¡Holis! Aquí les tengo mi nuevo fanfic de OP. Como lo dice el titulo este fanfic se basara en la novela ¨Y no quedo ninguno¨ de Agatha Christie. Se desarrolla en el mismo AU de ¨Las aventuras del detective Brook: Asesinato en Orient Express¨ pero no es una secuela ni es necesario leer una para entender otra ni nada (aun tengo ese fanfic en continuación). Espero que disfruten leer esto como yo disfruto escribirlo y recuerden los reviews son justicia, digo, amistad absoluta.
Capítulo 1: Una invitación misteriosa
Durante sus mejores épocas la casa del juez Akainu Sakazuki era considerada como una de las más pulcras y elegantes de todo el lujoso barrio de Mariegeoise de la ciudad de East Blue. Esta elegancia era una prueba irrefutable de su estatus como juez y el poder social y económico que su profesión conllevaba. Constantemente los niños que paseaban cerca de su casa dirían que esa casa parecía una casita de muñecas y se maravillarían por lo brillante que era la pintura roja que la adornaba, la limpieza impecable de las paredes, sus tejas de un color achocolatado y los hermosos arboles de cerezo que crecían en su jardín. Sin embargo en sus condiciones actuales parecía más una casa embrujada que de muñecas: el tejado desecho, moho y musgo expandiéndose por todo el portón, la pintura roja sucia, opaca y resquebrajada, la maleza azolando su jardín. A excepción de los arboles de cerezo, cuyas flores seguían alegrando la vista de los transeúntes su casa se veía un poco más que descuidada. Su interior, aunque más ordenado y limpio no era esencialmente mejor, la mayoría de los muebles parecían polvorientos y dentro de los cuartos predominaba una mezcla de olor a humedad, tabaco y alguna clase esencia floral irreconocible al mezclarse con los demás aromas. Las únicas cosas que lograban hacer que el interior de aquella casa recuperara algo de la elegancia de antaño eran las múltiples macetas de arbolitos bonsái que había plantado su dueño en su tiempo libre y el hecho de que todo el tiempo estuvieran sonando canciones de opera en el tocadiscos.
Desde aquel escandalo, su retiro y la crisis económica, los arbolitos bonsái, el tabaco y la opera habían sido los únicos consuelos para Sakazuki, quien podía pasar días enteros escuchando la opera del ¨Mentiroso Noland¨ y toda la discografía de Ms. Wendsday sin aburrirse ni un segundo. Sakazuki estaba consiente de la situación económica en la que se encontraba, sin un salario fijo y lleno de deudas le era imposible seguir manteniendo una casa tan lujosa y con tanta necesidad de mantenimiento por lo que estaba pensando seriamente en venderla y usar ese dinero para alquilar algún apartamento ligeramente decente en donde pasar el resto de su vida.
Sakazuki no había esperado que aquella mañana fuera distinta a las demás, hasta que revisando su correo encontró una misteriosa carta.
¨Buenas tardes mi querido amigo Akainu. Se que llevamos varios años sin vernos y no he podido escribirte debido a varios problemas personales que he tenido últimamente. ¿Qué ha sido de tu vida? Yo en lo personal me la he pasado de maravilla y hace poco compre una hermosa propiedad en la Isla de Marineford. Me encantaría que vinieras a pasar este fin de semana junto a mi en Marineford, se que es un poco alejada y difícil de acceder, por eso te mande un boleto de barco para que puedas venir con nosotros directo a la isla. Será lo mejor, unas vacaciones maravillosas solo para nosotros y nuestros amigos, bañándonos en las aguas cristalinas, tomando el sol y pensando en los buenos tiempos. Te deseo lo mejor y espero verte pronto en Marineford. Atentamente M. Prince.¨.
Y tal como lo decía la carta, al fondo del sobre de esta se encontraba un boleto a la isla de Marineford, agendado para el viernes de la próxima semana. El emisor de esa carta no era nadie que Sakazuki tuviera en mente. Aquella persona ni siquiera hacia una alusión a algún dato básico de si mismo como su nombre completo o sexo. Aunque ahora que lo pensaba el apellido Prince era bastante común, muchos de sus amigos y clientes tenían ese apellido, por lo que no sería raro que alguno de ellos le hubiera escrito. Sin embargo el dato que más interrogaba a Akainu era la localización a la que lo habían invitado a pasar sus vacaciones.
La isla de Marineford era una pequeña isla a pocos metros de la costa de East Blue, cuya única propiedad conocida era una lujosa casa de campo. Tres pisos y un sótano, un jardín de flores aromáticas, piscina con , calefacción habilitada para toda la casa y aparatos electicos instalados de manera moderna. Por lo que Akainu tenía entendido la ultima propietaria de esa mansión había sido la afamada aristócrata Catarina Devon, quien según tenia entendido había vendido su propiedad hace ya un par de años, dejándola posiblemente en manos de algún millonario desconocido. Quien fuera que le estuviera escribiendo seguramente era una persona rica e importante, nadie tiene una propiedad en Marineford de forma gratuita.
Sakazuki no confiaba de todo en aquella carta, pero la promesa de unas relajantes vacaciones pagadas a una exclusiva isla hicieron que su mente se tranquilizara. Definitivamente iría a Marineford y se reencontraría con quien fuera que fuera ese tal M. Prince.
Al otro lado de la ciudad de East Blue el doctor Trafalgar Water D. Law termino de desempacar la ultima caja de libros que había traído consigo desde Europa. Acababa de migrar de Alemania a la ciudad estadounidense de East Blue y aunque sus papeles estaban casi arreglados su vida seguía en un estado desastroso, al grado que ni siquiera tenía una casa propia y había acabado por vivir en la casa de un médico el cual fue lo suficientemente amable como para permitirle ocupar una habitación sobrante en el segundo piso hasta que consiguiera suficiente dinero para pagar renta propia.
La casa de aquel médico era vieja, oscura y sombría, tal como una casa embrujada de un libro de terror, con la diferencia de que ninguna de las casas malditas de los libros de terror que había leído Law tenían como vecinos una casa de huéspedes llena de migrantes y vagos ni un club nocturno lleno de travestis, homosexuales y juerguistas. La mayoría de las noches se escuchaba música jazz a todo volumen y no era rara la noche que llegaba algún pobre sujeto intoxicado por las drogas y el alcohol a desmayarse frente a la puerta de su casa y menos el hecho de que tanto aquel médico como Law se limitaban a brindarle los primeros auxilios y esperar a que este se compusiera y largara. Incluso había veces que aquel medico dejaba que alguno de esos pobres diablos se quedara en su casa e incluso a veces les ofrecía merienda y les permitía hospedarse en su casa como si nada. Law no entendía como un médico tan prestigioso como el elegía vivir de ese modo tan miserable pudiendo fácilmente alquilar o comprar una casa en los suburbios y menos aún como rayos era posible que el entablara amistades con aquellos tipejos sin futuro, sin embargo prefería no ahondar mucho en el tema. ¨A caballo regalado no se le miran los dientes.¨ pensaba Law al respecto del tema.
Una de las pocas cosas buenas de vivir con aquel médico era que el había sido lo suficientemente amable como para ayudarle a conseguir un empleo como cirujano en el hospital donde trabajaba y si bien su solicitud aun no había sido aceptada, dado a su reputación y su experiencia Law estaba cien por ciento seguro de que pronto estaría operando en el Hospital Estatal de East Blue y ganando lo suficiente como para alquilar una casa propia en un barrio más decente.
Law pudo escuchar risas del piso de abajo, era sábado por la tarde seguramente Betty la esposa de ese medico había dejado entra a esos tipos y ahora estaban jugando juegos de mesa como de costumbre.
- ¡Oh, diablos! ¡Ese ingeniero loco volvió a ganar!- gritó una voz grave pero afeminada.
- Es solo un juego de azar Morley, cualquiera puede ganar.- contestó otra voz con un claro acento extranjero.
- ¡Pero tu tienes tanta suerte Lindbergh! ¡Me muero de envidia!
- ¡Chicos! ¿Creen que le guste a Kara-boy el pan de frutas que le traje? Se que no es la gran cosa pero realmente siento que debería pagarle de algún modo por todo lo que nos ha ayudado.- interrumpió una tercera voz.
Law inhalo profundamente, sintiendo asco por la sola mención del horroroso pan de frutas que le planeaban regalar a su hospedero. Era más que definitivo que en algún punto u otro el se mudaría y ya no tendría que aguantar más esos comportamientos. Súbitamente alguien entro a la habitación de Law. Era Karasu, el médico que le había ofrecido hospedaje a Law. Tenía un semblante severo, como de costumbre y bata del consultorio aun puesta.
- Hey! jemand hat dir einen Brief auf Englisch geschrieben! (traducción: ¡Hey! ¡Alguien te ha escrito una carta en ingles!).- murmuro el médico entregándole a Law un sobre de papel.
Una de las ventajas de vivir con Karasu era que el siendo de origen austriaco hablaba alemán como primer idioma, lo que le permitía entenderse con Law perfectamente, aunque en lo personal Karasu prefiriera hablar en inglés la mayor parte del tiempo.
- Bist du sicher, dass dieser Brief an mich gerichtet ist? (traducción: ¿Estás seguro de que esta carta está dirigida a mí?)- preguntó Law desconcertado. Llevaba poco viviendo en East Blue, no tenía porque haber hecho muchos amigos allí y menos aun que estos le escribieran en inglés.
El médico miró a Law irritadamente, señalando con sus dedos el nombre de Law en el sobre de la carta. Law tomo el sobre, lo abrió delicadamente y leyó en silencio el contenido de la carta, poniendo una mirada atónita.
- ¡Oye grandulón! ¡Dile a tu amigo alemán que hay pan de frutas y salchichas en conserva en la cocina! Si no vienen ahora no les dejare nada a ninguno de ustedes.- gritó la esposa de Karasu entrando a la habitación de Law, sin ningún tipo de aviso previo. Betty era una mujer bastante alta, de ropa provocadora y facciones atractivas. La ropa de Betty pese a estar a la moda y verse inmaculada casi siempre apestaba a tabaco, producto directo de su habito de fumadora compulsiva. Law se molesto un poco por la forma grosera en la que ella se dirigió a su marido y la manera que entro sin avisar a su habitación.
- No gracias, no me gusta el pan, Betty-ya. – contestó Law sin despegar sus ojos de la carta.
- ¿Y no quieres salchichas entonces?- preguntó Karasu en inglés tratando de sonar amable.
Law no contestó, manteniendo sus ojos en las letras mecanografiadas de aquella carta.
- ¿Qué tanto dice esa carta para que nos ignores, pedazo de escoria? – preguntó Betty groseramente.
- Aparentemente voy a ir a atender a un paciente millonario en la isla de Marineford.- dijo Law sorprendido- Me adjuntaron el boleto de bote en la carta y me ofrecieron trabajar como su medico privado mientras estuviera de vacaciones en la isla.
- ¿Qué? ¿Estas seguro de eso?- pregunto Karasu genuinamente sorprendido.
- Bueno, si. Eso es lo que dice la carta después de todo. Aparentemente oyeron de mi en un viaje que hicieron a Europa hace algún tiempo.- contesto Law de forma tranquila.
- Deberías tener cuidado, podría ser un engaño o un intento de secuestro.- advirtió Karasu con severidad.
- ¡Oh por favor relájate, Karasu! No eches a perder las ilusiones de Law, los americanos somos más decentes de lo que parecemos.- exclamo Betty mientras encendía un cigarrillo.
- Eso no significa que debas bajar la guardia Law, las personas ricas pueden llegar a ser monstruosas.
- Eso lo se Karasu-ya. Viví gran parte de mi vida con los hermanos Donquixote y presencie todas las atrocidades de Doflamingo, conozco lo que puede hacer la gente rica cuando tienen malas intenciones.- contestó Law.
- Sigue siendo una oferta muy extraña.- insistió Karasu.
- Descuida, estaré bien. Lo prometo Karasu-ya.
- Mas te vale medicucho, mi calvito gigantón no estaría en paz con su conciencia si se enterara que alguien te hizo algo malo estando aquí en América. – dijo Betty abrazando a su esposo de románticamente.
- Ustedes no tienen nada de que preocuparse. Yo me puedo hacer cargo de mi mismo. Y si algo llegara a ocurrirme ustedes no tendrían nada de culpa en esto.- dijo Law sonriendo.
Por primera vez desde que llegó a este nuevo mundo Law se sintió genuinamente entusiasmado. No necesitaría vivir más de la caridad de Karasu, ni aguantar las groserías y el hedor a tabaco de Betty, el pan de frutas de los vecinos, ni mucho menos perder el sueño por estar escuchando travestis cantando jazz en la madrugada. Aquel hombre que lo había contratado le pagaría un buen dinero con el que podría hacer lo que se le diera la gana y si bien le iba podría incluso ser recomendado a más pacientes igual de ricos, quienes le permitirían vivir una vida cómoda y tranquila. ¡Tal vez ni siquiera tendría necesidad de trabajar en el Hospital Estatal de East Blue! El éxito estaba asegurado que solamente asegurado.
