Dos veces de mí para ti.

Tras años de observar a los seres de la creación, me había percatado de muchas cosas sobre los sentimientos y el amor. Mi deber como una entidad más allá del tiempo y del espacio se habían tornado entretenidas. Conocer a las criaturas con raciocinio que tenían facultades para comprender algo distinto de las acciones reproductoras y cambiaban aquellos actos de placer en algo mucho más complejo; en dónde las mismas almas, se unen en una conexión especial que inminentemente se encuentran una y otra vez en los confines del espacio. Estas almas capaces de hacer cualquier cosa con tal de encontrarse infinitamente, me hicieron comprender que algo mucho más grande que yo y que cualquier otra cosa que existiera, se cernía en aquellos que volvían infinitamente para unirse, para amarse y vivir simplemente. Había tantos y tantos seres racionales que conforme pasaban los años se iban encontrando y una vez que esto ocurría, nunca nacían lejos uno del otro.

Entonces conocí a ese par, sus mentes, sus cuerpos tenían armonía; una resonancia que me llamaba a observarlos desde el plano de la existencia donde yo habito. Porque soy real y he existido desde que todo tiene una causa y efecto.

En el tercer planeta de cierto sistema solar, me gustaba mucho mirar la vida desarrollarse, ahí fue donde los hallé. Distintas historias surgían sobre ellos pues en el momento en que esos seres que se han nombrado como humanos y consiguieron una inteligencia sobresaliente con respecto a las otras criaturas de ese mundo, yo los vi brillar. Está por demás que he sido percibido por esos seres y me han nombrado de distintas maneras, algunos han sabido entender mis mensajes y otros simplemente me han ignorado. Pero mi curiosidad por esas almas que surgían y que volvían, me hacía permanecer mirando e interviniendo cuando tuve oportunidad.

Cómo me ha costado tener que ver sus vidas extinguirse, a veces he intervenido, aunque otras he tenido que dejar a la naturaleza seguir su curso, ya que todo tenía ciclos y me fue difícil pero importante aprenderlo.

Así que aquí estaba yo, mirando como ese par habían vuelto y crecían uno lejos del otro. Ya antes les había ocurrido, aunque una u otra circunstancia los atraía a verse y mirar en el fondo del corazón para brillar en par. Ellos eran un motor para mi curiosidad, para pensar que lejos, muy lejos y distante; quizá en otro universo podría existir una entidad similar a mí que podría mirar dentro de mí y resplandecer. Pero esta vez, las cosas no parecían funcionar, uno de ellos estaba fragmentado, la vida que le había tocado parecía manchar su interior de oscuridad, sin poder mirar el interior radiante de su compañero. No le tomé importancia, creí que podrían entenderlo con el paso de los años, hasta que me fastidié puesto que cada vez que llegaba el día de san Valentín, Morinaga rogaba por un poco de amor y todo le salía mal.

Siete largos años de conocerse y dos viviendo juntos, el chico de cabellera azulada había intentado celebrar esa fecha, dando algunos ruegos que yo podía escuchar y que sin duda escuchaba. Pero no quería y no debía intervenir con esos seres tan frágiles, debería simplemente percibirlos, estudiarlos y maravillarme con esas sensaciones suyas.

Cada vez que el día de san Valentín se aproximaba había sido un total fracaso para Tetsuhiro. Las cosas nunca iban bien días antes y al llegar esa fecha todo se tornaba terrible, no había romance, ni besos dulces, ni nada.

La primera vez acababan de encontrarse nuevamente, sólo uno de ellos notó esa conexión, Morinaga Tetsuhiro y rogó en lo profundo de sus deseos el tener un poco de atención de Tatsumi Souichi, sin embargo fue ignorado una y otra vez. Sin mermar su convicción logró acercarse a él, pero cada vez que esa fecha llegó, sus sueños y anhelos parecían romperse mientras continué escuchando sus lamentos, en los que parecía recordar algo de lo que no debería, algo que sólo yo sabía. Al quinto año de conocerse, habían logrado hallar el camino a hacer brillar su unión, pero fue un fiasco, ya que Souichi negó sus sentimientos. Sabía que florecían dentro de él con cada beso y cada caricia que lo unían a Tetsuhiro. No obstante el renegar de ello, cambió en oscuridad cada parte y contaminó lentamente la luz de Morinaga, que comenzó a conformarse y olvidar poco a poco que se pertenecían el uno al otro.

Las pocas muestras de afecto lo dejaron congelado, frío y en un estado de conformismo que no les permitió ser lo que eran. Había sexo y amor de vez en cuando y unos cuantos besos, pero las demás ocasiones había regaños, golpes e insultos. Ninguno había madurado todavía, se encontraban estancados en un círculo vicioso que de continuar así, si alguno de ellos falleciera, jamás podrían volver a encontrarse.

Siete largos años de conocerse y Tetsuhiro ahora se había marchitado, no veía aquella fecha especial en sus ideas como rebosante de amor, se deprimía he intentaba olvidar los corazones en las decoraciones, los chocolates y por supuesto a las parejas en las calles que le recordaban el fracaso de su amor que jamás sería correspondido. Dentro de él, un dejo de esperanza continuaba un poco, pensando que con determinación quizá un día lograría un «Te quiero», pero únicamente cuando las arrugas surcaran su rostro y el de su amado sempai. De esa forma sus ruegos una vez más llamaron mi atención, parecía decírmelo, percibirme como un buen amigo al que le cuenta cosas y esa tarde dijo algo, un susurro en la soledad de su habitación:

— Lo necesito, y temo que jamás pueda reconocer algo que ha estado en mi alma tatuado desde el primer momento que lo vi.

Pensé que su ánimo mejoraría pero no ocurrió y conforme los días pasaron se deprimió más y más; su entusiasmo se perdió lentamente de su cabeza y pensamientos.

El gran problema de esto es que su sempai lo tenía presente. Miró el calendario y la misma fecha que lograba deprimir a Tetsuhiro, a él le recordó la mirada de ojos verdes, por la cual, justamente esa primera vez que lo había visto le causó incomodidad y claro que su charla inteligente logró interesarlo. Asimismo, la confusión de entregarse a sus deseos, se mermaba lentamente, ocasionando una necesidad de otorgar un poco la retribución que nunca logró salir de su cabeza.

Souichi había descubierto que moría sin la compañía de Tetsuhiro, desde la vez que se marchó a Hamamatsu por trabajo un mes completo. Tatsumi lo obligó aquella vez a aceptar el empleo y le dijo que podría visitarlo los fines de semana, creyendo que todo podría ser igual, pero no era así. Le dolió terriblemente su ausencia y cada día el vacío se intensificó. Nunca supo lo que era el amor hasta perder el de esa persona. Primero lo notó lejano cuando llegaba de Hamamatsu, hablando de sus nuevos amigos, con sonrisas que no iban dirigidas a él. Finalmente entendió que aquellas nuevas amistades mucho más afectuosas que él lo alejarían completamente poco a poco; de manera que todas esas emociones terminaron por forzarlo a pedirle que volviera. En cuanto lo hizo, Morinaga renunció a su empleo en Hamamatsu y consiguió uno en Nagoya. Todo gracias a que se había dado cuenta que podría perderlo no como amigo, sino como una pareja.

Esa vez escuché los ruegos del tirano de frío y olvidadizo corazón, que se comió su orgullo y lo hizo volver. Sin embargo las cosas no mejoraron, la rutina los azoró, aunque las partes resplandecientes que Morinaga perdía, Souichi lograba apropiarse de ellas. La pequeña flor que era el afecto del tirano, creció constantemente trasformando en insoportable el afecto que insistía en salir. Recuerdo haber sentido la profunda ansiedad de las palabras que pretendían salir de Souichi cada vez que el orgasmo se apoderaba de él, o cada vez que los besos de Tetsuhiro y el fuego de esas manos encendían su cuerpo. Las palabras quemaron su garganta pretendiendo escapar pero ahogadas en lo profundo de sus enormes prejuicios. Le parecía absurdo el sentir aquello, tal como una cosa odiosa que daba vueltas una y otra vez en sus pensamientos.

La ilusión faltante en Tetsuhiro, ahora la tenía Tatsumi que no le molestaba igual que siempre, el ver a los enamorados por las calles y con el día de San Valentín como pretexto, pretendía decirle con demasiado alcohol en la sangre, sus sentimientos finalmente.

Graciosamente en la soledad de su habitación lo dijo una vez en voz alta, a lo cual se propinó un golpe a sí mismo, sintiéndose estúpido ante sus sentimientos. Pretendía acostumbrarse a decirlo para que no fuera a sonar como obligado, sino de manera natural.

Supuse que pronto las cosas cambiarían y todo el amor podría salir a flote. Escuche al chico Tatsumi decir los «Te amo» con naturalidad cada vez más, no obstante, algo que no debió suceder, ocurrió mientras Souichi dijo esa frase a solas en su cuarto y fue que Morinaga lo escuchó por casualidad.

Su corazón se rompió, supuso que en el teléfono se lo decía a otra persona y sin esperar por alguna respuesta, jamás deseo aclarar el asunto. Curiosamente la fecha para decirle, sería al día siguiente, el día de san Valentín. Un chico despechado como él no pensó usando la cabeza, tampoco es que yo lo culpe, puesto que ha sido muy paciente los últimos años.

Así que los vi nuevamente a punto de separar sus caminos. Morinaga decidió marcharse, ya había sido suficiente sufrimiento para varias vidas, al menos eso expresaba desde cada poro, con cada lágrima que terminaba de corromper ese vínculo que creí invencible. Imaginé que podría solucionarse, todavía quería creer que si alguien podía reparar todo eran ellos.

Muy temprano, Souichi tenía la intensión de decirle que pretendía pasar la tarde a su lado, incluso iba a dejar sus labores con tal de preparar algunas cosas en el departamento con tal de recibirlo con comida, alcohol y cosas que pudieran agradarle. Sus nervios y emoción carcomían al tirano que moría lentamente y se presentaba en su lugar una persona más accesible. Pero ya era tarde, tarde para Tetsuhiro que había perdido la fe, su mirada no reflejó aquella mañana nada, sólo el vacío.

— ¿Morinaga? — Preguntó Tatsumi entusiasmado justo durante el desayuno. Sin embargo al mirar en el hueco del corazón de su compañero, sintió el gélido viento llegar hasta él.

— ¿Qué sucede sempai?

Un palpitar extraño se hizo presente en el tirano, que lo atemorizó antes de poder preguntar. Los ojos verdes que siempre reflejaban sentimientos de amor se habían marchado. Sólo un corazón unido a otro, podía notar esa vacuidad. A pesar de eso las palabras salieron.

— ¿Tienes algo qué hacer por la tarde?

Esa pregunta ya había sido hecha otras veces y Tetsuhiro como un buen creyente, había supuesto que era una invitación a una cita, algo que esta vez era completamente cierto. No obstante la pesadez y la penumbra que se cernía sobre su espíritu lo hizo suponer que seguramente era una petición para ayudarlo en el laboratorio, por lo cual respondió:

— De hecho sí. Lo he pensado y creo que tengo que marcharme.

— ¿Ir a dónde? ¿Tienes planes con tus amigos del trabajo?

— No sempai, yo creo que debo irme de este departamento. Esto que tenemos me lastima, necesito encontrar un camino lejos de usted. Así que comenzaré a empacar esta misma tarde y no puedo ir a ayudarle más en el laboratorio.

La compostura parecía salirse de los ojos asombrados del tirano, que con una máscara de enfado respondió:

— ¿Estás pensando en huir? ¿Por qué te vas ahora?

— No soporto más todo esto. Has sido cruel por no dejarme ir antes o yo he sido muy tonto por creer que un día me correspondería.

Las lágrimas salieron de ambos, el tirano salió al instante para proteger la fragilidad de Souichi. A pesar de tener las lágrimas resbalando, se recompuso y olvidó que él correspondía, que él sentía. Tenía que ser fuerte y aceptar la realidad, siempre había sido así, podía ser un hombre práctico que se llevaría a la tumba esos sentimientos, preferiría morir a decirlo.

— Tú lo aceptaste desde el principio y yo no volveré a detenerte.

El enorme orgullo había hablado por él, aunque su corazón se rompía.

El tiempo se había detenido justo ahí, yo había paralizado las cosas y observé dentro de ambos, la calidez que se apagaba, la ternura y el amor se cubrían con sombras. No iba a permitir eso, me enfadé, pues si ellos finalizaban lo suyo, no habría esperanza para un ente solitario como yo. Los admiré en la distancia y me habían conmovido tantas veces. ¿Cómo era posible verlos tomar caminos separados?

Pero este día tenía algo particular, la magia volaba en el aire y muchos humanos conocían la leyenda de un ser que intervenía uniendo parejas, ese era yo. No pretendí usar el poder que modificaba los destinos, pero no podía soportar que el tirano se quedara sin hacer nada, siendo que él había causado todo este desastre. Nunca pude mancillar el libre albedrío de los humanos, esta magia era peligrosa cada vez que se usaba. Por milenios sentí los agradecimientos pero mucho más los reproches por ayudar a los humanos con sus destinos, no obstante era capaz de ponerlos a prueba cada vez que consideré indispensable aquello. Así fue que una idea macabra surgió dentro de mí. Si el tirano había impedido a Souichi decirle los deseos de su corazón, usé mi facultad para separarlos.

Fraccionando el tiempo, me aproximé a su espalda mientras se había levantado abruptamente de su silla en la mesa y Morinaga miraba su plato de arroz. Lo toqué y forcé la energía que me cubría para hacerla salir, sujeté sus hombros y con un destello de poder los dividí, mis fuerzas se perdieron un instante cuando logré materializar dos de ellos. Lo que Freud llamaría «súper yo» con el factor de control, el tirano; lleno de prejuicios y dudas que habían quedado del lado derecho y tomado forma propia. Del lado izquierdo estaba Souichi con los deseos y la pasión que sobresalían, pero también lleno de los sentimientos de abandono.

El tiempo volvió a su cauce, mi agotada forma se había paralizado extrañamente al usar ese tipo de magia. Entonces me quedé ahí observando los atónitos ojos de Morinaga que no perdieron de vista a sus dos sempais.

— ¿Sempai?

El tirano respondió:

— ¿Ahora que más quieres? No me dirás que pretendes que te ayude a empacar.

De inmediato Souichi se arrojó al suelo hecho un mar de lágrimas. El tirano lo miró con altanería y lo jaló gritando:

— A ti qué te ocurre, deja de llorar que me avergüenzas. No puedo permitir que te comportes así. Pero si yo estoy aquí ¿por qué también estoy acá?

— Todo es tu culpa, ¿por qué no me has dejado decirle? — Gritó en un sollozo Souichi que continuó en el piso sujetando su rostro.

Como era de esperarse, Morinaga cayó al piso desmayado, la impresión había sido demasiada. Dos sempais frente a él era algo que sin duda aterraría a cualquiera.

La cabeza que azotó en el suelo hizo reaccionar a Souichi que se levantó corriendo hasta tomarlo en sus brazos.

— Hay que abofetearlo para despertarlo, permíteme hacerlo. — Expresó el tirano con malicia en sus ojos miel.

— No te atrevas, no volverás a lastimarlo mientras yo esté libre. — Lo sujetó con ternura entre sus brazos, tembló con emoción. Los cuentos de hadas que estaban presentes en sus fantasías infantiles, surgieron para pensar en despertarlo con un beso.

Mientras unió sus labios apasionadamente sobre los de Morinaga que continuaba desmayado, la voz del tirano parado frente a ellos, regañó:

— Qué sucias y desagradables cosas se te ocurren, tienes que golpearlo o arrojarle agua para hacerlo reaccionar. No seas infantil, ya sabes que él es resistente. Voy por agua y lo despertaré así, si no lo sueltas se las arrojaré a ambos.

Los besos tiernos que se unían mientras Souichi lamía sus propios labios humedeciéndolos para hacer más suave la sensación, una y otra vez fueron dados hasta que abrió sus ojos Tetsuhiro. Se sintió en el paraíso, su sempai lo sujetaba amorosamente y le daba pequeños besitos uno tras otro. Un sólo instante bastaba para olvidarse de su enfado y su dolor, inmerso en los cálidos brazos que no cesaron en la ternura que jamás había experimentado. Creyó por instantes que eso podía ser uno de los tantos sueños que solía tener con su sempai entregando su amor, mucho más puesto que antes de desmayarse había sido capaz de ver a dos de ellos. Todo eso lo convenció de que sus sucias fantasías de tener a dos del mismo, para hacerse el amor siendo tres, habían fracturado su cordura.

El tirano llegó a la cocina con mucho enfado, odiaba a Morinaga por intentar marcharse y se odiaba a sí mismo por sentir amor, pero esos sentimientos tiernos se habían perdido en su otra parte que estaba dispuesta a entregarse en la más melosa retribución. Apresuradamente cogió una jarra de agua y la llenó a tope empapando a ambos chicos en el suelo.

— ¡Más les vale dejar de hacer esas sucias cosas! ¡Malditos homos!

En un impulso de sus manos sobre el suelo, Tetsuhiro se apartó de los brazos de Souichi y los observó a ambos a cierta distancia.

— Creo que finalmente enloquecí. — Expresó sin dejar de parpadear un instante.

— ¿Por qué nos tratas así? Nunca me dejas ser feliz, jamás había sentido esta tranquilidad y es gracias a que estás lejos de mí. — Souichi le dijo con tristeza al tirano que lo miró con desdén.

— ¿Tranquilidad? Eso es justo lo que yo siento sin tus dudas, sin esa sensación desagradable que me causan tus emociones amorosas que detesto. Ahora creo que puedes ayudarle a mudarse mientras yo voy a trabajar, alguien tiene que ser responsable aquí y sin duda no eres tú. Menos mal que no tengo que volver a ser usado de esas formas desagradables, me han dado repulsión tantas veces.

— ¡Cómo te atreves! Jamás he sentido algo como desagrado, sólo estaba confundido.

— ¡Un segundo! — Gritó Morinaga deteniendo la discusión entre sus sempais. Con las miradas de ambos sobre él, la del tirano con disgusto y la de Souichi con ternura, continuó: — ¿Esto no es un sueño?

— No me canso de decírtelo, este tipo es en verdad un idiota. No sé qué cosa puedes verle. Ahora si me disculpan, es tarde y debo ir a trabajar. — Refunfuñó el tirano.

Caminó a su habitación dejando a Souichi, que se acercó a Tetsuhiro lentamente, el cual se levantó y dio un par de pasos retrocediendo, hasta topar con la pared.

— Permíteme explicarte lo que yo creo que ocurrió.

— No sempai, de verdad creo que estoy enloqueciendo. — Comenzó a respirar aceleradamente hiperventilándose nuevamente.

Con un gesto de amabilidad tocó su rostro con la mano y sonriendo le dijo:

— Respira profundo y relájate Tetsuhiro. Sientes mi mano, soy yo Souichi, no tengas miedo de mí.

— ¡Pero sempai! ¡Hay otro igual a usted en su habitación!

— Tú eres muy listo Tetsuhiro. Respira tranquilo y analiza las cosas, yo no soy él y él no soy yo; pero somos uno, que por alguna razón se ha separado. Y me alegro, yo no quiero que te vayas. Dijiste que no puedo corresponderte pero no es verdad, te amo Tetsuhiro, te amo tanto que moriría si te vas.

— ¡Esto no es verdad! ¡Tú no eres sempai! ¡Jamás me dirías mi nombre! Esto es un error. ¡Nunca dirías algo así! Aléjate de mí que con esa apariencia, me duele escuchar eso que nunca pudo decirme él.

De inmediato el tirano que había recogido sus cosas para la universidad, los observó con una mirada fría y gustoso del resultado que obtenía Souichi les dijo:

— ¿Te lo dije o no? Morinaga es un completo imbécil. Sabía que algo así ocurriría si te dejaba decir esas cosas absurdas. Mejor ayúdalo a empacar, así se irá antes y podremos arreglar nuestro problema solos. No sabe reconocerte porque en verdad nunca ha estado enamorado de ti. Le gusta ser maltratado, lo que siempre ha querido es la repetición infinita de los rechazos de su familia, a través de mí por supuesto. Nunca le ha gustado eso de la amistad y el afecto, son sólo estupideces que la gente inventa y que crecen dentro de uno mismo como falsedades.

— ¡No es cierto! ¡Nunca vuelvas a decir eso! Si no me reconoce es porque tú me has mantenido prisionero, pero él me ha visto cada vez que le he dado un beso, cuando me he entregado y cada vez que ha mirado mis ojos cuando lo he extrañado. Además no quiero volver a unirme a ti, no quiero que vuelvas a impedirme sentir o amar.

— No me refería a ese problema, sabes que tampoco quiero volver a tenerte dentro de mí. Eres odioso, finalmente puedo pensar con claridad y no escucho tu voz dando vueltas en mi cabeza. Me refiero a nuestra vida, ¿cómo haremos para ir a trabajar ambos? Con esa cabeza hueca que tienes, seguramente harías las cosas mal. Eres igual que Morinaga, un estorbo.

— ¿Ese es tu gran problema? Puedes ir tú, no me importa el trabajo, la universidad u otra cosa que no sea Tetsuhiro o sentirme libre y feliz. Tengo tantas cosas para hacer, que jamás me has dejado, que tardaré una vida en realizarlas.

— Ya veo, ni creas que voy a mantener a un haragán como tú.

Morinaga no podía dar crédito a lo que escuchaba, ¿en verdad ambos eran uno mismo? ¿Partes distintas de un todo? Sin embargo, Souichi tenía razón y no era capaz de reconocerlo puesto que el tirano había mermado su personalidad, lo tenía fuertemente atrapado dentro de sí y el control que ejercía era capaz de casi desaparecerlo.

— Sempai, espera un poco. — Expresó dirigiéndose al tirano que con una mirada de molestia respondió:

— ¿Ahora qué quieres? Tengo que ir a trabajar y este haragán seguro responderá tus dudas, a mí en realidad no me importan. Puedes irte del departamento y mientras más pronto mejor.

Una vez dicho eso, se dio media vuelta y azotó la puerta con disgusto al salir del lugar. Souichi se tumbó al suelo sin voluntad, el amor de su vida no era capaz de reconocerlo, en verdad Morinaga estaba atado a su parte tiránica y quizá tenía razón al decir que la relación que por tantos años llevaban era una falsedad y estaba sujeto al tirano, para recibir el rechazo infinito al que sus padres lo habían sometido, como una forma repetir patrones histéricos.

Morinaga había entendido una cosa, su sempai jamás le habría dicho una cosa tan tajante para que se marchara. Así que dudoso, se aproximó al lloroso hombre en el piso que decía ser parte de su sempai.

— ¿De verdad eres una parte de mi sempai?

— Déjame morir aquí mismo, no tiene sentido si no me reconoces. Y por favor deja de decirme sempai, siento que lo llamas a él cada vez que lo dices. Por si no lo sabes tengo un nombre y puedes usarlo. Deberías usarlo desde hace años, ¿No se supone que somos amigos? — Al decir aquello sus lágrimas volvieron a caer de sus ojos como si fuera un pequeño mimado que se sentía perdido de pronto.

Con más dudas que respuestas, Morinaga se le ocurrió preguntar eso que atormentaba su corazón, así sabría de una vez por todas si su sempai, era en realidad ese individuo llorón que lo confundía más que otra cosa; pero que tampoco podría ser el hombre frío y sin corazón que se había marchado a trabajar.

— ¿Podría dejar de llorar un poco y responder a mis dudas?

— Sólo si me dices Sou-chan. — Un puchero expectante apareció en los ojos llorosos del chico de cabellera larga y rubia.

Tetsuhiro se sonrojó al instante, decirle Souichi era algo que anhelaba para denotar la confianza entre ambos, aunque decirle el honorífico más meloso, casi como si fuera un pequeñuelo, lo avergonzó en definitiva. A pesar de eso, no iba a perder la oportunidad, ya fuera a marcharse o no.

— Sou…chan.

— ¿Qué necesitas Tetsu-chan?

Incluso Morinaga tenía un límite ante cosas así, casi escupía el hígado de tanta azúcar, mucho más por el par de ojos que parecían ser adorables. Se crispó un poco y respondió:

— Bueno es que ayer escuché que usted le decía a alguien en el celular «Te amo». Yo quería saber ¿a quién le decía eso?

— ¿En el celular? Tiene semanas que no uso ese aparato, a él le desagrada hablar con otras personas, sólo soporta hacerlo contigo y con su familia de cuando en cuando. Ahora que recuerdo, tengo tantas cosas que decirle a Kana-chan y a la tía Matsuda.

— Si no las decía en el celular ¿Entonces a quién las decía?

— Para ti por supuesto. Él me ha dejado salir un poco, me la vivo molestándolo con tal de expresarte lo mucho que te amo, así que finalmente parecía permitirme decirlo. Pero estábamos practicando para hacerlo bien, no podía sonar extraño. Sólo quería que fuera perfecto y hacerte feliz.

— ¿Hacerme feliz? No lo sé. ¿Cómo puedo creerle? Él parece ser más sempai que usted. Es tan extraño, no parece real. Debo estar soñando. Es que usted es idéntico, su rostro, su piel, sus labios y la voz, pero no es usted en sus gestos, en su forma de hablar, ni de referirse a mí.

— Puedes preguntar lo que quieras, recuerdo cada parte de nuestras vidas, ¿pero sabes cuales recuerdo mejor? Esas veces que he sido libre para amarte.

Con esas palabras Morinaga sabía perfectamente a qué se refería, aunque no iba darle pistas para explicar algo que exclusivamente su sempai sabría sobre su relación. Con temor pensó en decir algo que ameritaría ser golpeado por su verdadero sempai y lo articuló con timidez:

— Sempai… la primera vez que nosotros… Bueno… ¿cómo ocurrió y por qué?

Souichi sonrió seguro de lo que respondería, recordaba perfectamente la primera vez que había sentido a Morinaga dentro de él y aunque le había dolido un poco la profunda y avasalladora forma en la que había sido tomado, recordó que la amistad había crecido mucho más aquella vez, en medio de la pasión que sentía brotar en muchas formas desde esa primera ocasión.

— No voy a responder nada si sigues diciéndome de esa forma tan impersonal. Dime tal como te pedí. A él puedes decirle así pero a mí no.

— Sou-chan … Nuestra primera vez …

— Nuestra primera vez fue porque me bebí una botella que tenía algo que me excitó demasiado. Yo te quería mucho y me gustaba tenerte cerca pero a él le parecía, que era malo eso que podía sentir por ti. Sin embargo esa vez, mientras tú me hiciste notar que eso se sentía tan bien y me hiciste el amor, me sentí tan tranquilo sin escuchar sus regaños. Finalmente podíamos ser nosotros, tú y yo solos para disfrutar ese enorme placer, que me había sido negado por tanto tiempo. Fuiste tú quien me enseñó que esas cosas podían sentirse asombrosamente y gracias a ti, aprendí poco a poco que esas sensaciones que me ahogaban, son el amor que tengo por ti.

La emoción era demasiada, Morinaga tenía una confesión real de al menos una parte de su sempai. Había dicho cosas que únicamente sabían ambos, y por demás, cosas que no tenía idea había sentido su adorado sempai. Su amado Sou-chan al recibir la calidez de la mirada de ojos verdes, sujetó sus manos con devoción y preguntó:

— ¿Ahora me crees?

— Sem… Sou-chan, ¿tú y él? ¿Por qué?

De inmediato, los labios ávidos de placer, de amor, se unieron a los de Tetsuhiro sin decir una palabra más. Tenía una urgencia más grande que responder a más preguntas, requería tenerlo para él solamente, sin el tirano, sin restricciones. Y así lo besó, con Morinaga ahogándose de amor, recibía besos y más besos ansiosos, desesperados, que se escuchaban ruidosos pero que se sentían ardientes y apasionados en ambas bocas de esos chicos. Sus manos traviesas que no tenían un freno, bajaron por el torso de su compañero hasta acariciar sobre los pantalones.

— Ah… sempai…no… esto es muy raro. No eres tú. — Detuvo la mano que tocaba sus pantalones.

— Pero si soy yo, te conozco perfectamente, sé que te excitan hasta las más tímidas caricias que he logrado liberar de él. Si con un beso puedes ponerte así, es por mí, por lo que siento por ti, porque me correspondes a mí y no a él. Quiero tenerte dentro de mí, quiero que me hagas correrme hasta olvidar mi propio nombre, hasta que tus ojos digan que no pueden más y caigas rendido de amor.

No iba detenerse más, mucho menos porque Souichi no esperó por la respuesta verbal y ansiaba comprobar si Tetsuhiro era tan sensible como él tras de la oreja. Así que como un vampiro lo tomó en brazos, lamió, chupeteó y mordisqueó la oreja de su amante produciendo gemidos incontrolables. Las manos de Morinaga apretaron la espalda de Souichi dejándolo hacer.

Definitivamente las cosas parecían funcionar, la pasión, el deseo quitaron un poco de aquellas sombras de oscuridad que el tirano llevaba consigo, no obstante sólo la mitad del alma estaba encendida y brillante. La parte controladora en la escuela, desafortunadamente ardía de deseo, pues podía sentir un poco aquellas cosas que ocurrían con Souichi.

La pasión sin freno que se desató en besos en el apartamento, le causó una erección a los tres. El tirano en la universidad tuvo que prácticamente correr a uno de los sanitarios mientras sus asistentes lo observaron encorvado, sudando y cubriendo sus pantalones a la altura de su erección. Aquellas poderosas emociones que podía sentir uno de los sempai, el otro también la recibió, a causa del vínculo de amor que los unía a los tres. De esa forma, el tirano se sujetó fuertemente a la realidad, con tal de no correrse sin haber tocado su propio cuerpo. En el sanitario casi podía sentir las caricias e incluso gimió un par de veces, apretó sus manos sobre uno de los lavabos poniendo agua en su rostro, sin obtener éxito en bajar la fiebre de placer que recorría apresuradamente cada latido de su corazón, irrigando con fuerza todo su cuerpo, mucho más esa zona que apretaba en sus pantalones. Las ansias de tocarse se volvieron urgentes, las resistió respirando apresuradamente y mandando maldiciones a su otra mitad en la casa.

Morinaga había perdido el juicio luego de esa lengua y dientes en su oreja, definitivamente olvidó su tristeza y enojo. No le cupo la menor duda, cuando su amado sempai le dijo al oído algo que jamás esperó escuchar:

— Tetsu-chan quiero que pongas tus dedos en esa parte que me hace correr sin tocarme por delante.

No aguardó por otra palabra, si era un sueño iba a disfrutarlo y si no lo era, se quedaría con ese Sou-chan que lo amaba y que lo deseaba con locura. Olvidó que tenía que ir a trabajar y levantó en brazos a su meloso hombre hasta la habitación, en medio de más besos que no dejó de recibir un solo instante. En aquella habitación sólo se escuchaban los «te amo» como susurros apresurados en medio de cada respiración con los besos.

Lo bajó de sus brazos frente a la cama mientras las palabras fueron dichas:

— Tetsu-chan dime que me amas. — Preguntó Souichi al tiempo que ambos se retiraban sus ropas.

— Te amo sempai.

— Dime que me amas a mí, por favor. — Lo miró un instante en el que no realizó ningún movimiento. Morinaga se arrojó a sus brazos y lo tumbó directo a la cama.

— Te amo Sou-chan, te amo, te amo…

La lujuria cubría por completo a Tetsuhiro, pude notar que si bien, su corazón estaba herido por tantos malos tratos pasados, tenía la facultad para sanar. Envuelto en el placer de vincularse, a sólo una parte del amor de su vida, no restauraba por completo el corazón que estaba comenzado a oscurecerse, sin embargo posibilitaba que sucediera.

Bajó en besos por el torso intentado chupetear las tetillas cuando fue interrumpido.

— ¡Demonios Tetshu-chan! ¡Baja ahora y mételo en tu boca!

Obedeció sin rechistar abriendo su garganta, recibiendo el miembro que palpitaba y se movía en medio de placenteras sensaciones. Por más que lo metió e hizo uso de sus trucos que normalmente lo hacían correrse, el presemen salía y los quejidos aumentaban, sin conseguir el orgasmo que tanto deseaba Souichi. Ese problema era una consecuencia de que su otra mitad se contenía, mordía su propia piel con tal de no obtener el orgasmo, algo que le parecía inadecuado, una falla en su propio cuerpo que debería olvidar, la cual era sin duda, que podía ser un receptáculo de sensaciones placenteras.

— Di que me amas Tetsu-chan. — Volvió a insistir cuando observó a Morinaga asombrado de no haberlo hecho correrse.

— Te amo.

— ¿Puedes poner tus dedos ahí? ¡Por el amor de Dios hazme venirme ya!

Humedeció dos de sus dedos con saliva y los deslizó con un muy dispuesto hombre que abrió sus piernas, casi mandonamente exigiendo más placer.

Una sonrisa y el mirar salvaje del chico con cabellos azules se presentó. No era un reto para él estimular hasta el orgasmo a un hombre tan sensible como su amante, y supuso que estaba conteniéndose para recibir esas caricias privadas sobre su punto dulce. De esa forma, movió sus dedos encontrando la próstata, sin perder un solo instante de vista al chico de sus sueños, lo observó sujetar las sábanas y gemir descontroladamente.

— Más fuerte, hazlo más fuerte. — pidió Souichi a las caricias de Morinaga.

Entre tanto en el sanitario, el tirano no podía más, sabía que su orgasmo era inminente y no permitiría a esa parte molesta suya disfrutar de su culminación, por lo que se metió a uno de los cubículos del sanitario y apretó la punta de su miembro junto con la base, con tal de impedir que el orgasmo se presentara.

Tembló casi inmerso en esas sensaciones intolerantes pero resistió, no permitiría ser dominado por algo que no debería existir en el mundo.

Morinaga no comprendía como su sempai no se corría todavía, supuso que era cuestión de tiempo, ya que las pulsaciones en sus dedos tan rítmicas, le denotaban el orgasmo que se avecinaba en Souichi.

— ¡Demonios hazme correrme ya! ¡Qué esperas!

Lo metió en su boca nuevamente moviendo sus dedos y ni así obtuvo éxito. Lo sacó de su boca y Souichi parecía totalmente ido, sudoroso, con su piel y su cuerpo en un color apiñonado por la circulación tan acelerada de su sangre.

— ¡Vamos date prisa que me estoy volviendo loco! — gritó Souichi.

No sólo era él, Morinaga estaba demasiado excitado, tanto que requería meterlo de forma ruda y así lo hizo. Subió las piernas de su amante hasta sus hombros y con ambas manos, levantó su cadera entrando con un poco de resistencia aunque el gesto de placer y los gemidos le impedían detenerse de continuar.

Resultaba increíble, parecía que su sempai estaba corriéndose por la forma de moverse, su estreches pulsaba sobre su pene y lo hacía totalmente irresistible.

— Esto es demasiado sempai, si se mueve así no voy a aguantar mucho.

— ¡Morinaga! ¡Me importa un carajo! ¡Muévete a prisa ya! — Le había gritado su apellido pues sabía que el chico respondía mucho mejor a sus demandas, si lo nombraba así.

El orgasmo de Tetsuhiro tuvo que ser contenido a las pocas embestidas, deteniéndose abruptamente con Souichi sujetando su espalda y encajando sus dedos.

— ¡Ah! Mmmm… ¿Por qué te detienes? Sigue… hazlo, quiero que te corras junto conmigo.

— ¡Oh sempai! Es que me voy a correr, sin usted si dice esas cosas y se mueve así.

— Entonces ayúdame y hazme venir duro.

— Ya deje de contenerse sempai, yo sé que ya se hubiera venido un par de veces. Me desespera también.

— No soy yo, debe ser él.

Morinaga conocía perfectamente el cuerpo de su amado y sabía que la posición en la que podía estimularlo todavía más, era si lo colocaba boca abajo apoyado sobre sus rodillas. Salió de su interior y le ordenó:

— Date vuelta y verás que no podrá resistirse más.

El trasero de su sempai se aproximó hasta él y lo penetró con fuerza. Bajó la mano acariciando su cadera y luego sujetando su pene. Estimuló friccionando la punta con sus dedos, subiendo y bajando la mano sobre el tallo del miembro que se movía con anticipación. Con su otra mano acarició las tetillas y los movimientos profundos y acelerados de su cadera los hicieron temblar a los dos. Entonces justo así, bajó a lamer su cuello, detrás de la oreja y embistió sin soportar más el enorme placer que le producía la forma en la que su miembro estaba siendo apretado, al tiempo que las caderas de Souichi golpearon su pelvis.

Un gemido al unísono resonó en la habitación, con un Souichi casi noqueado por esas pasiones tan intensas, finalmente había logrado correrse.

Se dejaron caer en la cama exhaustos, olvidándose que otra cosa existe en el mundo o en el universo.

— ¡Eso fue jodidamente asombroso! No entiendo cómo eres tan bueno en la cama. — Le dijo con respiraciones acortadas.

El tirano estaba enfadado, a pesar de sus esfuerzos casi inhumanos, no había logrado contenerse e incluso había salpicado la pared del sanitario por la fuerza de su orgasmo. Limpió el lugar, su mano y salió casi cayéndose fuera del cubículo hasta los lavabos, intentando recomponerse. Su cabello despeinado, saliva en su boca y el sudor recorriendo su cara, al igual que unas manchas en su camisa. No iba a continuar todo el día esperando porque el par en la cama le trajeran esas sensaciones desagradables. Por lo cual, hecho una fiera caminó a prisa hasta su laboratorio a darle instrucciones a sus kohai, ya que no podía dejarlos a solas sin decirles por lo menos en qué debían de trabajar.

Morinaga traía fuego por dentro al igual que Souichi, así que no tardó ni un minuto en volver a subirse sobre él. Lamió y succionó el pene que se recuperaba de su reciente orgasmo hasta sentirlo duro con muy poco esfuerzo y con su erección recuperándose lo volvió a penetrar. El tirano que les daba algunas indicaciones a sus asistentes, sentado en el escritorio de su laboratorio, se dobló de inmediato envuelto en el placer que su otra parte sentía. No podía correr a ocultarse en el sanitario con aquellas palpitaciones y con el miembro tan duro y expectante, que tembló a pesar de las voces de sus asistentes a coro:

— ¿Sempai está bien?

— Sí, sólo me duele el estómago. ¡Aléjense de mí y comiencen a trabajar!

Encorvado, recargando su cabeza en el escritorio recibió un nuevo orgasmo. Era insoportable, no iba a tolerar más tiempo de aquellas torturas salvajes.

— Voy a mi departamento por medicina para el estómago y regresaré en breve, ¡así que trabajen!

En la habitación, con un par de chicos cansados luego de un nuevo orgasmo, Souichi recibió algo extraño en su cabeza.

— Está furioso. Y en realidad no me importa. — Dijo Souichi a Morinaga que cerraba los ojos aletargado por el sexo. El chico de cabellos rubios se acurrucó abrazando el otro cuerpo desnudo, del que no dudo un sólo segundo, percibir con todos sus sentidos. Olió la piel desnuda, la acarició, observó sus ojos verdes cansados y repartió pequeños besos a lo largo de sus pectorales, probando el sudor salado que en realidad hacía tan real esas emociones, libres de problemas en su cabeza. Suspiró con tranquilidad dejándose llevar por el dulce amor.

— Si a ti no te importa, menos a mí. Vamos a quedarnos aquí todo el día, llamaré al trabajo para reportarme enfermo. — Respondió Morinaga con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Podemos hacerlo otra vez?

— Claro que sí, sólo dame algunos minutos.

Desafortunadamente, el departamento de ellos estaban muy cerca de la universidad, y con un tirano corriendo a prisa no tardó más que diez minutos en arribar.

— ¡Qué demonios creen que hacen par de animales irracionales!

Gritó al entrar, botó sus zapatos y abrió sin pedir permiso la puerta de Morinaga.

— ¡Sucios y desagradables maricas! ¡Cómo se atreven a ponerse a coger a mitad de la mañana, en día laboral! ¡Pero qué asco me da desvergonzados! ¡Están desnudos, son dos hombres, no entienden que esto está muy mal!

Lo ignoraron volviendo a los besos.

— ¡Me van a escuchar ahora!

— ¿O si no qué? — Respondió altaneramente Morinaga.

— Tú deberías estar lejos de aquí. ¡Empaca tus cosas que no quiero volver a verte!

— Él no se va, yo quiero que se quede. — Aseveró Souichi.

— Si no me escuchan voy a molerlos a golpes y los voy a castrar a ambos.

— Somos dos contra uno, no creo que puedas. — Respondió con una sonrisa Souichi.

Un frustrado tirano gritó una última advertencia:

— Si no puedo hacerles nada voy a impedir que sientas, y me castraré yo mismo.

El rostro de Souichi palideció.

— Tranquilo sempai, no hay necesidad de ser tan drástico. — Completó Morinaga: — Es san Valentín y estábamos disfrutando el día. A menos que estés celoso, si quieres podemos arreglarlo, no me molesta que seamos tres.

El rostro de Souichi dejó de mirar al tirano y se ensombreció, parecía que la oscuridad había rodeado el lugar y ambas partes atemorizaron a Morinaga.

La tétrica voz del Souichi surgió:

— ¿Qué has dicho?

Parecía que un inminente golpe le sería dado sobre la cabeza hasta que los lloriqueos de Souichi se escucharon y claro, la respuesta violenta de un bofetón del tirano. Parecía que lo molería a golpes pero justo en ese instante fue detenido por Souichi, que aunque lloroso, sujetó la mano de su contraparte.

— ¡No le pegues más! ¡Detesto que lo maltrates! Aunque sin duda es un tonto.