Había pasado un tiempo ya desde que aquél joven amigo suyo se unió a su equipo de trabajo como su asistente, y a pesar de las dudas que tenía sobre él y de que no estaba nada de acuerdo con aquellos cabellos rubios tan llamativos rondando por su oficina y su casa, el chico había cumplido con diligencia y precisión la mayoría de los encargos que le dejaba. Aquello era algo que le complacía bastante a Jumin Han quien, por sobretodos, gustaba del trabajo bien hecho aunque no siempre se lo reconociera a sus colegas, sin embargo, no era el buen desempeño del menor lo que había estado llamando su atención, sino una particularidad de él que quizás ni el mismo Yoosung Kim se había percatado y pensaba aprovechar aquella oportunidad para hacérselo saber.
Ese día debían encontrarse en su propio departamento, como era costumbre a veces, ya que finalmente el menor era su asistente personal. Lo que necesitaba aquella ocasión, era un encargo personal que le había solicitado previamente, se trataba de comprar un collar para Elizabeth 3rd, aunque no le dio ninguna especificación además de eso, había planeado aquello como una prueba para el menor, ya que el joven empresario tenía en mente un proyecto relacionado con la joyería para gatos y requería que su joven asistente, quien ya había hecho un reporte al respecto, pudiera manejar bien aquél tema para que el proyecto en cuestión llevara un buen progreso.
Había comenzado a oscurecer cuando por fin el jefe de seguridad se comunicó con él para informarle que el menor había llegado a su propiedad, así que le dejó entrar como era costumbre, mientras que él se encargaba de terminar el fino vino que estaba degustando.
–Yoosung, espero que hayas conseguido un collar que combine con la elegancia y la sublime belleza de Elizabeth 3rd —Musitó el de cabellos azabache mientras deslizaba suavemente su mano libre sobre el fino pelaje de su preciada mascota, quien yacía alegremente en su regazo, dejando escuchar un suave maullido que parecía alentar a su amo a que la siguiera mimando, ante lo cual éste simplemente soltó un suspiro.—Ah, Elizabeth 3rd, definitivamente no hay criatura que pueda superar tu belleza…aunque ahora debo corroborar que Yoosung haya hecho bien su trabajo, espero que sea diferente al decepcionante reporte que entregaste hace unos días —Dijo, dirigiéndose al menor en aquella última parte, a quien analizaba fríamente con la mirada, lo hacía así porque le gustaba obtener aquella reacción acalorada y nerviosa de parte del menor, era como si éste no se diera cuenta del efecto que tenía su mirada, o quizás simplemente intentaba ignorarle.
–No es culpa mía que el reporte haya sido malo, había cosas imposibles de agregar, ¿cómo voy a saber qué es lo que piensa un gato de la joyería? Es algo desquiciado, ¡los gatos ni siquiera pueden hablar! –Le reclamó con un tono infantil a su ahora jefe, quien más que molesto, parecía interesado con aquella idea y tomó su libreta de notas para anotar en ella aquél nuevo proyecto que se le había ocurrido gracias al comentario del menor: "Tecnología para poder comunicarse con los gatos", citaba. Aunque pronto le devolvió la atención al rubio, pidiéndole una vez más que le mostrara aquél collar que había seleccionado para su adorada mascota.
–No había demasiadas opciones en las tiendas a las que fui, pero esto fue lo mejor que encontré –Soltó el rubio con nervios, sacando una pequeña caja de la bolsa de compras que llevaba, y al abrirla le dejó ver un collar de piel de color rosa de muy mal gusto, el cual venía unido a una correa del mismo estilo, parecía que lo había conseguido en una tienda cualquiera de mascotas, lo cual le molestó bastante al de cabellos oscuros, especialmente porque su hermosa mascota maullaba quejosa tras que el menor les mostrara aquella adquisición.
–Espero que esto sea una broma… ¿Crees en verdad que Elizabeth 3rd usaría algo tan vulgar como esto? –Le espetó al rubio, plasmando en cada una de sus palabras la frustración que experimentaba.
El más joven no hizo más que titubear apenado, intentando defender aquella compra que había realizado y en la que se había esforzado bastante, ya que había tenido que recorrer casi toda la ciudad en busca de algo que pudiera saciar las expectativas de su jefe, aunque éste no planeaba escucharle, simplemente se levantó de su asiento, dejando libre a su objeto de adoración para poder acercarse al menor. Tomó aquella correa que sostenía, y sin mediar palabra alguna con él, le colocó el collar en el cuello, tirando un poco de la correa para ajustarlo a aquella zona mientras le arrinconaba frente al espejo para que se mirara.
—¿Puedes imaginar cómo se sentiría Elizabeth 3rd usando esto? –Le preguntó con malicia en un susurro, sonriendo para sí mismo al notar el increíble sonrojo que se formaba en el rostro del menor, llegando a sentirse algo acalorado por la expresión de sorpresa que el otro le mostraba, pues a pesar de que parecía querer resistirse a él, en su mirada notaba un brillo que podía reconocer.
–Quizás esto vaya mejor contigo, ¿no lo crees? Parece que te gustan éste tipo de cosas vulgares –Soltó el azabache con plena lascivia, sonriendo un poco por la manera en que el rubio se estremeció ante sus palabras.
–¡Jumin…! ¿Qué estás haciendo? Suéltame ya, no me gustan éste tipo de juegos –Reclamó el menor, intentando quitarse aquél collar por él mismo, aunque al ver que el mayor sólo tiraba más de la correa ante sus esfuerzos por liberarse, decidió ceder, creyendo que podía negociar con el otro de alguna manera, pues comenzaba a sentirse muy incómodo, no sólo por las agresivas acciones del mayor, sino porque su cuerpo comenzaba a reaccionar de una manera extraña y opuesta a lo que desearía, aunque para su infortunio, el mayor no dejó pasar aquello por alto.
–No estaba equivocado…eres tan vulgar como pareces, poniéndote duro en una situación así, en manos de un hombre...–Dijo el mayor con una amplia sonrisa dibujada en sus labios, dejándole ver un poco de la lascivia que despertaba en él por tenerle sometido de esa manera, y más aún, al comprobar que definitivamente el más joven poseía aquellos instintos tan opuestos a los propios, pero que finalmente terminaban complementándose de buena manera.
Se sentía tan satisfecho en aquellos momentos, era justo lo que había imaginado al analizar al menor durante su interacción, y ahora que tenía aquella oportunidad de descubrir todo el potencial del más joven en ese campo, no le iba a dejar escapar.
