Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! no me pertenecen.
Sonrisa.
A veces crees que eres el ombligo del mundo, que podrás contra todo y serás indemne a todo tipo de atropellos hacía tu persona, sonríes porque lo crees, pero compréndelo, tú no eres Dios, no eres alguien especial en este mundo, solo eres otra persona andando de un lado para otro en ese mundo llamado Tierra Terrestre, también caerás, puede que sea tarde o pronto así que no te creas invencible ¿Vale? Que yo solo quiero que tu corazón no se rompa cuando eso suceda, tienes una sonrisa alegre, pacifista, que provoca mucho amor a los que te rodean, quieren protegerte y eso a veces te alaga pero otras, en las que tu pecho sufre una contracción y no le das ni pizca de atención sientes repudio hacia ellos, pero sonríes, que la vida se hizo para sonreír ¿Verdad? ¡Que mentira!
Sin embargo pasa el tiempo, la sonrisa parece congela en tu rostro, que belleza, radiante, opaca al sol y ellos se calman ante tu risita, has enamorado a las personas que te rodean pero no al mundo, así que cuando llega el momento, entras por la puerta apenas haciendo ruido, tragas saliva y haces pasar un trago amargo a tu estomago, cuando descubres la sabana que cubre el cuerpo de aquella persona la quitas sin temblar, es imposible que sea él.
Pero oh, es él. Tiene el rostro ligeramente calmado pero sus cejas están fruncidas. ¿Quién le hizo hacer esa cara? Te preguntaras después, sigues bajando la sabana hasta descubrir la causa porque la que murió, su mano parece mutilada, quizás le falte algunos dedos, pero la causa es, para tu horror, una herida grande cerca de su pecho, cerca del motor de vida, el corazón, tiemblas y la sonrisa cae. Oh, ser humano que crees que eres alguien más en este mundo, no eres nadie compréndelo, no te quiero hacer sufrir pero no eres nadie, eres como un granito de arena en el desierto. Dejas caer la sabana de tus manos temblorosas y te sacudes hacía delante, intentas tocarlo, una vez más, una vez más pides, sonríeme.
Pero él no se mueve, frío y pálido, casi de color gris no te mira, sus cejas fruncidas no se alisan, sus dedos no se unen en su mano, la sangre reseca no se quita, ¿Qué pasa?
Te lo diré, esto es la vida, esto es real, tienes que saberlo, esto pasa y seguirá pasando.
Muerdes tu labio inferior con fuerza y te dejas caer en su pecho, le aprietas por los hombros y lloras.
Por favor no llores, no llores, que eres como el Sol, si el Sol se opaca ¿Qué pasara con los demás? ¿Con el tiempo? ¿Con todo?
Abres la boca y lo llamas, ni aun así él se levanta, ni aun así él te sonríe como antes, ni aun así él te abraza y te susurra tu nombre con cariño, ni aun así retrocede el tiempo.
No eres Dios, recuérdalo pobre alma que creyó ser inmune a todo. Poco a poco te recompones sin embargo el dolor embarga todo tu pecho, se contrae dolorosamente, como una herida que nunca cicatrizara.
Él desaparece por ese agujero, cae e inevitablemente quieres correr para abrazarlo y nunca dejarlo ir, la primera pala llena de tierra cae al foso y tú corres, ya nada importa, ya nada, caes y alzas la mano, coges la tierra que le habían echado encima, la quitas y niegas. No le echéis más, no lo ensuciéis. No me lo quitéis.
Compréndelo, eres una mujer que amó, y aun lo sigue, quién sabe por cuanto tiempo, una mujer que tiene dificultades pero está rodeada de amigos, y un hermano, pero también eres una mujer que sufre una perdida.
Tu cabellera rubia brilla y tu hermano te coge de la cintura, apretándote con sus fuertes hombros. Cálmate.
Te retuerces en su pecho y ves con asombro como él se hunde y no resurge de lo hondo del agujero negro. Él se marcho, se fue, nunca más volverá.
Lloras amargamente y tiemblas.
Compréndelo Sasagawa Kyoko, eres una mujer que sufre sin su amor, él que te amó con infinidad, que te quiso con locura.
