Pavlin i lebed'

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Dos años habían pasado ya desde que comenzara su entrenamiento al lado de su maestra Pavlin y debía reconocer que estaba muy contenta con tenerla como mentora. La amazona del Pavo Real había sido estricta con su instrucción pero al mismo tiempo condescendiente para con la pequeña Yuna, quien mostraba progresos constantes semana a semana, pese a su corta edad. La niña acababa de cumplir los diez años y no pensó que podría pasarlo mucho mejor que al lado de la persona que más admiraba en el mundo.

—Maestra, ¿viste como ya pude hacer la técnica sin equivocarme? —exclamó Yuna feliz ante ese gran logro.

—Por supuesto que lo vi y estoy orgullosa de ti. Eres una digna aspirante a la armadura del águila y estoy segura de que tus progresos te llevarán muy lejos —Pavlin observó con satisfacción como su alumna lo había conseguido.

Estaba feliz de su elección, el viaje hasta aquella lejana ciudad para buscar a una aprendiz estaba rindiendo sus frutos y solo esperaba que los siguientes tres años fueran igual de productivos ahora que tenía su atención centrada en la niña sin ninguna batalla que librar y deseaba que nada cambiara. Tenía que demostrar sus progresos con el Gran Maestro.

La tarde empezaba a caer así como las primeras hojas que anunciaban la llegada del otoño, una de las épocas más agradables del año antes de que todo se cubriera de nieve. Pavlin deseaba que llegara el invierno ya que era la mejor época del año para entrenar o, al menos, para que el entrenamiento tuviera el efecto que ella deseaba.

—Maestra, ¿iremos a recorrer el centro hoy?

—De acuerdo —respondió condescendiente—, hoy lograste una meta difícil así que te recompensare llevándote al centro a comer algo rico. ¿Qué te parece?

— ¡De verdad, gracias!

La niña entro en la cabaña para darse un baño rápido y ponerse ropa adecuada para el paseo del día. La rutina era entrenar durante la mañana y parte de la tarde hasta la caída del sol cuando ambas preparaban la cena y charlaban largo rato o bien salían a dar una vuelta al centro de la ciudad y recorrer el alrededor de la Iglesia de Todos los Santos. Pavlin sabía que salir de pasero era algo que Yuna disfrutaba mucho aunque no hubiera gran cosa que ver en la aún derruida ciudad, para ella la ciudad era fea desde que recordaba pero la compañía de la niña hacía más agradable el pasar por las desagradables calles de aquel guetto.

La joven estaba a punto de entrar en la cabaña cuando sintió que alguien se aproximaba, miró en dirección opuesta y noto que una delgada silueta iba despacio hacía ella. Entornó la vista para tratar de identificar al visitante, abrió mucho los ojos y entonces reconoció al joven rubio que la saludaba desde lejos. Alguien como él era inolvidable; se trataba de Hyoga. ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué ahora? El corazón le dio un respingo y no se mostró muy grata ante su repentina aparición.

—Pavlin, ha pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos —Hyoga se paró justo a su lado sin apartar la mirada de ella—, lamento no haber venido a verte antes pero no encontré el tiempo suficiente además creí que estarías más al norte y no casi en el centro de Siberia.

—Veo que no recuerdas lo que te comenté en aquella ocasión —comenzó a decir con voz apenas audible esbozando una leve sonrisa—, te dije que no me iría a entrenar muy lejos de esta zona. Me parece que es algo peligroso para mi alumna.

—Así que al fin encontraste a una discípula.

—Sí, me costó encontrarla pero finalmente encontré a una chiquilla muy apta para ser amazona al servicio de la diosa Atena —Pavlin se quitó la máscara y sus miradas se cruzaron.

Yuna salió del baño para vestirse a toda prisa. La cabaña en realidad había sido una vieja casa abandonada pero remodelada para las necesidades de ambas. Tan solo había un baño y dos habitaciones en el piso de arriba mientras que la sala pequeña y la diminuta cocina estaban abajo pero todo era perfecto para alojarlas esos cinco años que debían entrenar. Para la pequeña aprendiz era más que suficiente ya que estaba acostumbrada a vivir con mucho menos que eso. En ese instante algo apartó su atención del espejo del tocador que tenía enfrente, eran unas voces que venían de afuera, reconoció la de su maestra pero no la otra.

Se asomó por la ventana disimuladamente y los vio. Su maestra Pavlin estaba charlando con un hombre que le era desconocido.

Pavlin hablaba con un joven rubio muy delgado que llevaba una camisa azul y un pantalón negro cubierto con una chaqueta café. Ambos hablaban con mucha cercanía pero había otro detalle que la niña no podía dejar de mirar: su maestra no llevaba puesta su máscara. ¿Por qué no la tenía puesta? Yuna no conocía del todo las leyes de la máscara pero si sabía que debía portarla todo el tiempo y jamás removerla salvo para dormir o ducharse. El ver a su maestra sin ella la hizo sentir algo incomoda.

Una voz en su cabeza le decía que el paseo del día iba a ser suspendido gracias a la visita inesperada. En ese momento ambos entraron a la cabaña y Yuna tan solo espero a que Pavlin subiera a decirle que no saldrían, sus pasos ya se oían por las escaleras, el temido mensaje le sería dado en unos segundos.

—Yuna, ¿ya estás lista? Nos iremos en un momento. Un viejo amigo nos acompañará —Pavlin ya llevaba la máscara puesta y eso hizo sentir a la niña más tranquila.

—Si Maestra.

Yuna bajo la escalera vistiendo algo muy sencillo y ahí se encontró con Hyoga quien la miro con amabilidad.

—Hola, tú debes ser la discípula de Pavlin. Estoy encantado de conocerte, soy Hyoga.

—Me llamo Yuna —no pudo evitar ponerse seria aunque él no pudiera verlo bajo su máscara.

Se sentó frente a él mientras el joven observaba con detenimiento la cabaña, Yuna no podía quitarle los ojos de encima pero no lo miraba con interés, era un extraño que las estaba invadiendo y no le gustaba del todo su presencia; en especial no le gustaba que su maestra no hubiera portado su máscara delante de él.

Pasaron la tarde recorriendo las concurridas calles del centro, lo único interesante que tenía la ciudad era la Iglesia fuera de eso poco se podía ver que resultara de valor cultural. No obstante para Yuna salir acompañada por Pavlin era suficiente para decir que la tarde había sido agradable pero el visitante había puesto tenso el ambiente.

—No creí que en realidad fueras a establecerte en esta ciudad —comenzó a decir Hyoga en voz baja mientras los tres estaban sentados en una banca del parque—, por un momento me dio la impresión de que odiabas este lugar.

—Y lo odio —acoto Pavlin—. Mi percepción de este pueblo no ha cambiado pero como recordarás aquel día, dije que no me adentraría en lo más profundo de Siberia para entrenar a Yuna, donde estamos es adecuado.

— ¿Cuándo empezaste a entrenarla?

—Apenas llevamos dos años aún tenemos un largo camino que recorrer.

—Quisiera aportarle algo de mis conocimientos si no te importa.

Ambas se quedaron calladas por un momento mirando a Hyoga con extrañeza, Pavlin se esperaba a que lo mencionara algún día pero no tan pronto y, de momento, no estaba segura de qué responder. Lo miro sin decir nada, para Hyoga no era fácil adivinar lo que la chica pensaba llevando ese objeto puesto sobre el rostro.

—Me gustaría que lo considerarás ya que estás entrenando a una sucesora de los Caballeros de los hielos.

Yuna observó a su maestra, el silencio de Pavlin indicaba que no estaba de acuerdo con la petición y la niña esperaba que así fuera. No deseaba entrenar con Hyoga, tan solo era un extraño al que acababa de conocer y no le tenía confianza como para seguir su instrucción.

—Lo pensaré… —fue todo lo que la joven dijo.

Volvieron pasadas las diez, Yuna se despidió y fue escaleras arriba para dormir ya que debía despertar muy temprano para el entrenamiento de mañana. Ambos se quedaron abajo, Pavlin puso agua a calentar para tomar un café mientras Hyoga estaba sentado a la mesa observándola. Había pasado mucho tiempo desde su último encuentro.

—Por qué no te quitas la máscara, ya estamos en tu casa —indicó con suavidad.

—Por qué volviste Hyoga, por qué ahora luego de dos años de no saber de ti.

—Te he extrañado mucho sabes. No había venido porque tuve varias dudas en la cabeza pero eso no quita que no te haya echado de menos.

—Entonces no fue falta de tiempo como dijiste.

—No, la verdad no y me fue difícil localizarte.

Pavlin cerro los puños delante de la estufa, estaba segura de que si eso fuera cierto le habría escrito o habría buscado el modo se contactarla.

—Tú sabías a donde iba a ir, te dije que vendría a esta ciudad antes de dejarte en Sajá. Mi pregunta es la misma ¿por qué ahora te apareces? Me hubieras contactado primero.

Hyoga se puso de pie y fue hacía ella tomándola por los hombros.

—He trabajado duro para poner mi vida en orden como para que aparezcas de la nada y pretendas darle clases a mi pupila —dijo al fin molesta—, no puedo dejarte darle lecciones.

—Sabes bien que no vine por eso, era el pretexto para buscarte, quería saber cómo estabas luego de todo este tiempo pero veo que te has olvidado de mí por completo.

—He tratado —bajo la mirada observando la olla con agua, lo cierto era que no lo había olvidado pero su vida no giraba en torno a lo ocurrido aquella vez— pero no he podido olvidarte del todo. No después de todo lo que pasamos juntos durante ese año. Algo así no se borra como si no hubiera ocurrido.

—Entonces explícame por qué tanto rechazo de tu parte.

—Que esperabas, apareces como si nada y quieres que te reciba con los brazos abiertos —indicó molesta.

—Al menos como buenos amigos hubiera estado bien.

—Sabes que eso no es posible —la joven se quitó la máscara y sus miradas se encontraron.

Hyoga acaricio su rostro, perdiéndose en sus ojos verdes y lentamente se acercó a ella. Pavlin sabía a donde llevaría esa visita y no estaba segura de querer vivirlo de nuevo. Aquel hombre era su talón de Aquiles, se había mentido todo este tiempo porque aún sentía algo muy fuerte por él pero tenía otras responsabilidades que eran prioritarias.

— ¿Por qué viniste? —Insistió ya con voz menos agresiva— Sabes que aún me dueles.

—Fui un tonto aquella vez, no debí dejarte ir pero…

—Pero sigues atrapado en el pasado. Veo que eso no ha cambiado y parece que así será ¿no es así?

—Pavlin… nunca he conseguido mirar con éxito el futuro pero te veo en él. Ven a Sajá conmigo, trae a tu alumna una temporada y si no funciona, se acabó. Me alejaré de ti como tanto deseas.

— ¿Por qué no esperas a que termine el entrenamiento?

—Me temo que será demasiado tarde, nada me garantiza que no me sepultes con tu pasado.

Se besaron así sin más. Lo que ambos sentían los superaba por mucho. Ella pensaba que su historia había terminado aquel día que lo dejo con sus recuerdos en lo profundo de Siberia pero él apareció nuevamente para retomar el camino donde lo dejaron. No estaba segura de sí era buena idea, tenía que pensar mucho si valía la pena emprender el viaje hasta allá aunque fuera por una temporada.

Luego de charlar por un momento mientras bebían café fueron escaleras arriba a la habitación de ella.

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Yuna despertó como siempre y se preparó para iniciar el día. Salió de su cuarto sintiéndose muy descansada, entonces vio la puerta de la habitación de Pavlin abierta antes de la hora acostumbrada, se asomó como siempre para cerciorarse si su Maestra estaba ahí dentro y lo que vio no era lo usual: la habitación en general estaba como diario pero la cama estaba hecha un desastre como si un remolino hubiera pasado por encima, las sabanas fuera de su sitio, las cobijas en el suelo y las almohadas también.

Sintió algo extraño así que entro y se asomó por la ventana. Alcanzó a ver los escalones de la entrada y a Pavlin sentanda mirando al horizonte. El visitante no estaba por ningún lado. La máscara de su maestra estaba sobre una silla junto con sus ropas de diario. Era muy rara la historia que había entre esos dos o eso le parecía.

—Maestra, ¿estás bien? —Yuna bajo la escalera y se sentó al lado de Pavlin frente a la puerta de la cabaña— ¿dónde está Hyoga?

—Tuvo que irse —respondió sin más, no estaba vestida como de costumbre y su cabello se veía algo desordenado como si hubiera pasado una noche muy mala o eso creyó al verla—, estoy pensando si vale la pena que hagamos un pequeño recorrido hasta Siberia oriental para que recibas un par de clases de él.

—Pero él no me agrada. Es muy raro.

—Sí, lo es —dijo esbozando una leve sonrisa— además de eso voy a inculcarte a tener cuidado con tu máscara, no puedes quitártela donde sea ni permitir que nadie vea tu rostro.

—De acuerdo —no entendió a qué venia el comentario pero muy en lo profundo le pareció que lo decía por él.

—Date prisa para que iniciemos el entrenamiento del día.

—Si.

Pavlin observó el amanecer sentada en las escaleras de la cabaña. Era increíble que hubiera permitido que se hombre se metiera en su vida de nuevo. La historia no había terminado a final de cuentas y pensar que se conocieron una noche en la que ella solo estaba en busca de una aprendiz.

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Continuará…

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*Notas: Una pareja crack sin HQ que solamente me vino a la mente jeje. Gracias por leer.