Bleach no es mio D:
Es de Tite Kubo
Orgullo y Prejuicio tampoco en mio :c
Es de Jane Austen
CAPITULO I
Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa. Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.
Mi querido señor Kuchiki –le dijo un día su esposa–, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Soul Society?
El señor Kuchiki respondió que no.
– Pues así es –insistió ella–; La señora Kuna ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo.
El señor Kuchiki no hizo ademán de contestar.
–¿No quieres saber quién lo ha alquilado? –se impacientó su esposa.
–Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
–Pues sabrás, querido, que la señora Kuna dice que Soul Society ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Karakura; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Yamamoto; que antes de San Miguel vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.
–¿Cómo se llama?
–Cifer.
–¿Está casado o soltero?
–¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil yens al año, ¡Que buen partido para nuestras hijas!
–¿Y qué? ¿En que qué puede afectarles?
–Mi querido señor Kuchiki –contestó su esposa–, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas.
–¿Es ese el motivo que le ha traído? –¡Motivo! Tonterías, ¿Cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como llegue.
–No veo la razón para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor Cifer te prefiere a ti.
–Querido, me adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene 5 hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.
–En tales casos, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar.
–Bueno, querido, de verdad, tienes que ir a visitar al señor Cifer en cuanto se instale en el vecindario.
–No te lo garantizo.
–Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que sería para ellas. Sir Abarai y lady Odelschwanck están decididos a ir, y sólo con ese prepósito. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tu no lo haces.
–Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Cifer se alegrará mucho de veros; y tú le llevaras unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré alguna palabra a favor de mi pequeña Rukia.
–Me niego a que hagas tal cosa. Rukia no es en nada mejor que las otras, no es ni la mitad de guapa que Orihime , ni la mitad de alegre que Yuzu. Pero tú siempre la prefieres a ella.
–Ninguna de las tres es muy recomendable –le respondió–. Son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Rukia tiene algo más de agudeza que sus hermanas.
–¡Señor Kuchiki! ¿Cómo puedes hablar así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios.
–Te equivocas, querida. Les tengo mucho respeto a tus nervios. Son viejos amigos míos. Hace por lo menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucha consideración. –¡No sabes cuánto sufro! –Pero te pondrás bien y vivirás para ver venir a este lugar a muchos jóvenes de esos de cuatro mil yens al año. –No servirá de nada si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos.
–Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitare a todos.
El señor Kuchiki era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no habían sido suficientes para que su esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una de mujer de poca inteligencia, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el cotilleo.
