Always Raining

Capítulo 1. Past always returns

La calle permanecía vacía, la tarde no tardaría en expirar y traer consigo la oscuridad de la noche. El sonido cadencioso de la lluvia al caer impregnaba todo de un cierto ambiente decadente. En la ventana, la joven permanecía inmóvil, observando como las gotas de agua resbalaban por el cristal. Apenas si entraba luz para iluminar la sencilla habitación, más que para bañarla de una tenue atmósfera gris.

En el rostro de la joven no se dibujaba gesto alguno, era como una especie de máscara imposible de adoptar alguna expresión. Y así permaneció durante bastante tiempo, siempre con la vista fija hacia el mismo punto, sin desviarla un milímetro y sin apenas parpadear, quizás, lejos de donde se encontraba físicamente. Afuera, continuaba lloviendo, siempre con aquel ritmo hipnotizador, sin disminuir en intensidad, mientras la noche avanzaba lentamente.

Por fin la lluvia cesó, y la calle poco a poco fue recobrando la vida que habitualmente deambulaba por ella a estas horas. Gente saliendo de portales y gente entrando en los deprimentes bares que atestaban aquella zona de la ciudad. La chica de purpúreos cabellos se volvió, dando la espalda a la ventana. Se inclinó hacia la cama y cogió algo que descansaba sobre la superficie. Lo escondió debajo de la cazadora y acto seguido, se abrochó la cremallera ajustándola hasta el cuello.

- Es hora de jugar

Sin adoptar cambio alguno en su faz, se dirigió hacia la puerta, cerrándola tras de sí. Desde la habitación, los pasos de la joven se fueron perdiendo pasillo adelante hasta comenzar a descender por las escaleras, donde el sonido murió.

No salió a aquella calle de la cual tenía visión desde su habitación, sino a la parte trasera del edificio. Una desolada callejuela sin salida, apenas iluminada por una farola destartalada e inundada de cubos de basura y enormes contenedores de hierro. A la cual, también daban las escaleras de incendio del edificio del enfrente, un inmueble abandonado y olvidado incluso por los vagabundos que podrían pensar en él como refugio. Estaba construido a la vieja usanza, de aquellos que una vez dominaron el paisaje de la Tierra, en pequeñas ciudades cuyos edificios apenas llegaban a los diez pisos y que los hombres reprodujeron al llegar a otros planetas, cuando había espacio para todos. Y que ahora formaban parte de las zonas marginales de las ciudades.

Comenzó a caminar con paso lento y firme, siempre con la vista al frente pero con la mirada perdida, sin reparar en lo que sucedía a su alrededor.

-----

En el almacén de la pequeña tienda de licores se desarrollaba un alboroto inusual a lo que estaban acostumbrados los pequeños comerciantes de la zona, pero por desgracia, la tranquilidad nunca es eterna.

-¡Te dijimos que vendríamos a por el dinero esta noche¿No me has oído, viejo?- Un hombre con el pelo recogido en una coleta hablaba detrás de otro de grandes proporciones que agarraba al anciano propietario por el cuello, como aquel que levanta a un bebé en brazos. A ambos lados, otros dos hombres observaban divertidos el espectáculo sin intervenir. Y un quinto agarraba por detrás a una joven de corta edad, amenazándola con un cuchillo.

- ¿Cómo¿Qué no lo tienes?

- Eso no está bien¿no lo sabías? - Añadió uno de los que observaba mientras se acercaba a la chica y arrebataba el cuchillo a su compañero.

- Yo…ya os entregué todo lo que podía pagar - respondió a duras penas el anciano.

- No es suficiente, tu limosna no hará que te dejemos en paz. Seguro que tienes algo más por ahí escondido. - Respondió mientras pasaba el filo del cuchillo por el rostro de la joven.

- ¡No lo hagas, no puedo darte más.

- Ya te hemos advertido varias veces. Tú lo has querido, le sacaremos los ojos a tu preciosa nieta.

- No es posible que los Red Dragon os hayáis convertido en unos simples matones y nos extorsionéis de esta forma.

- Para sobrevivir, hay que evolucionar. O comes o te comen.

Los ojos del viejo se abrieron de par en par en señal de desesperación. El cuchillo avanzaba sin remedio hacia los ojos de la joven que se revolvía entre los brazos del hombre.

- Um, tú lo has dicho, o comes o te comen…Comidos.

El matón del cuchillo se volvió hacia el lugar de donde provenía la voz, pero un intenso humo invadió el almacén. Al girarse rápidamente escuchó un disparo y sintió como el cuerpo de su compañero se golpeaba contra el suelo. El hombre de gran tamaño soltó al anciano y empuñó la pistola al igual que los demás, mirando hacia todos los lados.

De repente la puerta del almacén se abrió con un fuerte golpe y el viejo y la joven salieron corriendo como empujados por una fuerza sobrenatural que les guiaba. Los hombres comenzaron a disparar hacia aquella dirección, pero la puerta se volvió a cerrar y una lluvia de disparos les llegó desde el lado opuesto. Totalmente desorientados dispararon sin control mientras el humo se iba evaporando y las botellas de las estanterías estallaban en mil pedazos. El grandullón cayó contra una de las cajas rompiéndose en trozos bajo el peso inerte de aquel hombre. Al segundo, una silueta aparecía detrás del hombre de la coleta y éste, acto seguido se derrumbaba hacia atrás, herido de muerte en el estómago por su compañero que intentaba acabar con la figura que se escabullía entre las cajas. Sin embargo, mientras este hombre caía muerto una pistola encañonó al matón que acababa de disparar utilizando el inerme cuerpo de escudo.

Sólo quedaba uno, el hombre que había amenazado con el cuchillo a la chica, que disparaba sin cesar escondido detrás de una estantería. Paró, intentando averiguar donde se hallaba la persona que acababa de terminar con su grupo. Ni un solo ruido se escuchaba, sólo el del licor goteando contra el suelo y el de la bombilla que se apagaba y encendía continuamente. De repente, una botella cayó a su espalda, pero al girar la cabeza no vio nada, salvo la botella intacta que rodaba hacia él. La oscuridad se hizo de nuevo medio segundo y cuando volvió la luz, la figura apareció delante de él, desarmada. El matón apuntó, disparando en el momento en el que la iluminación volvía a irse, pero al retornar de nuevo, sintió el frío metal de una pistola en su sien y al hacerse la oscuridad, la luz ya no regresó jamás para él.

-----

El triste blues que el saxofonista tocaba era la música perfecta para aquel bar, donde la mayoría de las mesas estaban ocupadas por personas que bebían en solitario. Al igual que la mujer de exuberante cuerpo que apoyaba la mejilla en su mano, sentada en la barra, con un vaso de whisky enfrente cuyos hielos crujían ya medio deshechos y un boleto de apuestas de las carreras nocturnas de galgos. Alguno que otro posaba su mirada en ella, recorriéndola de arriba abajo, observando como los pantalones vaqueros gris oscuro se ajustaban perfectamente a sus largas piernas. Unas botas negras de cuero sin tacón cubrían los pantalones hasta las rodillas y una camiseta blanca de tirante ancho y apenas con escote se ceñía sobre su piel resaltando la voluptuosidad de su pecho. El pelo negro caía a ambos lados de su cara sujeto por una cinta donde a la vez, reposaban unas gafas de sol oscuras. Algún otro no la miraba a ella, sino al cigarrillo que se consumía lentamente en su mano sin que, ni una sola vez, se le llevara a los labios, salvo cuando dio la primera calada para encenderle. Pero ella permanecía con la vista perdida al frente.

Alguien entró y se sentó en el otro extremo de la barra. Y algo de la conversación que mantenía con el camarero, atrajo su atención.

- ¿Sabes lo último?

- No¿qué es? - respondió el camarero mientras le llenaba el vaso.

- Acaban de encontrar a cinco de los Red Dragon tiroteados en una tienda de licores.- Al escuchar aquello, Faye giró la cabeza hacia los dos hombres. De nuevo aquel nombre, Red Dragon, que había intentado borrar de su memoria y que había terminado por separar a la tripulación de la Bebop, su única familia.

- ¿Otra vez?

- Al parecer estaban cobrando una comisión y parecen que han salido escaldados.

- ¿Y se sabe quién ha sido?

- Pues no. El dueño de la tienda dice que no pudo ver nada, ni tampoco su nieta - el hombre se llevó el vaso a los labios y continuó - pero que creía que se trataba de una sola persona.

El camarero, pensativo, dejó de secar el vaso que tenía entre las manos.

- ¿Qué raro? Las otras veces también creen que se trataba de una única persona, aunque lo más lógico es que las organizaciones rivales manden a un grupo, no a una sola persona.

- Parece que alguien se está cargando a los miembros de los Red Dragon.

- ¿Y por qué alguien se iba a arriesgar tanto? Tendría que tener una motivación muy fuerte.

- Venganza.

Faye, por primera vez, cambió la taciturna expresión de su rostro a otra indefinible, difícil de averiguar lo que pasaba por su cabeza, entre asombro y extrañeza.

-¿Venganza? - Repitió como un loro el camarero.- ¿Y por qué?

- No lo sé, pero es lo único que se me ocurre¿no crees?

- Um, interesante teoría ¿También está de acuerdo con ella? - Se dirigió a Faye que todavía seguía con la mirada fija en ellos.

La mujer no respondió al instante, sino que permaneció en silencio, ignorándoles, como si no estuvieran allí, como si ella misma no estuviera allí y sólo pudiera oír la taciturna melodía del saxofón inundando sus sentidos y volviéndola cada vez más pesada, hasta casi llegar a la extenuación, sintiendo como cada nota penetraba su piel y la asía fuertemente, incapaz de poder moverse, incapaz de hablar e incluso de pensar. Sin embargo, escuchó unas palabras próximas a ella, como si alguien estuviera hablando a su lado, pero no había nadie tan cerca, si no que salían directamente de su garganta sin que ella misma supiera lo que iban a decir hasta que no fueron pronunciadas al aire.

- No puede ser. Los muertos no pueden vengarse. - Despertando de la ensoñación en la que se hallaba, Faye giró de nuevo la cabeza hacia aquel punto inexistente al que había estado mirando desde que había llegado, al que siempre miraba cuando se sentaba en aquel asiento, en aquel bar.

El hombre que había comenzado la conversación la miró extrañado, no comprendía lo que quería decir aquella mujer, parecía ilógico. Faye, por su parte, haciendo caso omiso a lo que pudieran pensar de ella, apagó el cigarro en el cenicero y sin hacer ni un gesto de despedida al camarero, cogió la cazadora y se fue. Sin embargo, aquel hombre la siguió con la mirada hasta que Faye desapareció por la puerta del local, y al instante se volvió hacia el camarero con gesto sorprendido.

- ¿Qué ha querido decir?

- A saber. - Le respondió con cierto aire de resignación.

- ¿Quién es¿Cómo se llama?

- No lo sé. - Dijo vagamente, mientras fijaba su vista en el lugar que había ocupado Faye momentos atrás. En cambio, el otro le miraba a él, observando como su cara adquiría una enigmática expresión al hablar sobre ella.

- Siempre se sienta en el mismo sitio, pide un vaso de whisky que no bebe y enciende un cigarrillo que no fuma. Siempre tiene la mirada perdida y apenas contesta cuando se le habla.

- ¿Cómo? - Esta vez, fue él quien miró hacia el rincón de la barra en la que había permanecido apoyada, intentando imaginar la escena día tras día. - Qué mujer más rara.

- No, interesante mujer.

-----

Los pasos la llevaron hacia el puerto, sin que ella decidiera en ningún momento donde quería ir. Y se encontró de repente, de pies, en el muelle, observando las luces de las naves y barcos que descansaban allí en contraste con las aguas oscuras que los rodeaban. Y se descubrió mirando hacia donde tantas otras veces había atracado la Bebop. En su lugar se hallaba una flamante nave de lujo, en la que por lo que se podía ver, se estaba celebrando una fiesta por todo lo alto.

- ¡Eh! Tú¿te vienes con nosotros?

A su lado se pararon dos hombres con síntomas de estar un poco embriagados, mirándola con cara más que inequívoca de lascivia. Faye ni se dignó a volverse.

- ¿No nos oyes, nena¿Te estamos invitando a venir a esa fiesta? - Apuntó uno de los dos hacia la lujosa nave.

- Vente, seguro que dentro no hay nada mejor que tú, preciosa.

Como Faye no les respondía, uno de los hombres pareció tomar aquello como un síntoma de asentimiento y se atrevió a pasar el brazo por los hombros de la joven.

- No me toques

- ¿Qué¿Estás de broma, preciosa?

Faye giró la cabeza, mirándole con una extraordinaria frialdad como única respuesta. A aquel, en cambio, su actitud le debió resultar terriblemente excitante y le sonrió con una estúpida expresión en sus labios.

- Oh, preciosa, vam… ¿qué?... aghhhh…

El cañón de una pistola introduciéndose en su boca impidió que continuase hablando. Abrió de forma desmesurada los ojos al darse cuenta que la muñequita a la que se dirigía le apuntaba con un arma y parecía que no tendría reparos en utilizarla.

- Deberíais haberos ido a casa a la hora que os dijo vuestra mamá, en vez de caminar solos por las calles de esta peligrosa ciudad.

En su voz, aunque medio burlona, había una carencia de emoción que asustaba. Miró hacia el otro hombre instándole a que cogiera a su amigo y se largara corriendo de allí, como el único acto misericordioso que les iba a conceder por haberla molestado. Pero aquel no estaba dispuesto a ser humillado de esa manera.

- ¡Oye, tú, suelta a mi amigo! - Dijo mientras se llevaba la mano debajo de la chaqueta.

- Será mejor que ni lo intentes.

Faye empujó la pistola aún más contra la boca del otro tipo, resbalando su dedo por el gatillo y apretándolo levemente, lo justo para que el mínimo movimiento hiciera que una bala se alojara permanentemente en el cerebro de aquel estúpido. Sin embargo, el hombre no le hizo caso y sacó su pistola. Antes de que pudiera incluso apuntarla, Faye lanzó con todas sus fuerzas a su compañero al agua y rodando por el suelo se situó detrás de él, posando su arma en la sien. Sintió como el cuerpo de aquel se tensaba y como el miedo se adueñaba de él.

- Oye nena, no te hemos hecho nada, solo te hemos invitado a venir a una fiesta.

- No me gustan las fiestas.

- No vas a hacerme nada¿verdad, nena? - La voz le temblaba por momentos y lo único que hacía era mirar su arma en la mano sin poder utilizarla para defenderse.

- A tu amigo no me apetecía matarle pero a ti sí. Odio que me llamen nena y nadie antes lo hizo que me diera más asco que tú.

Notó la pistola presionar aún más fuerte contra su piel. Un escalofrío le recorrió la espalda.

- No, por favor nen…

Faye le golpeó en las rodillas haciéndole caer al suelo y que la pistola volara varios metros lejos de ellos. Entonces, volvió apoyar con fuerza el arma contra su nuca.

- ¿Qué te había dicho?

Aún así, la voz de Faye era fría y metálica, casi como si tratara de un robot repitiendo lo que anteriormente le habían programado. Era como si lo que decía no correspondiese con lo que sentía, en ningún momento mostraba rabia o enfado, no más que, quizás, un simple hastío.

El hombre tendido en el suelo intentó recordar cuál había sido su pecado, pero el ruido del gatillo al apretarlo, antes imperceptible cuando apuntaba a su amigo, resonó en sus oídos con fuerza. Sin embargo, el arma no llegó a disparar.

Faye agarró con violencia al hombre por detrás y lo hizo levantar.

- Has tenido suerte, estas cosas siempre me aburren. Hazte un favor, la próxima vez que veas a una mujer sola, cámbiate de acera.

Le golpeó con la empuñadura de la pistola y le empujó hacia delante, cayendo entre la oscuridad de las aguas.

-----

La actividad de la ciudad se desarrollaba de forma frenética, como era lo acostumbrado a aquella hora, en la que de los puestos de comida provenía un exquisito aroma que se mezclaba con un cierto olor a suciedad que caracterizaba la ciudad. La gente se agolpaba en la calle, caminando de un lado para otro y deteniéndose enfrente de las tiendecillas para observar la variedad de objetos que allí se exhibían o para tomar un trago o una cena rápida. En uno de los puestos, Faye había hecho lo propio, con un plato de pollo, del que apenas sí había comido gran cosa y al que ahora daba la espalda dirigiendo su atención de nuevo hacia el muelle. La noche era clara, las estrellas brillaban con fuerza y la silueta de los barcos contra aquel fondo se dibujaba a la perfección. Y Faye había olvidado de nuevo donde se hallaba y podía empaparse de la tranquilidad que parecía rodear el puerto desde la distancia, pero no era así, algo en aquella dirección siempre la perturbaba y sabía perfectamente de qué se trataba. Por eso evitaba acercarse por esta zona, para evadir antiguos fantasmas que prefería olvidar. Desde que todo ocurrió, sólo había regresado dos veces y una de ellas había sido esta noche. Esta noche cálida y brillante, después de una lluvia torrencial, algunos dirían que reconfortante, pero ella no, nunca osaría. Aunque pasaran mil noches iguales, nunca se acostumbraría a la sensación que le producía y prefirió apartarlo de su mente una vez más, no merecía la pena gastar el tiempo se dijo cínicamente, como si alguna vez consiguiera borrarlo de su memoria.

En el horizonte, una estrella recorrió a gran velocidad el cielo hasta finalmente desaparecer. Faye la contempló preguntándose cuanta gente habría pedido un deseo al mismo tiempo. Recordó que una vez, ella misma había mirado al cielo de noche y había esperado expectante la aparición de alguna estrella fugaz, nerviosa porque le diera tiempo a formular una petición antes de que desapareciera. De eso hacia mucho tiempo, tanto que la mayoría de gente que la rodeaban ni siquiera habían contemplado el mismo cielo que ella, desde la Tierra, antes de que fuera presa de los meteoritos, cuando todavía había lugares hermosos en los que vivir. Sí, aquel cielo nunca volvería a ser igual, ni siquiera como el de hace no tanto tiempo y todo porque ella ya no volvería a ser la misma. Y odiaba recordarlo tan a menudo, porque odiaba a la chica que alguna vez fue, odiaba a la que joven que se reconstruyó con retazos de un futuro que no la pertenecía y a la mujer que tuvo esperanza a pesar del dolor que la atenazaba. Ahora veía todo con la claridad que debió ser, con la sangre fría que este mundo requería para no ser destrozado, pero eso, ya tampoco le importaba mucho.

Por debajo de las gafas de sol miró al reloj, todavía era pronto, pero aún debía recorrer el camino de vuelta hasta el otro extremo de la ciudad. Debería haber cogido el coche, sin embargo, nunca se imaginó que iba a llegar tan lejos, había sido sin saber muy bien cómo. Se levantó, sin pararse en terminar el plato y emprendió de nuevo el camino, con ese paso pausado pero constante y la mirada siempre fija en el frente, como aquel que le importa muy poco lo que sucede a su alrededor.

--------------------------------------------------------------------------------------------

Bueno, este es el primer capítulo. Espero que osguste y que no resulte un poco pesado, ya que nunca había publicado nada anteriormente y no sé que tal estará, ya que soy siempre un poco pesimista con las cosas que escribo y al final nunca me atrevo a publicarlo. ¡Qué se le va a hacer!

Muchas gracias...