THE STEPFATHER:

Mi nombre es Isabella Swan. Tengo dieciséis años, y vivo en un internado desde que mi padre murió. Mi madre, Renée, había decidido no complicarse la vida, y en lugar de cuidar de mí, siempre estaba en busca de billeteras gordas. Las vacaciones también las pasaba aquí, ya que huía de encontrarme con ella. Le tenía un rencor enorme. Aun así, me llamaba cada cuando y teníamos conversaciones de prácticamente dos minutos. Las únicas veces que la veía era cuando celebraba una de sus bodas: solo me quedaba en la misa, y después me iba. No había asistido a la última hace un año, no valía la pena. Como todos sus matrimonios terminaría en divorcio.

Renée tenía una larga lista de maridos y amantes, los primeros tenían siempre dos características en común: eran menores que ella, y tenían mucho dinero. Supongo que los elegía menores porque eran tontos y caían ante sus redes.

El instituto Twilight, lugar en el que yo estudiaba, era dirigido por monjas y era estrictamente solo para mujeres, por lo que nunca había tenido contacto con hombres. Físicamente sé que no soy fea, después de todo, mi madre es Renée recientemente Cullen.

La temporada de exámenes había terminado, cuando me comunicaron una horrible noticia.

—Isabella, me temo que debo darte una muy mala noticia —la monja me dijo—. Hoy se nos ha avisado… —suspiró y me vio dolorosamente—, que tu madre ha fallecido en un accidente automovilístico. Su esposo, el señor Cullen, no iba.

La noticia me afecto mucho más de lo que esperaba. Y peor aún, yo contaba con dieciséis años recién cumplidos. Mi única abuela y mi padre habían muerto ya, y no tenía más familia. Mis dos padres eran hijos únicos. La única opción era que mi padrastro fuera mi tutor legal, o si él no quería hacerse responsable, que era lo más probable, ir a un orfanato. Eso me asustaba horrores.

Las monjas comprendieron totalmente la situación. Me prometieron que me enviarían las calificaciones a casa, y como no tendría tiempo de volver a inscribirme, me apartaron una ficha. Mis estudios estaban totalmente pagados gracias a una cuenta privada que mi padre me había dejado, suficiente para pagar una vida de estudios.

El mismo día, me avisaron que el viudo de mi madre vendría por mí para asistir al funeral. No sabía mucho de él —y tampoco me interesaba—, sólo que su nombre era Edward Cullen, tenía 31 años, solo 7 menos que mi madre.

Alisté todas mis cosas, y me despedí de mis amigas y de algunas profesoras. Era viernes, y estaba nublado cuando Edward Cullen llegó por mí. Entro a la academia en una lujosa y bonita camioneta negra, y aminoró la velocidad cuando se acercaba a la entrada.

Se bajó del auto. Llevaba un traje formal. La camisa era gris, casi negra, y los pantalones eran negros. La chaqueta del traje no la llevaba. El hombre era un Dios, no había duda de porque mi madre se había casado con él. Era alto, con cuerpo y musculatura perfecta, digna de un macho. Su cabello era broncíneo y sus facciones eran perfectas. Sus ojos no los pude ver, porque unas gafas negras los cubrían. ¿Se encontraría muy mal por la muerte de mi madre?

—Uhm… ¿Isabella? —me habló, con voz suave. Asentí—. Soy Edward.

—Sí, dame un segundo —le di la espalda, y tomé mis dos maletas. No tenía mucho, pues de lunes a viernes usaba mi uniforme todo el día. Los únicos días que necesitaba ropa normal eran sábados y domingos, y normalmente no salía y me quedaba en pijamas.

—Espera, déjame ayudarte —intervino Edward antes de tomar mis maletas en sus fuertes manos. Las subió a la cajuela, y abrió la puerta del asiento copiloto para mí. Le agradecí en voz tímida.

No hablamos durante todo el camino. Traté de no pensar en mi madre, pero fallé. Contuve las lágrimas todo el trayecto, no quería incomodar a Edward con mi llanto, hasta que por fin llegamos.

Las rejas se abrieron para mostrarme una casa enorme, de millonarios. Edward manejó por todo el inmenso patio, hasta que se estacionó en la entrada de la casa. Se bajó de la camioneta por mis maletas, y no me pude contener más. Comencé a llorar, y los sollozos que había estado guardando, por fin salieron.

—Tranquila, pequeña, tranquila —me susurró Edward, que había abierto mi puerta. Me tomó en sus brazos como si fuera un bebé, y yo cubrí mi rostro con mis manos.

Entramos a la mansión, y lo escuché hablar con otro hombre. Entonces las voces cesaron, y Edward se sentó en un sillón y me puso sobre su regazo, mi rostro contra su pecho. Pude oler su deliciosa colonia.

—Todo está bien, amor. Calma —me dijo al oído mientras acariciaba mi cabello y me acurrucaba. Yo continuaba llorando abiertamente, y aun así, me sentía tan segura con Edward, a pesar de apenas había cruzado palabra con él.

Ese día lloré hasta quedarme dormida sobre su pecho. Desperté en una cama muy cómoda, con sabanas grises de satín y un grueso cobertor sobre mí. Todo ese cuarto tenía la esencia deliciosa de Edward, así que supuse que era su habitación.

—¿Edward? —lo llamé. No deseaba estar sola—. ¿Edward?

—Estoy aquí, pequeña —respondió su inconfundible voz a mis espaldas. Cuando voltee el estaba recostado horizontalmente en un sillón de cuero negro—. ¿Tienes hambre, cariño? Son las seis de la tarde y no has comido nada.

Abrí bien los ojos y él comenzó a incorporarse.

—¿Las seis, dices? —al parecer el llanto era un potente somnífero para mí.

Él asintió, y después aclaro su voz. Su expresión se tornó más seria.

—Isabella… mañana será el funeral de tu madre.

Sentí una punzada de dolor en mi pecho, y mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—Calma, no llores —se acercó de nuevo a mí, y me abrazó. Entonces me dijo al oído: —. No tienes que asistir si no quieres, amor. Después de no verla por tanto tiempo quizás sea difícil para ti verla en ese estado…

Negué.

—Quiero ir. Tengo que ir, después de todo era mi mamá.

Él asintió.

—Bien —me dio un suave beso en la mejilla, y luego acarició el lugar con su pulgar—. Nos iremos de casa a las 9 de la mañana. Llegaremos a la recepción y nos quedaremos ahí la mayor parte de la tarde. El domingo la llevaremos al panteón, ¿está bien?

Asentí. ¿Por qué Edward era tan dulce conmigo? Sinceramente esperaba a alguien frío y molesto por tener que lidiar con una chica de dieciséis años, pero Edward era todo lo contrario. Tan amable y comprensivo.


Considérenlo un aviso de que no estoy dejando Fanfiction. Amo demasiado la historia de "LBDLB" como para dejarla. Será terminada, pueden contar con ello, al igual que esta historia y "EAYSE"
Pueden pasar a ver un video que hice sobre esta historia en Youtube. Link de mi canal en perfil. Es el video más reciente. Besos.