By Neko-chan Elric
Era una mañana cualquiera, hacía sol y el cielo estaba despejado. No había ni una sola nube en el cielo y se podía respirar una dulce y suave brisa en el ambiente.
-¡Ya he llegado! – Dijo un rubio de ojos azules.
-Bienvenido. – Dijo su compañero mientras bostezaba.
-¿Qué horas son estas de levantarse, Edward?
-La
noche se me hizo larga y apenas he podido pegar ojo, Alphonse... - Su
compañero se rió. - ¿Y de dónde
vienes?
-Ah, bueno, había salido a por unos planos.
-Nunca dejas de pensar en los cohetes, ¿verdad?
-Y tú en... – Heidrich no siguió la frase. – Bueno, ya es hora de vestirte, ¿no crees?. Hay que hacer la comida.
-Sí, sí...
Edward fue arriba a cambiar. No sabía muy bien qué día era. La noche anterior se había quedado pensando en sus seres queridos, Al, Winry, incluso el coronel Roy Mustang. Mientras se cambiaba fijó la mirada en un calendario que había encima del escritorio.
-Hoy es 13 de Febrero... – Murmuró. Entonces, se escuchó como Heidrich llamaba a su compañero y este bajó las escaleras rápidamente.
-Dime, ¿qué pasa?
-La mujer de la floristería me ha dicho que ha pasado un chaval preguntando por ti.
-¿Un chaval?
-Sí, dijo que se parecía a mí y llevaba una chaqueca larga y roja, con el pelo recogido.
Entonces Edward se quedó perplejo del todo y salió corriendo de la casa.
"No puede ser... Es prácticamente imposible... Tal vez podría ser él..." – Pensaba desesperadamente y se topó con la mujer de la floristería.
-Oh, buenos días, Edward. – Esta le sonrió.
-Hola...
-¿Adónde vas tan enérgicamente?
-Esto... bueno, yo... Alphonse me dijo que un chaval estaba preguntando por mí y...
-¡Ah! Sí, así es.
-¿Cuándo fue eso? – Le pregunto el muchacho.
-Hace unas horas.
-¿Sabe
por dónde se fue?
-Giró aquella esquina y ya no sé
nada más.
-Esta
bien... ¿le dijo algo sobre mí?
-Sí, le di tú
dirección.
Edward se quedó pensando.
-Gracias...
-Por
cierto, Ed... sabías que mañana es San Valentín,
¿no?
-¿Eh? – No sabía de qué estaba
hablando.
-Venga, Ed, no te hagas el tonto. – Cogió un ramo de flores y se los dio.
-¿Para qué es esto?
-Daselo mañana a "esa" persona. –Le guiñó un ojo.
Edward le siguió la corriente y se volvió a marchar a casa. Cuando llegó parecía que no había nadie y se sentó a pensar en el sillón del salón.
-¿A dónde habías ido? – Le susurraron al oído y Edward pegó un salto.
-¡Que susto!...arf... no hagas eso, ¿quieres?
-Perdona. – Heidrich le sonrió y le abrazó.
-¿Qué haces, Alphonse? – Este se ruborizó.
-¿Quieres... quieres bañarte conmigo hoy?
-¿¡Pero qué dices?! – Parecía que a Edward se le iba a salir sangre por la nariz. Y en verdad, Heidrich sentía una fuerte atracción hacia el alquimista de acero. Se rumoreaba que los dos eran pareja y eso Edward no lo sabía, cosa que a Heidrich no le importaba.
-Basta... – El alemán le empezaba a besar suavemente por el cuello.
-¿Vienes...?
-Vale... pero... nada de cosas raras... – Le miró avergonzado. – "Si nadie se entera no pasa nada... Esto es una necesidad que tengo y tú no estás..." – Pensó Edward mientras subía al cuarto de baño pensando en "esa" persona.
Pasó el rato y ambos estaban en la bañera tranquilamente, relajados. Tras la "escenita" del salón Edward no se atrevía a mirar a su compañero a los ojos. Heidrich cogió la esponja y empezó a frotarle la espalda a su "amigo".
-¿Q-qué haces? – Le preguntó ruborizado.
-Te froto la espalda... ¿no ves que no puedes tú solo? – Él solo se limitó a sonreír. Entonces Heidrich notaba que Edward empezó a temblar. - ¿Qué te pasa, Ed?
-N-no es na-nada... – Apartó la vista de él.
-Mira, Edward. Yo voy a hacerte nada si tú no quieres, ¿vale? Pero ya te he demostrado que es lo que siento.
-Lo sé... y no es eso...
-¿Entonces? ¿Es que no estas a gusto?
-Es que yo... – Bajó la mirada – Quiero que tú... que tú me... – A Edward le entró un ataque de pánico que se levantó y decidió salirse ya de la bañera pero Heidrich le cogió del brazo y le abrazó.
-Esto... Alphonse... ¿Dónde estas poniendo las manos? – Le miró con un poco de desprecio.
-L-lo si-siento, yo... Es que tienes... El trasero muy blandito... – Heidrich se puso rojo como un tomate.
-Pervertido... ¡Me voy! – Edward se enfadó.
Una vez en el dormitorio, Edward se empezaba a cambiar hasta que llegó Heidrich. Abrió bruscamente la puerta, cogió a Edward y le tiró en la cama.
-¡¿Qué haces?! – Le preguntó mientras el alemán se subía encima de él.
-¿Acaso no lo admites? Tienes una necesidad y él no está aquí para saciarte. Por eso yo... Aunque sea una sola vez quiero... ¿Lo entiendes, Edward? – Le miró con cara preocupante.
-Alphonse...
Heidrich desvistió (lo poco que llevaba puesto) a su amigo y empezó a besarle el pecho cuidadosamente. En cambió, Edward no se quejaba y pensaba:
"Perdóname..."
Heidrich seguía besando a Edward, cada vez más arriba, hasta llegar a sus labios. Edward parecía que disfrutaba y se olvidó de sus preocupaciones.
-¿Por qué siempre tengo que ser yo el poseído? – Le preguntó el alquimista al alemán.
-Porque
así lo deseo. – Le susurró al oído y Edward se
puso encima de él y le dijo:
-Pues estoy harto de que todos
me manipules... Ahora quiero ser yo el que posea los cuerpos.
Heidrich se estremecía cada vez más al ver como le "poseía" su "amante". Edward le lamía suavemente la blanca piel del alemán dirigiéndose a su entrepierna mientras le acariciaba el cuerpo.
-Ed, espera... – Le costó decir.
-¿Qué pasa?
-¿Has hecho esto alguna vez? – Dijo vergonzosamente y Edward se quedó un minuto en silencio.
-Cuando estaba en Amestris... Había un coronel que...
-No sigas. – Le interrumpió Heidrich. – Solo sigue con esto... – Y así lo hice el muchacho.
Se volvió a cambiar los papeles y ahora era Heidrich quien estaba encima de Edward, acercándose más a él, como si lo quisiera "aplastar" con ternura.
La persiana de la ventana estaba medio bajada y Edward vio una especie de sombra detrás de un árbol, pero lo ignoró.
Al día siguiente Edward se despertó y estaba solo en el dormitorio. Encima de la cómoda había una nota. Edward se levantó y la leyó:
"Ed, he tenido que salir a trabajar. Volveré dentro de un buen rato, así que sírvete tú mismo como si estuvieras en tu casa.
Gracias por lo de anoche, fue genial.
Saludos:
Alphonse Heidrich."
Edward se levantó, vistió y desayunó. Sé quedó pensando en lo de ayer.
"No hice nada malo, ni mal a nadie... eso era algo natural que necesitaba y punto."
Suspiró y abrió la puerta de la calle... Entonces se topó con alguien que reconoció enseguida y se quedo anonadado. Esta persona le cogió y le abrazó muy fuertemente y le dijo felizmente:
-¡Nii-san, por fin te encontré!
-A...Al...¿Al? – En efecto... era su querido hermano. - ¿Qué haces tú aquí?
-¿Cómo que qué hago aquí? He venido a buscarte, nii-san. – Alphonse le sonrió. – ¿No te alegras de verme, Ed?
-¡Pues claro que sí, tonto! Pero... no me imaginaba... ¿cómo me has encontrado? ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Tienes un hermano pequeño muy listo, ¿sabes? –Le volvió a sonreír.
-Al... –Se ruborizó el hermano mayor. – Al, tú... por fin has venido a mí de nuevo...
-Nii-san...
Pasó el rato y ambos hermanos estuvieron toda la mañana hablando de todo tipo de cosas, hasta que Alphonse le preguntó:
-Vives aquí con una persona que se parece a mí, ¿no es así?
-Sí, Alphonse Heidrich...
"Encima se llama como yo..." – Pensó el hermano mayor no muy contento. - ¿Y estás con esa persona porque se parece a mí, ¿no es así, nii-san?
-¿Cómo? ¿Qué dices, Al?
-No soy un idiota... llevó aquí dos semanas buscándote y cuando preguntó por ti me dicen que estas con ese alemán... – Empezó a cambiarle la expresión de la cara.
-¿Al...?
-Ayer... pensé en venir a verte... la mujer de la floristería me dijo donde encontrarte y vine a verte... pero al ver por la ventana a él encima de tu cuerpo... yo...
"Entonces... aquella sombra... ¿era él?" – Edward no sabía qué decir.
-No me podías haber esperado, ¿no, nii-san? – Empezó a soltar unas lagrimas.
-Al, yo... No es lo que piensas, solo fue...
-¿Un capricho? ¿Cómo tuvo el coronel contigo? Di, ¿realmente fue eso? Porque parecía que él te satisfacía.
-¡Pero bueno! ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Qué te importa lo que haga en mi vida privada? – Eso le hizo daño a su hermano – Crezco, me hago mayor, tengo una vida, unas necesidades, me independizo un poco, intento relacionarme con la gente...
-¡Pero yo solo quiero estar a tú lado! Quiero crecer contigo (por eso vine aquí), quiero tener mi vida junto a ti, relacionarme contigo, independizarme contigo, tener esas necesidades contigo... Soy tú hermano pequeño... mi única familia eres tú...
-Entiendo como te sientes... todo lo hemos hecho juntos, pero encontrarás a una persona especial algún día y...
-Es que es eso, nii-san... – Se limpió las lágrimas.
-¿Eh?
-La persona especial de Al... eres tú, nii-san... Por muy hermano mío que seas.
-Al...
Edward se le acercó, le quitó la camiseta y le dijo suavemente al oído:
-¿Quieres saber el derecho que tiene uno al ser la persona especial de alguien?
-Nii-san... – Alphonse se ruborizó y Edward se acercó más a su hermano y le beso suavemente.
"Sentir este calor todos los días... tus cálidas caricias todos los días... el derecho a poder rozarte cuando quisiera... ¿Es esto lo que quiero tener con mi hermano mayor?... Solo puedo decir una cosa... Sí quiero... lo deseo con todo mi ser..."
Edward empezó a desnudar a su hermano y le llevó a la habitación. Alphonse estaba muy emocionado. Su hermano le había como algo más que a un hermano y Edward estaba feliz de volver a ver a su hermanito pequeño entre sus brazos. Alphonse conocía muy bien a su hermano y sabía como hacerle sentir de "esa" manera que tanto le gustaba... Algo que solo un Elric sabía hacer.
-¿Esto te gusta, nii-san? – Dijo sonriente.
-Solo...
no pares... – Edward se estremecía.
Alphonse abrazaba
fuertemente a su hermano, como si lo fuera a perder y no quería
desprenderse de él.
-Al... – Su hermano lo miraba con cara de malicia. – Espera...
-¿Nii-san?
Edward apartó a su hermano a un lado y cogió lo que Glacier, la dueña de la floristería, le había dado... Aquel ramo de flores y le dijo a su hermano que se hallaba tumbado medio desnudo en la cama:
-Esto...
esto es para ti... Feliz día de San Valentín, Al. –
Le echó una sonrisa traviesa.
-Nii-san... – Alphonse se
ruborizó y corrió a su hermano. Dejó las flores
encima de la mesa cuidadosamente y abrazó a su hermano
mientras le decía:
-Yo solo te quiero a ti... pero, gracias por el detalle, nii-san... me encantas... tú y las flores.
Edward
se emocionó tanto que le besó fuertemente en los
labios.
Alphonse se tiró encima de él en la cama y le cogió de las manos (como para apartarlas de él) y le empezó a besar suavemente:
-Al... suéltame... Necesito... tocarte... sentirte... – El muchacho se estremeció.
-Ahora sabes cómo se sentí al no poder tocarte de "esta" manera aquel entonces...
-Al...phonse... - Edward se tumbó boca abajo en la cama y sintió algo "extraño" por detrás - ¿Alphonse...?
-No hables... solo siente... esto no te dolerá, nii-san.
-Al... – Edward gimió.
-Nii-san... ¿está bien lo que hacemos? Quiero decir... somos hermanos, yo...
-Al, ¿Tú amor es más que fraternal lo que sientes por mí?
-Sí
-Entonces, no se hable más...
-¿Qué dirá la gente sobre esto?
-No tienen por qué saberlo. Además, la mayoría de la gente pensará que tenemos un vínculo muy fuerte entre hermanos por todo lo que nos pasó, ¿recuerdas? Así ha sido siempre...
-Entiendo... – Alphonse paró lo que le estaba haciendo a su hermano.
-Ahora, si no te importa... – Alphonse le miró fijamente – Vamos hacer un intercambio equivalente...
-¿Nii-san?
-Me toca a mí hacerte "eso". – Edward le miró con malicia y su hermano solo se ruborizo y sonrió.
Justo antes de que Edward le besara mientras le hacía "eso" alguien abrió la puerta de par en par y vio aquella escena.
-Alphonse... – Dijo Edward asombrado.
Heidrich se dio media vuelta y se fue por donde había venido. Edward se levantó, se puso una camiseta y fue detrás del alemán. En cambio Alphonse se quedó tumbado en la cama pensando.
-¡Espera, Alphonse! – Le gritó mientras corría. Entonces le alcanzó y le cogió del brazo. Estaba apunto de decirle algo cuando este le soltó primero:
-¿Ese es él? Ese es tu adorable hermano del que tanto piensas... ¿verdad?
-Alphonse... ¿Tú también estás...?
-Sí... ¿qué pasa? Me estoy muriendo y eso a ti parece que te importa poco... Entonces lo de anoche solo fue un capricho, ¿no?
-Oye... no digas eso, Alphonse. Yo no...
-Ya... pues regresa con él y termina lo que has empezado. No os molesto más. – Echo a correr.
-¡Alphonse! – Gritó sin moverse. Entonces Alphonse se acercó a la puerta de la casa medio vestido y me quedo mirando.
-Nii-san...
Al llegar la tarde ambos hermanos estaban en la cocina hablando sobre Heidrich y al rato apareció él como si nada hubiera pasado.
-Hola, Edward. – Le sonrió.
-¿Alphonse?.
-¿No vas a presentarme a tu hermanito?
-Esto... claro – Edward no entendía muy bien lo que pasaba – Al este es Alphonse.
-Encantado – Le soltó una sonrisa hipócrita.
Se dieron la mano y se quedaron mirándose el uno al otro como si se desafiaran con los ojos. Entonces sonó el teléfono y Edward lo cogió.
-Diga. – Ambos Alphonses se quedaron mirándole. Parecían que le estaba comiendo con la mirada al mayor de los Elric mientras seguían dándose la mano. – Oh, entiendo. Claro, ahora mismo voy. Gracias... Adiós.
-¿Quién era, Nii-san? – Le preguntó Alphonse con una cara adorable.
-Era una mujer de correos. Dice que me ha llegado un paquete. Voy a por él. No tardo, ¿vale? - Edward le pegó una sonrisa que hizo que su hermano se estremeciera. – Alphonse, ¿podrías hacerte cargo de Al por mi mientras estoy fuera?
-Claro, no te preocupes.
Edward se fue y Heidrich y Alphonse se quedaron en el patio trasero hablando. Intentando tener una conversación medio decente.
-Entonces, ¿estás cuidando de mi hermano? – Le pregunto Alphonse a Heidrich.
-Sí. Ambos estudiamos cohetería, pero siempre me está contando cosas sobre "su mundo" y sobre la alquimia...
-¿Y tú le crees?
-Bueno, sí... ¿Entonces fuiste una armadura?
-Sí. – Bajó la mirada tristemente.
-Eso tuvo que ser duro para ambos... – Alphonse se quedó callado durante unos minutos.
-Él se ve feliz junto a ti. – Murmuró el hermano pequeño del alquimista.
-¿Perdón? – Heidrich no le había entendido.
-Dime una cosa, Heidrich... ¿Qué tienes tú que yo no tenga para satisfacer a mi hermano? – Le preguntó descaradamente.
-¿A qué viene eso? – Hedrich se ruborizó. Entonces Alphonse le empujó contra la pared, haciendo un poco de daño en el hombro de Heidrich y le dijo:
-Enseñame qué es lo que le haces a mi hermano para que le puedas saciar su sed mientras yo estaba ausente... Juega conmigo, Heidrich... – Le susurró al oído.
-A-al... No podemos... – Heidrich intentaba quitar a Alphonse de encima.
-Eso mismo te habrá dicho Ed y en cambio... – Heidrich se le quedó mirando y al rato sonrió.
-Un intercambio equivalente, ¿eh? – Alphonse empezó a acariciar el cuerpo de Heidrich suavemente mientras le besaba el cuello con dulzura y bajaba cada vez más la mano por su pecho.
-Alphonse... – gimió - ¿Se puede saber dónde me estás tocando? – Le preguntó haciendose la boca agua.
-Solo juego... ¿No te gusta el estilo de los Elric? – Se atrevió a preguntarle.
-Aaaah... – Volvió a gemir el alemán.
Heidrich no estaba muy cómodo apoyado de pie en la pared por lo que ambos se tumbaron en el césped del jardín y Heidrich empezó a desabrocharle los pantalones al joven Elric con la boca.
-¿Eso también se lo hacías a mi nii-san? – Le preguntó riéndose de placer pero Heidrich solo se molestó en contestarle:
-¿Te gusta...? – Rodaron por el césped.
-Veo que no eres nada escrupuloso, ¿verdad? – Le sonrió y entonces Heidrich le lamió la entrepierna y Alphonse gimió – Aaaaah... ya veo que no...
Mientras Hedrich le estaba poniendo perdido a Alphonse, esté no dejaba de pensar en su hermano y en cómo se sentiría él con alguien que se parecía a su hermano pequeño encima de él haciendo este tipo de cosas. Entonces Alphonse se empezó a preocupar...
"¿Le gustará a mi nii-san las cosas que le hace Heidrich en vez de las cosas que le hago yo? ¿O es a mí a quien le gusta más de lo que yo le hago a mi nii-san...?"
Volvieron a rodar por el suelo y Alphonse encima de Heidrich, sin pensarlo, le besó apasionadamente.
Entonces se escuchó la puerta y una voz.
-¡Ya estoy aquí! – Nadie contestó. - ¿Hola? ¿Al?... ¿Alphonse? – Seguía sin recibir una respuesta. Entonces se escuchó un sonido "extraño" – "¿Qué fue eso?" – Pensó Edward.
Siguió caminando y vio que la puerta de la cocina estaba abierta y que no había nadie. Había una prenda tirada en el suelo, cerca de la puerta del patio trasero de la casa y Edward se temía lo peor. Pero cuando salió al patio vio otra cosa...
Ambos Alphonse estaban con las ropas sucias y tirados en el suelo.
-¿Q-qué hacéis? – Pregunto Edward algo preocupado.
-Heidrich me estaba contando cosas sobre la cohetería... Mira, un cohete de barro. – Alphonse parecía un niño pequeño jugando con la arena, cosa que a su hermano le gustó en otro sentido.
-Parece ser que a tu hermano le está empezando a gustar la cohetería, Ed. – Le sonrió Heidrich.
-Je... ya... – Heiderich miró a Alphonse y ambos sonrieron. - "Parece ser que al final no pasó nada..." – Edward suspiró – "Menos mal... parece que se están empezando a llevar bien. ¿Ves, Al? Alphonse no es una mala persona. Nunca me haría daño"
Los tres parecían contentos. Edward nunca supo lo que llegaron hacer Heidrich y Alphonse.
-Oye, Heidrich... ¿cómo te has ganado la confianza de mi hermano? – Le preguntó descaradamente por lo bajo al alemán.
-Bueno, yo... Solo he tenido que abrirme y ser yo mismo. – Le sonrió.
Edward no se fiaba mucho de su respuesta.
Llegó la noche y los tres se sentaron a cenar. Hoy la cena estaba preparada por el mayor de los Elric. Había preparado un exquisito plato de carne con verduras.
-¿Desde cuando cocinas tan bien, nii-san? Esta riquísimo. – Alphonse se quedó perplejo.
-Oye, Al... ¿qué insinúas? – Dijo algo mosqueado y su hermanito se rió cariñosamente.
-No, nada.
-Si me lo permitís, me gustaría que probarais el postre que hice. – Heidrich se levantó de la mesa y trajo de la cocina un plato con pasteles.
-¿Has hecho tú esto, Alphonse? – Edward estaba sorprendido.
-Sí, en secreto. Para algún momento especial. – Heidrich sonrió de nuevo.
"A saber cuando hizo esto..." –Pensaron ambos hermanos a la vez.
-Lo que le haría a Ed con el postre... – Murmuró Alphonse con malicia pero a la vez inocentemente.
-¿Dijiste algo, Al? – Le pregunto Edward.
-No nada, nii-san.
Pasó unos minutos y Edward se empezó a sentir mal.
-¿Qué te pasa, Ed? No te veo con buena cara. – Le pregunto Heidrich.
-Y no lo estoy. – Se sentía mareado. - ¿Desde cuando lleva esa cosa en la nevera, Alphonse?
-Nii-san... – Alphonse se empezaba a preocupar por su hermano.
-Solo desde ayer... ¿Tan malo esta?
-No esta malo, Heidrich... será que... ¿Le has puesto demasiada leche? – Edward al escuchar eso empezó a preocuparse.
-Esto, yo...
Entonces Edward pegó un salto de la silla y gritó:
-¡¿Me estás diciendo que como no crezco me has tenido que poner mucha leche en la tarta para pegar el estirón de una maldita vez!?
-Ed, Heidrich nunca ha dicho o hecho eso. – Le explicó a su hermano como si se estuviera pidiendo perdón.
-Ay... que mal me siento... – Se quejó Edward mientras Alphonse le ayudaba a recostarse en la habitación y Heidrich le preparaba una tila.
-¿Estas bien, nii-san?
-Sí, bueno no, pero seguro que se me pasará... – Dijo algo mosqueado.
-No te enfades con Heidrich. Él no tiene la culpa de que seas tan bajito, Ed.
-¡¿Qué has dicho?! ¡No llames pulga que no se puede ver ni si quiera a través de un microscopio, ¿eh?! – Volvió a pegar el salto.
-Nii-san... – Dijo en voz baja con lágrimas en los ojos.
-Tsk... lo siento... – Le puso la mano sobre la cabeza y apartó la mirada.
Heidrich volvió con la tila y le dijo de tomársela.
-Eso te sentará bien, Ed. – Le dijo mientras este lo miraba con mala cara.
-¿Qué tiene? – No se fiaba de él.
-Miel, agua y algunas hierbas curativas... Me lo recomendó Glacier. – Edward aún no le convenció. – No tiene leche, si es eso lo que te preocupa... – Edward se enfadó más aún.
Entonces Heidrich se acercó al oído de Alphonse y le susurró unas cuantas palabras.
Edward, aparte de enfadado, no quería ver esa escenita de los dos Alphonse y algo celosillo cogió a su hermano y le dijo al alemán:
-Oye, mi hermano es mío, ¿eh?
-Ed...
– Pronunció Alphonse - ¿Me estas tratando como a un
objeto? ¿Acaso soy de tu propiedad?
-Sí... ¿Algún
problema? – Volvió a apartar la vista de su hermano con
vergüenza.
-No, nada. – Entonces Alphonse se alegró y le abrazó fuertemente.
-Bueno, se está haciendo tarde para mí. Mañana tengo mucho que hacer. Buenas noches.
-Buenas noches, Heidrich. – Dijeron ambos hermanos a la vez.
-Otra
vez nos hemos quedado solos, Ed... – Le dijo con malicia a su
hermano y este se dio la vuelta dándole la espalda. -
¿Nii-san?
-Estoy cansado y me duele el estomago...
-¿Aún sigues enfada...? – Entonces Edward le interrumpió y le dijo:
-¿Qué te ha dicho antes?
"Ahora sabrá como me siento cuando..." – Pensó Alphonse.
-Cuando se te acercó de esa manera... ¿qué te dijo? ¿Te gustó? – Alphonse no lograba ver el rostro de su hermano.
-Nii-san... – Se le quedó mirando – Me dijo si queríamos jugar los dos con él un rato en su cuarto. – Le dijo inocentemente.
Entonces
Edward se levantó de nuevo y gritó:
-¡Maldito
pervertido! ¡Ven aquí que te...! – Entonces Alphonse
le abrazó por la espalda mientras este se iba levantando de la
cama.
-No hagas movimientos bruscos, Ed... Podrías hacerte daño... – Cada vez le apretaba más.
-Al... – Edward se dio la vuelta y tumbó a su hermano en la cama mientras se ponía encima de él. Alphonse se rió.
-¿De qué te ríes, Al? – Le dijo cortado.
-Me gusta cuando te pones así... – A Edward se le puso la piel de gallina.
-Cállate, Al... – Volvió a apartar la vista.
-Últimamente te cortas mucho conmigo... ¿Hago algo más, nii-san?
-No... – No le miraba a los ojos. Alphonse le cogió suavemente hasta comerle con la mirada.
-Dímelo, Ed. Soy tú hermano. – Alphonse estaba totalmente relajado con él pero este no parecía estarlo.
-Es qué... – Alphonse se levantó un poco y se le acercó – Me da cosa...
-Vamos... nii-san...
-Se te ve tan mono entre mis brazos que me cuesta creer que hemos llegado hasta aquí, Al.
Alphonse le sonrió:
-Solo tienes que relajarte, Ed... Si no quieres hacer nada, no lo hagas... Pero deja que yo... – Alphonse se le acercó lo suficiente para besarle y así lo hizo. Le empezó a besar con ternura.
Entonces Edward empezó a pensar:
"Al me hace sentir de esta manera... pero el otro Al me hace sentir de "aquella" manera... A Heidrich le queda poco tiempo y a Al... Es mi hermano... ¿Qué debo hacer? Todo era estaba muy claro cuando estábamos en Amestris". "Esto está mal... Soy el alquimista de acero no ningún perrito faldero... Como alquimista debería de tener las ideas claras..."
-Nii-san... ¿Qué haces? – Alphonse ruborizado contemplaba como su hermano se apoderaba lenta y suavemente de su cuerpo cálido. - ¿No te da cosa? – le preguntó.
-Cuando tú me lo hacías no te daba cosa, ¿no?
-Ed... – Alphonse gimió.
-Además… este tipo de leche... no me importa tomarla... – Edward cerró los ojos, se rió y siguió haciéndole a su hermano lo que tanto le gustaba. Alphonse en vez de gemir pareció que gritó... pero de placer...
"Tengo que disimular más o Heidrich vendrá... Y no quiero que este momento pare ahora... ni nunca" – Pensó el hermano menor.
-Ed, me siento mojado... ¿Qué haces? – Gimió una vez más.
-Solo confía en mi, Al...
-Aaaah... Nii-san...
Desde la otra habitación se podía contemplar a Heidrich como miraba a la luna desde su ventana. Su expresión parecía triste y pensaba:
"Me queda poco tiempo..."
Entonces tosió y observó que en su mano tenía algo de sangre. Él sabía que no iba a durar mucho en este mundo, vivo, y que no iba a salir victorioso "compitiendo" contra el hermano de su amado.
-Edward... – Murmuro tristemente.
Al día siguiente, Edward se despertó y se quedó mirando a su adorable hermano que aún dormía a su lado. Al hermano mayor se le hacía la boca agua con solo mirarle pero no quería despertar a su hermanito.
-Ed... – Se le escuchó decir a Alphonse en voz baja.
-¿Sí?
-Nii-san... Más... – Alphonse abrazó a la almohada fuertemente. Entonces Edward supo que solo estaba hablando en sueños y le besó suavemente en la frente.
Edward bajó las escaleras y Heidrich estaba en la cocina con el desayuno preparado para todos. Hizo unas ricas tostadas con mermelada y frutas para comer acompañado de té inglés.
-Buenos días, Ed. – Le sonrió como siempre el alemán. Edward no dijo nada y se sentó en la mesa con la camisa medio desabrochada. – Oye, Ed, al final no vinisteis a mi cuarto. – Heidrich intentó hacerle la gracia, cosa que no consiguió. - ¿Aún sigues enfadado? ¿Te encuentras mejor?
-Sí, bueno... – Dijo sin ganas mientras bebía. – El té está bueno. – Heidrich bajó la mirada sintiéndose culpable y Edward se levantó, se le acercó, le acarició suavemente el triste rostro del alemán y murmuró al oído – No pasa nada... estoy bien con los dos. – Heidrich se estremeció.
-Ed... – Alphonse apareció por la puerta de la cocina. Se había levantado y llevaba puesto un polo largo blanco que le llegaban por las rodillas (seguramente de su hermano) con el pelo un poco despeinado y suelto. Miró de mala manera a Heidrich y se sentó en la mesa a desayunar.
-Al... Buenos días – Le saludó como si nada hubiera pasado a pesar de haber contemplado esa escena - ¿Dormiste bien anoche? – Se atrevió a preguntar.
-Sí. Algo caluroso pero sí. – Volvió a mirar a Heidrich con cara de malicia, como si estuviera insinuando algo, como si le desafiara.
-Y bueno... ¿hay algo qué hacer hoy? – Preguntó Edward para "romper el hielo".
-Bueno, hoy estoy completamente libre. Aunque tengo que ir al médico, claro.
-¿Médico? – Preguntó Alphonse.
-Sí... – Edward apartó la mirada justo cuando Heidrich asintió con la cabeza.
-¿Estas mal? – Le preguntó Alphonse.
-Sí... Estoy enfermo. – Alphonse se sumió en la oscuridad en ese momento. Él no sabía nada de nada y se quedó congelado al saberlo.
-Vaya, yo... No sé que decir, lo siento, Hei...
-No pasa nada, Al – Le sonrió y le puso la mano en el hombro – No tienes por qué sentirte culpable. Al saber esto no tienes por qué cambiar tu actitud conmigo. Por favor, sigue siendo tú, ¿de acuerdo?
Alphonse no se atrevía a mirarle a la cara.
"Le he estado tratando mal desde que encontré a Ed y ahora... Me siento culpable... Pero no quiero que se quede con mi hermano... Yo..."
-Bueno, alegrad esas caras, chicos. – Dijo alegremente Heidrich – Y vayamos hacer algo los tres juntos, ¿vale?
-¿Qué cosas? - Edward no se fiaba de nuevo.
-Nii-san... – Le dijo con tono de malicia y Heidrich respondió:
-Ya sé que estamos en invierno pero conozco un sitió donde hay unas aguas termales muy...
-¿Aguas termales en invierno?
Heidrich sonrió.
-Confía en mí, Ed.
Entonces Edward pensó como lo haría el coronel Mustang y fijó en su mente una imagen de los dos Alphonse en las aguas termales. Empezó a sangrar por la nariz.
-¡Ed, ¿estás bien?! – Se preocupó Heidrich y Edward no respondía.
-¡Nii-san! ¡Reacciona, nii-san! – Le pegó en la cara pero ni modo de hacerle entrar en razón. Entonces ambos Alphonse se miraron. Parecían que estaban hablando con la mirada y le gritaron:
-¡Reacciona,
retaco! – Entonces Edward "despertó" y se quejó:
-¡¿Me
estáis llamando pulga mal desarrollada?! – Heidrich y
Alphonse empezaron a reirse y le abrazaron a la vez. – "Lo
que hay que aguantar algunas veces..." –Pensó
el alquimista de acero.
Al llegar a aquel lugar ambos hermanos se quedaron asombrados al ver el lugar.
-Es enorme... – Dijo Alphonse inocentemente haciendo que su hermano se ruborizase de lo mono que estaba. – No sabía que aquí había esta clase de lugares. – Heidrich sonrió.
Entraron en el recinto y Heidrich fue al mostrador. Le dio una llave y una entrada. Ambos hermanos Elric siguieron al alemán hasta la habitación y se cambiaron. Luego volvieron a bajar a las aguas Edward y Heidrich.
-¿Y tu hermano, Ed?
-Aún no ha terminado de cambiarse.
-¿No le ayudas?
-Al no es tan niño como parece. Puede cambiarse él solito. –Le respondió algo sarcástico.
-Lo siento... Lo decía por si después no sabe cómo encontrarnos. Es la primera vez que venís.
-Tranquilo, Al se orienta bien. – Le dijo con una sonrisa en la cara.
Los dos se metieron en el agua mientras esperaban a Alphonse.
-Oye, Alphonse... Siento mucho...
-No tienes porque disculparte de nada. Todo esta bien. – Le sonrió una vez más.
-Entonces... – La expresión de Edward se volvió maliciosa y perversa – De mientras que esperamos a Al porque no... – Se acercó mucho al alemán y empezó a acariciarle.
-Edward... ¿aquí? – Se ruborizó al ver a su compañero tan cerca de él.
-Aquí y ahora... – Le dijo suavemente con un tono perverso. Por como se comportaba empezó a recordar al coronel Roy Mustang. No sabía si alegarse o morirse del asco. Se aclaró la mente e iba a empezar a lamerle el cuello a su amigo.
-Ed... no... – Heidrich intentaba pararle pero no podía, él se dejaba seducir por el alquimista. – Eres un pervertido, Edward Elric... – Le dijo mientras cerraba los ojos y sonreía de placer.
-¿Acaso tú no? – Le preguntó perversamente.
Entonces, Heidrich escuchó unos pasos.
-¡Nii-san! - Era Alphonse. - ¡Nii-san, nii-san!
-Ed, tu hermano. – Edward se levantó y le dijo:
-Esto no quedará así, Heidrich... No voy a dejarte a medias, sé que lo deseas. – Le miro decididamente, se puso la toalla alrededor y salió un momento al pasillo. – Al, aquí.
-¡Nii-san! – Sonrió.
-¿Te ha costado encontrarnos? - Le puso la mano por encima de la cabeza.
-No, pregunté en la recepción. – Le cogió del brazo cariñosamente. Edward sonrió.
Los tres se quedaron disfrutando del baño un buen rato y hablando sobre todo tipo de cosas. Estaban al aire libre y a pesar de que era invierno los tres estaban a gusto. Había una pared donde estaba un reloj y Heidrich vio la hora y se acordó del médico .
-¡Ah! El médico... Llegaré tarde si no me voy ahora... Cuando termine vuelvo, ¿de acuerdo?
-¿Aquí? – preguntó Edward.
-Sí, he reservado una habitación para esta noche, llámale una especie de excursión. Solo quedaba una habitación, así que nos quedaremos los tres en la misma. Dan buenos servicios aquí.
-Pero...
-Tranquilo. Estaré bien. Tú y tu hermano disfrutad de este paisaje y relajaos. Intentaré no tardar. Adiós. – Se marchó con prisa.
"Ha dicho una sola habitación... Tal vez podremos jugar los tres juntos esta noche..." – Pensó el menor de los Elric.
En ese momento Alphonse no se había percatado de dónde le estaba poniendo la mano a su hermano y este directamente se la cogió y le dijo:
-Al... Ahora no.
-Ed... – Alphonse se quedó con las ganas.
-Dios...
-¿Nii-san?
-Te ves tan mono... Ojala no fueras mi hermano.
Eso le preocupó a Alphonse.
-Pero si siendo tu hermano tenemos derecho al roce...
-Lo sé pero es que... Eres mi hermano... mi sangre, mi otra imagen... Seguro que nuestros padres no les gustaría vernos aquí.
Alphonse bajó la mirada.
-Pero no están aquí para verlo...
-Al... Lo siento, no quería...
-No importa, en serio, Ed – Alphonse sonrió hipócritamente.
-Ven. – Edward le abrazó.
"Este calor... su cuerpo... me hace sentir tan bien cuando estoy tan cerca de mi hermano..." – Pensó Alphonse ruborizado.
-Pase lo que pase y digan lo que digan, por muy hermano mío que seas yo siempre te voy a querer como algo más que a un hermano, ¿comprendes?
-Nii-san... – Alphonse se sentía feliz al oír eso.
Ambos se quedaron un rato abrazados el uno al otro.
-Anoche soñé que Alphonse y tú os peleabais.
-No me extrañaría, Ed.
-¿Pero por qué te cae mal? Si cuando volví parecíais muy amigos.
-Ya... me pongo "amable" con él para que tú estés feliz pero no soporto la idea de que hayas estado con él todo este tiempo mientras yo te buscaba. Eso me hace daño. – Edward se rió.
-Venga, tonto. Yo nunca...
-¿Tú nunca? Y aquella vez... ¿qué fue?
Edward se quedó callado unos minutos y luego continúo:
-La primera y última vez... Compréndeme que había llegado a mis limites.
-No me gusta que mires a otros hombres de "esa" manera, nii-san – Le dijo seriamente.
-¿Estas celoso? – Edward le pegó una mirada penetrante.
-Sí... – Le costó reconocer y se puso encima de su hermano – Edward Elric solo pertenece a Alphonse Elric y a nadie más. Además... ¿te gusta las cosas que él te hace o te gustan más las cosas que yo te hago, Ed? – Se empezó a cortar un poco.
-Al... – Le empezó a acariciar el pecho.
-Te cuesta "elegir", ¿verdad?. Elegir a las personas esta mal, nii-san. Estas jugando a dos bandas y ... – Edward no le dejó continuar y para hacerle callar le besó apasionadamente.
-¿Ya? ¿Has terminado conmigo? ¿Estas más tranquilo así? – Alphonse se ruborizó más todavía.
-No... acabo de empezar, Ed... – Le empezó a besar por el cuello (una de las costumbres que tenían los Elric) y Edward gimió.
Edward andaba pensando en lo que dijo su hermano sobre ir a dos bandas. Él estaba en lo cierto y eso estaba mal. Por otra parte Heidrich tarde o temprano iba a morir y eso entristecía al alquimista, pero también adoraba a su hermano con locura. Él quería a ambos pero no sabía qué hacer. Alphonse se había "matado" buscando a su hermano para que ahora este le dejase por el alemán. Realmente estaba preocupado. Necesitaba tener las cosas claras. Él podía hacer feliz a uno de los dos pero a la vez haría daño al otro y él no quería eso. Era una responsabilidad muy grande para él.
Mientras su hermano le "devoraba" el cuerpo entero Edward se sumía en un estado de placer que le costaba hacer pensar. Entonces recordó lo que Heidrich le dijo una vez:
"Yo siempre voy a estar solo, incluso si no muero seguiré estando solo... Y si muero... nadie se preocupará y estará triste por mi muerte... Por eso quiero, Edward, que me recuerdes. Quiero dejar señales y huellas de que estuve vivo en este mundo"
-Has dejado ya tú huella en mí, Alphonse... – Murmuró Edward.
-¿Qué? – Preguntó su hermano que estaba entre sus piernas.
-Perdona, no he dicho nada, Al. – Le sonrió. Entonces sus ideas se aclararon. Apunto de seguir su hermano con lo que estaba haciendo se aparta Edward, se le acerca y le dice muy cerca de sus labios – No voy a dejar que nadie más se apodere de mi cuerpo, Al... Soy solo tuyo y tú eres mío... – Entonces le besó.
-Eso es que... – Alphonse se estremeció al oír sus palabras de nuevo.
-Solos tú y yo.
-Pero...
¿Y Heidrich?
-No te preocupes... él lo entenderá...
– Le acarició su suave cabello.
-Nii-san... – Le besó otra vez - ... te quiero.
Ambos hermanos salieron de las aguas termales y se adentraron a la habitación dónde pasarían toda una tarde, a la espera de la llegada de Heidrich, demostrando su apasionado amor el uno al otro sin importarles nada en ese momento. Esa experiencia íntima que iban a volver a tener, ahora sería algo único y especial para los dos. Lleno de placer, amor, cariño y el calor de la persona amada encima de ti.
Todo era perfecto, solo había una cosa que no encajaba... Heidrich nunca volvió del médico.
Continuará...
