar sentir una punzada en su estómago cuando pensaba en Hermione riendo con aquel desconocido; que quién sabía qué intenciones tenía con ella.

Hacía tiempo que no veía a Hermione tan sólo como su mejor amiga; sino también como una mujer encantadora. En un momento de su vida, no tenía noción de cuál, se dio cuenta de lo diferente que se sentía sin ella. La necesitaba para tomar decisiones, alegrar sus días o simplemente estar. Por momentos se encontraba deseoso de que llegue el instante de arribar a su hogar para la llamada diaria a ella, o se descubría pensando cómo actuaría Hermione frente a alguna situación que en ese instante lo agobiaba, encontrando así la solución fácilmente.

Nadie lo comprendía como ella y él no se sentía tan cómodo con ninguna otra persona. Hermione lo aceptaba tal cual era, y si bien muchas veces no tenían los mismos puntos de vista; no era necesario fingir nada. Otras veces tan sólo una mirada servía de mensaje, de medio de comunicación entre ellos dos. Así, Hermione fue convirtiéndose en más que su mejor amiga, en más que una mujer. Así fue convirtiéndose en sus pasos, en sus sonrisas y en la muchacha que él amaba.

La convertían en lo que él quería; pero parecía querer otro dueño.

El pitido de la pava lo hizo salir de esos pensamientos por unos instantes. La lluvia, aún más potente que antes, golpeaba las ventanas con total fiereza. Harry tomó dos tazas y sirvió el café; luego volvió a acercarse al sofá, sentándose junto a Hermione.

Ella revolvió tres veces el café y preguntó a Harry si le había colocado azúcar.

-Dos terrones, como te gusta – respondió él, dando un sorbo pausado.

-Bien…-comenzó Hermione nuevamente, acentuando el tono despreocupado y sonriendo pícaramente- ¿ya puedo saber quién es ella?

Harry sonrió agradecido. Por fin encontraba la excusa que había anhelado.

-Ya te dije las condiciones Hermione – contestó divertido mientras se frotaba la coronilla, notando que aún tenía el cabello húmedo- ¿Cómo es eso que te divertiste con Karston?

Todo habría salido de maravillas si Harry no le hubiese impreso ese tono de voz a la pregunta. Había sonado a reproche mezclado con duda. Había sonado a envidia. Y Hermione alzó una ceja, entre asombrada y graciosa.

-La he pasado bien Harry, sólo eso – dijo sinceramente, aunque un tanto enfadada- y se supone que mi mejor amigo debería estar alegre por ello- agregó al final, sin poderse contener.

Harry lanzó una leve carcajada irónica; aún embebido en la envidia que le producía saber aquello; ahora confirmado por los labios de Hermione.

Y eso sirvió de detonante.

Hermione se paró con un salto de su sitio y dio tres zancadas hasta llegar a la biblioteca. Tomó un libro especialmente grueso y de espaldas a Harry se mordió el labio inferior para evitar llorar. Nunca había discutido sin sentido con él. Nunca se había comportado tan imbécil y frío. Nunca Harry había dejado de parecer Harry ni siquiera por unos minutos como en ese momento.

Comenzó a ordenar la biblioteca lo más rápido posible, leyendo en voz baja los nombres de los libros y ordenándolos alfabéticamente. Sentía a Harry unos metros detrás de ella, aún sentado en el sillón, mirándola intensamente. Si bien no podía verlo ni siquiera de reojo, notaba las orbes esmeraldas clavadas en su nuca.

Hermione sintió que él se paraba y caminaba en dirección a ella; pero no detuvo el arreglo de los tomos hasta que la respiración de él se clavó en su cuello.

Harry apoyó el mentón en el hombro derecho de Hermione mientras, con suma delicadeza, colocaba sus manos en la cintura de ella.

-Lo siento- escuchó balbucear a su oído- soy un idiota que no puede estar más de dos minutos peleado con su mejor amiga.

-Estás perdonado- respondió Hermione luego de unos instantes de parecer meditarlo. Luego fue alejándose de él pausadamente, mientras agarraba otro libro depositado sobre una silla y lo colocaba en su lugar.

Un potente trueno los hizo sobresaltar.

Hermione sonrió por el salto que ambos dieron; luego dirigió sus ojos hacia el reloj que decoraba la pared opuesta a la biblioteca. Eran las veintidós horas en punto. Era increíble lo rápido que había pasado el tiempo; no terminarían de arreglar aquello hasta la tarde del próximo día, ella no contaba con el total desorden en cuanto a la bibliografía; así que tomó una considerable cantidad de libros y los colocó sobre las manos de Harry, en son de solicitar su ayuda.

Una hora más tarde ya habían vaciado las sillas, aunque aún quedaba el escritorio, organizar el fichero y colocar los papeles de colores autoadhesivos.

Hermione tenía las piernas cansadas, pero su intención era terminar al menos una gran parte del arreglo para dormir en su hogar unas horas, alimentar a Crookshanks y volver en la mañana siguiente del día sábado, la cual ambos tenían libre por tratarse del fin de semana. Harry, sin embargo, ordenaba todo pausadamente, parecía como si no quisiera apurar las cosas y de vez en cuando movía el cuello hacia ambos lados para descargar la tensión allí acumulada.

Conversaban por breves lapsos, acerca de la lluvia, del trabajo y cuando algún libro escolar caía en manos de alguno de ellos dos; recordaban anécdotas de Hogwarts que habían compartido juntos. Luego de la pequeña –pero no indiferente- discusión el clima se había tornado ameno y agradable; volviendo su relación impecable como siempre, cargada de complicidades, risas y alguna otra lectura de mente en los momentos de silencio.

Fue de un grueso tomo llamado "Encantamientos para encantar" que Hermione había tomando para colocar en su sitio de donde se desprendió una fotografía de su interior, y luego de ondear unos segundos en el aire, calló al piso dejando ver a Harry junto a Malissa Pafford; su compañera durante los recorridos de Auror desde que él había ingresado al escuadrón.

Ambos miraron al suelo en el mismo instante. Ambos se miraron a los ojos por un momento. Ambos se agacharon a recogerla.

Sólo Hermione habló.

-¿Ella es…"ella"?- preguntó simplemente, frunciendo el entrecejo unos milímetros.

-No entiendo a qué te refieres- dijo Harry, volteando a buscar un pilón de papeles de colores que descansaban en la mesada como excusa para no mirarla a la cara - Ella es Malissa, tú la conoces, es mi compañera de trabajo-.

-¿En ella pensabas cuando arribamos a tu habitación?- retrucó Hermione yendo directamente al punto, no sin antes lanzar un suspiro sonoro, irritada por el fingido desentendimiento de Harry.

Él dejó de respirar unos momentos. Aún de espaldas, etiquetó cinco libros más sin omitir sonido. Seguidamente, volteó para enfrentar la situación.

Se tomó su tiempo para quitar una pelusa al sweater, acomodarse lo mejor posible en el sillón estirando las piernas y descansar la cabeza en el mullido respaldo. Luego, dio unas palmadas al sitio vacío a su izquierda.

-Ven aquí, Hermione- la llamó.

Ella se acercó depositándose a un costado de él, recostando sus rizos en el hombro de Harry, sintiendo como él tomaba uno en su mano y lo enrollaba entre sus dedos en busca de los términos que lo ayuden a empezar. Estaba agotada, pero pensaba escuchar con suma atención cada una de las palabras que saldrían de la boca de él; sus explicaciones.

-Malissa es una gran compañera de trabajo, una buena amiga- comenzó Harry. Tenía la mirada perdida y por momentos cerraba los ojos para sentir mejor la textura del cabello de Hermione entre sus dedos-Durante un tiempo, hace unos años atrás, yo creí que estaba enamorado de ella, pero luego comprendí que no; que sencillamente era mi amiga y el pasar tanto tiempo junto a ella era lo que me había hecho confundirme.

-¿Por qué nunca me lo dijiste?- preguntó Hermione en un murmullo.

-Realmente no era importante para mí. Tú la conoces, es simpática y me ayuda mucho en el trabajo, pero en verdad no es más que eso.

-¿Alguna vez…?- intentó Hermione, que entrecerrando los ojos debido a las suaves caricias en su cabeza se acomodó más cerca de Harry- me refiero a… ¿alguna vez han salido juntos?

-Sólo un par de veces- respondió Harry- creo que allí me di cuenta que no era la indicada para mi. Tú sabes que tengo bastantes problemas con las mujeres por ser el "chico de la cicatriz". Sabes que poca gente conoce como realmente soy; y creo que Malissa estaba encantada de tener como compañero a Potter, pero eso no me basta ni me interesa.

Hermione sonrió complacida por la respuesta sincera que Harry le estaba dando. Su mejor amigo era un hombre y un niño al mismo tiempo. Conservaba toda aquella picardía de la infancia, sus ojos eran igual de brillantes y cuando sonreía ladeando la comisura izquierda mientras fruncía la nariz unos milímetros elevando sus gafas, Hermione comprendía que tenerlo a su lado era una de las pocas cosas –de no ser la única- que la hacía sentirse bien y cómoda con ella misma.

-A veces pienso que Karston no se siente realmente cómodo conmigo – dijo Hermione de pronto, como si hubiese guardado aquello por suficiente tiempo y era momento de decirlo. Harry dio una última y profunda caricia a su cabello; luego dejó descansar su mano sobre el respaldo del sofá.

-Hermione….- empezó Harry un tanto dubitativo- yo sé que te diviertes con él, pero realmente no me parece indicado para ti.

-Quisiera descubrir si lo es-susurró ella- pienso que a veces no comprende lo que le estoy hablando y asiente mecánicamente sólo para quedar bien.

Harry pensó en ello profundamente. Estaban en silencio tras aquellas palabras, sólo acompañados por el ruido de la lluvia golpeando contra el vidrio.

"Quisiera descubrir si lo es"

Hermione tenía intenciones agradables con Karston, aunque él no la comprendiera. Y Harry estaba a su lado desde hacía once años, entendiendo siempre a lo que se refería, tratando de no quedar bien, siendo sólo él.

Una punzada volvió a golpear su estómago. Odiaba ese sentimiento que se reproducía en los momentos que se creía incapaz e inmóvil en toda esta situación. Amar a Hermione y no ser correspondido claro que no era genial; pero que ella parezca interesada en otra persona lo hacía aún más patético todo.

Momentos más tarde, Hermione aún con su cabeza apoyada en el hombro de Harry, se desperezó. Pasó su vista primero por la biblioteca que aún se encontraba semivacía y rodeada de libros de diverso grosor. Consultó nuevamente la hora en el reloj que decoraba la pared completamente blanca, y descubrió horrorizada que ya eran las dos y media de la madrugada.

Muy despacio, creyendo que Harry se había quedado dormido, se levantó de allí para ir en busca de sus pertenencias y dirigirse a su hogar; pensando en dejarle una nota a su amigo a modo de informarle que volvería a la mañana siguiente para continuar ayudándolo.

Fue una sorpresa que, cuando una vez parada por completo al lado del sofá, él estaba mirándola fijamente a los ojos; sus orbes verdes estaban más cristalinas que nunca. Ella le sonrió auténticamente mientras comenzaba a ponerse el abrigo.

-Aún sigue lloviendo – oyó decir a Harry con un hilo delgado de voz.

-Debo alimentar a Crookshanks y dormir un rato. Mañana llegaré temprano para continuar acomodando todo – explicó Hermione a medida que procuraba cubrirse la diminuta nariz con la bufanda que ella misma había tejido.

-¿Tomarás un taxi o prefieres que te lleve?- preguntó Harry.

-No te preocupes, ambos debemos descansar. Creo que por la lluvia que aún persiste me apareceré en mi hogar- respondió Hermione, colocándose el bolso y acercándose a él para saludarlo.

Se dieron un breve abrazo mientras Harry le agradeció por su ayuda. Hermione comenzó a dirigirse hacia la puerta; dispuesta a cumplir la aparición una vez en la entrada del hogar de Harry, sin embargo él aún no se había movido de su sitio para abrirle.

Fue un breve instante en el que ella volteó para mirarlo, a mitad del recorrido hacia la salida; en el cual notó que Harry seguía dándole la espalda, pareciendo dispuesto a decir algo y no saber como expresarse. No se preocupó lo suficiente, y cuando volvió a voltear tomando ya el pomo de la puerta lo oyó.

-Hermione.

Su voz salió con una total parsimonia digna de la duda impregnada en cada letra.

Pensando en que había dejado algo olvidado, ella giró sobre sus talones.

Allí estaba él, de frente a ella; centrando la mirada en sus ojos que por momentos amagaba hacia otro punto cualquiera.

Existió un lapso de segundos interminables, en el cual el silencio resaltaba la tensión incomprensible, al menos para Hermione. Y luego, todo fue aún más confuso.

-Por favor, quédate esta noche.

----- Fin del capítulo I -----

No te quedes así; ¿pensabas que los iba a poner a tener bebitos en el primer capítulo?; quizás en el segundo tienes más suerte.

Si tienes ganas de golpearme por lo feo que está esto, o decirme que le cambie tal o cuál cosa, o darme consejos o lo que se te ocurra; deja un review así me entero. De lo contrario, y si has llegado hasta acá, te agradezco por haber leído.

Este capítulo está dedicado a Rosana (mi beta de siempre) y a Alessia, otra beta de esta historia: Claro que también dedicado a ti; que crees en el amor verdadero a pesar de la agobiante realidad mundial.

Saludos,

Laura.