¿Dónde quedó el sofá?
John lo nota al primera vez. Seria ridículo no hacerlo. John no es ciego.
Su sofá, el único espacio que quedaba dentro de Baker street había desaparecido d la sala, y mordiéndose la lengua para no armar bullicio se dice que aquello, eventualmente, era inevitable.
Se da cuenta, pero no hace mayor alboroto. Piensa que es mejor guardar silencio y dejarlo pasar.
Meses después observa que el lugar fue llenado por una silla y un taburete revistero.
La silla es cómoda pero nada comparada con su sofá. Transcurriendo las semanas y las visitas al piso que una vez fue suyo – y de alguien más que no es Mary, pero si una de las personas a las que mas ama- cae en cuenta que falta el cojín de la Unión Jack también. Sigue sin hacer comentarios, aunque aquello le extraña. Y de sobremanera.
En más de una ocasión estuvo tentado a decirlo frente a Sherlock. Al final nunca lo hizo.
Sherlock se dio cuenta desde la primera vez. Pero ninguno sacó el tema a flote.
―¡Oh querido! un mueble más dentro de la alcoba y el suelo se me va encima mientras duermo. ―
―No exagere señora Hudson. No duerme en la cocina. ―
Pues si, Sherlock sabe que en una habitación no se pueden mantener los muebles de dos alcobas. Pero es que simplemente le fue imposible mantener los muebles de John lejos.
La mesita de café, donde van la lámpara y un mantel tejido. El escritorio que tiene la cerradura rota. Y pospuesto, el pequeño sillón tapizado de rojo y adornado con una mana y su inseparable cojín de la Unión Jack.
Sherlock tenía el valor de dejar ir a John. Pero si poseía algo, por más mínimo que fuera, para aferrarse de él, entonces lo haría. Aunque en suelo se caiga, o bien, el sofá de una plaza sea un lugar terriblemente incomodo para dormir.
Fin.
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N/A: Nuevamente, muchas gracias por leer estos desvaríos. A ver cuando se me acaban las energías para continuar esto (les deja té de ojos). Saludos vulcanos,
Nos leemos luego. Ciao.
