Disclaimer: Harry, Draco y los demás son propiedad de Jo Rowling y los tipos listos que publicaron los libros e hicieron las películas. Yo sólo los tomo prestados para revelarme un poquito al canon.
Notas de la autora: he tenido esta idea desde hace un rato. Me ha llevado algún tiempo por culpa de mis obligaciones muggles, pero aquí está. Es una historia bastante madura, mi versión de cómo debió ser para Harry vivir la post guerra. Es un Drarry que va un poco despacio, en que los personajes se van redescubriendo a sí mismos y al otro. Es bastante fluffly, porque no hay nada que yo ame más que eso.
Sumario: the lucky one se divide en dos partes. Harry lucha contra su pasado y la presión de la fama que nunca buscó. Draco lucha por sobrevivir, por encontrar su propio camino. Un pasillo de Hogwarts es testigo de honestas confesiones entre antiguos némesis.
Canción: the lucky one - Taylor Swift.
Ahora sí, vamos a ello.
The lucky one: parte I
«And your lover in the foyer doesn't even know you. And your secrets end up splashed on the news front page. And they tell you that you're lucky. But you're so confused, cause you don't feel pretty, you just feel used»
(Y tu amante en el vestíbulo ni siquiera te conoce. Y tus secretos terminan salpicados en la portada de las noticias. Y te dicen que tienes suerte. Pero estás tan confundido, porque no te sientes bien, solo te sientes usado)
Las luces brillaban como nunca en el gran comedor de Hogwarts, las voces se alzaban alegres, carcajadas resonaban en una esquina y otra de la habitación. Era sin duda el banquete más grande, delicioso y ameno que había visto jamás. Y aun con todo eso… aun con la hermosa chica de cabellos rojos que seguía prendada de su brazo, aun con el sonido de los flashes, aun con las sonrisas, abrazos y apretones de mano, Harry Potter se sentía terriblemente solo. Sentía que el enfoque de todas esas personas era demasiado parcial. ¿Por qué debía ser el protagonista de esa celebración? Sí, había enfrentado en duelo a Voldemort hacía un año y fue quien terminó de pie. Pero eso jamás hubiese sido posible sin la valentía de Neville al conducir un ejército de adolescentes, al matar a Nagini y por Merlín, había sido el único en enfrentar verbalmente a Voldemort. No hubiese sido posible sin Hermione, que en lo peor de la guerra no le abandonó y siguió luchando, renunciando incluso a sus padres. No hubiese sido posible sin Ron y su astucia al adentrarse en la cámara secreta para recuperar los colmillos del basilisco. No hubiese sido posible sin Luna, sin McGonagall, sin todos los Weasley, sin Narcissa Malfoy. Y nadie jamás podría reconocérselo, porque la mujer no quería que nadie lo supiera. Quien por cierto, no había llegado a la celebración. ¿La habían invitado siquiera? Harry lo dudaba. Y se sentía impotente por no poder hacer nada al respecto. Un destello de cabello rubio plateado atrajo su atención. Draco Malfoy se movía entre un grupo de estudiantes bulliciosos que le miraban sobre el hombro. No tenía la petulancia de antaño, pero tampoco parecía reducido. Había recuperado algo de peso y su ropa se adivinaba menos costosa que lo usual, aunque conservaba el mismo porte elegante.
-¿Buscando la salida más cercana? –murmuró Ginny en su oído.
Harry la miró con una mezcla de cariño y culpa. Le agradecía por estar a su lado. Claro que lo hacía, pero no podía corresponderle como antes de la guerra. No sabía exactamente porqué, pero la fascinación se había desvanecido y dudaba que fuera a reaparecer.
-Vete, yo te cubro –y ahí estaba ese brillo de entendimiento que le hacía admirarla tanto.
-Gracias –articuló y le dio un apretón a su mano antes de alejarse.
Lo siguiente fue elegir a donde ir. La tumba de Dumbledore estaba descartada, no se sentía con ánimos de estar en exteriores y habría gente pululando alrededor. Podría visitar el despacho del director, pero no se sentía correcto. No aún. La torre de astronomía era una buena opción, dudaba que alguien se acercara por ahí. Lo que más se le antojaba era visitar la torre de Gryffindor, con sus cómodas butacas y la familiar chimenea. Pero no conocía la contraseña y su viejo dormitorio debía tener nuevos huéspedes. A pesar del debate interno, sus pasos no se detuvieron y de pronto se descubrió subiendo un nivel de escaleras tras otro. Hasta el séptimo piso. La sala de menesteres. La sala que viene y va, la que te dará exactamente lo que necesitas. Y ese era en realidad su problema, no sabía lo que necesitaba. Lo que requería para dejar de sentirse tan vacío y ajeno a todo. El tapiz de Bárnabas el chiflado había desaparecido, probablemente seguía en reparación por los daños ocasionados por la batalla. Algo de eso había mencionado Hermione sobre muchas piezas de arte del castillo. Harry miró con indecisión la porción de pared de piedra y cerró los ojos. No sabía qué pedir. Finalmente se concentró y paseándose tres veces frente a ella repitió en su mente "un lugar donde nadie me pueda encontrar". Detuvo su andar y esperó. Y esperó, y esperó. Nada pasó. ¿Su petición era demasiado general o es que ni siquiera la sala podía darle eso? Tocó la superficie rasposa, un tenue olor ahumado se seguía respirando en el pasillo.
-No importa qué pidas, no podrá dártelo –la voz provenía de un chico de su edad que al parecer había conseguido seguirle sin ser detectado.
-¿A qué te refieres?
-Lo intentamos una y otra vez durante meses, pero no dio resultado. La sala simplemente no ha vuelto a aparecer. Ni siquiera McGonagall está segura de lo que sucedió. Claro que ella no vio como nosotros lo que ocurrió ahí, ¿no? –mientras hablaba fue acercándose a paso ocioso, alternando la mirada entre la pared y el chico de cabello azabache.
-¿Lo intentamos? –repitió, preguntándose como precisamente ese chico, Draco Malfoy, tenía que ver con eso.
-Participé en las labores de reconstrucción –informó sencillamente, con un encogimiento desinteresado.
Claro que había participado. Al contrario que su padre, Draco había sido exonerado de sus vínculos mortifagos. Básicamente porque jamás llegó a asesinar a alguien y porque era menor de edad cuando realizó sus fallidos intentos en contra de Dumbledore.
-¿Y dices que ni siquiera McGonagall sabe qué pasó con la sala?
-Tiene teorías, por supuesto. Pero esa sala era un misterio para todos, incluso para ella. La puerta se cerró conteniendo el… fuego y ya jamás apareció –Malfoy cubrió el ligero titubeo con una tos.
Harry no había reparado en ese detalle. El fuego maldito creado en esa sala no se había dispersado al resto del castillo. Por fortuna, dado que dudaba que alguien hubiese podido pararlo y definitivamente habría sido letal.
-¿Y qué cree que pasó?
-Que la magia de la sala consiguió controlar el fuego, pero quedó tan destruida que ya no volverá a aparecer nunca. También puede ser que mientras tú y yo hablamos tranquilamente, allá adentro siga ardiendo cual infierno.
-No lo creo probable –denegó, aun corriendo los dedos por la fría piedra.
-¿Cómo saberlo?
-Sería imposible no darse cuenta que algo tan cercano se está cayendo a pedazos –hizo la observación antes de preocuparse de con quien estaba hablando- también quise participar… en las labores de reconstrucción –agregó, evitando que el silencio se apoderase del pasillo.
-Supongo que sí, pero estuviste muy ocupado, ¿no? Dando conferencias, firmando autógrafos y apoderándote de los titulares –Harry volteó por el tono empleado.
Malfoy estaba recostado en la pared opuesta, con los brazos cruzados y su característica mueca de desdén.
-Lo dices como si fuera algo que envidiar –se rindió.
Si habían intentado abrir la sala por un año, sin resultados, era obvio que él tampoco podría hacerlo.
-Y tú lo dices como si no te gustara toda la atención que te dan.
-Esa es precisamente la cuestión, Malfoy. Que no me gusta. Jamás la busqué y tampoco creo merecerla –dejó escapar un suspiro derrotado y se deslizó por la pared hasta el piso- claro que no esperaba que lo supieras. Esta es la primera conversación civilizada que tenemos en ocho años.
-Sí, y creo que no estás siendo sincero. ¿Cómo puedes decir que no mereces…? Aniquilaste al señor tenebroso.
-Voldemort. Tom Ryddle. Ese era su nombre –corrigió- y no lo aniquilé. Fue su propia maldición la que rebotó –Harry siempre sentía la necesidad de esclarecer ese punto.
Porque no importaba que hubiese sido una guerra, que muchos se vieron obligados a batirse a muerte, él sentía una invaluable satisfacción interna por no haber tenido que asesinar a nadie. Ni siquiera a Voldemort.
-Cómo sea. Eres un jodido héroe. Disculpa si no puedo entenderlo, pero a mí no me molestaría ver mi nombre en los titulares acompañado de la sarta de halagos que te dedican –y concluyó con una mueca, como si ahora hubiese sido él quien comentó algo impulsivo y ya fuese demasiado tarde para retirarlo.
-Cuidado con lo que deseas.
-¿…porque se me puede cumplir? –replicó con mordacidad.
-Y convertirse en tu peor pesadilla.
-No creo que sea tan malo –se empeñó, ganándose una mirada desdeñosa, una expresión que nunca antes había visto en el rostro del salvador del mundo mágico.
-¿Ah, no? Los artículos que alaban mi proeza e integridad moral son una cosa, bastante aceptables y hasta inocentes. Pero hay más. Aquellos que me vinculan con Voldemort, los que se preguntan qué será de mí ahora, porqué vivo solo en la vieja casa Black, porqué defiendo a Severus Snape y porqué testifiqué a favor en algunos juicios. ¿Sabes que quisiera hacer, Malfoy? –pero la pausa duró tan poco que el aludido ni siquiera hubiese podido replicar con un monosílabo.
Parecía que el torrente de palabras se había estado cocinando a fuego lento y finalmente hervía, desbordándose.
-Quisiera decirle a esa banda de entrometidos que no es su problema. Sí, estuve en la mente de Voldemort y él en la mía por años, pero desde que murió jamás volví siquiera a soñar con él. Que mis planes a futuro me conciernen solo a mí, que la casa Black es mía y puedo vivir ahí el tiempo que se me antoje, solo o acompañado. Que Severus Snape fue más héroe que muchos de ellos que estuvieron todo el tiempo escondidos como ratas y que testifiqué a favor de quien se lo merecía. Pero sé que aunque les respondiera todo eso, vendrían más y más preguntas, cada vez más invasoras y al final del día, no es su maldito problema –Harry se pasó una mano por el cabello.
Su monologo parecía haber drenado gran parte de su energía. Malfoy le sorprendió al sentarse en el piso frente a él, aunque con mucha más gracia.
-Y ahora ni siquiera sé por qué te estoy diciendo esto a ti, de entre todas las personas –confesó en voz alta.
-Quizás porque soy el único cerca justo cuando llegaste a tu punto de quiebre –sugirió.
-Sí, ahora que lo mencionas, ¿por qué me seguiste?
-Qué curioso, estaba por preguntar por qué te escabulliste de una velada que es en gran medida dedicada a ti.
-Me parece que ya respondí a eso. Ahora dime, ¿por qué me seguiste? –alzó las cejas, demandando una respuesta.
-¿Qué? ¿Sugieres que tengo tendencias acosadoras? ¿Debo recordarte quien me seguía por cada pasillo durante sexto año?
-¿Y acaso no tenía motivos para hacerlo? –replicó con ironía.
-Pues sí, vi que te fugabas y te seguí –desvió, retándole a censurar su comportamiento.
-Vaya, quien diría que estaríamos aquí, tres años después, con los papeles invertidos –reconoció con sequedad- aunque sigo sin creer que fuera solo eso.
-No hay que dejar que las tradiciones mueran –comentó llanamente-. Me diste una excusa –agregó tras una pausa. Parecía que se le dificultaba seguir hablando- estaba deseando dejar el gran comedor prácticamente desde que entré.
Harry comprendió que Malfoy estaba retribuyendo a su ataque de honestidad anterior y se sintió intrigado por ello.
-Vaya, jamás creí que diría eso –y lucía una genuina mirada de desconcierto.
-¿No te gustó la decoración? –Intentó bromear Harry, pero ninguno de los dos estaba de humor para reír- ¿por qué no querrías estar ahí?
-Por las mismas razones que tú, pero a la inversa –Malfoy sonrió disgustado a la porción de suelo frente a él- atraigo la atención. Y no precisamente de la buena. Si las personas no me esquivaban, me miraban con desconfianza. Quizás esperaban que me pusiera a repartir imperdonables a media gala. ¿Sabes? Estoy por reconocer algo que jamás creí. Tienes razón. Son una bandada de entrometidos.
-Debiste considerar que eso podría pasar –Harry no podía ni quería fingir empatía, pero le pareció que tampoco era necesario- después de todo, estuviste en juicio y tu familia… no gozan de la mejor posición actualmente. Incluso yo estaba sorprendido de ver que decidiste venir.
Malfoy le miró en silencio por segundos que se le antojaron densos antes de formar una sonrisa ladeada. No sabía cómo calificarla, estaba a medio camino entre la burla y la condescendencia.
-Es bueno ver que incluso después de la guerra conservas algo de inocencia, Potter –dijo despacio, volviendo a su vieja costumbre de arrastrar las palabras- no fue una elección, en absoluto. Todavía me quedan algunos meses de libertad condicional. Se encargaron de hacerme ver, sutilmente, por supuesto, que tenía que estar aquí. Debo demostrar que mis convicciones e ideologías han cambiado, que apoyo con fervor al ministerio y que no estoy por reorganizar unas nuevas fuerzas del mal –finalizó con una floritura dramática, ganándose una mirada divertida.
-¿Y es verdad?
-¿Qué no estoy reorganizando las fuerzas del mal? Por Merlín, Potter. No compartiría esa información contigo –ambos chicos sonrieron, aunque sin establecer contacto visual.
Draco miraba la punta de sus botas, mientras Harry jugueteaba con el dobladillo de su túnica de gala nueva. Ahora le parecía tan frívolo y estúpido haber gastado tantos galeones en ella.
-Que tus convicciones e ideologías han cambiado –aclaró unos minutos más tarde, cuando el ambiente distendido le convenció que podían seguir charlando así.
La guerra había calado lo suficiente en ambos hasta hacerlos perfectamente capaces de charlar en un pasillo sin maldiciones de por medio.
-¿Quieres la verdad o te miento? –la cuestión tomó desprevenido a Harry.
-No iré corriendo al ministerio a entregarles el recuerdo de esta conversación –Malfoy evaluó su expresión, talvez calibrando la veracidad de sus palabras.
-Creo que jamás tuve convicciones o ideologías sobre eso. Una parte de mi vida repetí lo que mi padre decía y el resto ya era demasiado tarde para retractarme –los ojos grises adquirieron un tono más oscuro tras esa declaración.
-No creo que sea demasiado tarde.
-Eres insoportablemente optimista, ¿sabías? –Harry se permitió una corta sonrisa.
-A veces.
-¿Y qué vas a hacer realmente? ¿Seguir firmando autógrafos y asistiendo a eventos? ¿O aceptar alguno de los muchos puestos que deben haberte ofrecido en el ministerio?
Hace unos años, Malfoy podría haber dicho lo mismo sonando burlón y petulante, pero el chico rubio frente él había sonado cortésmente interesado.
-¿Auror o Inefable, tal vez? Sanador definitivamente no, eras un asco en pociones –esa vez la sonrisa compartida fue mirándose a los ojos.
-Definitivamente no auror, mi etapa de caza de magos oscuros terminó, muchas gracias.
Y ese año acampando en las peores condiciones le había demostrado que no era lo que quería para el resto de su vida.
-Ni siquiera sé qué hacen los Inefables. Y como tan elocuentemente has hecho notar, no tengo madera de sanador.
-Nadie sabe qué hacen los Inefables, Potter. Oh. Ya sé. Aceptarás una de las muchas propuestas para jugar al quidditch profesional.
-Veo que si lees los periódicos –dijo fastidiado.
Cinco ofertas en total. Y no estaba en sus planes aceptar ninguna. Porque esos equipos no lo querían por sus impresionantes habilidades de buscador, que sabía que no era despreciables. Le querían para poner su nombre en una camiseta que se vendería más rápido que las ranas de chocolate y a mayor precio que un barril de felix felicis.
-No creo que mi futuro esté en el quidditch.
-Yo siempre lo dije y nadie me creyó –la mirada disgustada de Harry se desvaneció tan pronto vio la expresión de Malfoy.
Era la noche de las imposibilidades posibles, al parecer, porque Draco Malfoy realmente estaba bromeando con él, y no solo haciendo chiste de él.
-Además, ¿por qué este repentino interés?
-Quizás solo quiero ver que consigo para después venderlo a una revista –Harry lo miró con renovada seriedad hasta que Malfoy rodó los ojos con dramatismo- era un chiste, Potter.
-Bueno, no puedes acusarme por tomarlo en serio. Tienes antecedentes con eso –y recordó las veces en que los aportes del chico habían sido material para despiadados artículos de la pluma de Rita Skeeter.
-Ah, Rita. Qué tiempos aquellos, ¿no? En que solo nos preocupaba gastarnos bromas pesadas –el tono de Malfoy era sorprendentemente honesto.
-Yo estaba más preocupado por sobrevivir a ese maldito torneo, gracias.
-Y lo hiciste, Potter –dijo con simpleza- aunque ya no supe mucho de Rita después de eso –Harry tosió, ganándose una mirada curiosa, pero Malfoy no preguntó más al respecto- ¿y qué me dices de tu cita? ¿No es descortés que la dejes sola por tanto tiempo?
-¿Sigues buscando datos valiosos que entregar a los periódicos? –desvió, porque lo que menos le interesaba en ese momento era hablar de Ginny.
Ella había sido maravillosa, comprensiva y tolerante. Y ahí estaba Harry, a punto de romperle el corazón esa noche, si todo seguía marchando según su plan.
-Al menos hoy tendría más justificación que lo hiciera. Antes me limitaba a hacer de tu vida un infierno. Ahora estaría ganando algunos galeones. Piénsalo, deberías colaborar con la causa –lo que a todas luces había pretendido ser una broma terminó revestido de un tinte de amargura.
Y de pronto Harry cayó en cuenta de que estaba hablando con el hijo de Narcissa. Era curioso como siempre veía reflejado en él exclusivamente a Lucius Malfoy, cuando Draco tenía más de Narcissa en sus rasgos. La curva de su quijada, la nariz aguileña y una mirada característica que podía llegar a helar la sangre y a transmitir tantas cosas o nada en absoluto. Y había sido Malfoy quien sacó su tema familiar a relucir. Harry había encontrado la oportunidad que no sabía que buscaba para preguntar algo que llevaba días, sino es que meses rondando por su cabeza.
You wonder if you'll make it out alive.
(Te preguntas si saldrás con vida de esto)
Pero no podía simplemente preguntarle. Esa improvisada tregua se podía acabar si decía algo equivocado y Harry en verdad quería saber. Preguntar por los problemas financieros de los Malfoy estaba fuera de consideración, pero podía interesarse educadamente en algo más.
-Hace algún tiempo que no he escuchado sobre tu madre –dijo despacio, luchando por dar una impresión de sana preocupación.
Sabía que Lucius Malfoy había sido condenado a diez años de prisión, el mismo Draco había recibido una condena de dos años en libertad condicional con uso de magia restringido. Narcissa había sido la mejor librada, con solo una multa monetaria y la advertencia de mantener al ministerio informado de su paradero. Solo la mujer y cierto chico de ojos verdes sabían por qué.
-¿Por qué tendrías que haberlo hecho? –contestó en un tono similar luego de un rato en silencio, parecía especular sobre la motivación de Harry para traer el tema a colación.
-Solo… me gustaría saber que está bien.
-Su esposo está en Azkaban rodeado de lunáticos y los aurores revisan la varita de su hijo cada semana. Ahí tienes una idea –y en un acto impropio de sí mismo, Draco golpeó su cabeza contra la pared tras de sí- no. Los Malfoy no hablamos de lo que ocurre tras las puertas. Aun si todo dentro está en ruinas.
-Lamento escuchar eso.
-Claro que sí –Harry se sintió indignado por la nota de sarcasmo que percibió en esas tres palabras.
-Lo hago –ratificó- y si puedo hacer algo por…
-¿Aún no te has cansado de jugar al héroe? –Interrumpió, alzando el labio superior en un mohín de desprecio- no es tu problema.
Harry sintió de nuevo ese conocido y nada apreciado sentimiento de impotencia. Pero sabía que si seguía presionando a Malfoy este se levantaría y le dejaría en aquel pasillo. Y por algún motivo no quería que eso pasara.
-No juego a ser el héroe. Solo hago lo que creo correcto. Y la puerta queda abierta –se encogió de hombros y regresó a juguetear con el dobladillo de la maldita y ridículamente costosa túnica.
-¿Entonces cómo funciona?
-¿De qué hablas?
-Eso. Ser un jodido Gryffindor –hizo un gesto vago con las manos hacia él- ¿solo ves a un gatito en un árbol y te subes a ayudarlo? ¿Es un impulso que no puedes controlar? –la aparente seriedad con que formuló las preguntas le impidió a Harry sonreír.
-No lo sé, Malfoy. Si veo a alguien en problemas y sé que puedo ayudarlo, ¿por qué no hacerlo?
-Oh, no sé… ¿por qué no es tu maldito problema? Alguien más podría hacerlo –se ganó una reflexiva mirada del chico dorado.
-No creas que voy por el mundo buscando a alguien a quien salvar. Y que recuerde, jamás he ayudado a un gatito.
-¿En serio? –remarcó la cuestión alzando las cejas, como si realmente no creyese que eso era posible- y dime, ¿cuál fue la última decisión egoísta que tomaste?
-¿Y cómo funciona para ti, Malfoy? –Contratacó- ¿solo vas por el mundo ignorando los problemas de los demás?
-Me encargo de mis asuntos y espero que los demás se encarguen de los suyos. Además, en el estado actual de las cosas no puedo darme el lujo de preocuparme por alguien que no sea yo, o mi familia.
-¿Y antes? ¿Te has preocupado alguna vez por alguien? –una risa hueca resonó en el pasillo del séptimo piso y Harry sintió una oleada de pena que no supo de donde venía.
-Te sorprenderías, Potter.
-Ahí tienes tu respuesta –retomó luego de unos minutos en que no se escuchó más que sus calmadas respiraciones- tú puedes preocuparte por otros y yo puedo tomar decisiones egoístas.
-No luces presuroso por volver a la fiesta –señaló, aunque él tampoco parecía tener intención de levantarse de su sitio en el duro suelo.
-¿Para qué? ¿Para escuchar más felicitaciones, palabras hipócritas y tomarme un sinfín de fotografías estrechando la mano de personas que no conozco? –Y ahí estaba de nuevo ese tono de desagrado que Harry había desarrollado en la post guerra- casi prefiero estar aquí con tu pretenciosa presencia y comentarios sarcásticos. Esto es real.
-Sí que estás mal para haber admitido eso –Y Malfoy parecía honestamente sorprendido por ello, pero la emoción mudó de sus ojos en un instante- ¿No sería genial volver al gran comedor juntos? Oh, puedo imaginar los titulares –y sonrió con malicia- "el salvador del mundo mágico tiende su mano al desamparado ex mortífago". Adorable.
-También podría ser algo menos halagador. "Las amistades peligrosas de Harry Potter, ¿sería posible que esta alianza surgiera antes de la guerra? Lea las páginas centrales para más información" –y en contradicción con lo que les había sucedido antes, lo que pretendía ser un comentario agrio se convirtió en una improvisada broma.
-Has leído demasiados de esos artículos, Potter. Ya hasta podrías escribir para el profeta –y se estremeció, mostrando lo que opinaba al respecto- olvida eso. De hecho, te prohíbo leer un artículo más a partir de hoy.
Harry sonrió de lado.
-No es tan fácil, Malfoy. Puedo dejar de comprarlas y encerrarme en casa. Es lo que he hecho durante meses. ¿Y adivina qué? No funciona. Porque salgo a comprar al almacén y los encuentro en la plaza, en las tiendas. Ya ni hablar de ir al callejón Diagon o Hogsmeade.
-Dales tiempo, pasará. Encontraran a alguien más que perseguir y ya.
-¿Y qué se supone que haga mientras eso pasa? –parecía tan severo al formular la pregunta, como si Malfoy realmente fuera a darle la solución a sus males. Pero de inmediato siguió, arrojando una pregunta tras otra- ¿debo soportar que jueguen con mi imagen como se les antoje? ¿Estar de acuerdo con que cada hecho en mi vida salga en primera plana? Ha pasado un año, Malfoy. Y no puedo salir a tomar el té con mi novia porque ya es noticia.
-Entonces toma el té en casa –sugirió, intentando quitar hierro al asunto.
Harry negó enfáticamente, en su mente repitiéndose las palabras "no lo entiendes".
-Entonces vete –murmuró, asombrando al chico frente a él- a mi madre le ha funcionado.
-¿Tu madre se fue del país?
-Ajá.
-¿Dónde está?
-Lejos. Puedes preguntar en el ministerio si quieres, dudo que te nieguen la información –la inusual muestra de entendimiento de Malfoy parecía desvanecerse.
-Lo he pensado –admitió Harry- no el asunto de la información. Irme. Solo tomar algunas cosas y largarme. Fin de los titulares. O al menos ya no estaría aquí para verlos.
-¿Sin decirle a nadie? ¿Dejando a tus amigos para que se preocupen por ti? Vaya, eso es más de lo que te creí capaz.
-Quienes sean mis verdaderos amigos lo entenderían –y no era una declaración al azar, Harry realmente había meditado al respecto.
-¿Y qué harías? ¿Refugiarte en el mundo muggle?
-No suena tan mal para mí.
-Supongo que no.
-¿Qué opinas?
-¿Importa? –El Gryffindor se encogió de hombros- sigo sin ver realmente de lo que huyes –un bufido- pero si es tan sofocante para ti… diría que lo hagas. Vete. Ya hiciste mucho por aquí.
Fue la primera vez que Harry le obsequió una sonrisa genuina al menor de los Malfoy.
-¿Y tú qué harás?
-Sobrevivir. Es lo que queda –Harry asintió.
Ambos sabían que su burbuja de tranquilidad estaba por romperse. Lo más probable es que en el gran comedor ya fuera obvia la ausencia del salvador y su sequito de seguidores hubiese sido enviado en su búsqueda.
-Malfoy… con respecto a tu madre –se pasó la mano por la cabeza, alborotando aún más los oscuros mechones. Era difícil sacar a relucir ese tema. Sabía que el estado de gracia entre ellos se podía disipar de un momento a otro- en verdad me gustaría saber que está bien.
-No creo que lo esté –fue la abrupta replica, mientras el chico se levantaba con un fluido movimiento- además, ¿por qué te interesa?
-Ella… no creo que ella merezca ser excluida o tratada con hostilidad –afirmó, poniéndose en pie con menos gracia, solo por si al rubio le daba por salir corriendo de ahí.
-¿Realmente, Potter? ¿Recuerdas que hablamos de la misma mujer que te quiso entregar cuando te llevaron a la mansión? –la alusión a esa fatídica noche paralizó a ambos jóvenes por un momento- como sea.
-Tú no lo permitiste –exclamó vehemente, justo cuando Malfoy se giraba para irse.
-Y me devolviste el favor… con creces.
Una mirada fugaz a la pared de la desaparecida sala de los menesteres dejó más que claro a lo que se refería, aunque ambos sabían de lo que hablaban.
-Esa noche tu madre hizo algo por mí –Malfoy giró ante esa revelación, con la intriga reluciendo en sus ojos claros- y yo… yo quiero que ella sepa que puede recurrir a mí… cuando desee. ¿Podrías decírselo?
Era el último recurso que le quedaba, supuso Harry. Era obvio que Malfoy no estaba interesado en referirle más sobre Narcissa.
-Lo haré. Y Potter… Haz lo que necesites hacer.
Su consejo fue recibido con una amplia sonrisa que alcanzó a iluminar los conocidos ojos verdes.
-Es lo que pretendo –y adelantó a Malfoy en su camino hacia las escaleras.
Tenía algo de irónico el hecho de que justo esa noche se hubiera dado cuenta de lo agradable que podía ser hablar con Draco Malfoy.
It was a few years later, I showed up here. And they still tell the legend of how you disappeared, how you took the money and your dignity, and got the hell out.
(Fue unos años más tarde, aparecí aquí. Y todavía cuentan la leyenda de cómo desapareciste, cómo tomaste el dinero y tu dignidad, y te largaste)
Sí hacía unos años le hubieran dicho que estaría subiendo las escaleras, a punto de entrevistarse con esa mujer en específico en actitud amistosa, Draco se habría reído en la cara del ingenuo. Pero ahí estaba, en una fría tarde diciembre, a punto de recurrir a un recurso desesperado. El edificio en el que se encontraba el departamento en cuestión era bastante nuevo, de aspecto moderno y costoso. Podía verse a sí mismo viviendo en un sitio así. Sabía que la mayoría de los inquilinos eran magos y brujas en los 20s, así que imaginaba que sería un ambiente social bastante llevadero. Aguardó durante unos segundos frente a la puerta del número 29, hasta que se dijo que no había invertido días investigando sobre ella para llegar al lugar y echarse atrás. Cuadrando los hombros y mudando a una expresión que pretendía ser amable, alzó la mano y tocó la puerta tres veces. No tuvo que esperar mucho. Pasos sordos sobre la alfombra y la puerta se abrió revelando a una chica de cabello castaño atado en un improvisado moño, que vestía prendas muggles y una inconfundible mirada de desconcierto.
-¿…Malfoy?
-Buenas tardes, Granger. Siento venir sin anunciarme, pero intenté enviarte una carta vía lechuza y regresó sin haberla entregado –el hecho le tomó por sorpresa en su momento, hasta que un contacto le dijo la razón.
-Sí, es que he estado fuera de la ciudad… y dejé de recibir correo directo hace un tiempo –Hermione Granger cambió el peso de un pie a otro, como en un esfuerzo por comprender la situación.
Draco sabía por qué la actitud esquiva de la chica. La menor de las Greengrass, quien se había convertido en una amiga inesperada y fuente de información valiosa, le había puesto al corriente de la situación actual del legendario trio dorado de Gryffindor. O al menos de dos tercios del mismo. Ronald Weasley se había unido a su hermano mayor en la tienda de bromas, mientras que el cerebro del grupo estudiaba con los Inefables.
-Lo siento si vengo en mal momento, pero realmente quisiera hablar contigo –pidió con una sonrisa educada que fue recibida con cierto grado de sospecha.
-Sí, por supuesto… pasa –y finalmente se hizo a un lado.
Draco pudo percibir un jalón de magia al atravesar la puerta. ¿Qué motivos tendría Granger para tener semejante escudo en su entrada? ¿Simple precaución o algo más?
-Comprenderás que tu visita me toma un poco desprevenida.
-Lo sé, pero es que no encontré medios para contactarte –se cuestionó hasta ese momento si es que acaso se suponía que la residencia de la chica no era de conocimiento público.
Esperaba que Astoria no se hubiese metido en problemas por ayudarlo.
-Obviamente, pero… oh, estoy siendo desconsiderada. ¿Gustas algo de beber? –y le precedió hacia la bien amueblada sala, decorada con una paleta de colores de muy buen gusto, incluso para alguien tan quisquilloso como él. Los tonos pastel acompañaban al caoba de los muebles y una mesa baja de vidrio se ubicaba al centro de la estancia.
-Té, por favor.
-Jelly, sírvenos té, por favor –un ¡pop! se escuchó solo unos segundos después, con lo que una elfina domestica apareció cargando una bandeja con el servicio de té y dos platillos con galletas. Parecía como si hubiese tenido todo listo, solo esperando la señal de su ama- gracias, yo hago el resto –y con un ligero asentimiento de cabeza, la criatura volvió a desaparecer.
Draco no pudo evitar lanzarle una mirada interrogativa.
-No creí que precisamente tú tendrías un elfo doméstico.
-Jelly no es mi propiedad, es mi empleada –informó- le pago por sus servicios. Y si las reformas en la legislación de los derechos laborales de los elfos siguen progresando, muy pronto todos los que deseen tenerlos a su servicio deberán actuar igual –a pesar de las reservas iniciales, ese tema parecía seguir siendo sensible para la chica.
-No te estoy juzgando, Granger. Solo me pareció curioso –se excusó- gracias –añadió, aceptando la taza de té que le tendía.
-Sí, pero dudo que te hayas tomado la molestia de venir hasta aquí para hablar sobre elfos domésticos. ¿En qué puedo ayudarte?
-He decidido volver a establecerme en Londres –anunció, consciente que debía soltar un poco de información sí deseaba que ella respondiera sus propias preguntas- me ha venido bien el tiempo de descanso, pero los principales contactos y la mansión familiar están aquí. Así que pretendo rescatar antiguos negocios y tal vez forjar nuevas alianzas.
-Me alegra oír eso, Malfoy. Aunque sigo sin entender como encajo yo en tus planes.
-Antes de venir, mi madre me encargó contactar con alguien, pero me ha sido imposible encontrarle. Y creí que si había alguien capaz de ayudarme con eso, serías tú –dijo directamente. El semblante de su interlocutora no reflejó mayor emoción.
-Lo siento, pero sigo sin comprender. Si necesitas información sobre alguien, puedes solicitarla al ministerio –la entonación y los gestos pretendían ser educados, pero Draco notó el brillo suspicaz en los ojos cafés.
-Ya lo hice. Extrañamente ni siquiera ellos pudieron darme referencia.
-¿Y por qué crees que yo podría ayudarte, en ese caso? –efectuó la pregunta ladeando el rostro, cada vez más cautelosa.
-Porque Potter ha sido tu amigo por casi una década. Puede haberse escondido de la sociedad mágica, pero dudo que eso los incluya a ti y a… Weasley –se corrigió justo a tiempo, sabiendo que la chica no apreciaría que se refiriera a su novio usando el viejo mote que le decía en el colegio.
-Y claramente ir con Ron no estaba en tus opciones –comprendió, con una media sonrisa.
-En efecto.
-Tengo curiosidad, Malfoy. ¿Qué te han dicho sobre Harry? –y supo que la pregunta era sincera, por el inconfundible brillo en la mirada de Granger, ese que aparecía cuando alzaba la mano a media clase para atender su sed de conocimiento.
-Lo primero que hice fue buscarle en la antigua casa Black –confesó- pero nadie atendió. Les pregunté a algunos de mis amigos, pero no sabían gran cosa. Dijeron que el profeta y otras revistas afirmaban que Potter está enfermo o que está en alguna misión secreta del ministerio. Pero que nada es verificable.
Y el escandalo más impresionante, que hacía meses había finalizado su relación sentimental con Ginevra, quien se negaba rotundamente a declarar algo al respecto. Draco se abstuvo de añadir eso.
-¿Solamente? –sonaba decepcionada.
-Bueno, seguí buscando entre fuentes más variadas y entonces…
-…escuchaste los rumores –afirmó.
-Sí, pero no creo que sea posible.
-¿Por qué no? –Draco entrecerró los ojos un momento.
-¿De verdad pretendes que crea que Potter solo se esfumó un día? ¿Qué le vieron entrar a la casa Black pero nunca más salir? ¿O que salió a caminar y desapareció en su trayecto? –Y sacudió la cabeza en ademán contundente- lo dudo mucho.
-Mañana Ron y yo daremos una entrevista en el quisquilloso –habló despacio, tras evaluarle en silencio con apariencia tan crítica y perceptiva que Draco llegó a creer que estaba usando legeremancia con él- para informar sobre el retiro voluntario de Harry. Está de vacaciones desde hace semanas, no tiene nada de extraordinario. ¿No hay registro en el ministerio? bueno, a él le gusta viajar al estilo muggle.
-Pero no es cierto –comprendió, por la forma desapegada en que Granger hablaba, como si llevara días ensayando la misma línea hasta que dejó de tener sentido.
-¿Por qué te interesa, Malfoy?
-Te lo he dicho, mi madre me encargó hablar con él.
-Sí, pero debió decirte por qué.
Draco se tomó su tiempo para contestar, considerando sus opciones. Podía negarse a seguir soltando información, pero tal vez si lo hacía, la chica le diera una referencia más exacta. Dio un par de tragos a su té antes de decidir.
-He estado lejos de Inglaterra durante algunos meses. Y los Malfoy no gozamos con la misma reputación que antaño. Pretendo rescatar parte de los negocios familiares, pero también tengo algunas ideas propias. Necesito financiamiento y sé que Potter tiene a su disposición su fortuna y la de los Black. Creí que podría persuadirle al respecto –Hermione Granger asintió, al parecer satisfecha con su sinceridad y depositó su propia taza en la bandeja.
-Es posible que Harry accediera, pero lamento decirte que no podrás hablar con él. Porque los rumores son verdad… no hemos tenido noticias suyas en meses.
-¿Ni siquiera tú? –soltó, escéptico.
-Ni siquiera yo –confirmó- vimos a Harry un día y de pronto ya no supimos más de él.
-¿Intentas decir que él solo se desvaneció?
-No sé por qué te cuesta tanto creerlo, somos magos, podemos hacer eso.
-Sí, pero no simplemente nos borramos del panorama –Granger se encogió de hombros.
-Soy honesta contigo porque le buscas por motivos serios. Harry desapareció, no se ha comunicado y es probable que no lo haga pronto. No se contactó con Ron ni conmigo durante días, así que le buscamos en Grimmauld Place y la casa estaba vacía. Hemos estado yendo de vez en cuando, pero no ha vuelto. Y antes que lo preguntes, no. No le dijo nada a nadie. Solo se fue –una imposibilidad se deslizó en la mente del rubio.
-¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él? –la pregunta fue recibida con un entrecejo fruncido.
-Hace meses.
-Sí, pero… ¿recuerdas la fecha exacta? –insistió.
-Supongo que… fue el día del aniversario de la batalla.
La susodicha gala en Hogwarts. Hacía poco más de siete meses. Algo andaba mal ahí. Porque en todos los artículos que consiguió para dar seguimiento al "caso Potter" recién empezaban a mencionar su salida del ojo público.
-Potter fue fotografiado después de eso. Han empezado a especular sobre su paradero hace…
…unas semanas. Y Hermione Granger había estado de viaje. La revelación caló en Draco como una poción corrosiva.
-Veo que lo comprendes.
-Lo encubriste –pero no sonó a acusación, sino a desconcierto.
-Ron y yo. Creímos que volvería pronto, que sería cosa de unos días. Tal vez Harry necesitaba despejarse un poco durante unas semanas y luego volvería.
Y por primera vez no tenía su característica mirada de sabelotodo, de quien tiene todo bajo control. Más bien parecía preocupada, un tanto perdida.
-Pero no nos llegó ni una sola carta, un patronus, o algo. Harry solo se fue… ni siquiera empacó todas sus cosas. Aun así, le dimos más tiempo. Nos turnábamos para ser vistos unas dos veces por semana… nos cuidamos de no hablar de más y todo eso. Pero era algo insostenible, se darían cuenta. Un poco más de observación y notarían que ya nunca se nos veía a los tres juntos. E incluir a alguien más en eso no nos pareció apropiado –en medio del torrente de información que estaba recibiendo, Draco no podía dejar de preguntarse por qué, si se habían tomado tantas molestias en esconder lo sucedido, se lo contaba precisamente a él. Parecía que los Gryffindor tenían tendencia a confiarle sus más profundos pensamientos. Pero no se entretuvo con eso, sino que prestó atención a la chica, que parecía impaciente por comentar aquello- hace un mes me informaron que tendría que dejar la ciudad durante tres semanas. Ron trabaja turnos completos en la tienda y le sería difícil seguir con la farsa. Así que decidimos dejarlo. No podemos mantener el engaño por más tiempo, no es apropiado. Y como ves, un par de semanas bastaron para que todos lo notaran.
-Granger, entiendo que hayas querido encubrirlo entonces, pero… ¿por qué…?
-¿Por qué seguir haciéndolo ahora? –completó.
La declaración que pretendían dar, mantener el secretismo, no lo comprendía.
-Exacto. ¿Por qué no van al ministerio y reportan lo que sucede? Son ustedes, nadie va a reprocharles sus acciones o a amonestarles por lo que han hecho.
-No es ese el problema, Malfoy. Ron y yo daríamos cuentas si fuese necesario.
-¿Es que no te preocupa lo que le puede haber pasado? –incluso él sonaba más angustiado que la chica.
Granger le dirigió una sonrisa desganada.
-Sí y no. Me he preocupado cada día desde que se fue. ¿Por qué lo hizo?, ¿Dónde está?, ¿Por qué ni siquiera me ha enviado una postal?, ¿Por qué no se despidió?, ¿Cuándo volverá? –Sacudió la cabeza, algunos mechones castaños escapando de su moño- pero son preguntas que no conducen a nada. Y en el fondo tal vez sé las respuestas. El caso es, que desde el principio supe que fue intencional. Nadie extorsionó a Harry, ni lo secuestró ni lo forzó a nada. Harry se fue porque así lo decidió y hay que respetarlo.
Hasta que lo expuso de esa forma, Draco fue consiente de algo. Potter había desaparecido después de la gala de aniversario. Después de aquella conversación en el séptimo piso donde ambos se habían sincerado a niveles insospechados. Después de que él mismo le aconsejara que hiciera lo que necesitara hacer.
-¿Por qué me cuentas todo esto a mí, Granger? –preguntó con sospecha.
-Esa noche… Harry desapareció un buen rato. Y tú también. Recuerdo haber pensado en lo curioso que era eso –y quizás fue un efecto de la luz o de la descontrolada imaginación del rubio, pero creyó ver una sonrisa de simpatía en el rostro de la chica- cuando volvió, Harry parecía otro. Más decidido, como si le hubiera llegado la respuesta que llevaba años esperando. Le pregunté dónde había estado y me respondió que justo donde debía estar. Él nunca da ese tipo de respuestas. Así que insistí y le pregunté con quién había estado.
-¿Y qué dijo?
-Que dejara de fisgonear –Draco no pudo evitar sonreír- por eso te digo todo esto… porque ahora quiero preguntarte a ti, ¿qué pasó esa noche?, ¿Hablaste con él?
-Hablé con él –aceptó, porque de algún modo las barreras pasadas habían sido derribadas hace mucho y la vida había girado a tal grado que él compartía confidencias con los miembros del trio dorado. Con dos tercios de ellos- me di cuenta cuando salía del gran comedor y le seguí. Conversamos un largo rato.
-¿Y él dijo algo que…? –pero dejó la pregunta inconclusa, animándole a continuar.
-No lo noté ese día o quizás no le di importancia… creo que Potter ya lo había decidido. Parecía amargado por toda la atención que le daba la prensa y mencionó abiertamente la posibilidad de irse. Jamás creí que él de verdad lo haría –añadió la última frase en un tono más bajo.
Se rehusaba a creer que él había sido la última conversación seria que tuvo Potter antes de desaparecer.
-Amargado… -repitió- ¿no se veía triste o angustiado?
-No lo sé. Cansado, un poco molesto. No lo conozco lo suficiente, Granger –se excusó, intentando mantenerse neutral.
-Supongo que no.
-Aunque no lo reportes al ministerio… ¿me dirás que no han intentado localizarlo por sus medios?
-Lo consideramos un par de veces. Pero si Harry no quiere ser encontrado… merece que se le deje en paz.
-Es que aún no… ¿no dejó ni una sola nota?
-Nada. Absolutamente nada.
-¿Y qué hay de su cuenta en Gringotts? Aun si fue al mundo muggle, necesitaba dinero para sobrevivir.
-No lo sabemos con exactitud, pero si preparó su desaparición como creo que hizo, puede que haya sacado suficiente dinero con antelación. Intentamos razonar con los duendes, pero no darán información a nadie que no sea familia directa –finalizó con una mueca. Ese era un camino sin salida.
-La mentira sobre sus vacaciones es lo siguiente. ¿Qué dirán después?
-Lo que sea necesario para mantenerlos alejados.
Draco se asombró por ese comentario tan Slytherin de parte de ella, entre todas las personas. Supuso que su lealtad con Potter estaba sobre cualquier otra cosa.
-Él sonaba realmente fastidiado por toda la atención… creí que exageraba con sus quejas sobre eso.
-Los tres fuimos bombardeados por la prensa. Aunque él más que Ron y yo. Y siempre fue así, desde los once años estuvo en los titulares. Lo sabes bien –pero sonó más a una ratificación, nada de rencor se adivinaba en sus palabras- le trataron de mentiroso, de alborotador. Y de pronto volvía a ser la estrella, el salvador del mundo mágico. Él siempre dio su mejor esfuerzo para que eso no le importara. Pero realmente llegó a ser demasiado, para todos.
-Por eso ninguno regresó a Hogwarts el año siguiente.
Los tres habían hecho sus EXTASIS por correspondencia. En su momento, Draco creyó que se aprovechaban al exigir un trato preferente. Ya no lo veía así.
-No podíamos ir a las tres escobas como antes. Ni al caldero chorreante o a la tienda de los Weasley. Pasó todo un año y solo vi como mi amigo se volvía cada vez más huraño. Cada vez lo veía más agotado… cada aparición pública era un reto para él. Querían un autógrafo, una foto, algo… nadie entendía que Harry ya nos había dado todo -la voz de Granger se suavizó hasta quebrarse en la última silaba.
-Ya lo esperabas –y esta vez la revelación vino con sutileza. Jamás habría imaginado que sería tan fácil leer a la chica.
-Sí. Esperaba que nos hiciera alguna propuesta para viajar juntos. O que al menos nos informara. No así… pero lo entiendo. Estuvimos juntos en muchas aventuras, Malfoy. No imaginas cuantas. Supongo que necesitaba hacer esto solo.
-Es posible –dijo para llenar el vacío.
En realidad no sabía qué más podría decir. Nunca había sido bueno para dar palabras de consuelo, y mucho menos a alguien con quien no se había entendido hasta ese momento.
-Sí habló contigo esa noche fue por algo. Y si ahora yo también decidí confiar en ti, fue por eso. Espero que seas capaz de guardar el secreto. Y que bajo ningún concepto se te vaya a ocurrir buscarlo por tu cuenta –a pesar de la acuosidad en su mirada, logró impregnar advertencia a la última frase.
-No lo haré. Mientras prometas informarme de inmediato cuando tengas noticias de él. Noticias auténticas –si la petición le sonó fuera de lugar, Granger no lo demostró.
No sabía cómo había llegado a ese punto, pero Draco realmente deseaba ser de los primeros en enterarse del verdadero paradero y estado del imbécil cara rajada.
-Cuenta con ello.
-Bien. Ha sido un gusto volver a verte, a pesar de las circunstancias –y Draco se encontró diciéndolo con total naturalidad- pero aun debo buscar a algún socio que no se deje impresionar por un par de antecedentes.
-Igualmente –correspondió, sonriendo con inusual entendimiento- y Malfoy, si de verdad te interesa asociarte con alguien, creo que tengo algunos contactos que podrían servirte.
En el próximo capítulo...
-¿Quién está arriba? –el tono empleado no tuvo nada que envidiar al del patriarca Malfoy.
-No me gusta lo que estás sugiriendo, hijo.
-Padre está en la cárcel y tú estás aquí con un hombre que no quieres que yo vea. ¿Qué esperas que piense?
-Espero que confíes en tu madre –los acordes del instrumento se detuvieron y Narcissa lanzó una mirada ansiosa al techo.
-Sería descortés no saludar –pero tan pronto lo dijo, tuvo la mano de su madre en su brazo.
La mirada era suave y conciliadora, casi al compás de la nueva tonada del misterioso intérprete.
-Lo siento, Draco. No puedo. No sin que él esté de acuerdo.
Actualizaré el siguiente viernes o antes, sólo necesito editar el capítulo.
Hasta pronto, Allyselle
