Me desperté con los pasos que se escuchaban a lo largo del pasillo.
Gemí y me di la vuelta bajo mi sábana dispuesta a dormir de nuevo, pero poco pude hacer. En ese momento, escuché como la puerta de mi habitación se abría señalando de que había alguien.
—¡Kagome, arriba!
Me acurruqué aún mas y escondí mi cabeza bajo la almohada soltando un suspiro.
—Por favor, déjame un rato mas...— fue mi patético intento para que me dejara.
—Vamos, lo dije ayer. ¡Hoy es día de limpieza!— exclamó con voz alegre y de pronto, tiraron de mi sábana dejándome al descubierto.
Gruñí y cuando abrí mis ojos, fulminé a Kate con mi mirada. ¿Cómo podía tener tanta energía tan temprano? Ésta, en cambio, me sonrió inocente y pasó sus manos por mi pelo en una caricia. Como si fuera una niña pequeña.
—Buenos días, dormilona— saludó y después, con un movimiento de mano se despidió mientras se daba la vuelta aún sin quitar la sonrisa de su rostro— El desayuno ya está listo y en la mesa, así que arriba.
Y se marchó de mi habitación tal cual había venido.
Un suspiro salió de mis labios mientras cerraba los ojos con frustración. Cuando a Kate se le metía algo en su cabeza no había quién se lo sacara y ayer tuvo la imperiosa necesidad de que nuestro apartamento estuviera como los chorros del oro, por eso, mientas cenábamos, anunció tan campante que mañana habría que levantarse temprano para hacer limpieza general. Yo, por supuesto, me negué y me quejé, pero todos y cada unos de mis reclamos no sirvieron para nada.
Ladeé mi rostro y abriendo los ojos, miré el reloj que tenía en mi mesita de noche. Las nueve de la mañana. Y si ayer, mas o menos, me había dormido sobre las 4... ¿significa que había dormido solo 5 horas?
Iba a matar a Kate.
Nuestro apartamento no era cosa del otro mundo. Dos habitaciones, un salón, una salita, una cocina y un cuarto de baño. No era muy grande, comparada con la casa donde me había criado desde pequeña. Lo que si tenía, era que cada una guardábamos muchas de nuestras cosas. Y con guardamos y muchas, me refiero a que Kate lo hace y bastante. Ella es de padre estadounidense y de madre japonesa. Había vivido toda su vida en Estados Unidos, pero al cumplir los 18 decidió venirse aquí a vivir junto con su familia materna. Es por eso, que la mayoría de sus cosas que tenía allí, se las había traído y las de ahora ya no sabía ni donde guardarlas.
—Anoche estuve hablando con Ryu— me empezó a contar Kate mientras se dedicaba a limpiar el polvo de una de las estanterías. A sus veinte años (dos menos que yo), su pelo rubio lo tenía recogido en un moño mientras que sus ojos azules estaban tras sus inseparables gafas de montura negra. Kate era delgada y alta. Ella era lo que se podía decir una estadounidense de pura cepa.
Cerré el grifo donde estaba terminando de fregar los utensilio del desayuno y dirigiéndome hacia donde estaba ella, alcé una de mis cejas incrédula.
—Pero... ¿no estabais enfadados?— cuestioné. No sabía muy bien como tomarme esa relación de mi amiga y su compañero de trabajo puesto que se llevaban mas tiempo discutiendo que charlando amigable.
Algo se removió en mi interior.
—Empezó él— respondió encogiéndose de hombros.
Una risa incrédula salió de mis labios y negando me dirigí a mi habitación. Trabajaba en una cafetería que había a pocas calles de donde estaba nuestro apartamento mientras que hacía sus prácticas de peluquería. Allí en la cafetería trabajaba también nuestro famoso Ryu. En cambio, yo me había decantado por la enseñanza. Adoraba a los niños y una sensación agradable me recorría cuando sentía la mirada de estos llenos de curiosidad y ganas de aprender clavadas en mi.
—Empezó él y tú le seguiste el royo, ¿no?— pregunté divertida. Aunque se hiciera la desinteresada sabía que a Kate le encantaba que Ryu fuera el primero en hablarle. Según me dijo una vez, con unas copas de más, la hacía sentir importante.
—Esta vez yo tenía razón. No puedo disculparme cuando la que lleva la razón soy yo— argumentó con voz prepotente y elevada para que yo pudiera enterarme.
—Sí, claro, Katie, tú siempre llevas la razón— acepté con resignación. Kate cuando quería podía ser muy orgullosa y cabezota. Abrí la puerta y me dediqué a hacer mi cama— Pero... ¿cuándo va a ser la boda?
Mientras colocaba la almohada en su sitio esperé, y, entonces, se escuchó el esperado ruido de un libro cayendo de sus manos por mi pregunta. Ahogué una carcajada que quería salir de mis labios. También era demasiado predecible para mi. Conté tres segundos antes de que apareciera la rubia en la puerta de mi habitación fulminándome con la mirada.
—¿Si?— pregunté intentando esconder mi sonrisa pero fracasando estrepitosamente.
Kate entrecerró sus ojo.
—Te odio
Y se marchó a seguir su labor.
Ahora sí, las carcajadas salieron de mis labios.
La mañana pasó sin ningún otro contratiempo. Mientras recogíamos toda la casa, Kate se llevó un rato sin hablarme enfurruñada, pero cuando se tranquilizó, volvió a ser como era siempre y no hubo nadie (en este caso yo) que la callara.
Se encontraba hablando sobre lo aburrido que resultaba trabajar en Free, la cafetería donde trabajaba a medio tiempo, cuando ocurrió.
El sonido de la puerta nos alertó a las dos.
Frunciendo el ceño, me asomé por la puerta de mi habitación y me encontré con la mirada curiosa de Kate. Fue ella a abrir puesto que se encontraba mas cerca. Los segundos pasaron en los que escuché el sonido de la puerta al abrirse, una pequeña y escueta conversación y un "gracias" de parte de Kate de cerrar.
Cuando apareció de nuevo por el pasillo que daba a las habitación, me la encontré examinando una caja de madera que llevaba en la mano.
—¿Qué es?— pregunté curiosa. Kate elevó sus ojos a los míos y con un encogimiento de hombros me la tendió.
—No lo sé, me la han dado para ti.
La extrañeza se apoderó de mi cuerpo. ¿Para mi? ¿Quién me la habría mandado? ¿Qué había en su interior?
Cogí la caja. Era de madera de un marón suave. En la tapa, arriba del todo, tenía un relieve que mostraba dos grandes alas que abarcaba todo lo ancho y en el centro de unión de ambas alas había una pequeña esfera. Un cierre de metal color oro lo tapaba y por una cadena de ahí colgaba una pequeña llave también de color oro. En la parte de los laterales estaba liso y en la baja, me di cuenta cuando le di la vuelta, había como tres arañazos pequeños como si estuvieran hecho por un gato. Eso me intrigó aún más. La caja parecía elegante y cara... ¿por qué pondrían eso ahí? ¿Sería parte del adorno?
—¿Sabes quién puede habértela enviado?— preguntó, entonces, Kate, sacándome de mi ensoñación.
Parpadeé varias veces para aclarar mi mente antes de negar con la cabeza.
—No— murmuré.
Sin decir nada más, me di la vuelta y entré a mi habitación cerrando la puerta detrás de mi con mi vista clavada otra vez en la caja. Una de las cosas buenas de Kate era que te dejaba tu espacio y esperaba que tu fueras a ella cuando estuvieras mejor.
Me senté en la cama y dejé la caja enfrente mía.
¿Qué podía ser? ¿Quién querría dármela? ¿Por qué? ¿Qué había en su interior?
Para averiguarlo tendré que abrirlo...
Y sin esperar a nada más, cogí la llave que colgaba de la cerradura y la metí antes de escuchar el suave clic que anunciaba que se había abierto.
Mi corazón se paró literalmente por unos segundos cuando descubrí lo que había en su interior.
No podía ser...
Con manos temblorosas cogí lo primero que vi. Lo que atrajo toda mi atención.
Era un perla. Una perla de color morado con algunos destellos en color mas claro que estaba haciendo uso llavero o una cosa así.
Un amuleto de la suerte.
—¡Esto garantizará tu pase! Esta Perla de Shikon se dice que otorga cualquier deseo. La sacerdotisa y los demonios comprometidos en una fiera batalla... y se dice que al final, cuando la persona que obtuvo la Perla de Shikon pidió el único deseo correcto la perla fue purificada y desapareció de este mundo.
La voz de mi abuelo resonó en mi mente, aturdiéndome. Gemí y llevé mi mano hacia mi cabeza. Un pequeño dolor se estaba formando en mi sien. Observé fijamente la perla intentando averiguar que es lo que ocurría. Sí, ahora recuerdo. Esta perla se vendían en el templo de mi abuelo como amuleto para que te diera buena suerte y una vez que estuve preocupada por mi exámenes me la dio... pero... ¿por qué me preocupé tanto por saber el deseo correcto después de escucharlo? ¿Por qué me contó el abuelo eso? Y... ¿qué tenía que ver eso con el misterioso de la caja?
Cogiendo aire para tranquilizarme, porque todo esto me estaba dando de pronto muy mala espina, dejé la perla a un lado y seguí viendo mas cosas.
Lo próximo en lo que me fijé fue en un trozo de tela rojo.
Mi pañuelo del uniforme del instituto.
Lo cogí con sorpresa. ¿Cómo había llegado a parar esto aquí? Se me habían perdido unos pocos durante esos años... pero... ¿de ahí a devolvermelo un desconocido? ¿Qué extraño juego era este?
Su textura era suave y se notaba que estaba arrugado, como si lo hubieran estrujado con una mano con fuerza. Además, según me daba cuenta, era como si no se hubiera lavado en mucho tiempo y, al contrario de lo que hubiera parecido, no olía mal, sino que a mi nariz llegaba un olor dulce pero a la vez intenso.
Sentí como se me ponían los pelos de puntas.
¿Por qué me resultaba este olor tan agradable... y tan familiar? Era como una mezcla entre bosque, menta y sudor.
—Creo que me estoy volviendo loca— susurré para mi haciendo una mueca.
Pero en contra de mis palabras, me llevé el trozo a la nariz para inspirar su aroma una vez mas. Cada vea que el olor llegaba a mí, sentía como si una profunda puerta de mi corazón se abría, dejando paso a algo que había ahí escondido. Y debo decir que no sabía ni que existía esa puerta. También, una presión había aparecido en mi pecho, pero cada vez que el olor llegaba a mi, poco a poco disminuía, aunque no desaparecía del todo.
—¿Qué es todo esto?— me volví a decir para mi.
Un poco reticente dejé el trozo de tela junto a la perla y volví a explorar el contenido de la caja, cada vez mas deseosa de saber lo que ocultaba y el significado de ésta. Ahora lo sentía en mi interior, algo que bullía, que gritaba, que quería salir de su prisión. No estaba muy segura lo que era pero tenía que averiguarlo y de lo que sí estaba segura era que todo esto me iba ayudar en lo que quería.
Esta vez, mis ojos se encontraron un pequeño frasco vacío. Se notaba que era viejo y tenía algún que otro arañazo como si hubiera tenido una vida difícil. Estaba cubierto de un poco de polvo y su tapón era de corcho.
No estaba segura si sostenerlo, porque se veía como si fuera muy frágil, el cual al menor movimiento estallaría en mil pedazos. Parecía como si estuviera conteniéndose a exhalar su último aliento.
Me mordí el labio inferior indecisa, pero, al final, terminé sosteniéndolo en mi mano. Cuando lo alcé me di cuenta de una pequeña cadenita que rodeaba el cuello del frasco. Era bastante larga, lo que significaba que había sido utilizado como colgante. ¿Qué es lo que habría llevado en su interior?
De pronto, me pareció ver un resplandeciente brillo y mis ojos se abrieron de asombro. Era... como el reflejo de un trozo de cristal en su interior.
Mi corazón de pronto se aceleró cuando una imagen apareció en mi mente.
Era mi antigua habitación. Todo parecía igual. La cama junto a la ventana con su colcha rosa, el escritorio en la pared de enfrente con su silla y estantería y en la pared paralela de la ventana el armario. Justo encima del escritorio estaba mi libro de matemáticas junto con el cuaderno y mi lápiz, como si en ese momento estuviera estudiando y en la esquina de la tabla... estaba el frasco. Ese mismo frasco. Y en el interior tres pequeños fragmentos que brillaban por la luz del sol. En ese momento, se abrió mi ventana y...
—¡No!— chillé, involuntariamente, cortando ese pensamiento de raíz. Esta vez me llevé ambas manos a la cabeza y un siseo bajo salió de mis labios. Me dolía la cabeza. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué era todo esto? ¿Por qué estaba ocurriendo?
Los segundos pasaron en los que intenté normalizar mi respiración que se había acelerado junto con los latidos de mi corazón. Inspiraba profundamente y soltaba todo el aire del tirón, dejando mientras la mente en blanco. Poco a poco la ansiedad fue menguando y con ello el dolor de cabeza.
Me restregué los ojos, de pronto, sintiéndome muy cansada. En ese momento recordé que todavía tenía el frasco en mi mano por lo que con mucho cuidado lo dejé con las demás cosas y soltando un suspiro me levanté de la cama.
Sentí todos mis músculos tensos así que me desperecé alzando mis brazos sobre mi cabeza.
Me dirigí hacia la ventana y mis ojos se dedicaron a observar a las personas que iban de un lado para otro por las calles de Chiba. Cuando me dieron las prácticas de Chiba no dudé ni un momento el tener que cambiarme de cuidad, es más, deseaba un cambio de aire. Estaba relativamente cerca de mi hogar y podía ir a visitar a mi familia cuando quisiera, pero en realidad habían sido ellos los me habían visitado a mi puesto que siempre estaba muy ocupada con el trabajo. Me enteré por una compañera de mi escuela que iba a Free donde trabajaba Kate que ella buscaba una chica para ser su compañera de piso y sin pensarlo mucho fui a informarme.
De fondo podía oír la radio que casi siempre tenía encendida Kate cuando estaba en su habitación. Ella me había pegado un poco su gusto por la música inglesa y había alguna que me gustaban. Esta vez la canción tenía ritmo y cuando me di cuenta, me encontraba tatareándola.
Una, dos, tres canciones estuve escuchando antes de que Kate apagara la radio, prácticamente no pensando en nada. No queriendo pensar en nada.
—¡Kagome!— escuché como me llamaba entonces Kate desde el otro lado.
—¡Dime!— le dije yo en respuesta.
—¡Me voy a trabajar, ¿quieres que te traiga algo de cenar?!
Cuando le tocaba a ella el turno de tarde casi siempre me traía la cena puesto que yo a veces llegaba muy cansada del trabajo. Sonreí agradecida.
—¡No te preocupes, esta tarde saldré por ahí!— medio mentí. En realidad, no sabía que haría en la tarde.
—¡Bueno, vale! ¡Pues nos vemos esta noche! ¡Adiós!— sentí como se alejaba por los pasos y la disminución de su volumen.
—¡Adiós!— me despedí y se escuchó la puerta principal cerrarse.
No aparté la mirada de la calle y, en algún momento, me pareció ver a Kate agarrada a la cintura de un muchacho en la moto. Su pelo bronce era inconfundible. Ryu.
Subí una de mis manos y la posé en el el cristal que estaba un poco empañado por la humedad. Estábamos a finales de otoño y el frío ya se estaba haciendo notar mucho. La sensación de frío me recorrió todo el brazo hasta notarse en todo mi cuerpo, estremeciéndome. Me mordí el labio inferior con fuerza aguantándolo.
No me gustaba admitirlo, pero envidiaba la relación de Kate y Ryu. Hacía tiempo que conocía a Ryu y podía decir que era un buen chico. Era divertido, alegre, de gran corazón... aunque alguna veces un poco egocéntrico y orgulloso, pero una parte de mi pensaba que simplemente era así por molestar a Kate. No eran celos por el chico lo que sentía, puesto que Ryu simplemente era un buen amigo, sino mas bien... tener a alguien como él. A tu lado. Porque digan lo que digan, esos dos se querían y no podían disimularlo mucho. Había veces en las que cuando lo veía una fuerte presión se instalaba en mi pecho parecido... parecido a cuando vi mi pañuelo rojo.
Inconscientemente me giré y mis ojos viajaron hacia donde había dejado las cosas. No había querido pensar en eso, pero sin darme cuenta, mis pensamientos habían circulado libremente hasta ellos. Ahí estaban: la perla, el pañuelo y el frasco. ¿Qué tenían todo ellos en común? ¿Por qué me lo habían enviado? ¿Quién me lo había mandado? ¿Por qué lo había hecho? Muchas preguntan cruzaban mi mente confundida. Pero además, una pequeña parte de mi estaba asustada. Desde que había visto eso, cosas raras ocurrían en mi cuerpo. Y no tenía ni idea por qué.
Solamente sé que hay algo escondido en lo más profundo de mi corazón y eso está haciendo que salga a la luz, pero también había algo que me impedía recordarlo.
—¿Qué hago...?
¿Seguía o lo dejaba como estaba? ¿Abría o cerraba la puerta de mi interior? ¿Aguantaba o me rendía?
—¡Lo sé! Es normal, me paso el día corriendo detrás de demonios. Ahora me he vuelto mucho más fuerte que cuando me conociste. También me he vuelto una arquera bastante buena.
Mi cuerpo se paralizó ante la voz que cruzó mi mente. Esa... ¿era yo? ¿Yo había dicho eso? ¿Qué... habían significado esas palabras? ¿Cuándo había dicho yo eso? Otro estremecimiento me recorrió entera y supe que este no tenía nada que ver con que mi mano estuviera pegada a la ventana todavía.
Tenía que averiguar que es lo que pasaba.
Cogí aire profundamente, cerré los ojos para darme fuerza pues sentía como me empezaban a temblar las piernas y exhalando todo el aire de golpe, me di la vuelta.
Con pasos un poco vacilante me encaminé de nuevo hacia la cama y me senté en ella con cuidado de las cosas que había sacado. Mis ojos se escaparon hacia la tela y casi sin procesarlo apenas, lo cogí para volver a oler su fragancia. Y como sabía que pasaría, la presión que había en el pecho bajó de intensidad y lo que se escondía agazapado en mi corazón, rugió haciéndome saber que estaba ahí.
Sabría que pasaba.
Dejé la tela donde antes y, entonces, observé la caja. Ya no había mas objetos, sino que estaba vez había papeles en blanco y creí distinguir que eran fotografías al revés.
Agarré la primera y le di la vuelta.
Era de cuando estaba en el instituto, el día del festival al que acudí. En ella aparecíamos mis tres amigas: Yuka, Erika y Ayumi, y yo. Erika y yo estábamos vestidas para el teatro que nos tocaba representar.
Sentí como mi corazón se estrujaba y mis ojos me empezaban a picar.
Imágenes y recuerdos de ese día empezaron a venir a mi cabeza. Desde el coro donde tuve que hacer un solo por petición de Ayumi, las clases de cocinas con Yuka y la obra junto a Erika y Hojo... La felicidad de mi familia de estar conmigo en ese día...
El dolor de cabeza apareció de nuevo, pero esta vez decidí ignorarlo. Tenía que seguir.
Escruté minuciosamente la foto, intentando descubrir algo aunque sea. ¿Qué pasó ese día? ¿Por qué es tan importante? ¿Qué tenían que ver mis amigas? ¿Qué pasó en mi época de estudiante?
Ese día no había parado ni un momento, yendo de un lado para el otro... pero... ¿por qué hubo momento en los que me sentí asustada? Y... ¿por qué me sentí bien y mal a partes iguales al terminar la obra?
¿Por qué podía acordarme de los sentimientos pero no de los acontecimientos?
Metafóricamente me estrujé la cabeza intentando encontrar alguna explicación, pero nada me venía. Lo único que conseguí fue un dolor de cabeza aún mas fuerte. Tuve que cerrar los ojos por unos segundos para tranquilizarme y así poder seguir sin que me diera algo.
Lo siguiente que encontré fue un carnet. Mi carnet de identificación para asistir al examen de admisión a la preparatoria. Busqué en mi memoria y como siempre encontré mis sentimientos, no lo que pasó. Miedo, angustia, felicidad, nerviosismo, gratitud... ¿por qué? ¿Por qué me sentí de todas esas maneras durante ese día? Miedo, nerviosismo y angustia puede ser porque estaba a punto de hacer un examen muy importante... pero... ¿felicidad? ¿gratitud? ¿Por qué? O, mejor dicho, ¿hacia quién? ¿Qué es lo que pasó para que me sintiera así? ¿Qué tiene que ver esas cosas con las anteriores?
Y otro recuerdo apareció. Mi mochila con todas mis cosas se había quedado dentro del tren cuando cerró las puertas. El terror me inundó al ver como el tren empezaba a andar y mi cuerpo se paralizó ante la perspectiva de que no pudiera hacer el examen. Entonces oí la voz de Ayumi diciendo algo y mi menté empezó a funcionar, girándome...
Qué es lo que dijo, no lo sé, por qué me giré, tampoco, ni qué esperaba encontrar, pero en ese momento esas cuestiones se alejaron de mi mente cuando otro fuerte dolor arrasó conmigo. Este era mucho mas fuerte que los anteriores y tuve que apretar fuertemente mis dientes para no dejar escapar un chillido de dolor.
¿Qué es esto? ¡Dolía como mil demonios!
Demonios...
¡Que parara! ¡Esto tenía que parar!
Me llevé ambas manos a mi cabeza intentando, en vano, que todo pasara.
Imágenes pasaban por mi cabeza sin orden alguno, sin saber muy bien su orden. Mi casa, un pozo, una gran espada, un frondoso y enorme árbol, la perla de Shikon, una anciana, lobos, flores, un monje, un cielo estrellado, un hombre con una larga cola, una niña, aldeas, caminos desiertos, explosiones, un pequeño niño con colita y patitas...
Un demonio.
No pude aguantar más y mis labios se abrieron para dejar que un chillido saliera de mi garganta, desgarrándomela. ¿Por qué dolía tanto? ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Qué o quiénes eran esos?
Mi corazón bombardeaba rápidamente en mi pecho, como si quisiera salirse de ahí. La presión estaba creciendo y creciendo dejándome casi sin respiración y esa cosa sentía como se retorcía gruñendo y gimiendo para arrancarse las cadenas que lo apresaban en mi interior.
¿Quería que se soltara?
No lo sabía.
¿Podía hacer algo?
No.
Así que, en algún momento de mi dolor, las cadenas se soltaron y la puerta se abrió.
—¿Si?— inquirió Kate después de descolgar su teléfono móvil al ver número desconocido.
—¿Katherina Williams?— preguntaron, en cambio, al otro lado. La voz era grave y profunda llena de seriedad.
Kate frunció el ceño ganándose un rápido vistazo de Ryu que en ese momento estaba atendiendo a un cliente.
—Sí, soy yo. ¿Quién llama?— respondió un poco molesta. No sabía por qué, pero esto no le traía muy buena espina. ¿Qué quería?
—Eso no importa. Le llamaba para preguntarle si sabe si le llegó el paquete a su compañera, Kagome Higurashi.
Las alerta sonaron en la mente de la rubia. ¿Por qué no le decía su nombre? Además, ¿era él el remitente del paquete, o, en este caso, cajita?
—Señor, se le he hecho una pregunta y me gustaría que fuera contestada antes de responder yo a la suya.
Sintió como Ryu se colocaba a su lado después de estar libre por unos segundos y la observaba con una silenciosa pregunta que se expresaba en sus ojos marrones. Kate sonrió quitándole importancia al asunto, aunque supo que sirvió de nada.
Escuchó como al otro lado suspiraban frustrado.
—Mire, señorita, déjeme decirle...— empezó a decir con voz tensa, pero Kate rápidamente lo cortó. Odiaba a la gente que se creía superior a los demás. Bien podía estar hablando con algún importante político o una cosa así, pero... si no se lo decía... ¿como iba a saber ella? Así que debía aguantarse si no quería contestar.
—Señor desconocido, no me interesa lo que tenga que decirme hasta que no me diga su nombre. Usted ha hablado de mi amiga y quiero saber quién es antes de responderle algo sobre ella, entiéndame— dijo Kate cortante.
Un silencio se instaló entre ambas partes que duró unos segundos antes de que el hombre del otro lado hablara de nuevo. Su voz sonaba ahora grave y se notaba un claro desacuerdo.
—Mi nombre es Taisho. Inuyasha Taisho.
Un sonrisa se plantó en los labios de la chica que mientras asentía triunfante por haberse salido con la suya, habló:
—Encantada, señor Taisho y déjeme decirle que sí, mi amiga Kagome recibió el paquete.
—Gracias.
Y lo próximo que escuchó la chica fue los pitidos que anunciaban que habían colgado.
Apreté mis labios firmemente cuando un torrente de sentimientos se apoderó de mi pecho, dejándome casi sin respiración. Jadeé. Dolía. Dolía mucho.
Una imagen se plantó en mi cabeza y sentí como si mis defensas se esfumaran.
Era un joven. Su pelo blanco le llegaba a mitad de su espalda y sus ojos dorados brillaban con firmeza. Su fracciones eran duras y sobre su pelo sobresalían dos lindas orejitas. Era alto y fuerte e iba vistiendo con un extraño traje de color rojo.
Dolía.
Él... él era...
Inuyasha.
Un fuerte fogonazo atravesó mi cuerpo causando que me estremeciera y que mis bellos se pusieran de punta.
¿Cómo había... cómo lo había podido olvidar?
De pronto, todos los anteriores pensamientos que había dejado incluso o todos los sentimientos que recordaba pero no sabía el motivo encajaron. Era por él. Todo había sido por él. Me había olvidado de que él había estado en todo y cada uno de ellos. En la ventana, en el tren, en el festival...
Y ese aroma... ¡Ese era el aroma de Inuyasha!
¿Cómo podía tener mi pañuelo de hace cuatro años o mas el ahora de Inuyasha impregnado?
¿Qué significaba? ¿Podía ser que...? ¿Inuyasha lo había guardado? Pero... ¿cómo podía ser? ¡Él vivía 500 años en el pasado! ¿Por qué estaba esto aquí ahora? ¿Cómo podía haber sobrevivido 500 años...?
Entonces, una fuerte presión se instaló en mi pecho, nublando mi mente por lo fuerte que fue.
¿Él... había sobrevivido?
Volví a jadear al tener ese pensamientos y, entonces, los recuerdos mas recientes volvieron a mi y supe por qué había olvidado a Inuyasha o todo lo relacionado con él.
Había pasado ya cuatro años desde que vencimos a Naraku. Cuatro años desde que Inuyasha me rescató del interior de la Perla de Shikon. Cuatro años... desde que el pozo dejó de funcionar.
Cuando ocurrió eso, durante un tiempo estuve en la etapa de la negación, donde no quería creer que no volvería a verlo, donde todos los días iba al pozo para asegurarme que seguía sin funcionar. Me metía en el pozo deseando poder viajar al pasado de nuevo, pero cuando no pasaba nada, sentía como mi mundo se desmoronaba y como las lágrimas acudían a mis ojos junto con ese familia dolor en el pecho. Y ahí lloraba. Lloraba por lo que no tenía, por lo que tuve y por lo que deseaba con todo mi corazón tener. Mientras ocurría, asistí a la preparatoria durante tres años, esperando, deseando, anhelando volver al pasado. Pero conforme pasaba el tiempo la esperanza fue mermando y poco a poco me fui dando cuenta, con gran dolor y sufrimiento, que no volvería nunca más. Eso fue un duro golpe para mi. Necesitaba a Inuyasha como nadie, pero también necesitaba a mis amigos de allí. Millones de recuerdos, viajes, escenas y momentos viajaban por mi cabeza, recordándome cruelmente que todo había acabado, sumiéndome en un sufrimiento constante. Sí, asistía a la preparatoria, comía, caminaba, estaba con mi familia, con mis amigos... pero mi mente siempre se encontraba a quinientos años de allí. Y es por eso que decidí olvidar.
Al principio fue duro, apenas servía para algo, pero eventualmente, con el pasar del tiempo, llegué a un punto que me obligaba a dejar los pensamientos o recuerdos que querían ir por ese camino. Es mas, cuando simplemente quedaban algún que otro pensamientos esporádico hacia ellos, luchaba contra ellos. ¿Cómo? Relacionando esos pensamientos con dolor. Tanto mental como físico. Y en algún momento, mi mente encerró cualquier cosa que tuviera que ver con ellos en mi interior.
—Inuyasha...— susurré a la nada y algo saltó en mi cuando de nuevo su nombre salió de mis labios como tantas veces había ocurrido en el pasado. Sentí como mis mejillas se humedecían, pero no les hice mucho caso.
¿Cómo había podido olvidarme?
Y... ¿A qué venía todo esto? ¿Por qué me lo mandaba? ¿Quién quería que recordara?
En ese momento, sentí el sonido de mi móvil en algún lugar de mi habitación. No me moví para cogerlo. No podía, mi cuerpo no me respondía pues ahora mismo sabía que se encontraba en shock al igual que mi mente. Ésta aún intentaba procesar los sucesos que había pasado, intentando asentarse de forma pacifica y no como un remolino bravo y fiero.
La melodía sonó dos veces más antes de que desistieran.
Mi cabeza se giró de nuevo hacia donde estaba la caja que creía que estaba vacía, pero entonces, descubrí un pequeño papel doblado. Sin saber muy bien de donde saqué la fuerza, con manos temblorosas, cogí el papel y con mucho cuidado lo abrí.
Encontré una hermosa y pulcra caligrafía.
Un sollozo se atragantó en mi pecho.
Por fin te encontré, pequeña. No sabes lo mucho que he estado buscándote.
Pronto volveremos a vernos, no te preocupes, solamente espérame.
Lo supe. Supe quién había escrito la nota, supe quién había mandado la caja y supe el motivo.
Era... Inuyasha... Inuyasha estaba vivo en esta época.
Y venía a por mi.
¡Oh, yeah, ahí tenemos a nuestro Inuyasha! ^^
Debo decir que estoy a seis horas para levantarme y supe que no me podía acostar hasta que no publicara esta pequeña historia que llevaba rondando por mi cabeza durante todo el día.
¿Qué os ha parecido? ¿Qué pensáis de esta Kagome? ¿Y nuestro Inuyasha? Hmmmm ;)
En un principio va a ser un One-shot... pero... ¿quién sabe? A lo mejor mi mente vuela y... podemos ver ese reencuentro de nuestra pareja favoritas. ¿Qué me decís? ¡Todo depende de ustedes! (cofindirectacof)
Como siempre ninguno de los personajes me pertenecen y la historia sí es completamente mía.
¡Volveremos a vernos, jóvenes hanyous! (?
