Se recostaron lado a lado, con las respiraciones agitadas y los corazones acelerados; sintiendo aún en sus cuerpos los estragos del orgasmo recién alcanzado.

El más joven, acostado boca arriba con los labios rojizos separados, cubría su rostro levemente sonrosado con su antebrazo, intentando regular el respirar para no mostrarse vencido.

Todd rió, tomando la sábana blanca que había quedado hecha un ovillo a un lado para cubrirlos un poco a ambos. No tenían frío ni vergüenza, sus cuerpos se daban todo el calor necesario y a ninguno le eran desconocidas las cicatrices del otro, era sólo una costumbre que había quedado en él por las frías noches de Gótica y la llevaba a cabo ya en automático.

Se giró lentamente, mirando con sus ojos verdes el perfil de quien respiraba ajetreado a su lado; tomó la mano del otro por la muñeca, tirando de ella con brusquedad intencional para dejarle contra su pecho, rodeandolo en un medio abrazo que hizo gruñir al demonio, quien sin embargo no hizo el menor esfuerzo por apartarse en ningún momento.

No pasó mucho para que Damian se removiera un poco, con la única intención de encontrar la posición más cómoda para permanecer entre aquellos brazos que le acogían, terminando por apoyar su palma derecha en el pecho de Jason como quien no quiere la cosa; encantado con el palpitar del corazón en el pecho ajeno.

A pesar de que después le reclamaría al forajido por tal momento tan cursi; en ese preciso instante se centró sólo en disfrutar de las caricias que le regalaba, enredando los dedos entre sus hebras azabache cuidadosamente, y en el aún acelerado latir de su corazón, sintiendo el propio al tiempo mismo.

Sus latidos eran de las cosas que más fascinaban secretamente al joven. Ambos debían estar muertos; y Damian no podía evitar pensar que quizás era justamente eso lo que los había unido a ambos; uno de aquellos curiosos juegos del hado. Eran ambos los extremos de hilos rotos, que no encontraron su destino y terminaron por forjarse un propio.

¿Quién mejor para alguien que no debía estar en el mundo que otro ser semejante?

--¿Algo que decir, niño? --preguntó al verle pensativo, algo irritado por no ser colmado con las cotidianas caricias dulces que solía obsequiarle el menor en momentos así, ya sabiendo desde el principio que recibiría un reclamo por el "mote" empleado.

El Wayne gruñó con molestia, pero aún disfrutando de las atenciones del otro con los ojos cerrados. --No soy un niño --se quejó con el ceño fruncido. --. Tú deberías saberlo mejor que nadie, Todd --dejó escapar una risa burlona a la vez que enredaba sus piernas entre las del Robin renegado. --. De lo contrario padre ya te habría acusado de secuestro y pedofilia.

Jason le tomó por el mentón, aplicando quizá más fuerza de la que era necesaria, obligándole a mirarlo con sus exóticas esmeraldas, herencia indudable de Talia. --¿En serio quieres hablar de él ahora? --le besó con cariño, pasando de sus labios a sus mejillas y luego a su barbilla, llenando el rostro de Damian con besos dulces mientras éste sólo se dejaba hacer, complacido por recibir aquellos cariños y abrazandose más a él. Ninguno de los dos admitiría a un tercero las caricias libres de morbo que eran capaces decompartir en momentos como ese, cuando el ambiente era tan íntimo y ellos estaban tan libres de tabúes. --. ¿Aún te preocupa no complacer a Bruce? --preguntó con tono burlesco, aunque ocultando cierto temor en su semblante despreocupado.

--Si fuera eso estaría con Kent o incluso con Richard, seguro padre aprobaría a cualquiera antes que a ti --rió, deslizando su mano desde el pecho de Jason hacia su nuca, atrayendo sus labios a los propios sin unirlos definitivamente. --; pero sabes que yo no lo haría, amado.