Nota de la autora: Bueno, y aquí estoy con una nueva historia (mi mente no deja de dar vueltas una y otra vez cuando en realidad debería estar estudiando para la selectividad U), que se me ocurrió durante el verano después de ver la película que da nombre al título de la historia, aunque en realidad no me gustó demasiado, pero... jejeje quién sabe por qué se me ocurrió escribir esto. Espero que los que se pasen a leerla queden contentos con ella, aquí les dejo solamente el prólogo de la historia, luego vendrán otras dos partes... o quién sabe si serán más partes, porque cada vez que me pongo a escribir lo alargo más y más :P,pero mi objetivo es hacer dos o tres partes, con epílogo incluido. Besos y disfrutad!. Hasta pronto.
P.S: Creo que no hace falya añadir que los personajes no son míos, pero sí la trama...
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Prólogo
Sus pasos resonaban a lo largo de los fríos corredores de la prisión mientras ella avanzaba. Las paredes estaban frías y húmedas, un deje de moho asomaba por cada uno de sus rincones. Apenas entraba luz a través de las pequeñas ventanas que adornaban las paredes de las celdas.
La brisa fría que penetraba por ellas y la inquietante presencia de los dementores a lo largo de los pasillos, la hacía estremecerse ligeramente.
Los seres pasaban a su lado, volviendo la vista hacia ella, pero sin acercarse demasiado. Estar allí era como una vuelta a la oscuridad y la desesperación que había sufrido hacía unos años, cuando la oscuridad lo inundaba todo y el mal se extendía poco a poco a lo largo de toda la comunidad mágica.
Mucho tiempo había pasado ya desde aquello, pero en su corazón la triste agonía sufrida en aquel tiempo sacudía su alma con fuerza.
Sintió en su interior la angustia y supo que no se sentiría bien hasta que se alejase de aquel lugar. Sin embargo, aún no podía marcharse. Había venido con un propósito e iba a cumplirlo.
Tenía que verle...
Aligeró el paso, seguida por la mirada de aquellos seres de sangre fría hasta que llegó al final del corredor en que se encontraba.
A su alrededor, dentro de las celdas, cada uno de sus ocupantes presentaba una reacción muy diferente ante su presencia. Algunos la miraban con curiosidad, otros con desconfianza y algunos con miedo y desesperación. La locura había extendido su mano a lo largo de la oscura prisión de Azkaban.
Un preso se acercó hacia ella, apoyando las manos en los barrotes de su celda, mostrándole su sonrisa desdentada. Susurró con voz seca y socarrona:
-¿Quieres que te haga un hueco, tesoro?- mientras decía esto, su mirada ansiosa la recorría de arriba a abajo.
El corazón de la muchacha latió rápidamente, nerviosa. Le dirigió una fría mirada y se volvió.
Se encontró parada frente a una puerta de metal. Miró el pomo, dudosa, y finalmente posó una mano sobre él. La abrió suavemente y empujó con fuerza, entrando en el interior de una sala en penumbra.
Un escalofrío recorrió su nuca cuando observó con detenimiento el interior, habiendo cerrado la puerta tras ella.
Estaba en una sala vacía donde sólo había una mesa, que la recorría de un extremo a otro hasta tocar las paredes, con un grueso cristal sobre ella y un agujero justo en el centro en forma de semi-esfera. También había un par de sillas.
La muchacha se acercó hasta una de ellas y se sentó, apoyando los brazos sobre la mesa y dirigendo la vista hacia una puerta que había al otro lado y que se encontraba cerrada.
Esperó unos segundos hasta que, finalmente, la puerta se abrió.
Dos dementores entraron por ella. La joven se puso de pie y los observó llegar hasta la mesa, cogiendo por los hombros a un preso.
Se acercaron hacia ella y cuando estuvieron justo delante, la joven se sentó y los dementores hicieron lo propio con el individuo. Después se retiraron discretamente hacia la pared del fondo hasta quedar ocultos en las sombras.
La muchacha puso las manos sobre su regazo y observó, con una expresión de tristeza y remordimiento en su mirada, al preso que se encontraba frente a ella, el cual la miraba seriamente, sin mostrar gesto alguno ni reacción, con unos ojos fríos y electrizantes. Unos ojos color esmeralda que antaño habían mostrado un especial brillo de valentía y libertad. Ahora eran, sin embargo, dos pozos sin fondo rodeados por unas ojeras profundas.
Tenía el cabello largo y desaliñado, cayendo hacia los lados, de color negro azabache. Su rostro era pálido y demacrado. Sus brazos se encontraban apoyados en el respaldo de la silla, inertes.
Aquellas visitas a la cárcel se repetían una vez cada mes, desde hacía ya varios años.
Tras un largo silencio que se le hizo eterno para ambos, la muchacha comenzó a hablar con inseguridad.
-Hola Harry¿cómo estás¿has dormido bien?- preguntó dubitativa, bajando la cabeza, nerviosa ante la mirada fija del muchacho que se clavaba en su rostro, sin cambiar un ápice su expresión.
El joven la observó como si estuviera analizándola. Después de lo que parecieron horas, se inclinó hacia adelante, apoyó los brazos sobre la mesa y sonrió. Una sonrisa amarga y fugaz.
-Siempre me haces la misma pregunta, y ya sabes la respuesta¿por qué crees que debería cambiar precisamente ahora?- susurró fríamente.
La joven tragó saliva y suspiró. Contuvo las lágrimas con esfuerzo y alzó la cabeza para mirarlo. Lo fulminó con la mirada unos instantes, pero el preso no se amilanó ante ella.
-Sólo me preocupaba por ti- murmuró ofendida.
Harry, con un amago de sonrisa, ladeó la cabeza, con la mano apoyada sobre la frente.
-Un poco tarde para preocuparte por mi¿no te parece?- replicó resentido sin dejar de sonreír.
Ella se encaró hacia él, sulfurada, pero en su interior los remordimientos comenzaron a aflorar de nuevo.
-¿Acaso no vengo a verte todos los meses?.
-Oh, que gran esfuerzo- se burló volviendo a posar los brazos sobre el respaldo, balanceándose ligeramente sobre su silla- ¿Y acaso alguien te ha pedido que lo hicieras?.
La muchacha bajó la mirada, herida. Dejó escapar una lágrimas silenciosas, incapaz ya de contenerlas. Harry torció el gesto y la miró seriamente.
-No consigues nada llorando de esa manera- susurró maliciosamente- ya no, Ginny.
Pronunció su nombre con una mezcla de asqueamiento y esfuerzo. Hacia mucho tiempo que no la llamaba así, y ella hubiese preferido que no lo hiciera.
Ginny se secó las lágrimas con el dorso de la muñeca y volvió a mirarle, con gesto de reproche. No volvería a llorar delante de él, lo tenía decidido.
-Mira- comenzó apoyándose sobre la mesa, frente a él- me gusta esto tan poco como a ti, sinceramente preferiría estar en cualquier otro lugar antes que aquí.
-Entonces¿por qué vienes?- repuso Harry.
La muchacha lo miró sorprendida y a la vez dolida. Estaba especialmente irritable ese día, aunque en general, casi todos los días estaba así, desde que venía a visitarle.
-Bueno, ya veo que quieres que me vaya- murmuró ofendida- pues tranquilo, me marcho, no quiero seguir molestándote.
Ginny se levantó frustrada, dandóle la espalda, y se dispuso a salir del lugar. Pero de repente, un ruido la hizo estremecerse. Se detuvo y se volvió con la mano apoyada sobre el pecho.
Harry se encontraba levantado, con las manos apoyadas sobre la mesa, y la observaba con un gesto de ira.
-¿Para qué vienes¡dimelo!- espetó furioso e irritado- ¿Quizá para calmar tus remordimientos?.
Ginny lo miró confusa, sin comprender.
-No me mires con esa cara, sé perfectamente lo que pretendes- dijo cruzándose de brazos, de nuevo volvió a mostrar su típica media sonrisa- quieres borrar lo que hiciste, viniendo aquí, fingiendo que te interesas por mi, pero yo sé que eso no es así.
-Pero qué dices...- susurró Ginny asqueada- si vengo aquí es para que no te sientas sólo, para saber que estás bien¡para apoyarte!.
-¡Para apoyarme!- exclamó sulfurado- si... bastante me has apoyado a lo largo de estos años.
-Es lo que intento.
-¿Ah si?- Harry rió maliciosamente- no me hagas reír, igual que intentaste hace años¿no?.
Ginny bajó la cabeza, entristecida. No soportaría volver a oírle mencionar aquello.
-Eso forma parte del pasado, Harry.
-¿Parte del pasado?- repitió dando un furioso golpe sobre la mesa. A su espalda, los dementores avanzaron unos pasos, vigilándole más de cerca- ¡Por dios, Ginny¡mírame!- se señaló a si mismo y señaló a su alrededor, a las oscuras paredes de la estancia- ¡mira donde estoy¡esto no forma parte del pasado!.
La joven se volvió hacia él, con ojos llorosos.
-¿Vas a llorar otra vez?- replicó sobresaltado- eso no te bastara para compensar todas las lágrimas que yo he derramado, encerrado en esta cárcel durante casi seis años, por tu causa- terminó apesadumbrado, sentándose de nuevo en la silla y frotándose la cabeza con las manos.
-No fue mi culpa- susurró Ginny comenzando a llorar de nuevo, luego lo miró con los ojos llenos de furia y gritó- ¡Lo que pasó no fue culpa mía!.
Harry la miró atónito y soltó una risa despectiva.
-Y no vas a hacerme sentir culpable, porque yo no fui quién lo mató- concluyó.
Harry se levantó del asiento y la miró seriamente, con los puños cerrados y un gesto de rabia.
-Si, es verdad, tú no lo mataste- reconoció- lo hice yo, y por ello estoy condenado a pudrirme aquí durante varios años, pero- añadió- ¿sabes una cosa?.
Ginny lo miró extrañada y deseando que aquella horrible conversación terminase.
Las palabras que el joven al que tanto había amado y aún seguía amando en el fondo, durante tanto tiempo, se clavaron como un puñal de hielo en su corazón:
-Hubiera aceptado mucho mejor la condena que me han impuesto sí tú hubieras estado en su lugar.
Ginny se llevó las manos a la boca, con los ojos inundados en lágrimas y arqueando las cejas en un gesto de tristeza.
-Ojalá te hubiese matado a ti- susurró escupiendo las últimas palabras.
Ginny se volvió apresuradamente y salió de la estancia, dando un portazo. Harry se sentó en su asiento, derrotado.
Apoyó los codos en la mesa y ocultó el rostro entre las manos. Lentamente su espalda se contrajo en un espamo y sollozó ligeramente.
Fuera, Ginny corría por los pasillos de la prisión, llorando amargamente. Sus pasos resonaban intensamente en la estancia y varios presos se volvieron de nuevo a mirarla, hasta que la joven desapareció por unas escaleras, con la firme decisión de no regresar jamás allí.
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Fin del prólogo
