Capitulo 1: El gran día.

Me levante temprano, como nunca lo hago los días domingos, me puse el primer pantalón que advertí en mi closet, o más bien dicho, uno de los pocos que me quedaban debido a que a veces esto de la transformación es inevitable, aunque con los años lo he controlado cada vez mejor, pero mi ropa ha sufrido las consecuencias. Tan solo cuento con un par de pantalones para ocasiones especiales, un par de zapatillas, un par de zapatos y unas sandalias; es todo con lo que cuento, por lo que a la hora de vestirme la cosa nunca se trasforma en un tema de preocupación. Abrí la ventana de mi habitación, la única ventana en mi casa que tenia vista a la playa, y me encontré con un sol resplandeciente que llenaba de luz cada rincón de la península Olimpic. Era un día que realmente invitaba a estar fuera, por lo que tomé mis zapatillas, me las calcé y salí por la ventana de mi pieza en dirección a la playa. Estábamos ya en las últimas semanas de vacaciones de verano, como ya era habitual últimamente, me encontraba solo; solo caminando por la orilla de la playa de la Push. No es que la soledad me moleste realmente, o que sea algo insoportable, es solo que estos últimos días me he percatado que mi aislamiento se debe única y exclusivamente a que toda mi manada ha encontrado sus "mágicas" improntas. Hasta Leha, Leha ha improntado, y yo soy el único que sigue con la cabeza bien puesta, y utilizándola para lo que se supone que sirve, para pensar. Pero que más quisiera yo tener la libertad de pensar…, sentirme libre de que por mi mente pase cualquier cosa, pero ni soñar con estar de lobo y querer sentirse libre, todo por culpa de la condenada conciencia colectiva que hace que todo, aun lo que no queremos, sea visto por los miembros de la manada. Preferiría mil veces estar en este momento corriendo por el bosque, pero el solo hecho de recordar las imágenes que Quil compartió con nosotros la ultima guardia que hicimos, de su fin de semana con Claire, se me revuelve el estómago y se me erizan los pelos.

Pero aún así, siento que hoy es un día especial, presiento que algo realmente bueno está por acontecer, y ojala sea sí porque ya estoy cansado de que Jacob y Quil me regalen un poco de tiempo por puro compromiso, cuando en los ojos se les ve que desearían estar con sus chicas, antes de pasársela inventando cosas para que me entretenga un rato.

¡Rayos! ¿Porqué seré el único?, me lo repito una y otra vez. Antes era más soportable, porque no pensaba en eso, y el que uno de mis dos mejores amigos no tenia impronta ayudaba mucho. Quil, era un caso perdido, pero Jake era mi compañero en todos los sentidos, hasta que al igual que varios, le picó el bicho ese del amor sobrenatural, el que pensaba que era inmune fue uno de los que cayó más profundo bajo el hechizo de la impronta, apareció Nissie y el mundo comenzó a girar en sentido contrario y su nueva órbita era ella.

Los últimos años han sido soportables, pero durante el último mes esto me ha atormentado más que de costumbre.

¿Qué pasa si nunca me impronto?

¿Y si nunca aparece mi alma gemela?

¿Y si soy el único de la manada que se verá condenado a transitar como un alma solitaria por el resto de los días?

¡No Embry!

¡Deja ya de pensar estupideces y mejor fíjate por dónde andas!

Bravo, hasta mi subconsciente cree que estoy hablando necedades.

Miré una vez más el horizonte, tiré la última piedra que tenía en la mano, rogando que con ella también se fueran todos esos pensamientos tormentosos, y me dispuse a seguir mi camino.

Por ser el fin de la temporada de verano, ya no quedaba mucha gente por el lugar, por lo que caminar al atardecer ya no era ese interminable juego de esquivar obstáculos.

Por más familiar que me fuera esta zona, nunca me cansaría de admirar la belleza que poseía. Todo estaba tan bien estructurado, cada roca, cada árbol, todas las cosas parecían partes de un puzzle que encajaban correctamente entre si. Las olas bailaban insinuantemente mientras recorrían la distancia que las separaba de las rocas, hasta chocar con ellas.

Había caminado durante todo este tiempo perdido en mis pensamientos, por lo que ni cuenta me di, que a algunos metros adelante una figura avanzaba lentamente por la orilla de la playa. Llevaba los pantalones doblados por encima de los tobillos, en una mano sostenía unas zapatillas blancas que contrastaban con su polera que era del mismo tono. Caminaba tan cerca del agua que cuando las olas tocaban la arena, cubrían por completo sus pies. Ella iba al igual que yo, solo disfrutando del paisaje y del momento.

Conforme más me acercaba, me fijé en más detalles; llevaba el pelo tomado completamente sobre la cabeza de forma desordenada, dejando escapar algunos mechones sobre su cara y cuello; llevaba unas gafas colgadas en un bolsillo del jeans y sus manos estaban adornadas con varias pulseras.

Realmente esta chica no era de aquí, no solo por la forma en que absorbía con la mirada cada detalle del lugar, si no que ella no me resultaba para nada familiar. Era delgada, sus piernas eran largas y su piel era de un hermoso color tostado. Me detuve en observar su figura, porque no se parecía a ninguna que yo haya visto antes. Su polera ceñida al contorno de su cuerpo permitía reconocer cada curva que la tela cubría. Ella avanzaba con tanta propiedad por el lugar, que parecía que la naturaleza que la rodeaba solo era un mero acompañamiento de la belleza principal. Me fijé ahora en su rostro, algunos mechones de su pelo de color negro como la noche, caían sobre sus pómulos hasta llegar al reborde de sus labios, que eran delgados y tenían cierto brillo, que del solo hecho de mirarlos, te invitaban a conocerlos de cerca. Comencé a subir mi mirada hasta toparme con unas pestañas largas que demarcaban unos ojos café tan profundos, que no me di cuenta cuando ya estaba perdido en ellos. Al primer momento de mis ojos toparse con los de esa hermosa aparición, el corazón se me desconectó del cuerpo, y sentí como con el último latido que emitía desplegaba un par de alas y se iba volando directamente hasta aquella chica. Pero no pasó ni un segundo, cuando sentí que algo nuevo se posaba en el lugar que dejó mi corazón, era algo ajeno, pero que a la vez sentía tan mío, que inmediatamente me lleve la mano al pecho tratando de impedir que aquello se fuera. No lo supe hasta cuando ya estaba de pie frente a aquella muchacha y mirándola directamente, que lo que llegó a mi era el corazón de esa hermosa criatura, que en el de ella se había posado el mío, y al igual que yo, ella luchaba con todas sus fuerzas para que no se fuera de aquel lugar. Era increíble, pero lo que pensé que nunca llegaría estaba ocurriendo en este preciso instante, que en el momento menos pensado mis ojos se guiaron directamente a sus ojos, y sin pensarlo ni esperarlo, ahora mi vida encontraba un nuevo sentido, mi mundo comenzaba a girar por alguien, mis ojos comenzaban a percibir la verdadera belleza y cada latido de mi corazón tenia una razón de ser. Hoy, inevitablemente, me había encontrado el amor, hoy había encontrado mi alma gemela. Hoy, al fin, había llegado mi impronta.