Holaaa. Cuanto tiempo sin subir nada... Espero que os guste y ya sabéis que para cualquier cosa podéis (debéis :D) dejar un comentario.

Por cierto, si alguna persona que lea esto está leyendo también Retorno, no, no he abandonado el fic, intentaré actualizarlo pronto.

CAPÍTULO 1:10 DE OCTUBRE

Itachi miró a su alrededor, dando una pequeña vuelta. Llevaba algo de dinero que le había dado su madre y permiso para comprar lo que quisiera mientras ella hacía la compra para esa noche. Sus tíos y su abuela irían esa noche para celebrar una pequeña reunión familiar. Se acercó a uno de los puestos de la plaza e iba a hablar con el dependiente cuando notó que alguien le llamaba tocándole la cabeza. Se giró, esperando ver a su madre, pero en su lugar se encontró con una sonriente Kushina Uzumaki.

—Itachi, ¿cómo estas?

—Buenas tardes señora Uzumaki —respondió Itachi, intentando ser lo más educado posible.

Sin embargo, Kushina frunció el ceño.

—¿Cuántas veces te he dicho que me llames Kushina? —protestó—. Me haces sentir muy mayor. ¿Está por aquí tu madre?

—Sí, está comprando la comida para la cena.

—¿A estas horas? —preguntó, extrañada.

Itachi asintió.

—Mis tíos han decidido hacer una cena familiar en nuestra casa.

La mujer abrió los ojos en un gesto de comprensión y acto seguido se rió.

—Y os lo han dicho a vosotros los últimos.

El joven sonrió. Kushina Uzumaki pasaba suficiente tiempo con su familia como para conocer como eran sus tíos.

—Mikoto debe estar rabiando, con lo que le gusta presumir de lo bien que cocina.

—Un poco.

Kushina echó un vistazo rápido al puesto frente al que estaba Itachi. Gominolas, dangos y todo tipo de caramelos.

—¿Querías algo? Si quieres puedo comprártelo yo. Ser la esposa del Hokage está bastante bien — dijo, sonriendo—, te hacen descuento en casi todos lados —añadió en voz baja, como si fuera un secreto.

Itachi iba a decir que no hacía falta, pero antes de poder abrir la boca se encontró con un paquete de dangos entre las manos.

—Muchas gracias —dijo, sintiéndose un poco culpable. A su madre no le gustaba que Kushina le comprara todos los caprichos que tenía.

—De nada. Me tengo que ir, en realidad llevaba un poco de prisa, hoy todo el mundo está muy nervioso... —comentó, acariciándose distraídamente la barriga—. Dile a tu madre que quiero quedar con ella mañana, ¿vale?

—De acuerdo, muchas gracias.

Esperó hasta que Kushina hubo desaparecido para volver con su madre. Cuando Mikoto lo vio entrando a la tienda le entregó la bolsa que menos pesaba y emprendieron el camino a casa.


Cerca de las nueve y media Itachi se encontraba poniendo la mesa junto a su padre mientras Mikoto terminaba de limpiar y daba de comer a Sasuke. Fugaku colocó el último plato cuando escuchó que tocaban a la puerta.

—¡Abro yo! —exclamó Mikoto, quitándose el mandil y corriendo por el pasillo.

—Cada día dudo más que tu madre sea una kunoichi —susurró Fugaku.

Itachi no pudo evitar sonreír. Cuando se ponía nerviosa su madre hacía demasiado ruido.

Mikoto se paró detrás de la puerta para peinarse rápidamente y colocarse bien el vestido que llevaba.

—¡Hermanita! —exclamó Etsu Uchiha a modo de saludo. Justo después esquivó a la mujer y se apresuró en coger a Itachi en brazos—. ¡Madre mía! Sí que has crecido.

—Lo viste ayer —murmuró Fugaku. Habría dado cualquier cosa por poder descansar esa noche, estaba seguro de ese había sido uno de sus peores días en el trabajo.

—¿Has vencido ya a tu padre? —preguntó, haciendo caso omiso.

—La verdad es que no.

—Con lo fácil que es...

—Etsu, para ya, ¿no? —dijo amistosamente la mujer que acompañaba a Mikoto.

Tenía el pelo corto y castaño, con los ojos verdes. Destacaba como un farolillo entre los miembros del clan. A los padres de Mikoto no les hizo gracia cuando su hijo menor decidió casarse con una civil, pero prefirieron no involucrarse en el tema.

—Tiene todo muy buena pinta —dijo, observando la mesa—. Tendríamos que haber traído algo —añadió, algo avergonzada.

—Por supuesto que no, no hace falta —le tranquilizó Fugaku—. ¿Empezamos?

—¡Sí! —exclamó Etsu.

Pero, justo cuando se disponía a tomar asiento, tras dejar a Itachi en el suelo, vio como el florero en el centro de la mesa comenzaba a temblar. A continuación la lámpara y finalmente los cuadros colocados sobre las estanterías.

Sasuke empezó a llorar en la habitación de sus padres.

—¿Un terremoto? —preguntó Ayaka, llevándose la mano al pecho.

—Que raro —comentó Mikoto cuando los temblores se detuvieron.

Fugaku se asomó a la ventana más cercana. Las ramas del cerezo del jardín seguían temblando.

De repente el suelo volvió a sacudirse y la lámpara del techo se apagó.

—Cariño, ¿dónde estaba la linterna? —dijo Mikoto.

—No lo sé.

—Mamá, creo que estaba en el cajón de la cocina.

—¿Puedes traerla? Quiero ver como está tu hermano.

—No es un terremoto —anunció Fugaku. Un resplandor rojo se había alzado más allá del límite de la aldea, cerca de la muralla (incompleta a causa de la guerra) que rodeaba Konoha—. Nos están atacando.

Ayaka soltó un grito que ahogó con las manos. Se suponía que la guerra había finalizado, ¿quién querría atacarlos ahora?

—Mikoto, cambiate de ropa, ponte el uniforme —ordenó Fugaku.

La mujer asintió, mirando con tristeza la comida sobre la mesa, se suponía que aquella iba a ser una noche tranquila, en la que nadie tendría que luchar. Se suponía que no iban a volver a atacarlos en un tiempo. Mientras corría por la casa a buscar su uniforme shinobi y algo que pudieran ponerse Etsu y Ayaka pensó en Sasuke. Apenas tenía un año, podía pasarle cualquier cosa. Y a Itachi. Y a Kushina con su embarazo.

Cuando volvió al salón y le entregó a Ayaka la ropa, un sonido agudo y fuerte se escuchaba por toda la aldea, reclamando a todos los shinobis que acudieran a la torre del Hokage.

Mikoto miró a su marido y este a Itachi, quien comprendió sin necesidad de palabras lo que debía hacer. Corrió a coger a Sasuke en brazos y salió de la casa seguido por Ayaka a la vez que sus padres corrían al centro de la aldea para recibir instrucciones.

La gente gritaba por las calles mientras un grupo de chunins y genins intentaban guiarlos hacia los refugios, desesperados porque los civiles estaban demasiado desesperados para escucharlos. Estaban a punto de llegar a la montaña de los Hokages cuando un enorme rugido hizo que por unos largos segundos dejara de escucharse la alarma de la aldea.

Ayaka se lanzó hacia delante e Itachi retrocedió sobre sus propios pasos justo cuando una enorme cola roja empujó los edificios como si se trataran de las fichas de un dominó y cayeron donde habían estado. El Uchiha se agachó, protegiendo a su hermano con el cuerpo. El suelo se sacudió y un grupo de ninjas atacaron a la cola del animal antes de que volviera a alzarse. Itachi se enderezó, apretando a Sasuke entre sus brazos y se encontró con un sharingan gigante que lo observaba. El zorro respiraba agitadamente, enseñando los dientes con un gruñido ronco. Itachi se quedó muy quieto, muerto de miedo, mientras se observaba reflejado en el ojo del animal. Tenía tanto miedo por lo que podría pasarle a Sasuke o a él si hacia cualquier movimiento, que ni siquiera se le ocurrió preguntarse por qué aquella bestia tenía el sharingan, ni por qué le ardían tanto los ojos que pensaba que se le iban a calcinar y mucho menos por qué le miraba a él, por qué se había detenido para observarle, desprendiendo odio y rencor por cada centímetro. Los gritos y las órdenes de los shinobis que habían invadido la zona le llegaban como algo demasiado lejano para ser cierto.

De repente, Itachi vio como el kyubi parecía fruncir el ceño y abría la boca. Notó un golpe y se encontró lejos del lugar donde ahora solo había un enorme cráter en el suelo. El ANBU que lo había salvado se alejó de él y el niño luchó por levantarse del suelo y correr lejos de aquel lugar. Llegó hasta donde se suponía que debería encontrarse la muralla de la aldea y siguió avanzando, internándose en el bosque, en un intento de alejarse del kyubi y del peligro.

Aflojó la velocidad hasta detenerse cuando se dio cuenta de que estaba suficientemente lejos. Le dolía la cabeza como nunca y se sentía capaz de afirmar que alguien estaba clavándole un kunai en cada ojo.

Miró a Sasuke, que empezaba a llorar de nuevo y le cogió una de sus pequeñas manos.

—No llores Sasuke —murmuró—, tu hermano mayor está aquí. No permitiré que te pase nada.

El niño abrió los ojos y extendió la mano libre, tirando del pelo de Itachi.

Itachi se sentó en la raíz del árbol más cercano a descansar, con la idea de que no podía permitirse dormir rondando en su cabeza.


—¡Eh, niño!

Abrió los ojos cuando notó que alguien lo sacudía y se revolvió asustado cuando vio que su hermano no estaba con él.

—Está bien, no te preocupes.

Itachi intentó centrar la vista, debían ser cerca de las seis de la mañana. Enfrente suya se encontraba un hombre alto y con máscara, que señalaba con el pulgar hacia alguien que llevaba a Sasuke en brazos.

—¿Cómo te encuentras?

Examinó la máscara del ANBU que tenía enfrente, sintiéndose un poco tonto pero sin estar del todo seguro de por qué. Tal vez porque se había permitido dormir descuidando la seguridad de su hermano menor. Su padre lo mataría.

—Me duele la cabeza —murmuró, fijándose en que aquel ANBU tenía un sharingan.

—Te duele la cabeza. Bueno, parece que has salido bien parado. ¡Levanta! Vamos a llevarte a tu casa. ¿Eres el hijo de Mikoto y Fugaku?

Itachi asintió silenciosamente.

—Venga, tu madre está muy preocupada.

—¿Están bien?

—Sí, solo unos pocos huesos rotos, tienes unos padres fuertes.

—¿Y mis tíos? Etsu y Ayaka Uchiha —preguntó poniéndose de pie.

El ANBU del sharingan miró a su compañero y este negó lentamente con la cabeza.

Itachi sabía lo que significaba aquello.

—Estoy seguro de que estarán bien —respondió el ANBU.

—Sé que no es verdad —afirmó Itachi, con un deje de tristeza en la voz.

Los dos ANBU le miraron por unos segundos antes de emprender el camino andando. Itachi miró a su alrededor, igual que había hecho la tarde anterior en el mercado. La mayoría de los árboles estaban derribados en el suelo y desde allí podía ver la aldea. Pocos edificios quedaban en pie.

Suspiró y echó a andar detrás de los dos ANBU, sabiendo que no debería ser normal estar acostumbrado a ver aquella escena a su edad.