Hola gente, este es el nuevo fic con el que trabajo xD
Me ha beteado Fanfiker_Fanfinal, excelente beta. Creo que hacía mucho tiempo no aprendía tanto escribiendo, de verdad. Gracias chica :D
Al final dejo algunas aclaraciones que creí convenientes después del beteo. Espero que les guste.
Y otra cosa, en el fic el uso del Usted se adecua para la región donde vivo y gramaticalmente puede que no sea correcto en otros sitios. Si hay dudas al respecto puedo responder en algún comentario.
No hay ni un solo corazón
Un comienzo es un absurdo monstruoso
¡Porque no existe tal cosa!
-Michael Ende-
1. Nada particular.
El radiante sol de la mañana se coló por un huequito en la ventana de su dormitorio, poco a poco la luz fue ascendiendo hasta llegar al rostro de Draco Malfoy quien, como acto reflejo, se llevó una mano a la cara para cubrirse. Con una mueca se volvió al otro lado de la cama donde yacía… un completo desconocido.
—Oh, no –musitó en voz baja y ronca.
Oh, sí. Lo había hecho de nuevo; sabía que no debía dejarse incitar por Theo y Blaise, siempre que lo hacía terminaba así: con una resaca de los mil diablos y un sujeto a su lado. No recordaba mucho de la noche anterior, pero no necesitaba hacerlo para saber qué había vuelto a suceder. Se incorporó un poco y casi de inmediato se dejo caer desistiendo.
—¿Qué hora es? –ronroneó el sujeto despertando.
—Hora de que te largues –gruñó Draco sentándose con esfuerzo.
—¿Disculpa?
—Ya me escuchaste, vete.
—¿Pero a ti qué te pasa… siempre acostumbras echar así a la gente?
—Pues sí, ciertamente es a lo que acostumbro. Anda largo, mi hijo llega –miró el pequeño reloj de mesa al lado de su cama— en exactamente veinte minutos y no quiero que estés aquí para entonces.
—¿Estás casado?
—¿Qué te importa a ti eso? Hemos follado una vez y ni siquiera lo recuerdo, ¡no sé quién demonios eres! –rezongó burlesco.
—Mi nombre es Kevin…
—Me importa un carajo, lo que sí me importa es que levantes tu culo de mi cama y salgas de mi casa.
Kevin, más indignado aún, se levantó de mala gana y comenzó a vestirse. Draco, sin embargo, esperó hasta que éste se fuera para levantarse; moviéndose lentamente en la cama se aproximó al borde contrario para buscar el viejo bastón de su padre, lo último que le faltaba era que lo hubiera perdido, pero no, ahí estaba debajo de la cama con la serpiente de plata sobresaliendo un poco. Lo tomó y se levantó por fin apoyándose en éste para caminar.
Su padre se lo había regalado hacía un tiempo, un buen tiempo en realidad, casi veintidós años, justo a finales de la guerra; no porque fuera alguna especie de recuerdo o tuviera un significado especial, había sido más bien por la culpa que sintió su padre cuando, en una de las tantas batallas, él no salió muy bien librado y le habían destrozado por completo el tobillo; lograron regenerar el hueso, pero éste tenía una extraña debilidad a causa de la maldición utilizada. En pocas palabras, podía dar un paso en falso y romperse el tobillo en cualquier momento, esto último lo entendió a las malas, ya que al no querer aceptar el bastón comenzó a andar por la habitación. No acababa de cruzarla cuando cayó de bruces al suelo a causa del dolor.
Ahora tenía tan sólo unos minutos antes de que llegara Astoria con Scorpius, a Draco le tocaba verlo los fines de semana según el acuerdo del juez con el que se divorciaron; se vistió lo más rápido que su tobillo lisiado le permitió y bajó a desayunar, pero al llegar a la cocina se encontró con que ya estaban ahí.
—Hola papá –saludó Scorpius.
—¡Vaya! Hola –saludó Draco despistado—. Creía que llegarían un poco más tarde.
—Cariño, ve desayunando, necesito hablar un segundo con tu padre a solas –le dijo Astoria dulcemente a su hijo a la vez que se aproximaba a Draco—. ¿Vienes?
—¿Tengo opciones? –sonrió Draco con fingida sorpresa.
Astoria no respondió ante la provocación y Draco la siguió a la siguiente habitación, que era la estancia; después del divorcio se vio obligado a comprar una pequeña casa, a pesar de todo era muy cómoda, tenía tres dormitorios, dos baños completos, la estancia, la cocina y un pequeño despacho en el que pasaba buena parte de su tiempo.
—¿Sería mucho pedir que no trajeras tus conquistas de una noche a tu casa cuando voy a traer a mi hijo? –soltó molesta, estaba cruzada de brazos y no veía con buenos ojos al rubio.
—Demasiado en realidad. Y es nuestro hijo, no sólo tuyo –contestó Draco imperturbable.
A decir verdad era la primera ocasión que le ocurría eso, pero no estaba en plan de discutirlo con su ex, y evidentemente ella tampoco.
—¿Es que no te importa lo que pueda pensar?
—Scorpius sabe que su padre es un marica, Astoria, no sé qué otra cosa te perturbe que llegue a pensar… El niño está bien conmigo, la que tiene el problema eres tú –contrarrestó Draco zanjando el tema, aunque por muy poco.
Astoria dejó salir un suspiró exasperado y optó por dejar las cosas en paz, al fin y al cabo lo que Draco hiciera o dejará de hacer ya no era cosa suya, ¿no?
Pero su hijo sí lo era.
—No tengo ya ningún problema contigo Draco, sólo quiero que seas consciente de lo que haces frente al niño, ¿de acuerdo?
—No soy ninguna especie de depravado sexual. Soy el mismo Draco Malfoy con el que te casaste, la única diferencia es que ahora duermo con hombres.
—Claro –ironizó ella girando los ojos—, como si no lo hubieras hecho estando casado conmigo.
Volvieron a la cocina y Scorpius tenía ya tres platos de cereal servidos a la mesa, él desayunaba uno de ellos. Draco se sentó a su lado y dispuso de un plato.
—Bueno, ya me voy –anunció Astoria y se acercó a depositar un beso en la frente de su hijo—, obedece a tu padre, ¿entendido?
—¿No desayunas? –preguntó el chico.
—No cielo, se me hace tarde. Cuídate, ¿traes todo lo que necesitas?
—No necesita nada, ésta también es su casa –espetó Draco ahora más molesto.
—Sí mamá, lo tengo todo –respondió Scorpius pasando de su padre.
Astoria le sonrió y volvió a besarle antes de irse.
—¿Siempre tienes que darle por su lado?
Scorpius se alzó de hombros y continuó comiendo, Draco hizo lo propio, entonces Scorpius alzó la mirada y Draco quiso sonreír por un instante. Su hijo quería charlar, bien, eso no pasaba últimamente.
—¿Quién era ese?
—Tú sabes quién era –respondió evasivo.
—Me refiero a quién como persona, no a qué vino –rectificó su hijo burlón.
—Pues… en realidad no lo sé…
—¿Al menos sabes su nombre?
—Compartes mucho con tu madre en la semana, ¿no crees?
—¿El que seas gay te permite la promiscuidad o es que así eres tú?
Literalmente Draco se atragantó con el cereal al escuchar aquel comentario, porque no era una pregunta, era un comentario con una sutileza digna de su abuelo; Draco no sabía si eso era bueno o malo, pero sí que no iba a permitirle tal insolencia a su hijo.
—Acabas de llegar Scorpius, ¿realmente deseas ser castigado?
—Lo siento –murmuró dejando el cereal, no miraba a su padre, en toda la conversación no lo había hecho más que una vez.
El silencio se apoderó de la cocina y el resto del desayuno, después el chico subió a su habitación y ahí estuvo encerrado un buen rato, le había dicho a Draco que estaba desempacando y las dos veces que éste pasó por su cuarto le escuchó refunfuñar a través de la puerta. Draco le dejó sólo un par de horas y la tercera vez que volvió a su habitación entró a hablarle.
—¿Has terminado?
—Sí.
Estaba acostado al revés, con los pies en la cabecera y leía un libro bastante grande.
—¿Quieres salir un rato?
—En realidad no.
Draco asintió a pesar de que no lo miraba, se acercó a la cama y se sentó a su lado, Scorpius fingió que continuaba leyendo, pero de vez en cuando miraba de reojo el bastón con el cual se apoyaba siempre su padre.
—¿Tienes hambre?
—Aún no.
—¿Hay algo a lo que me podrías dar un sí?
—Sí –respondió el chico sin dejar el libro.
—¿Y bien?
Scorpius dejó el libro a un lado y se incorporó rápidamente hasta quedar sentado a su lado, entonces lo miró y sus ojos le decían claramente a Draco que eran el preludio para un chantaje emocional.
—Podrías preguntarme si quiero tres boletos para el concierto de The Black Fénix
—¿Tres boletos?
—Sí.
—Y me imagino que ninguno es para mí.
—A ti no te gusta The Black Fénix –se extrañó.
—En efecto, pero algún adulto debe llevarte, ¿no?
—¿Eso es un sí?
—Es un veremos…
Era un hecho que el maldito mocoso tendría sus entradas para el concierto, conocía a su padre y éste haría todo para que la separación fuera "menos dura". A veces se sorprendía de lo ciegas que podían ser las personas, a Scorpius ya no le afectaba en nada el divorcio de sus padres, a decir verdad era una ventaja, ya no les veía pelear como antes y ambos parecían felices con sus vidas, claro que entre ellos había mucha tensión aún; a su madre no le gustaba nada la vida que llevaba su padre y en cierto modo a él tampoco, pero ninguno podía hacer nada al respecto.
—¿Qué tal la escuela?
—Bien, mamá dice que el cuarto año es fácil pero que debo estudiar si quiero llegar a quinto sin romperme la cabeza –bromeó.
—Tiene razón, me temo –sonrió Draco—, pero apenas vas a cuarto, disfruta las vacaciones.
—Es lo que digo yo –admitió Scorpius ensanchando su sonrisa, y no pudo evitar desviar la mirada al bastón de nuevo—. Nunca me has dicho cómo te hiciste eso —comentó señalando su pierna con la mirada.
—En realidad no importa.
—¿Por qué no?
—Fue una tontería –dijo tajante, su sonrisa se había desvanecido sin notarlo siquiera y la de su hijo también.
—Ahora que lo pienso sí tengo hambre, papá –probó para remediar el asunto.
—Genial. ¿A dónde quieres ir?
Scorpius sonrió con falsa inocencia y Draco suspiró esperando cualquier cosa proveniente de su hijo…
Casi una hora después se encontraba caminando tranquilamente bajo el cálido sol y rodeado de gente en la plaza principal del Londres muggle.
—¿Papá esta vez podemos ir a comer comida china? –le preguntó Scorpius a Draco a buena distancia de él.
Sus acompañantes se giraron a mirar al rubio mayor con sorna, Draco se limitó a asentir rendido y Scorpius salió volando con Erick detrás de él. Erick era el hijo de Daphne y Julián, más propiamente dicho su ex cuñada y su marido. A pesar de divorciarse de Astoria, Draco se seguía viendo con Julián, pues aparte de ser padrino de Erick, se llevaban muy bien.
—Sin duda, Draco, Scorpius te tiene en sus manos –se burló Blaise a su lado.
—Eso parece –gruñó.
Desde que Blaise se enteró del acuerdo del divorcio no hacía más que decirle a Draco cosas sobre cómo comportarse con su hijo, algo que lo sacaba de sus casillas. Él no necesitaba un instructivo(*) para ser padre, ¡por Merlín! No era culpa suya que el sueño frustrado de Blaise fuera ser padre.
—Déjalo en paz Blaise – le ayudó Theo al rubio, pero sólo para poder ir adonde quería llegar—, Draco no tiene tiempo para ser padre; debe aprovechar toda la juventud que le queda para gozar un poco. Y hablando de gozar, ¿qué tal te fue anoche, eh?
—¿Anoche? –interrumpió Julián esta vez—. ¿Es que has vuelto a salir con este par?
—Sí y se llevó el manguito más sabroso del lugar –comentó Theo un tanto irritado, pues el también había intentado liarse con el "indignado Kevin".
—Lo cierto es que no es nada del otro mundo –repuso Draco con superioridad.
—¿No lo recuerdas? –inquirió Julián con una ancha sonrisa.
—Absolutamente nada –admitió—. Cuando desperté estábamos en bolas en la cama, pero he tenido que correrle y no en el sentido que creen… creo…
—Astoria llegó –comentó Theo con un asentimiento de cabeza.
—Sí.
—No me extraña que no recuerdes nada –intervino Blaise burlón de nuevo—. Anoche estabas como una cuba.
Por fin llegaron al local adonde habían corrido Scorpius y Erick y se sentaron en una mesa al lado de los chicos. Al ver que ellos ya habían pedido la comida le entró algo de culpa; siempre retrasaba a todos por su maldito cojeo ¡mierda! Estúpido tobillo.
—Tu hijo sí que aprovecha el tiempo –se mofó Theo.
—En algo se tenía que parecer a mí –dijo Draco con cierto orgullo que a nadie le pasó desapercibido.
Una mesera se acercó a atenderles rápidamente y continuaron la charla hasta que regresó con los platillos de todos.
—Por cierto Julián, Scorpius me ha pedido tres boletos para el concierto de The Black Fénix, me imagino que uno de ellos es para Erick.
—Debe ser, a mí también me lo ha pedido –comentó —, pero no te preocupes, el boleto se lo compro yo.
—¿Les dejan escuchar esa mierda? –preguntó Blaise con una mueca de asco.
—Es lo que les gusta –contestó Julián alzándose de hombros.
—Son pésimos –intervino Theo.
—¿Qué les parece si salimos hoy? –preguntó Blaise abruptamente.
—¿A un bar gay? –apuntó Julián con cara de "ni en sueños" — Lo siento, pero paso de ver tipos enseñando el culo.
—Eso lo dices porque nunca has ido a verlos –espetó Theo divertido.
—Lo digo porque soy heterosexual –contradijo Julián.
—Para tener amigos gay eres muy homofóbico, Julián –le reprendió Draco burlón.
—¿Apenas te has dado cuenta? –río Julián siguiendo el juego.
—Vamos –insistió Theo—, hasta tú te divertirás, aunque sea bailando y rompiendo el sueño de cientos de maricas que querrán acostarse contigo.
—Eh… no, gracias.
—Como quieras –repuso Theo y casi de inmediato se volvió a Draco.
—Mmm… cientos de culos al aire –dijo éste haciéndose el pensativo—… tentador y mucho, pero es fin de semana y me quedo con Scorpius.
—Genial, seremos nosotros dos de nuevo, Blaise.
—¿Sabes, Draco? Sería bonito que hicieras algo más que salir con nosotros cuando te quedas con Scorpius –comentó Blaise inocentemente mirando al rubio de reojo.
—Es lo que él quiere –se defendió Draco—. Cada vez que le pregunto es lo mismo: "¿Qué quieres hacer, hijo?" –preguntó a la nada agravando más la voz para después responder con una más aguda— "Vamos a la plaza con tus amigos maricas, mi tío el hetero y mi primo al que le hablo casi todos los días vía lechuza."
Un breve silencio se sumió en la mesa y Draco añadió encogiéndose de hombros y un ligero meneo de cabeza:
–Bueno, no lo dice así exactamente.
—Como sea, deberías insistir más con él para que no te vea como una chequera(*) –terminó Blaise.
—Scorpius no me ve como una chequera –refunfuño Draco por lo bajo… Oh, pobre y triste Salazar, ojalá pudiera decirlo con total seguridad.
Por si fuera poco, como por obra de una invocación en ese momento llegó su hijo a decirle:
—Estaremos afuera mientras terminas y pagas la cuenta, ¿de acuerdo?
—Sí, anda –contestó el rubio más agresivo de lo que quería sonar, pero es que no podía ignorar las disimuladas risas de sus acompañantes.
Los chicos no necesitaron oírlo dos veces para salir del local. Comenzaron a andar en círculos por los diferentes puestos; el sol había disminuido notablemente y el rubio cabello de Scorpius ya no reflejaba luces tan intensas. Erick habría pasado fácilmente por su hermano: cabello rubio oscuro, de tez blanca y un tanto más alto que él, si no fuera porque tenía los ojos avellana como su madre y no grisáceos como su primo.
—¿Qué le pasa a mi padrino? –preguntó Erick
—No sé. Seguro que tiene resaca o algo así.
—¿Por?
—¿No sabes por qué aparece la resaca Erick?
—Venga, no seas antipático.
—Por lo que sé, anoche salió con Blaise y Theo –respondió Scorpius sin darle la menor importancia.
—Ya… ¿vas a seguir con eso de que no te molesta que tu papá sea gay?
—No me molesta, en serio. Él puede hacer lo que quiera siempre y cuando no nos afecte a mi mamá y a mí –contestó resuelto mientras se detenía en un estante de deportes muggle.
—Ya…
—¿Qué serán estas cosas?
—Yo qué sé, eres tú el que se empeña en venir a sitios muggles. Deberías preguntar, así no nos quedamos mirando como idiotas estos trastos.
— ¡Naa! Sabes que no me gusta ir a Hosgmeade.
A Erick le hubiera encantado agregar que era porque no le gustaban las burlas de los otros magos respecto al tema de su padre, pero la verdad es que no quería hacer sentir mal a su primo. Debía ser horrible descubrir que a su padre le gusta que le den por detrás después de tantos años de vivir como una familia modelo y de tan antiguo linaje.
—A mamá le molesta mucho, sin embargo –dijo Scorpius de pronto.
—¿El qué?
—¿De qué estamos hablando, so bobo? –exclamó Scorpius y le dio un ligero golpe en la nuca.
—¡Ah, sí! Pero bueno, ella sí que debe estar molesta.
—Supongo que sí. Nos mintió durante mucho tiempo.
—O sea que, ¿no lo descubrió hace poco?
—¿Qué ingenuo puedes ser Erick? En serio… ¿Crees que se levantó una mañana y dijo: "Oh, cielos, creo que me gusta chupar penes"?
—Claro que no, es sólo que me cuesta creer que haya pasado tanto tiempo con tu madre si no le gustaba. Y deja de ser tan cretino, sabes que estoy de tu lado… cualquiera que sea.
—¿Qué quieres decir con eso? –bufó.
—Nada, sólo que tienes que moderarte. Somos amigos.
—Sí, está bien… Lo siento.
La tarde llegó a su fin y después de despedirse, cada quien se fue por su rumbo. Julián y Draco a sus respectivas casas y Theo y Blaise a perderse por ahí.
Draco terminó de prepararse para dormir y pasó al cuarto de su hijo antes de acostarse.
—¿Te lo has pasado bien?
—Genial –contestó echándose en la cama—. ¿Tú?
—Blaise y Theo son unos verdaderos cabrones –consideró Draco antes de sonreír y asentir—, pero sí, estuvo bien.
—Siempre dices lo mismo.
—Oye… ¿qué dices si mañana nos quedamos en casa?
—¿Solos?
—No, invitaremos a la reina. Claro que solos, ¿es que no quieres estar un rato conmigo?
—No, sí… claro que sí. Quedémonos aquí, si es lo que quieres.
Draco asintió y lo dejó así, le dio las buenas noches antes de salir y cerró la puerta. Lentamente, más de lo usual por el tobillo, regresó a su habitación y se echó en la cama. Era justo por eso por lo que no quería intentar fortalecer su relación con Scorpius, y es que no tenían una; iniciar desde cero era bastante más difícil que sanar una grieta a opinión del rubio.
Poco a poco se fue quedando dormido, hasta que cayó en el sueño profundo… en una de las tantas delicias del hombre, la cual también puede ser la peor enemiga si lo desea.
La puerta se cerró. El olor a leña quemada se expandía por la habitación y el chisporrotear de las llamas volvían inconsistente la luz. Una silla en el centro de la habitación estaba lista para su desdichado ocupante.
—Tráelo aquí – le ordenó su padre.
Draco obligó al sujeto a levantarse, estaba atado de manos y piernas y le habían amordazado con un trapo viejo y sucio. No le pudo ver el rostro hasta que lo tuvo atado en la silla, era un chiquillo, no debía ser más grande que él mismo; moreno de ojos miel… de ojos aterrados y rojos por las lágrimas.
—Debe de ser muggle –comentó Lucius secamente.
—¿Le interrogaremos?
—Le interrogarás –corrigió Lucius dando un par de pasos atrás—. Sabes qué hacer, ¿verdad hijo?
—Pero es muggle, no sabrá nada –replicó Draco sintiendo como el miedo y la desesperación se apoderaban de él.
—Eso no le importa al Señor Tenebroso.
—Pero…
—Debes hacerlo.
—¡Podría matarlo! –gritó en medio de su desesperación.
Era obvio que el chico ni siquiera sabía por qué lo tenían ahí, seguro que no tenía ni la más mínima idea de que se encontraba en medio de un cuartel de magos oscuros. Se veía tan asustado ante la idea de lo que pasaría, así como Draco lo estaba de hacerle algo.
— ¿Por qué crees que el Lord lo mandó contigo? –gruñó su padre—. Te está probando Draco y te aseguro que prefiero mil veces muerto a ese mocoso que a ti, así que mejor ponte a lo tuyo.
Draco quedó helado y todo color desapareció de su rostro de por sí pálido. El miedo no era tan grande como la necesidad de sobrevivir, quería vivir aunque eso significara tener que verse a sí mismo como un asesino.
—¿Cuál es tu nombre? –le preguntó Draco con voz firme, aunque estaba consciente del temblor de sus manos y piernas.
Desapareció la mordaza y espero un poco antes de repetir la pregunta.
—Mar… Martín.
—¿Sabes quien soy yo?
—No.
—¿Sabes qué es este lugar?
—No…
—¿Cómo diste…
—Draco –interrumpió Lucius— Haz tu trabajo.
Respiró lo más profundamente que pudo y odiándose por primera vez en su vida obedeció a su padre.
—¡Crucio!
Los gritos lanzados fueron tan atronadores que si no hubiera sido por la mirada que le dio su padre habría arrojado la varita.
—Hazlo de nuevo, Draco.
—Pero…
—Otra vez.
—¡Merlín! –exclamó con voz ronca.
Se había sentado y estaba bañado en sudor, respiraba agitadamente y parecía que en sus tímpanos aún resonaba aquel grito de dolor. Cerró los ojos un segundo y al abrirlos se volvió a mirar el reloj.
4.00 am
Aclaraciones:
* Instructivo: texto con instrucciones/pasos a seguir.
*Chequera: talonario de cheques.
