Una tarde de otoño no podía ser perfecta sin un chocolate preparado por Makoto. Él lo sabía, ¡qué remedio!, si no había día en que los mellizos, tan insistentes como eran, no le suplicasen "una tacita, porfa". Incluso Haru, cuando se ponía caprichoso, los apoyaba.

A Makoto no le importaba, ni mucho menos. Sabía que algo tan simple como preparar un chocolate acompañado de algún bollito podía alegrar la tarde a Ran, a Ren y —¿por qué no?—, también a Haru, ¿así que por qué no concederles el deseo?

Fue a la cocina, pensando en cómo los mellizos atosigarían a Haru con preguntas ahora que estaba a su cuidado. Haru siempre decía que no le suponía ninguna molestia, pero a Makoto le daba la impresión de que lo decía por compromiso, o para no ofenderle, y que realmente se siente un poco molesto.

—Haru-chan, ¿podemos hacerte una pregunta? —Ren puso su cara de cachorrito inocente.

—Sí, sí, ¡que antes le preguntamos a onii-chan y se hizo el loco!

Haru asintió con la cabeza y les animó a formular esa pregunta que, según ellos, los tenía en "vinilo".

—¿Qué es un gay? —preguntaron los mellizos a la vez, completamente ilusionados y expectantes.

Se figuró que aquellos dos niños ingenuos y poco dados a los pensamientos impuros pensaban que un gay era algún tipo de postre exótico.

—Es un homosexual —explicó Haru contundentemente.

Tanto Ran como Ren asintieron con la cabeza y se miraron mutuamente, como si acabasen de descubrir todos los misterios de la galaxia por pura casualidad.

—Sí, sí, pues un homosexual —Ran se acarició la barbilla y entrecerró los ojos.

—Claro, claro, un homosexual. Oye, Haru-chan, ¿y qué es un homosexual?

—¡Eso, eso!

Haru pensó seriamente que aquellos niños estaban aislados de la sociedad y que se estaban criando en la Casa de la Pradera. No le extrañaría nada, teniendo en cuenta que tenían a Makoto como hermano mayor y modelo a seguir. Recordó que, cuando estaban en quinto de primaria, Makoto se ruborizó, bastante nervioso, al escuchar a un niño pronunciando la palabra "caca".

—Es un hombre al que le gustan los hombres.

Los mellizos parecieron desilusionados con aquella respuesta tan simple y poco esperanzadora.

—¿Como de la forma en la que os gustáis onii-chan y tú? ¿O como se gustan pap…?

—Sí, algo así —Haru interrumpió a Ran, un poco colorado. Lo peor de todo era que era plenamente consciente de por qué su mente, su corazón, su cuerpo entero estaba reaccionando así—, pero no se lo digáis a nadie —posó su dedo índice sobre los labios y los niños lo imitaron—. Es un secreto.

Como si presintiese que Haru estaba en apuros, Makoto llegó con una bandeja con cuatro tazas a rebosar de chocolate caliente.

—Gracias —murmuró Haru. Los mellizos, imitando aquellos buenos modales, también agradecieron a su hermano mayor.

—No hay de qué —Makoto esbozó una sonrisa serena, de aquellas con las que Haru se podía sentir en paz y libre de preocupaciones, y se sentó entre Ran y Ren—. Soplad antes de beber, que aún quema un poco.

—¡Pues sí que quema! —Ren sacó su lengua achicharrada, convirtiéndose en un abrir y cerrar de ojos en el objeto de burla de su hermana.


Aún con el sabor del chocolate impregnado en el paladar, los mellizos decidieron que era momento de jugar. Ran insistía en que tenían que jugar a mamás y a papás porque era un juego que podría serles útil en el futuro, mientras que la propuesta de Ren, "los robots asesinos", era una patraña propia de un niño de cinco años.

—¿Pero para qué voy a querer jugar a eso? —Ren se cruzó de brazos y dio un pisotón en el suelo— ¡Si yo no me voy a casar!

—¡Ni tampoco te convertirás en un robot asesino, tonto! Además, siempre jugamos a lo que tú dices y ya estoy harta. ¡Harta!

Fue Haru el que tuvo la brillante idea de satisfacer los deseos de los dos niños: era tan sencillo como fusionar Mamás y Papás con Robots Asesinos. Makoto lo observó perplejo, dudando o no sobre si aquello iba realmente en serio.

—¡Qué buena idea, Haru-chan! —exclamaron los mellizos en perfecta sincronización. Su hermano mayor seguía sin parecer muy convencido.

Llegaron al acuerdo —no sin tras mucho discutir— de que la historia transcurriría en medio de una boda, en la que el robot héroe se estaría casando con algún personaje de relleno y de poca importancia (papel que Makoto ya sabía que estaba destinado para él), pero que se vería interrumpida por los malvados planes del robot malvado. Ahí comenzaría la lucha.

Ahora que la trama estaba más que preparada, era la hora de repartirse los personajes.

—¡Yo seré el robot héroe!

—¡¿Cómo?! ¡Ni hablar! ¡Lo seré yo!

—Las chicas no pueden ser robots héroe.

—¡Y los tontos tampoco!

—Que Makoto sea el robot héroe —propuso Haru sin pestañear.

—¡¿Qué?! ¿Yo? —Makoto se señaló a sí mismo. Estaba tan acostumbrado a desempeñar papeles secundarios que ya apenas recordaba cómo era sentirse el protagonista.

Hasta cuando era niño y jugaba con Haru en el patio del colegio, le tocaban siempre los personajes más aburridos y sosos.

—Como siempre, Haru-chan tiene las mejores ideas —Ran sonrió satisfecha—. ¡Pues yo seré la que se case con onii-chan!

—¡No es justo! ¡Yo también me quiero casar con onii-chan!

—Ren, ¿tú no decías que querías ser el robot malvado?

También estaba acostumbrado a que sus palabras cayeran rápido en el olvido. Mientras Makoto se lamentaba, con Haru mirándole preocupado, los chiquillos no cejaban en su pelea. La oportunidad de casarse con su querido hermano mayor, aunque fuese solamente en un juego, era demasiado tentadora como para desaprovecharla así como así.

—Dejad de pelear —dijo Haru en medio de la gresca. Todos los miraron atentamente, asombrados por su intervención—. Yo seré quien se case con Makoto.

Hubo tal silencio que casi se podía oír cómo corría el sudor frío de Makoto por su frente. Los mellizos lo miraron boquiabiertos, sin saber bien qué decir. Ren pensaba protestar, pero Ran rápidamente lo apartó un par de metros y le susurró al oído.

—Es justo que Haru-chan sea el marido —comentó convencida—. Recuerda que son muy buenos amigos, muy homosexuales gays.

—Sí, es cierto… —Ren hizo pucheros, ya que no le hacía gracia hacerse a la idea de tener que ceder su papel a otra persona— ¡Pero no lo digas muy en alto, que Haru-chan nos dijo que era un secreto!

Para reforzar su argumento, Ren puso el dedo índice sobre los labios, tal y como había hecho anteriormente Haru. Ran lo imitó.

Mientras tanto, Makoto preguntaba una y otra vez qué diantres podrían estar tramando aquellos dos diablillos, pero Haru, satán en persona, no le ofreció ningún tipo de respuesta. Era mejor permanecer callado.

—Vale, decidido —proclamó Ran mientras volvía con Makoto y Haru—. Ren es el malo, onii-chan el héroe y Haru-chan el novio. ¡Yo seré el cura, la hija y el ayudante del malo!

Como habían acordado, la historia empezaría en medio de la boda. Makoto estaba visiblemente incómodo, mientras que Haru era tan expresivo y lleno de vida como una mota de polvo.

—¿Seguro que te parece bien, Haru? —preguntó Makoto por enésima vez.

—Sí. Es solo un juego.

—¡Jo, dejad de hablar y poneos en la piel de los personajes! —Ran se aclaró la garganta y adoptó lo que, según ella, era la pose de un cura. Extendió los brazos a lo alto y alzó la voz— Robot Makotron Xtreme, ¿aceptas al robot Haruchantroid McDolphin como legítimo esposo? ¿En la salud y enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en el sol y en la lluvia, en las piscinas llenas y en los ríos secos?

Makoto volvió a mirar a Haru de reojo antes de responder y de tragar saliva una vez más. Sabía que era un juego inocente, pero no podía evitar sentirse nervioso. ¡Y pensar que "casarse" con Haru había sido el pan de cada día en el colegio! Makoto no despreciaba aquellos tiempos, ni mucho menos, pero hubiera agradecido que hubiese tenido más amigos chicos con los que jugar al fútbol o al escondite.

—Sí, quiero.

—Y tú, Haruchantroid McDolphin, ¿aceptas al robot Makotron Xtreme como legítimo esposo? ¿En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la caballa fresca y en las dietas vegetarianas?

—Sí, quiero.

—Por el poder que me ha sido concedido, ¡yo os declaro…! —Ran dudó un poco antes de proseguir. Había visto muchas bodas en las películas, pero nunca una entre dos hombres. ¿Cómo tenía que seguir?— ¡Yo os declaro marido y marido! Haruchantroid McDolphin, puedes besar a la novia, digo, ¡al novio!

Haru miró fijamente a los ojos a Makoto. Sabía que estaba ansioso y que probablemente le daría un ataque al corazón ahí mismo si Haru lo besase o incluso le rozase con los labios la mejilla. Lo último que quería Haru era incomodar a Makoto, sobre todo cuando los juegos estaban pensados para pasar un buen rato. Con el ceño ligeramente fruncido, Haru clavó en la vista en Ren, el robot malvado, para que interrumpiese la boda y comenzase la batalla.

Ren no pareció entender el mensaje. Por lo visto, la comunicación telepática solo funcionaba en un Tachibana.

Para hacerse entender de una forma más clara, Haru tosió.

—¡Haru-chan, que no tenemos todo el día! —protestó Ran, el cura.

Tenía que pensar rápido. En las "bodas" de primaria nunca se habían besado, ¿pero entonces qué hacían para que Zaki-chan y las otras niñas no protestasen? Tenía que recordar y encontrar una solución.

—Muac —se escuchó decir a Haru todo serio.

¡Aquello era, la onomatopeya de un beso! Makoto sonrió aliviado al acordarse también de aquel truco.

—¡Muac! —continuó Makoto.

—¡Vivan los novios! ¡Síii!

—¡No tan rápido! —Renzinger, el robot malvado, hizo por fin su aparición. Los demás presentes "en la boda" fingieron sorpresa. Aunque en el caso de Haru, podía interpretarse como indiferencia absoluta.

—¡Oh, no, es Rezinger, que quiere vengarse de Haruchantroid McDolphin por haberle robado a su amante!

—Ran, la historia no era así… —corrigió Makoto en voz baja.

—¡Se llama improvisación! —exclamó orgullosa.

Ren también parecía satisfecho con el nuevo giro argumental.

—¡Te vas a enterar, oh Haruchantroid McDolphin! —Ren señaló a Haru acusadoramente.

—No te saldrás con la tuya. Makoton Xtreme es mío.

Al escuchar aquellas palabras, Makoto sintió cómo sus mejillas empezaban a arder. Sabía que era un juego y Haru solo estaba interpretando a un personaje, pero aquella protección y celo —por muy ficticios que pudieran ser— hacían que algo en su estómago se revolviera. Esa sensación, desde luego, era real.

—¡Sí, sí, que yo los he casado!

La batalla entre Haru y Ren comenzó. Como de costumbre, Haru se dejó derrotar rápidamente e incluso "murió".

—Onii-chan, tienes que lamentar la muerte de tu marido —explicó el robot malvado, haciendo un paréntesis.

—Ah, sí, perdón —Makoto sonrió y se agachó al lado de Haru, mirándolo con una mezcla de pena y agradecimiento. Se esforzaba tanto por complacer a los mellizos… y eso que ni siquiera eran familia—. ¡Oh, Haruchantroid! ¡No puedes morir!

Pero en un giro aún más sorprendente de los acontecimientos, la muerte de Haruchantroid McDolphin había sido un sueño de Makotron Xtreme, como una pesadilla a modo de premonición en la noche anterior al convite, y su futuro marido estaba vivo y acostado a su lado. En el suelo.

—Mm, ahora tengo que levantarme y vencer a Ren antes de que mate a Haru, ¿no?

—Sí, sí. Pero antes Haru-chan tiene que despertar y preguntarte cosas.

—Estoy despierto —dijo Haru abriendo los ojos. Agradecía el terminar de fingir los ronquidos—. ¿Adónde vas, Makotron?

—Creo que a salvar el mundo.

—Buena suerte. Ya de paso, compra caballa.

—Sí, de la que está de oferta, ¿no? Esperemos que esté abierta la pescadería. Muac, muac.

—Muac a ti también.

—¡¿Pero qué tipo de conversación es esta?! —Ran gritó. Aunque Ren callaba, también estaba enfadándose. ¡Qué aburridos eran los adolescentes!

El enfrentamiento final entre los robots llegó. Por algún motivo desconocido, el personaje de Haru también estaba presente y había combinado fuerzas con su futuro marido para salvar a la tierra de los robots extraterrestres. Ran ahora era la damisela fuerte e independiente a la que no tenían que rescatar, sino a la que tenían que devolver los poderes que Ren le había robado.

Renzinger acabó siendo derrotado, Ran recuperó sus poderes mágicos y los otros dos robots se sonrieron al recordar lo divertido —y extraño, pero sobre todo divertido— que podía ser dejar volar la imaginación por un rato.


Para los mellizos era una verdadera alegría tener que ir a hacer los recados con su hermano mayor. Se suponía que ellos lo tenían que ayudar, pero en realidad se pasaban el rato correteando a su alrededor y haciéndole preguntas locas. Makoto las contestaba siempre con una sonrisa en el rostro, sin abandonar su buen humor y su paciencia —su santa y tenaz paciencia—. Al fin y al cabo, él también había sido un niño y sabía lo importante que era tener a alguien mayor al lado que aclarase las dudas y ofreciese su protección.

Aunque en su caso, ese "alguien mayor" había sido el propio Haru, que solo le llevaba unos cuantos meses. Así que ahora era todo un honor ser él el guía que indicaría el camino correcto en el sendero tortuoso de la vid…

—Onii-chan, el otro día vino una señora muy rara a clase y nos enseñó un vídeo.

—¿Ah, sí? ¿Y era interesante?

—¡Sí, pero decía unas cosas...! Como que la "máquina de hacer bebés de la mujer tiene que derramar aceite rojo una vez al mes para funcionar bien". ¡Qué miedo! ¡Yo creo que se refería a sangrar por ahí abajo!

—¡Sí, qué miedo! —apoyó Ren, asustado— ¿Significa eso que Ran va a sangrar? —palideció— ¿Yo sangraré también? ¡Dime que no!

—Mm, Ran, creo que es mejor que hables de esas cosas con mamá… Cuando volvamos a casa, se lo preguntas, ¿sí?

En momentos así, era un verdadero apuro tener que explicar cómo era la vida a personitas con tan poca experiencia. Quizás no lo pasaría tan mal si ya fuera un adulto hecho y derecho. ¡Qué complicado era no ser ni un niño ni un adulto!

Menos mal que siempre podría salir del aprieto con cualquier excusa. En aquel caso, había sido ver a Rin de lejos, caminando al lado de Nitori y sujetando varias bolsas de la compra. Makoto suspiró, relajado, y se acercó con una sonrisa deslumbrante a su viejo amigo. Los mellizos no tuvieron más remedio que seguirle y quedarse calladitos mientras su hermano y el de los dientes raros cotorreaban sobre natación, natación y natación.

Mejor sería no quedarse en silencio. Miraron a Nitori, que también estaba a un margen, escuchando la conversación pero sin intervenir en ella, y se acercaron a él.

—Oye, chico, ¿tú también eres nadador? —preguntó Ran, la más dicharachera de los mellizos.

—Sí, de hecho, voy al mismo equipo que Rin-senpai —al ver que los niños no entendían aquella referencia, Nitori señaló a Rin. Ren y Ran soltaron un largo "aaah"—. ¿Vosotros sois los hermanos de Tachibana-san?

—Sí, sí. ¿Tú por qué nadas, chico? ¿Es divertido?

—Bueno, si os digo la verdad, es un poco duro a veces, pero sí que me divierto mucho con mis compañeros —Nitori sonrió con un poco de vergüenza—, sobre todo con Rin-senpai.

—¿Vosotros también sois muy, muy amigos? —Ran abrió los ojos como platos— Dime, ¿sois unos homosexuales gays? Porque Haru-chan y onii-chan lo son, por eso van al mismo club de natación.

—¡Tonta, que es un secreto! —Ren le tapó la boca con una mano y con la otra imitó el gesto del silencio. Aunque aún no entendía bien que la amistad de su hermano y Haru fuese un secreto. Qué raros eran los adolescentes.

La expresión de Nitori pasó de ser una sonrisa tímida y unas cejas relajadas a tener toda la cara roja como una amapola y la mandíbula casi rozando el suelo. Por algún motivo que los mellizos no acertaron a adivinar, el tal Nitori se puso a temblar como un diapasón y miraba a todos lados, agitado.

No se imaginaron que unas palabras tan inocentes iban a desencadenar una serie de quebraderos de cabeza a su pobre, pobre hermano mayor.


Me inspiré en el segundo drama CD y en una tira de Pixiv para crear esta historia. ¡Continuará!