Hola a todos de nuevo,
Gracias de verdad por sus hermosos comentarios en mis historias anteriores. Realmente es un halago saber que puedo transmitir lo mucho que amo esta fantástica pareja,
y saber que somos muchos los HHr. Gracias por acompañarme!
He venido el día de hoy a presentarles una nueva idea que espero les encante, es un especial para esta fecha romántica que se nos avecina y será presentada en 3 partes.
Veremos escenarios distintos, actitudes diferentes, batallas internas muy interesantes... será una historia de amor sometida a la incertidumbre de las decisiones y nuevos caminos
que la vida nos presenta. A veces, los cambios ponen en jaque todo lo que creemos seguro. Espero que se diviertan y apasionen ;)
Les dejo la imagen del relato: .
Un beso a todos y gracias de antemano...
Como siempre digo: BUEN VIAJE!!
I. Descubrimiento de una estrella
"¿Cómo iba a prever lo que sucedería? ¿Cómo iba a suponer que todo daría un giro absurdo, casi fantástico, dentro de un mundo ya mágico e imposible para muchos? ¿Por qué todo había cambiado de repente entre nosotros?...", Harry no podía concentrarme en nada más que en esas preguntas, interrogantes que le asaltaban la cabeza una y otra sin descanso hasta rendirse inevitablemente a los pies de una incertidumbre asquerosa. Sentado sobre la mesa del camerino, escuchaba a lo lejos cómo gritos y aplausos celebraban el éxito de su mejor amiga. El sonido llegaba a sus oídos de manera difusa, como si escuchara el bramido del mar desde una concha o una tormenta desde el interior de una caja. Estaba paralizado, demasiado consternado con todo lo que había pasado en el último tiempo. Había ido hasta allá cruzando toda la ciudad por una razón, una simple razón, pero ese maldito miedo de arriesgar y perder el único corazón que tenía, lo mantenía encerrado en los bastidores como un prisionero. "¡Herm Jean, Herm Jean!", oía el moreno sin cesar y apretó sus dientes deseando que la vida volviera a ser la de antes, escuchar de nuevo su nombre como era. Pudo recordar muy bien el día en que la historia cambió, cuando un cazador de talentos posó sus ojos sobre su castaña amiga con la misma luz de codicia que los profanadores de riquezas egipcias miraban su valioso botín. Debió evitarlo cuando tuvo oportunidad.
Un par de meses después de salir de Hogwarts, el trío de amigos comenzó a planear su futuro con la dedicación digna de unos eruditos. Muchos sabían muy bien lo que harían de sus vidas pero siempre el temor de errar y tomar un camino equivocado congelaba la sangre más ardiente. Harry, a pesar de saber que quería ser Auror desde niño, tenía dudas sobre sus capacidades. Sus amigos, sobre todo Hermione, le aseguraban que tenía las aptitudes ideales para ser uno de los mejores. Trató de convencerse de ello para no decepcionar a nadie, mucho menos a sí mismo.
-No tengas miedo- le decía su mejor amiga, mientras compartían un refresco en la soleada terraza de un local londinense- Si Dumbledore estuviera con nosotros te diría que llevas en la sangre lo que un Auror necesita. De eso estoy segura.
-Además, compañero- terció Ron- Sólo necesitas agallas, y todos sabemos que tienes de sobra.- Harry les dedicó una sonrisa débil, viendo cómo las gotas de condensación bajaban por el cristal de su vaso.
El pelirrojo Weasley había conseguido una posición en un pequeño equipo en la liga de Quidditch. Era uno de los pocos que ya tenía su destino sellado y estaba feliz por cómo estaba llevando su buque hacia el horizonte. Por otro lado, su reciente novia Luna Lovegood, le daba la confianza suficiente que todo hombre necesitaba. Harry se alegraba muchísimo por él y deseó tener a alguien a su lado que le motivara de aquella manera. Hermione había guardado silencio adivinando los pensamientos de su amigo. Quiso brindarle el apoyo incondicional que se merecía pero ni ella estaba segura de lo que haría de su propia vida. Por lo tanto, no se sentía con el derecho de pedirle que se decidiera de una vez por todas.
La joven de cabellos ondulados, tenía fija la idea de dedicarse a su plataforma élfica para erradicar el abuso hacia esas criaturas mágicas, sin embargo, la seguridad que albergaba en su interior se debilitó sin motivos y las dudas entraron en tropel a su mente. No conseguía identificar su vocación y eso la volvía impotente como a la vez malhumorada. La conversación que sostuvieron desde ese minuto en adelante, sólo lograba impacientarla y optó por enfocar la plática en la incertidumbre profesional de Harry. Ayudarlo era como ayudarse también a sí misma. Sus padres la apoyaban en todo. Ellos, como muggles, no entendían muy bien el sistema en el mundo de los magos, escuchaban a su única hija hablar de materias que podría enseñar en Hogwarts o trabajos que podría ejercer en el Ministerio de Magia, y sólo asentían sin comprender exactamente de lo que estaba hablando, pero confiaban en su intachable discernimiento y lo que decidiera estaría bien.
Habría de pasar un par de meses para que las cosas se volvieran apremiantes para la muchacha, ya que Harry comprendió que el llamado al cumplimiento de la justicia era mucho más fuerte que él y se inscribió en la Academia de Aurores con Nimphadora Tonks como su maestra. Aquella bruja de dones increíbles, rebosaba de felicidad al tener al ojiverde entre sus alumnos. Debía esforzarse mucho para no descubrirlo como su preferido entre los demás estudiantes; Ron había afianzado su pasión como Guardián de Quidditch y Luna consideró que estudiar Biología le abría las puertas a un universo impresionante de nuevas experiencias. Su faceta Ravenclaw se lució brillantemente en los salones siendo una de las mejores en la materia. Todos sus amigos estaban orgullosos de ella; otra que ya había despejado su camino era Ginny, la más joven de los Weasley se reclutó entre las filas del equipo las Arpías de Holyhead, siendo la rival directa de su hermano. Resultaban divertidas sus discusiones en la mesa cuando hablaban de partidos. "¡Si no dejan de discutir, les convertiré la cabeza en pequeñas Snitch doradas, se los advierto!", regañaba Molly perdiendo la paciencia.
La mañana en que todo quedaría de cabeza, sería el día en que Hermione paseaba por el Callejón Diagon comprando ropa y así renovar su descuidado armario. Ella no era muy buena en ese tipo de cosas, por lo que en compañía de sus amigos, sobre todo de Ginny y Luna, ingresó a una tienda de prendas exclusivas. Desde los colgadores, miles de vestidos y capas elegantes se mostraban vistosos y coloridos. Sus dos amigas invadieron el lugar como soldados en maniobra, y cogieron varios modelos que sumaban a los brazos de la castaña formando una montaña sobre ellos. Harry y Ron, sumidos en total aburrimiento, se sentaron en un rincón para platicar sobre los últimos partidos del pelirrojo.
-¿Qué te parece este vestido, Hermione?- preguntó Ginny. La joven miró el atuendo fijándose en el escote y el revelador corte hasta la cadera.
-Creo que no dejé en claro que no iré a ninguna fiesta- comentó ligeramente sonrosada.
-Te quedaría estupendo- opinó Luna, probándose un sombrero demasiado grande para su rubia cabeza.
-Pero…
-Vamos, por lo menos deja ver cómo te queda ¿sí?- insistió la chica Weasley, empujándola hacia uno de los probadores. Hermione se negó hasta que por presión colectiva, incluyendo la de sus dos mejores amigos, tomó el dichoso vestido entre sus manos y colaboró con la más fingida de sus sonrisas.
Harry, entretanto, escuchaba a Ron en sus peripecias con los tres aros. Reía de buena gana al verlo imitarse a sí mismo en sus acrobacias y las anotaciones imposibles que había logrado detener. Estaba contento de que estuviera satisfecho con su estilo de vida y lamentó verlo tan poco en los últimos días por culpa de los entrenamientos. En el interior de la tienda, varias personas ojeaban la mercadería con la típica expresión monótona de un día cualquiera. Algunas muchachas miraban al ojiverde de reojo, coqueteando en busca de su atención. Harry sintió cómo el color teñía sus mejillas. No podía negar que muchas de ellas eran realmente guapas, pero su timidez siempre le frenaba la marcha. Nunca se consideró un buen conquistador. Seguía prefiriendo enfrentarse a dragones por un huevo de oro que decirle a una chica que le atraía. "Vaya, sí que soy un perdedor", se dijo por lo bajo. De pronto, la cortina del probador sonó metálicamente gracias a sus argollas al arrastrarse y el cuarteto de amigos quedó, sin otras palabras, boquiabierto. Hermione salió del cubículo llevando el vestido escogido por Ginny. El color del suave violeta se complementaba a la perfección con el tono de su piel de leche, el escote caído revelaba lo justo y necesario del pronunciamiento del busto, el largo de la prenda llegaba hasta el suelo pero el corte lineal que dejaba ver su pierna derecha completa secó la garganta del moreno. Todos en la tienda detuvieron sus quehaceres para apreciar a esa princesa de cuentos perdida en la tierra. Hermione frunció el ceño automáticamente.
-¿Qué sucede?... Me queda mal ¿verdad?- Luna rompió a reír al escucharla y Ginny fue la única que logró caminar hacia tanta belleza.
-¡Qué cosas dices, amiga! Te queda perfecto- dijo vigorosamente al tiempo que le ajustaba algunos detalles. Parecía la conocida escena de una madre con su hija.
-Te ves… te ves… hermosa- exclamó Ron con dificultad, consiguiendo que Luna le clavara el sombrero que llevaba hasta cubrirle las orejas. Harry, por otro lado, no pudo decir nada. Toda la tienda se había vuelto imprecisa para él, como si la viera desde la enorme vitrina empañada. Un calor extraño le llenó el cuerpo olvidando incluso que era invierno y ésa era la razón por la cual vestía tanta ropa gruesa. Se aflojó la bufanda del cuello como acto necesario o moriría sofocado allí mismo. Las chicas que había visto minutos atrás y catalogado como "guapas", ya no cabían en su mente arremolinada. Nadie, absolutamente nadie podía superar a Hermione en divinidad.
-¿Hablan en serio?- preguntó la castaña con la voz inhibida viendo que tres de sus amigos asentían al mismo tiempo. Cuando notó que Harry no daba respuesta alguna, un pesar le apretó el estómago. Creyó que lo que vestía no era de su aprobación o que para él no resultaba atractiva de ninguna manera. Bajó sus ojos sin poder evitar su desazón.
-Disculpe…- se dirigió a ella un tipo de elegante capa negra y anteojos de marco dorado.- Mi nombre es Stuart Von Newman- le extendió una mano a Hermione para estrechársela. Harry frunció el ceño sin esperarlo.- Déjeme decirle que es un verdadero placer conocer a una muchacha tan despampanante como usted.
Despampanante. Aquella palabra hizo que la aludida alzara las cejas de manera impresionada. Nadie nunca antes la había descrito así. Inmediatamente, su personalidad suspicaz la hizo actuar con recelo. El mago se presentó como un típico diseñador de capas para magos y brujas, negocio familiar por generaciones. Sin embargo, la belleza y naturalidad que tenía enfrente le sopló al oído que estaba tratando con alguien que merecía palabras mayores que ésas. Stuart le habló sin mostrar ansiedad ni rodeos, de su hermano menor Dorian, quien trabajaba en la industria de la alta costura en Milán y que estaba en la cruzada de encontrar una nueva modelo para su reciente línea de moda. Dorian era el único squib de la familia, por lo que decidió vivir como muggle convirtiéndose en un diseñador profesional muy conocido en el rubro. Mientras hablaba, el grupo de amigos se mostraba mareado al oír su perorata, pero nadie más que Harry y Hermione: ella estaba convencida que era una broma de mal gusto, al mismo tiempo que el ojiverde estaba siendo apoderado por los celos y el temprano miedo a perderla. Cuando Stuart preguntó su interés por ser presentada a su hermano, Harry consideró que era conveniente intervenir.
-¿Qué le parece mi propuesta?- preguntó el extraño.
-Disculpe, pero creo que está tratando con la persona equivocada- dijo el muchacho, interponiéndose entre él y la castaña. Ron, Luna y Ginny se miraron entre sí, sin comprender la reacción hostil en su amigo. Hermione apretó su mandíbula sintiéndose ofendida. Atacó.
-¿Por qué dices eso con tanta seguridad, Harry? ¿Acaso no te parece posible esa diferente atención en mí?- el aludido volteó dándole la espalda al mago y mirándola a los ojos.
-No confío en él, eso es todo.
-¿No crees que me vea despampanante?- enfatizó Hermione, buscando la respuesta que aún no salía de sus labios. El moreno se tornó nervioso- Además, es un asunto que no te concierne.
-Si le parece bien…- continuó Von Newman, tratando de bajar la repentina tensión- Primero le envía fotografías de estudio a mi hermano y espera su respuesta antes de viajar a Italia a conocerlo. Tome mi tarjeta… y cuando lo haya decidido, me las entrega y yo se las haré llegar sin problemas- Hermione cogió la lámina blanca con letras cursivas escritas en ella: "Stuart Von Newman, diseñador de capas para hombre y mujer". El tipo se despidió con un beso delicado en la mano de la joven y se retiró de manera elegante.
El silencio que estalló en la tienda podía tocarse como si fuese materia. Todo lo que se había dicho allí tomó por asalto a los cinco jóvenes. ¿Hermione como una modelo de la alta costura? Aquello era tan surrealista como verla bailando en un club nocturno. No obstante, aquella propuesta no pudo llegar en crucial momento. La castaña aún debatía sobre su futuro y la idea de desprenderse de la antigua Hermione era algo increíblemente atrayente. Por primera vez, la rata de biblioteca era vista como una mujer hermosa y se volteó hacia el espejo de cuerpo entero para mirarse otra vez. Sintió como si le hubiesen quitado una venda de los ojos. Se veía distinta, madura, segura… toda una mujer capaz de conquistar a quien se le pusiera por delante. Esa idea la hizo reír y entró al probador para quitarse el vestido de cenicienta y colarse sus viejos jeans para romper el encanto…
Lo que sucedió en aquella tienda de ropa al interior del Callejón Diagon corrió como la pólvora encendida. La señora Weasley mostró una sonrisa ancha y complacida cuando dos días después, durante un almuerzo grupal de fin de semana, se comentó que Hermione podría tener oportunidad de ser una modelo internacional. Tonks, con su peculiar torpeza, dejó caer un par de copas al escuchar las noticias. La castaña estaría paseándose por importantes pasarelas muggles. La Auror no tenía mucha idea de lo que se trataban esas exhibiciones, pero si tenían una influencia arrolladora en las personas no mágicas, pues debía de ser un asunto merecedor de un buen brindis. Harry seguía mostrándose arisco frente a ese tema. Rodó sus ojos cuando Ginny lo contó en la mesa con la misma intensidad en que relataba sus partidos de Quidditch y no supo la razón de su repentino disgusto. La comida le quedó detenida a la mitad de la garganta.
-Pero claro que alguien descubriría a Hermione tarde o temprano- exclamó Tonks, sin dar chance de cambiar el tema- Un hombre tendría que ser muy ciego como para no darse cuenta. Que sea amiga de dos brutos cegatones ya es otra historia- Luna rió al ver que Harry y Ron la miraron con molestia.
-¿Puedo recordarles que sigo aquí?- preguntó la castaña, incomodada al ser el centro de atención- En todo caso, no he decidido nada todavía.
-¿Qué hay que decidir?- intervino Arthur al otro lado de la mesa- Es algo que no ocurre todos los días. Yo he estudiado el mundo muggle toda mi vida y como bien debes saberlo también, el modelaje es algo que toda muchacha de tu edad quisiera realizar.
Sobre eso, Hermione no pudo debatirle. Sin embargo, no estaba segura si era lo que deseaba. Sólo el hecho de ser catalogada como una chica linda, la tenía aturdida. Desde la época de Hogwarts estuvo acostumbrada a que jóvenes como Ginny obtuvieran la atención masculina, no ella. ¿Qué quería decirle el destino? ¿Que tomara ese camino y celebrara por fin sus dotes físicos? ¿Que dejara atrás su título de patito feo y permitiera salir el cisne que guardaba en su interior?... sólo pensarlo le generaba choques de electricidad en su cuerpo. Jamás se imaginó como objeto de admiración para los diseñadores. Lo meditó por varias noches seguidas. Desvelada en su cuarto, se daba vueltas y vueltas bajo las sábanas considerando los pros y contras de esa propuesta. La tarjeta de Stuart Von Newman reposaba en su velador como centinela de sus sueños y sus palabras en la tienda se habían convertido en una letanía repetitiva. La curiosidad por una vida completamente diferente la sedujo más que la rutina a la que estaba sumida. Su decisión de pronto tomó forma y color.
Esa mañana, convencida de estar haciendo lo correcto, les pidió a sus amigos que la acompañaran al estudio de un fotógrafo muggle que encontró en un anuncio de periódico. No podía fotografiarse con las cámaras mágicas que tenían la facultad de tener movimiento, si bien Dorian era un squib de seguro su equipo no y se escandalizaría con esas imágenes imposibles. Harry se hubiese negado en acompañarla, pero sentía la necesidad de enterarse de todo lo que pasaba con ella. El temor de que las cosas cambiaran lo mantenía amargado haciendo esfuerzos sobrehumanos para no demostrarlo. Sin embargo, a Hermione no podía engañarla. La discordancia entre ambos producía cierta densidad en el ambiente del clan de amigos y fingían normalidad cuando existía de todo menos eso.
Luego de comunicarles que quería intentarlo, los cinco jóvenes fueron con ella hasta la dirección indicada en el anuncio. El estudio fotográfico se situaba en el centro de Londres, en el quinto piso de un edificio de lujo. Las instalaciones eran fiel reflejo de su excelente reputación. Cuando las puertas del elevador se abrieron, frente a ellos se ofreció un gigantesco salón de panorámicos ventanales. Estaba atestado de personas que iban y venían con atuendos, pantallas ultravioletas y filtros de luz que maravillaron a todos, más aún a Ron, Ginny y Luna, quienes no conocían muy bien los artefactos y estilo de vida de los muggles a diferencia del moreno y la castaña. Al avanzar con pasos dubitativos, las puertas metálicas del ascensor se cerraron dejándolos allí sin más opciones que seguir adelante. Hermione se puso nerviosa. En un espacio iluminado, varias chicas eran capturadas por la cámara de lente proporcionado hallándolas el doble de hermosas que ella. Poseían la gracia de verdaderas aves nacidas para ese trabajo. Involuntariamente, se sintió muy patética al creer que podía competir con esa clase de desplante. El patito feo otra vez hizo mella en el centro de su pecho.
-Buenas tardes- los saludó una mujer delgada y de cabello platinado.- ¿Están buscando a alguien?
-Sí, necesito ubicar a Pierre Leroy- informó Hermione, leyendo el nombre desde una hoja de papel que extrajo desde un bolsillo de sus vaqueros.
-¿Tienes cita con él?
-Llamé antes para una sesión fotográfica- decir esa frase le resultó tan extraño que no pudo evitar el rubor en sus mejillas. La mujer la miró de pies a cabeza como si se tratara de un cuadro pintado al que se le busca algún sentido. Le preguntó su nombre y giró graciosamente para ir en busca del profesional de origen francés.
Los segundos que transcurrieron fueron eternos. La castaña tuvo la necesidad de salir corriendo de allí pero se mantuvo indeleble y con sus puños apretados. Pierre Leroy hizo acto de presencia saludando a los recién llegados de forma amable. Resultaba ser un tipo agradable, su rostro delgado y cubierto por una fina barba rojiza le daba el aire de artística indiscutido. Poseía los más bellos ojos celestes que se hubieran visto jamás regalándoles una sonrisa ancha de dientes perfectos. Cuando miró a Hermione, le plantó un beso sonoro en cada mejilla y la invitó a pasar sin preámbulos. Le explicó la forma en que se trabajaba en su estudio, de la clase de fotografías que quería tomarse y del costo de cada una de ellas. En ese punto, la joven perdió los colores. El precio estaba muy lejos de su alcance. Se disculpó con el profesional unos instantes para voltear hacia sus amigos con la mirada apagada. No sabía que esa clase de trabajos costaran tanto dinero.
-Es una locura- opinó Ron cuando Hermione les explicó el valor en moneda mágica.
-¿No hay forma de que cuesten menos en otro lugar?- preguntó Ginny consiguiendo la negativa de su amiga.
-Otros estudios deben de costar lo mismo. Será mejor que olvide esta tontería- el rostro derrotado de Hermione fue como un balazo certero en el corazón de Harry. Comprendió que para ella era en verdad un asunto importante. Tuvo que resignarse a que estaban viviendo una nueva etapa y si seguía con su actitud distante, se perdería de esos momentos esenciales para su mejor amiga. Debía apoyarla, ése era el papel que tenía que cumplir. Ella haría lo mismo por él, decidiera lo que decidiera. Suspiró, llenando sus pulmones de renovado aire.
-Yo te prestaré el dinero- dijo solemnemente. Todos se asombraron de oírlo, ya que no había dicho una sola palabra sobre el tema desde la tienda en el Callejón Diagon. Hermione lo miró con los ojos incrédulos.
-No tienes por qué…
-Claro que sí, si es lo que deseas… yo te ayudaré a conseguirlo- fue ese minuto el que Harry recordaría después como el instante clave en que la historia pudo ser totalmente diferente.
-¿Y bien?- preguntó el fotógrafo frotando sus manos- ¿Qué ha decidido nuestra modelo?
-Lo hará- contestó el moreno sin dejar que nadie más lo hiciera. Hermione no pudo hablar.
-Muy bien, entonces comencemos… ¡Vestuario!- gritó a sus ayudantes y éstos llegaron como un ejército cogiendo a la castaña por los brazos para llevársela lejos.
La zambulleron en un mar de ropa diversa, en donde la vestían como si fuese una muñeca y maquillaban con enormes brochas de diferentes formas. Todos recalcaban lo hermosa que era, lo natural de su cabello ondulado y lo bien que calzaba en las pequeñas tallas. Harry, Ron, Luna y Ginny, mantuvieron distancia tras las cámaras para ver luego de unos minutos, a Hermione haciendo ingreso de manera maravillosa. El moreno nuevamente sintió la falta de saliva en su boca. La luz del flash no se hizo esperar. Leroy daba instrucciones aireadas a la joven, mientras danzaba a su alrededor con la cámara en sus manos. La joven se sintió ridícula en el acto. Su conocida personalidad le obstaculizaba los movimientos tornándose torpe y sin gracia. ¿Qué rayos estaba haciendo? Ella no era así, ella no podía ser sensual ni coqueta por mucho que lo intentara. No obstante, después de sostener una batalla interna durante un buen rato, apretó sus dientes adoptando una actitud más agresiva. "Ya basta de niñerías", se dijo. Acalló a la vieja Hermione para sacar a relucir a una nueva y más resuelta. Su cambio fue notorio. Sintiéndose tan bella como nunca en su vida, siguió el lente apuntado hacia ella desplegando un encanto que dejó a todos en ese estudio con los latidos contenidos. Sus amigos no podían creer lo que estaban presenciando. La más estudiosa de Hogwarts, la más prudente, la más sencilla chica de Inglaterra… convertida en una sexy mujer que opacó a todas las modelos en esas cuatro paredes. Fue entonces en que la sesión sí dio real comienzo…
Stuart Von Newman quedó encantado con la cantidad de fotografías selectas que le había entregado Hermione. No dudó ni un segundo en echarlas al buzón para que su hermano Dorian las viera y se quedara prendido de ella, de eso no tenía duda alguna. La castaña poseía una hermosura exquisita que sólo residía en facciones honestas y sonrisa juvenil. Había nacido para ser admirada por muchos. La respuesta desde Milán no tardó en llegar. El diseñador profesional quiso conocer a Hermione de inmediato enviando boletos de avión con destino a Italia. La joven, estupefacta, recibió los pasajes con las manos temblorosas el día que en se reunió con Stuart. Cada vez su expectación iba en aumento progresivo. Al comunicarles a sus amigos sobre su pronto viaje, todos mostraron la misma ansiedad que ella. Todo ocurría tan de prisa que no eran capaces ni siquiera de sopesarlo. Bajo el abrigo de la antigua mansión Black, los jóvenes se llenaban de expectativas hablando atropelladamente. Tonks quiso estar presente en esa ocasión, abrazando a Hermione con alegría. Por otra parte, Harry estaba apoyado en la chimenea viendo la escena como si fuese un mero espectador. No sabía qué sentir al respecto. La idea de que su mejor amiga estuviese separándose de él lo aterraba, no cabía en su cabeza la ausencia de ella. Nunca se habían separado desde aquel lejano día en que se conocieron en el Expreso de Hogwarts. Ese recuerdo lo llenó de nostalgia. Ya la estaba extrañando aún teniéndola de pie en su sala principal.
-¿No te alegras por mí, Harry?- le preguntó al acercarse a él. Harry enderezó su postura sin poder sostenerle la mirada. Algo muy raro estaba pasando en su interior al tenerla así de cerca.
-Por supuesto que sí- dijo con maniobrado convencimiento- Es lo que realmente quieres ¿no?
-Supongo… aún no lo puedo creer. Nunca imaginé que alguien me hallara así de linda como para darme una oportunidad como ésta- Harry la miró más intensamente al oírla. La humildad siempre fue su marca personal.
-No eres sólo linda… eres bellísima- apuntó. Hermione tragó saliva con dificultad. Era la primera vez que él le decía algo como eso.
-Muy bien- dijo Tonks en voz muy alta para que todos la oyeran. La pareja se separó con brusquedad- Opino que si nuestra querida amiga viaja a su primera audición, debemos acompañarla. No todos los días tenemos un acontecimiento de esta envergadura.
-Pero, Tonks, no…- comenzaba a reclamar Ginny.
-Pero nada- la atajó la bruja- Ya me dejaron fuera de la sesión fotográfica, esta vez iremos todos para darle nuestro apoyo.- Hermione le asintió con una gran sonrisa colgada de sus labios. Era justo lo que necesitaba, de lo contrario, no tendría la fuerza de presentarse ante Dorian Von Newman y su batallón de modelos experimentadas. Aunque debía admitir que con sólo tener la presencia de su mejor amigo era más que suficiente.
